...para Niños!!! La pasión del Señor EVANGELIO (MARCOS 14, 1-15, 47)

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1 ...para Niños!!! Subsidio para la Catequesis y la Misa con niños 1 de Abril de 2012 domingo de ramos EVANGELIO (MARCOS 14, 1-15, 47) La pasión del Señor Oso Ozoli: Hola amigo. Yo soy el Oso Ozoli. Tú sabes cuál es la fiesta más importante para los judíos? La Pascua. En la época de Jesús esta fiesta duraba 8 días. En la fiesta recordaban y actualizaban (es decir, volvían a experimentar) la liberación del pueblo que había sido esclavo en Egipto. Faltando 2 días para que se celebrara la Pascua, esto es el miércoles, los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prender a Jesús con engaño y matarle. Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo», pues siempre lo escuchaban y lo seguían con mucho agrado. Mientras tanto Jesús se encontraba en Betania, en casa de Simón el leproso (seguramente un leproso que había sido curado por Jesús, pero que se le quedó el apodo del leproso). Jesús estaba recostado a la mesa, porque en esa época no había sillas; entonces la gente comía recostada apoyando su codo izquierdo en el piso o en un cojín y comían con la mano derecha, que estaba sobre la mesa. Y llegó una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza. El perfume valía 300 denarios, que equivalen a 300 días de salario de un agricultor. Y la mujer lo usa para derramar el perfume sobre la cabeza de Jesús. Por qué crees que hizo eso? Sólo a los reyes o a los profetas se les ungía en la cabeza. Esta mujer al derramar el perfume sobre la cabeza de Jesús, está diciendo que para ella Jesús es rey y profeta.

2 Había algunos que se decían entre sí indignados: «Para qué este despilfarro de perfume? Se podía haber vendido este perfume por más de 300 denarios y habérselo dado a los pobres». Y refunfuñaban contra ella. Mas Jesús dijo: «Déjenla. Por qué la molestan? Ha hecho una obra buena en Mí. Porque pobres tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando quieran; pero a Mí no me tendrán siempre. Ha hecho lo que ha podido». Esta mujer ha podido reconocer en Jesús al Rey y Profeta, es decir al Mesías esperado desde muchos siglos. Y por eso, ha derramado el perfume. Tú también has hecho lo que has podido, al reconocer que Jesús es el Mesías? Luego dijo Jesús: «Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura». En la época de Jesús, el cuerpo del que había muerto se cubría con perfumes y con aceites para embalsamarlo. Luego dijo Jesús: «Yo les aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya». Y es verdad, ahora que estamos proclamando la Buena Noticia de la salvación que nos trae Jesús, estamos viendo lo que hizo esta mujer. Uno que no quedó nada contento con lo que sucedió, fue Judas Iscariote, uno de los Doce apóstoles, que se fue a buscar a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Aunque ellos no querían matarlo durante la fiesta de la Pascua, al ver que Judas se los iba a entregar, aceptaron, se alegraron y prometieron darle dinero. Entonces Judas andaba buscando el momento oportuno para entregar a Jesús. Preparativos para la cena pascual. El primer día de la Pascua, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron sus discípulos a Jesús: «Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?» Jesús envía a dos de sus discípulos y les dice: «Vayan a la ciudad; les saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; síganlo y allí donde entre, digan al dueño de la casa: `El Maestro dice: Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos? Él les enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; hagan allí los preparativos para nosotros». Los dos discípulos se fueron a cumplir todo lo que Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. Los preparativos consistían en inmolar el cordero en el Templo, luego asar el cordero, conseguir los panes sin levadura o ázimos, las hierbas amargas, las verduras y la salsa. Dejaron todo listo. Y al atardecer, llega Jesús con los Doce. Y mientras comían recostados, Jesús dijo: «Yo les aseguro que uno de ustedes me DESCARGA TU HOJITA DOMINICAL EN: DISTRIBUCIÓN GRATUITA

