Mitos respecto a la violencia de género

Transcripción

1 Mitos respecto a la violencia de género

2 Mitos respectos a la violencia de género El género es lo que nos ayuda a conceptualizar la violencia en términos más amplios, toda vez que las causas y posibles soluciones son a la vez, personales, políticas y estructurales. Las relaciones entre mujeres y hombres en lo general, a partir de construcciones, ideas, mitos, prejuicios, etcétera; permiten mostrar análisis y resultados desde una nueva perspectiva. Es a lo que se le llama perspectiva de género. La perspectiva de género es una mirada que se pregunta por el lugar de mujeres y hombres en las relaciones sociales y las instituciones. Considera que las diferencias entre mujeres y hombres no son naturales o biológicas, sino sociales y culturales, y por ello tienen un efecto en la identidad y las relaciones sociales tanto de mujeres como de hombres. La perspectiva de género se posiciona como la naturalización de los roles de género. Supone que esta naturalización de los roles de género deviene en relaciones de poder desiguales. Es entonces una categoría que se articula con otros ejes de diferenciación social como son la clase, la edad, la religión, la etnia, etcétera.

3 En ese sentido y con el surgimiento del concepto de género y la perspectiva de género, han aparecido reflexiones y estudios acerca de la condición de las mujeres y de los hombres. La violencia de género se inscribe a partir de la masculinidad, la cual se define como el conjunto de atributos, valores, comportamientos y conductas que son características del ser hombre en una sociedad determinada. Se ha comprobado que la masculinidad, como construcción cultural de género que designa el rol de los varones en la sociedad, frena los cambios tendientes a la igualdad entre mujeres y hombres. El modelo tradicional que se aprende para vivir la masculinidad se apoya en cuatro elementos esenciales que lo conforman. 1. Restricción emocional, la cual consiste en no hablar acerca de los propios sentimientos, especialmente con otros hombres. 2. Obsesión por los logros y el éxito. 3. Ser fuerte, lo que hace a un hombre que sea confiable durante una crisis. 4. Ser atrevido, relacionado con la toma de riesgos. El término poder es clave a la hora de referirse a la masculinidad, ya que el rasgo central de la masculinidad es equiparar el hecho de ser hombre con tener y ejercer algún tipo de poder y control sobre otras personas. En ese sentido, el poder conlleva a que la violencia masculina se ejerza con mayor frecuencia hacia las mujeres, ya que en el modelo tradicional la violencia es una forma socialmente aceptada para dominar y manipular a quien se considera más débil o inferior.

4 Familia, pareja y vida profesional Es dentro de la familia donde el hombre manda, toma decisiones, y las otras personas obedecen. Además, no debe participar en las tareas domésticas pues es un papel asignado a las mujeres; son ellas quienes deben atender al hombre. Son privilegios que se reproducen para los hijos, no así, necesariamente para las hijas. Pero también sufren de prohibiciones y obligaciones asociadas a su condición masculina como tener que ser el principal sostén económico de la familia aunque en la práctica sea incierto-, deben ser exitosos, sus necesidades emocionales deben estar en un segundo plano. Con la pareja, un comportamiento típico de esta forma de vivir la masculinidad es el ejercicio cotidiano de la violencia.

5 Según el Colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias (CORIAC) el maltrato físico, el abuso sexual, los insultos, el abandono, la negligencia, la infidelidad, las amenazas, la intimidación, el aislamiento, el abuso emocional, la desvalorización y el abuso económico o la amenaza de realizar cualquiera de estas acciones, son las formas más evidentes de violencia en la pareja. Este comportamiento se ejerce desde el noviazgo, se reproduce en el hogar y llega al empleo remunerado. Por su parte, la mujer asume justamente el papel contrario: el de sumisión, aceptación de toma de decisiones, debilidad. En una relación de pareja, desde el noviazgo inclusive, acepta decisiones, tiene que dar muestras de sentirse agradecida por ser protegida, y calla. Un hecho común es aceptar la decisión del novio cuando le sugiere usar algún tipo de vestimenta, me cuida, piensa ella. Si no hace lo que él le dice, se siente culpable pues frecuentemente el hombre recurre al silencio, deja de llamarla o buscarla; actos que generalmente no son considerados como una forma de violencia. En el hogar, la mujer se asume como la dueña y, por ende, es su espacio. Además, es ella quien tiene el control y la toma de decisión, siempre y cuando haga lo que a su pareja, hijos/as les agrade.

6 En el empleo remunerado, las mujeres generalmente obedecen sin protestar, sobre todo cuando es un hombre el superior jerárquico. La relación entre mujeres trabajadoras, se distingue por la adopción de formas de dominio sobre otras mujeres. Estudios de caso muestran que las mujeres parecen no saben competir ante la sujeción de procedencia, y quienes se encuentran en puestos de mando, tienden a ser agresivas, como la forma aprendida de hacerse visibles.

7 Estos ejemplos, más que triviales muestran la profundidad de lo cotidiano, tema sin duda, de reflexión. A lo largo de la historia, la sociedad ha creado y mantenido algunos mitos sobre la violencia de género. La violencia de género no es un problema grave, son solo casos aislados. Datos estadísticos (Mujeres y Hombres, 2013) indican un incremento de la violencia de género. Una de cada dos mujeres mayores de 15 años declararon haber sido víctima de violencia durante el último año; de las cuales, el 42.4% dijo haber tenido alguna forma de violencia emocional, 24.5% violencia física y 7.3% violencia sexual.

