El lugar del TRABAJO en la construcción de la igualdad de género. Nora Goren y Estela Díaz

Transcripción

1 El lugar del TRABAJO en la construcción de la igualdad de género Nora Goren y Estela Díaz

2 INTRODUCCIÓN (1) La asimetría en la distribución de las responsabilidades familiares entre los miembros de los hogares condiciona las oportunidades de participación laboral de las mujeres en empleos económicamente remunerados. Durante gran parte del siglo pasado la fuerte segmentación social de las responsabilidades familiares determinó que el hombre cumpliera las funciones de proveedor de ingresos y que la mujer se encargara de la provisión del trabajo doméstico no remunerado ni reconocido como trabajo. Si bien se está modificando la organización de la sociedad en base a los roles rígidos de género, lo cierto es que todavía sigue recayendo mayoritariamente sobre las mujeres las responsabilidades relativas al cuidado de las personas dependientes (niñas, niños, adultos mayores, enfermos, etc.) y las actividades domésticas en el hogar. Estas desigualdades se manifiestan en el mercado de trabajo, específicamente en indicadores tales como la segmentaciónhorizontal y vertical-, en la brecha salarial, en la tasa de desempleo, y en la calidad del empleo. Una mirada retrospectiva, nos permite ver que la irrupción de la mujer en el espacio público -laboral, científico, cultural y político-, ámbitos que habían correspondido tradicionalmente a los varones cobró gran envergadura a partir de la segunda mitad del siglo XX. Los dispositivos de la cultura capitalista y patriarcal que restringieron a las mujeres al ámbito privado y las ubicaron en posiciones de desigualdad con respecto al varón, sufrieron, a lo largo del tiempo modificaciones, persistiendo aún las desigualdades entre mujeres y varones. En este contexto, ya no corresponde hablar de la división sexual tradicional, que ubicaba a las mujeres en el rol exclusivo de la reproducción y a los varones en los de la producción; ahora y de manera prácticamente unilateral las mujeres operan en ambos espacios. Se expande el modelo de doble presencia de las mujeres en el mundo productivo y reproductivo, ya que aumenta su participación en el mercado de trabajo aunque no disminuyan las responsabilidades reproductivas y sociales. Por su parte, las mujeres pobres devenidas en trabajadoras extradomésticas, se exponen a la triple jornada, de servicio hogar, actividad laboral y atención comunitaria, lo que aumenta aún más sus cargas y responsabilidades y posibilidades de inserciones equitativas en el mercado de trabajo. 2

3 En este entramado de relaciones, responsabilidades e inequidades, las normas de género no están explicitadas; a menudo se transmiten de manera implícita a través del lenguaje, instituciones y otros símbolos. De la misma manera en que un lenguaje específico de género influye en la manera en que se piensan o se dicen las cosas, también influye en la forma que asume las relaciones entre mujeres y varones en el mundo del trabajo. De esta manera, si analizamos las inserciones laborales desde un abordaje que contemple la producción y la reproducción como dos aspectos que interactúan mutuamente en un mismo sistema, podremos ver la relación entre ambos y alumbrar a las relaciones constitutivas de la inequidad. Mirar de manera conjunta, el/los espacios en los que se insertan las mujeres y los varones en el mercado de trabajo, sus similitudes y diferencias y el lugar que ocupa en la reproducción -llámese unidad doméstica o familiar, actividad barrial, etc. - nos permitirá ver la problemática en toda su extensión, ya que estas son decisiones tomadas en el marco de una sociedad global, que es la que asume y da una cierta forma a la división sexual del trabajo. De la dinámica que asuma esta división van a depender justamente los espacios y las particularidades que mujeres y varones se arroguen, ya sean similares, ya sean diferentes, pero en relación con el todo y no en relación con la inferioridad o superioridad únicamente entre ellos. Cuestiones generales No es lo mismo ser mujer blanca, indígena o afro descendiente, joven, adulta o de la tercera edad, residir en zonas urbanas o rurales, pertenecer a distintos sectores sociales, vivir en un el país de origen, ser migrante y tener o no tener hijos/as. No es lo mismo ser varón que ser mujer. No es lo mismo ser mujer y participar en el mercado de trabajo formal o en el mercado de trabajo informal, trabajar a tiempo completo o tiempo parcial o ser mujer que no percibe remuneración alguna por el trabajo que realiza. No es lo mismo participar/pertenecer a una organización social, participar/pertenecer a un sindicato o no. Las personas están atravesadas por las relaciones de género, para las mujeres eso supone como la concreción de las tradicionales perspectivas sobre el lugar y 3