3 entregará, el que come conmigo». Ellos empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: «Acaso soy yo?» Él les dijo: «Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato». En la mesa había varios platos y unos con salsa, la llamada jaróshet, hecha de dátiles, uvas y vinagre. Como no usaban cucharas para servir la salsa en el plato, los comensales mojaban su bocado, introduciéndolo en el plato de salsa. Luego dijo Jesús: «Porque el Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! Más le valdría a ese hombre no haber nacido!» En las Sagradas Escrituras, que tienen la Palabra de Dios, estaba escrito que el Mesías debía morir. Por eso, Jesús, el Hijo del hombre se va, porque está obedeciendo la voluntad de Dios y acepta cumplirla. Pero pobre del que entrega a Jesús, tendrá una carga que no podrá soportar. Y mientras estaban comiendo, antes de comer el cordero pascual, Jesús tomó pan y lo bendijo. Esta bendición es para dar gracias a Dios y la manera en que la dicen los judíos es ésta: Bendito seas, Señor Dios nuestro, rey del universo, que nos has dado este pan, fruto de la tierra. Luego lo partió y se los dio y dijo: «Tomen, éste es mi cuerpo». Eso significa que Jesús entrega en el pan, roto y partido, su propio cuerpo lastimado. Al compartirlo con todos, está celebrando un sacrificio de comunión. Tomó luego una copa. Se trataba de la tercera copa ritual, que se bebía después de comer el cordero pascual. Era la llamada copa de la bendición. También dio las gracias, se las dio, y bebieron todos de ella. Todos bebieron de ella para significar la unión y la comunión entre todos. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos». Jesús está sellando con su propia sangre, la Nueva Alianza, que había sido anunciada desde muchos años atrás. Este es justo el momento en que Jesús por medio del pan y del vino, nos entrega su propio cuerpo y su propia sangre! El mismo cuerpo y la misma sangre que va a entregar al morir en la cruz. En cada misa, cuando el sacerdote repite estas palabras, debemos darnos cuenta, de que somos trasladados al momento en que Jesús está dándonos su vida, porque nos ama más que a nadie. Nos está entregando a cada uno de nosotros, su cuerpo y su sangre. Luego dijo: «Yo les aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios». Jesús sabe que va a morir, pero que no se perderá, no dejará de existir, sino que tendrá una vida nueva en el Reino de Dios. La Cena Pascual terminaba con el canto de los salmos 115 al 118. Una vez que cantaron los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. Yendo de camino Jesús les dice: «Todos se van a escandalizar, ya que está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después de mi resurrección, iré delante de ustedes a Galilea». Jesús está anunciándoles que todos se van a escandalizar, es decir todos van a tropezar y caer. Y eso ya estaba escrito, porque es parte del plan de Dios. Pero otra parte importante del plan de Dios, es que Jesús va a resucitar y

4 va a ir como Nuevo Pastor, delante de sus ovejas, delante de ellos a Galilea. Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no». Jesús le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres». Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré». Lo mismo decían también todos los demás. Fueron a una propiedad, llamada Getsemaní (que significa lugar de aceites, porque ahí había muchos árboles de olivo, de los cuales se saca aceite), y dijo a sus discípulos: «Siéntense aquí, mientras Yo hago oración». Tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan. Estos tres discípulos ya habían sido testigos de acontecimientos muy importantes: la resurrección de la hija de Jairo y la transfiguración. Ahora Jesús quiere que estén unidos a Él o que por lo menos sean testigos de su oración. Y qué tenía de importante esta oración? Era el momento en que Jesús asumía, es decir, hacía suyos los pecados de todos los hombres. Él que nunca había cometido un pecado, que nunca había experimentado el estar lejos de Dios, por amor a nosotros los hombres y para salvarnos, hace suyos todos nuestros pecados y por lo tanto, sabe que va a sentirse muy lejos de Dios y que además eso le va a costar la vida. Por eso comenzó a sentir pavor y angustia. Y les dijo: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quédense aquí y velen». Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que de ser posible pasara de Él aquella hora, ese momento. Y decía: «Abbá, Padre!; todo es posible para Ti; aparta de Mí esta copa; pero no sea lo que Yo quiero, sino lo que quieres Tú». Jesús confía en Dios, que es su Padre y sabe que para Él nada es imposible, por eso Dios podría eliminar este acontecimiento tan doloroso de la vida de Jesús, pero si eso no es lo que quiere el Padre, Jesús lo aceptará. Por qué el Padre quiere que Jesús haga suyo todo el pecado de la humanidad y muera? Para podernos salvar a todos los hombres, de todos los tiempos. Y que podamos vivir en la presencia de Dios. Va entonces Jesús y los encuentra dormidos; y le dice a Pedro: «Simón, duermes?, ni una hora has podido velar? Velen y oren, para que no caigan en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil». Hay que estar atentos y en comunicación con Dios, para que no caigamos en las trampas que nos pone el malo, pues aunque nuestro espíritu esté listo para hacer la voluntad de Dios, nuestro egoísmo, la flojera, el cansancio, etc. nos debilitan y podemos dejar de hacer lo que Dios quiere. Por eso, hay que estar atentos y orar, como siguió haciendo Jesús. Él se alejó de nuevo y oró diciendo las mismas palabras. Jesús insiste más en su oración. Pues necesita estar muy unido a su Padre, para poder seguir adelante y dar el sí. Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados; ellos no sabían qué contestarle. Viene por tercera vez y les dice: «Ahora ya pueden dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores». Jesús puede dejar de orar, pues ha hecho suyo el pecado de toda la humanidad y está dispuesto a entregar su vida.