8 Es una cuestión que solo concierne a la familia y no debe difundirse o haber terceros que se involucren. El aislamiento es una forma de dominio y poder, ante la falta de apoyos, las personas que viven violencia se sienten desprotegidas. La violencia sufrida en pareja ha aumentado de 43.2% en 2006 a 46.1% en Existe una gran cantidad de mujeres que no denuncian algún abuso o acto de violencia ejercido por su pareja o esposo. El 64.6% de las mujeres divorciadas, 70.7% de las solteras y 75.1% de las casadas o en unión libre que declararon haber sufrido violencia aceptaron que no denunciaron ni tampoco buscaron alguna instancia de apoyo. Durante el año 2011 fallecieron 2,693 mujeres por homicidio, las cuales representan 20.6% del total de muertes violentas. (Mujeres y Hombres, 2013) convenciones/nota.pdf

9 Solo ocurre en las clases sociales bajas, de poco nivel adquisitivo, bajo nivel cultural, y en las etnias. La violencia de género es transversal a cualquier estatus, educación o grupo social. Ocurría más en mujeres adultas de años atrás, las jóvenes de hoy tienen otra educación y no lo permiten. Si bien existen cambios generacionales, la persistencia de esquemas, ideas y costumbres se pueden reproducir.

10 Si fuera agresivo en casa también lo sería en otros lugares. La persona agresiva sabe dónde, cuándo y cómo ejercer su poder, por ello, controla impulsos en algunas condiciones y luego los vierte con la víctima. El que maltrata es un enfermo mental, no una persona que está sana mentalmente. La cultura establece condicionamientos determinados que se asumen. Las personas enfermas mentales tienen otras condiciones.

11 Los hombres maltratan porque los provocan. Los hombres violentos pueden justificar su conducta creando ideas que los excluya de cualquier responsabilidad. No es tan grave el tema, pues pocas mujeres se quejan. Cuando las mujeres se encuentran en un ambiente de violencia, su autoestima es baja; el miedo, la desesperación y otros factores pueden evitar que actúen en consecuencia, sin embargo, el hecho existe y se incrementa cada vez.

12 La mujer debe aguantar agresiones por los hijos o hijas; si se aleja del padre, ellos sufrirán más la separación. El estigma social de mantener una unión de pareja sin importar consecuencias, la idea de considerar que la mujer no existe sino sólo en función de otro esposo, hijos/as, etc.-, y la presión que se puede ejercer por familiares o amistades, refuerzan el mito. Las agresiones físicas son más graves que las psicológicas. La violencia no es medible. Es una acción concreta. Cualquier tipo o modalidad de violencia.

13 Identidad masculina Se han creado muchas ideas falsas sobre la identidad masculina, lo cual ha dado pie a que algunos hombres se crean con mayores derechos que la mujer, mostrando comportamientos de superioridad hacia ella y atentando contra la integridad de ésta. La subjetividad de cada hombre también influye para vivir de diferentes formas la masculinidad. La subjetividad se refiere a la manera en que cada persona interpreta la realidad. Algunos mitos relacionados a la identidad masculina son los siguientes. El hombre es: Más fuerte que la mujer. Inteligente, lógico y racional. Activo, agresivo, dominante, asertivo, rudo, agresivo. Más productivo e independiente económicamente. Más decidido y seguro que la mujer. Más competitivo y persistente en la mayoría de las actividades. Proveedor y protector de la familia y la mujer. Estos mitos lejos de ayudar al hombre a desarrollarse y establecer una sana convivencia con los demás, le afectan severamente, dificultando las relaciones afectivas que desarrolla en la mayoría de los círculos sociales en los que se desenvuelve, incluida la familia. Hay quienes asumen, fomentan y fortalecen estos mitos sobre la masculinidad con actividades que consideran acordes, como son el luchar, atacar, mirar, tocar, conquistar, vencer, dominar, controlar, realizar expresiones sobre su sexualidad, entre otros. Cuando estos comportamientos se presentan en grupos, pueden darse mensajes para reforzar los patrones de conducta, lo cual genera que se pierda la oportunidad de crear condiciones de convivencia más equitativas entre mujeres y hombres.

14 Identidad femenina La identidad femenina por muchos años fue concebida a través de los roles y estereotipos que social y culturalmente se le fueron asignando e imponiendo y que, de alguna manera, se asumieron de manera pasiva. Esto originó que se estereotipara que la identidad masculina de superioridad, fuera originada por una conducta formada en el ámbito familiar. Definitivamente, la mujer también es responsable de generar una identidad femenina con la cual se les ha caracterizado por muchos siglos y que se ha visto alimentado por una serie de mitos entre los que se pueden mencionar los siguientes. La mujer es: Débil y bella. Emocional, intuitiva, pasiva y sumisa. Tierna, delicada, sensible. Dependiente, obediente y receptiva. Paciente, tolerante y servicial. Paciente, inestable y colaboradora. Educadora y madre. Estos mitos encasillan a la mujer en un rol más expresivo y de servicio que en condiciones de igualdad con el sexo contrario, lo que la lleva a sacrificios, conductas de sometimiento, represión, seducción, y a pensar primero en la tranquilidad de los demás que en su propia seguridad e integridad.

15 La mujer sigue los patrones de comportamiento que ha creado la sociedad para su género, por ejemplo: construir una vida doméstica, ser responsable de la crianza de los hijos, ser víctima de abusos de poder, maltrato y violencia. Algunas mujeres llegan a asumir este rol al grado de olvidarse de sus derechos básicos como la libertad, la maternidad por elección, poner un alto a los abusos, tener independencia económica y emocional de los demás, tomar sus propias decisiones, ser escuchada, recibir educación, denunciar el maltrato. Todos estos mitos se han formulado tomando como punto de partida la identidad masculina o femenina, la cual determina en gran porcentaje las relaciones interpersonales en la sociedad.