4 el papel que deben ocupar en la sociedad. De este modo, podemos señalar que si bien en las últimas décadas hemos asistido a cambios significativos en el mercado de trabajo, desde mejoras en los indicadores laborales, reducción de la desocupación, la subocupación, así como la masiva incorporación de las mujeres al mismo, con la consiguiente feminización del colectivo de asalariados; esta incorporación, ha tenido y tiene como telón de fondo la desigualdad que implica una fuerte injusticia social. Los grandes avances en la formación de las mujeres y en su interés por participar de manera continuada en el mercado laboral podrían hacer pensar en un borramiento de las tradicionales desigualdades entre mujeres y varones. Pero lo concreto es que esto no ha ocurrido. Es decir, el importante crecimiento de la oferta laboral femenina no se ha traducido en una mejora equivalente del lugar que ocupan dentro del mercado laboral. Por otro lado, es cierto que si miramos uno a uno los diferentes indicadores de la desigualdad a lo largo del tiempo veremos que la situación ha evolucionado, pero los datos muestran que las diferencias persisten. Estas desigualdades nos parecen hoy más injustas que ayer, precisamente por los acuerdos nacionales e internacionales suscriptos por nuestro país y los avances que en materia de derechos hemos se han alcanzado, pero que no se traducen cabalmente en el mercado laboral. Las mujeres son aproximadamente la mitad de la población del mundo, no obstante, su tasa de actividad es inferior a la masculina en todos los países, incluso en aquellos en los que la incorporación de las mujeres fue más temprana. Los factores que han significado un impulso de la actividad laboral de las mujeres a lo largo del tiempo son múltiples y de diversa índole: cultural, política, social y económica. Esta participación puede ser vista como un proceso de construcción de autonomía de las mujeres, dado que asume la potencialidad de favorecer la independencia económica y la posibilidad que esta tiene en negociar relaciones sociales más equitativas. Diferencias en el mercado de trabajo 4

5 Múltiples son los indicadores que dan cuenta de esta inequidad en el ámbito laboral, uno de ellos que permite mirar cómo se expresa y cómo se construye la inequidad es el de brecha y más específicamente el de brecha salarial. Este da cuenta de la diferencias de ingresos; las explicaciones para entender por qué se producen dependen del enfoque desde el que se aborden, resultando este un punto central a considerar a la hora de proponer acciones para su superación. Desde el enfoque del capital educativo, se supone que las mujeres acceden a empleos de peor calidad por tener menores niveles de instrucción, presentando a su vez más discontinuidades vinculada al cuidado de niños, niños y adultos y, por lo tanto, acumulan menos experiencia y formación en el mercado de trabajo. Analizar cómo este factor actúa en las inequidades requiere mirar las brechas en dos sentidos, por un lado lo que sucede entre quienes tienen mayores niveles de instrucción respecto a quienes tienen menores niveles de instrucción y por el otro la brecha de ingresos entre mujeres y varones de iguales niveles de instrucción. En el primer caso, observamos que el salario promedio de la población con mayores niveles es un 80% superior respecto al percibido por las personas de menores niveles de instrucción. Ahora bien, si miramos el salario mensual de varones y mujeres de acuerdo con los niveles de instrucción alcanzados, vemos que entre quienes tienen estudios secundarios incompletos, las mujeres ganan un 47% menos que los varones. En el caso de los que tienen el secundario incompleto la brecha es del 32%, mientras que entre los que han alcanzado el nivel universitario la brecha es del 29%. Efectivamente la brecha disminuye, pero los datos son contundentes, la brecha sigue siendo significativa y negativa para las mujeres. Esto nos indica que las brechas de género que se producen en el trabajo productivo no pueden ser explicadas exclusivamente por las brechas en el nivel de instrucción, sino a partir de los argumentos que subyacen a los mercados de trabajo segmentados, que atribuyen a las características del mercado un efecto fundamental en cuanto a la reproducción de las desigualdades. 5