5 Luego les dijo: «Levántense! Vámonos! Miren, el que me va a entregar está cerca». Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. Imagínate, uno de los que Jesús había elegido para estar con Él, para enseñarle, para hacerlo de su grupo de amigos, ahora lo traiciona. Judas les había dado esta contraseña: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es, préndanlo y llévenlo con cautela». En esa época era común que los discípulos saludaran de beso a su maestro. Sin embargo, el beso de Judas, no era un simple saludo, sino era símbolo de la traición. Nada más llegó, se acercó a Él y le dijo: «Rabbí» (que quiere decir Maestro), y le dio un beso. Ellos le echaron mano y le prendieron. Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja. Este siervo, iba en representación del Sumo Sacerdote, es decir, de la máxima autoridad religiosa. Al cortarle la oreja lo descalificaba para su oficio, según lo establecía la Ley, en el libro del Levítico. Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «Como contra un bandido han salido a prenderme con espadas y palos? Todos los días estaba junto a ustedes enseñando en el Templo, y no me detuvieron. Pero es para que se cumplan las Escrituras». Y abandonándole huyeron todos. Hasta Pedro, que insistentemente le había dicho a Jesús que él no lo dejaría. Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y lo detuvieron. Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo. Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y se reúnen todos los sumos sacerdotes (anteriores), los ancianos y los escribas. También Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del Sumo Sacerdote, y estaba sentado con los criados, calentándose al fuego. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte; pero no lo encontraban. Pues muchos daban falso testimonio contra Él, pero los testimonios no coincidían. Algunos, levantándose, dieron contra Él este falso testimonio: «Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no hecho por hombres». Y tampoco en este caso coincidía su testimonio. Sin embargo, una palabra contra el Templo, podía merecer por sí misma la pena de muerte. Por eso se levantó el Sumo Sacerdote y poniéndose en medio, preguntó a Jesús: «No respondes nada? Qué es lo que éstos atestiguan contra Ti?» Pero Él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?» Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y verán al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo». Jesús responde que Él es el Mesías, el nuevo y auténtico Rey, ungido por Dios, para pastorear al pueblo de Israel, el pueblo de Dios, que ha salido de Dios, que será glorificado y por eso se sentará a la derecha de Dios y que viene entre las nubes del cielo, es decir, que va a recibir de Dios el reino sobre todo el universo y eternamente.

6 El Sumo Sacerdote se rasga las túnicas. Era el gesto que tenía que hacer el Sumo Sacerdote cuando oía una blasfemia. Y luego él dijo: «Qué necesidad tenemos ya de testigos? Han oído la blasfemia. Qué les parece?» Todos juzgaron que era reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, le cubrían la cara y le daban bofetadas, mientras le decían: «Adivina», y los criados le recibieron a golpes. Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, le mira atentamente y le dice: «También tú estabas con Jesús de Nazaret». Pero él lo negó: «Ni sé ni entiendo qué dices», y salió afuera, al portal, y cantó un gallo. Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí: «Este es uno de ellos». Pero él lo negaba de nuevo. Poco después, los que estaban allí volvieron a decir a Pedro: «Ciertamente eres de ellos pues además eres galileo». Pero él se puso a echar imprecaciones y a jurar: «Yo no conozco a ese hombre de quien hablan!» Inmediatamente cantó un gallo por segunda vez. Y Pedro recordó lo que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres». Y rompió a llorar. Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato, que era el procurador romano que podía dar muerte a Jesús. Pilato le preguntaba: «Eres Tú el rey de los judíos?» Él le respondió: «Sí, tú lo dices». Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas. La principal era que Jesús decía ser el Mesías, el que tiene todo el poder, dado por Dios, sobre el universo eternamente. Pero como a Pilato esto no le interesaba, por ser romano, le dijeron que Jesús decía ser el rey de los judíos. Y no podían tener otro rey, que el César a quien Pilato representaba. Pilato volvió a preguntarle a Jesús: «No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan». Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido. Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran. Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato. Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder. Pilato les contestó: «Quieren que les suelte al rey de los judíos?» Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia. Es probable que la gente no supiera quién era el rey de los judíos, pues no sabían que a Jesús le llamaran así. En cambio, sí sabían quien era Barrabás. Los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltara más bien a Barrabás. Pero Pilato les decía otra vez: «Y qué voy a hacer con el que llaman el rey de los judíos?» La gente volvió a gritar: «Crucifícale!» Pilato les decía: «Pero qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaron con más fuerza: «Crucifícale!». Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado. Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llamaron a