6 Para entender esta segmentación son fundamentales los aportes de los estudios de género, en los que la dinámica del mercado de trabajo debe explicarse a partir de un análisis interdisciplinar que integra clase, género y etnia, esfera privada y pública, y aspectos materiales y culturales. En este sentido, los procesos de segmentación de los mercados de trabajo son el resultado de la confluencia de una pluralidad de condicionantes y estrategias que se van complejizando como consecuencia del modelo político, social y económico bajo el cual se configura dicho mercado. Las mujeres se insertan en las ramas de actividad consideradas femeninas y los varones en las consideradas masculinas, lo cual demarca así territorios laborales para unas y otros. Por ejemplo, las mujeres asalariadas que se desempeñan en el servicio doméstico son el 21% del colectivo; el 16% de ellas lo hace en el comercio, hoteles y restaurantes; otro 16% en la enseñanza; un 11% en la administración pública; y el 10% en los servicios de salud. Los varones, mientras tanto, se insertan mayoritariamente en el sector de la industria, con un 20%; en el comercio, 20%; en el transporte, el 12%; en la administración pública, un 11%. De esta manera observamos que los distintos segmentos en los que se estructura el mercado laboral agrupan diversos perfiles de trabajadores y trabajadoras que acceden a ocupaciones caracterizadas por contar con diferentes condiciones laborales y con remuneraciones que varían según el segmento en el que se inserta cada trabajador/a. Así, trabajadores y trabajadoras con ciertos perfiles -en términos de las oportunidades que ofrece el mercado- sólo acceden a ciertos segmentos y, a su vez, estos segmentos se van consolidando a partir de los perfiles de trabajadores/as que se incorporan. Por su parte, el acceso de las mujeres al empleo de calidad, expresado a través de la registración, es distinto al de los varones. Algunos datos alumbran al respecto, mientras el 36% de las mujeres permanecen no registradas, entre los varones ese porcentaje desciende al 30%. La diferencia es sustancialmente mayor cuando se mira cuantas horas trabajan fuera de la unidad residencial mujeres y varones. La mitad de las mujeres se desempeñan a tiempo parcial, mientras que los varones que están en esa situación son el 18%, el otro 40% lo hace a jornada completa y un 10% están sobre ocupadas (CEMyT, 2013). 6

7 Una de las limitaciones que se encuentra para la participación laboral es la presencia de niños/as en el hogar, disminuyendo está a medida que aumenta la cantidad de hijos/as. Así observamos que la brecha de participación entre mujeres y varones que no conviven con niños/ as menores en el hogar es del 27% mientras que en el caso de los que conviven con más de un menor en el hogar aumenta al 53%. Si bien los espacios de cuidado están previstos en la Ley de Contrato de Trabajo (art 179), consideramos que aun cumpliéndose no cubriría a las distintas modalidades de trabajo hoy presentes, menos aún a las situaciones de informalidad laboral, donde las mujeres están sobrerrepresentadas. Además de tener la limitación de considerar que los espacios de cuidado son sólo para las mujeres, incurriendo en la vieja mirada respecto a que estos temas no incumben a los trabajadores varones. ALGUNAS PROPUESTAS Tal como hemos visto en el documento, el nivel de instrucción alcanzado, las responsabilidades familiares, el cuidado de niños, niñas y adultos mayores, personas enfermas o con discapacidades, entre otros, condicionan y/o inhiben la participación de las mujeres. La forma que asume su participación, los tipos de trabajo en los que son demandadas y a los cuales acceden, el sector social de pertenencia y el ingreso percibidos por las mujeres son variables que, de manera conjunta y sinérgica se deben considerar a la hora de pensar en acciones para su superación. Las mujeres se encuentran en situación de desigualdad respecto a los varones, sobre todo porque no ocupan los mismos empleos, lo que puede ser explicado por la segregación ocupacional tanto vertical como horizontal. Mujeres y varones no hacen los mismos trabajos, ni en la casa ni fuera de ella, así como tampoco trabajan la misma cantidad de horas en el trabajo remunerado. De ahí la importancia de no reclamar salarios iguales por el mismo trabajo sino salarios iguales por trabajos de igual valor. 7

8 ACCIONES Sabemos del componente estructural y estructurante de la división social y sexual del trabajo, pero también sabemos que existen experiencias que han logrado reducir significativamente las asimetrías presentes, por lo que las políticas activas que vayan en esta dirección pueden resultar centrales. Desde esta perspectiva es que planteamos una serie de iniciativas, tanto para el trabajo formal como informal de la economía. En el caso de las primeras y en relación a las licencias laborales proponemos la ampliación de las licencias paternas por nacimiento y adopción pasando a 30 días, la equiparación de éstas para las parejas del mismo sexo, en consonancia con la Ley de Matrimonio Igualitario; la inclusión de licencias especiales para el periodo de crianza para madres y padres que incluyan las diversas necesidades de atención y acompañamiento y licencias para varones y mujeres para el cuidado por enfermedad de personas dependientes. Asimismo cobran centralidad las licencias para las mujeres frente a situaciones de violencia de género garantizando que durante las mismas se mantenga el puesto de trabajo, la antigüedad y la remuneración. Por su parte y vinculado al cuidado resultan centrales las políticas de acompañamiento y atención para adultos mayores, buscando en todos los casos la universalización de las políticas de cuidado. Por otro lado y vinculado a políticas de promoción asume centralidad la provisión por parte de las empresas de espacios de cuidado infantil o de recursos económicos para el acceso a éste; la inclusión de cláusulas que promuevan la incorporación de mujeres en sectores que no están representadas; la promoción para que los varones sean quienes soliciten las licencias de cuidados y hagan uso de los espacios de cuidado infantil y plena adopción por parte de las empresas del paradigma de responsabilidad social empresaria. Para el caso de las trabajadoras del sector informal, resulta central implementar acciones para la formalización de las mismas y el acceso a los mismos derechos que las trabajadoras del sector formal, abordando las situaciones de tercerización y de las diversas formas de precariedad laboral. 8

9 Por último se propone que mientras se avance en el cumplimiento de la educación con jornada extendida, se fomenten ámbitos recreativos, culturales, artísticos, formativos extra escolares para niñas, niños y adolescentes. Referencias: (1) Este apartado está elaborado en base a CEMyT BIBLIOGRAFÍA Anker, R. La segregación profesional entre hombres y mujeres. Repaso a las teorías. Revista Internacional del Trabajo, Vol. 136, No. 3, Centro de Estudios Mujer y Trabajo (2010). Mujer y Trabajo. Informe Nro 1. Situación laboral de las mujeres, período Informe Nro 3 (2013). Inequidades laborales. Las brechas de género en el trabajo y en los salarios. Castillo V., Novick Marta, Rojo Sofia (2008). Gestión productiva y diferenciales en la inserción laboral de varones y mujeres. Estudio de cuatro ramas de actividad. El trabajo femenino en la post convertibilidad. Argentina Cepal. Goren, N. (2013). Repensando el trabajo de las mujeres en los programas de transferencia condicionada de ingresos en Trabalhadoras Análise da Feminização das Profissões e Ocupações / Yannoulas, Silvia Cristina (Coord.) Editorial Abaré, pag, , Brasilia ISBN: , pag:

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