7 toda la cohorte. Lo visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen. Y se pusieron a saludarle: «Salve, rey de los judíos!» Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante Él. Cuando se hubieron burlado de Él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle. Jesús tenía que cargar el mástil horizontal de la cruz, porque el vertical ya estaba preparado en el lugar de la crucifixión. Pero como ya estaba agotado, no podía llevar la cruz y por eso obligaron a un hombre que venía del campo, llamado Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, a que cargara la cruz y que la llevara detrás de Jesús. Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario. Le daban vino con mirra, pero Él no lo tomó. El vino con mirra era una bebida que aturdía al condenado, haciéndolo un poco inconsciente de sus sufrimientos. Pero Jesús no lo tomó. Le crucifican y los soldados se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno. Era la hora tercia cuando le crucificaron, es decir, entre las 9:00 a.m. y las 12:00 del día. Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El rey de los judíos». Con Él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz!» Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. El Cristo, el rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos». También lo insultaban los que estaban con Él crucificados. Llegada la hora sexta, es decir de las del día a las 3:00 de la tarde, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona, las 3:00 en punto. Eso significa que desde las 12 del día a las 3 de la tarde hubo una oscuridad, que duró todo el tiempo que Jesús estuvo en la cruz y terminó cuando Jesús murió. La oscuridad, que representa el mundo del pecado, está destinado a terminar con la muerte de Jesús, y en su lugar surgirá un mundo nuevo. A la hora nona (3:00 en punto) gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, lemá sabactaní?», -que quiere decir- «Dios mío, Dios mío! por qué me has abandonado?» Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías». Jesús que ha hecho suyo el pecado de todos los hombres, experimenta que está muy lejos de Dios, se siente como si Dios lo hubiera abandonado. Como si Dios lo hubiera dejado solo, en manos de los sumos sacerdotes, los soldados romanos, los criminales y toda la gente que se burla de Él. Algunos de los que oyeron este grito de Jesús, escucharon la palabra Elí (que quiere decir Elías), en lugar de Eloí (que quiere decir Dios). Elías había sido el más grande de todos los profetas, por lo que era costumbre que los moribundos pidieran su intercesión. Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Deja, vamos a ver si viene Elías a descolgarle». Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.

8 Jesús que no conocía el pecado, muere como abandonado de Dios, para salvar del pecado al mundo entero. Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. El velo del Santuario era la cortina que ocultaba el Santo de los Santos, era el lugar que habitaba Dios y a donde la gente del pueblo no podía entrar y ni siquiera mirar hacia dentro. Esto significa, que con la muerte de Jesús, ha quedado abierto para todos los hombres, el acceso directo a Dios. Gracias a Jesús, todos somos amados, perdonados y salvados por Dios. Al ver el centurión, que estaba frente a Él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era hijo de Dios». Después de todo lo sucedido, este soldado romano, que tenía a su cargo 100 soldados y que custodiaba a los crucificados, reconoce que Jesús era el Hijo de Dios. Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con Él a Jerusalén. Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que sí esperaba el Reino de Dios y era discípulo de Jesús, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Tal vez eran como las 4:00 de la tarde y a las 6:00 p.m. comenzaba la Preparación del Shabbát, por eso tenían prisa por sepultar a Jesús. Se extrañó Pilato de que ya estuviera muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo. Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José, quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en la roca. En Jerusalén era costumbre que los sepulcros se excavaran en la roca. Y la entrada al sepulcro se cerraba con una piedra redonda que se hacía girar. Luego, José, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de Joset se fijaban dónde era puesto. Este es un mapa de la ciudad de Jerusalén en tiempo de Jesús. Vuelve a leer el texto, para que marques en el mapa, toda la ruta que siguió Jesús desde el Cenáculo hasta el Calvario. Mientras la marcas, acompaña a Jesús en su camino. Erika M. Padilla Rubio Palabra y Obra Palabra y Obra A.C. Todos los derechos reservados. México D.F. Campesinos 401. Col. Santa Isabel Iztapalapa. C.P D.F. Tel Mail:contacto@palabrayobra.org Comisión Arquidiocesana de Catequesis Durango 90, 10º piso Tel ext DISTRIBUCIÓN GRATUITA