EL DERECHO A OBTENER LA FELICIDAD PARA QUE LA INFELICIDAD NO LOS DESTRUYA

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1 EL DERECHO A OBTENER LA FELICIDAD PARA QUE LA INFELICIDAD NO LOS DESTRUYA

2 EL DERECHO A OBTENER LA FELICIDAD PARA QUE LA INFELICIDAD NO LOS DESTRUYA Quizá la perspectiva más olvidada en los análisis sobre cómo la pobreza afecta a la infancia es la que tiene que ver con la felicidad. Olvidamos que uno de sus principales derechos es el de poder tener una infancia feliz. Tampoco tenemos en cuenta esta perspectiva al pensar en las respuestas. Pero, mirando desde sus propios ojos, estas deberían estar al servicio de hacer posible la felicidad. La generación recesión que paga nuestras crisis tiene derecho a vivir lo que corresponde a cada edad, a cada periodo de su infancia. La crisis no ha anulado el derecho a no tener que vivir, por culpa de sus adultos, las experiencias vitales que no les toca tener. Los adultos no tenemos derecho a avanzar sufrimientos y no tenemos derecho a privar de felicidades. Si les hacemos vivir empobrecidos y con sufrimientos porque no somos capaces de pensar primero en ellos y ellas, tendríamos que pensar, al menos, en cómo construir felicidades que puedan suplir las que no tienen, experiencias vitales compensadoras. Felicidades que les construyan para evitar que los malestares los destruyan. Tenemos que observar cómo la infelicidad dominante fomenta la desesperanza o aumenta la angustia. Las experiencias sólidas de felicidad les permiten esclarecer sus confusiones, discriminar amores y odios, separar calmas y violencias. A veces, las experiencias de infelicidad o las carencias de felicidad acaban siendo más importantes que las que se derivan de tener comida. Todo ser humano tiene derecho a que en su vida cotidiana el saldo entre los sufrimientos y las felicidades quede equilibrado. Las vidas de niños y niñas y adolescentes se construyen a partir de experiencias que pueden ser especialmente significativas (mucho más que cuando ya somos adultos) y, como hemos comentado hablando de salud mental, sus pisadas pueden dejar mucha más huella. Por ello, la atención a la infancia, especialmente en tiempo de crisis, tiene como primera obligación evitar sufrimientos evitables. Hacer que 2

3 sean pocos y que puedan compensarse. La atención debe hacer posible que las experiencias de felicidad sirvan para que se sientan personas singulares y valiosas. No estamos diciendo que los niños tengan derecho a una vida de rosas. Sí tenemos que afirmar su derecho a una vida en la que predomine la música en positivo. Como la pobreza añade siempre privaciones y sufrimientos (también, en algunos casos, alegrías distintas a las derivadas de la posesión y el consumo), los sistemas de atención deben aportar en su caso más experiencias de satisfacción. En los textos sobre cómo ayudar a las familias (ayudarse entre ellas) hemos hablado de cómo cambia su mundo relacional y emocional, dentro del grupo y fuera de él, por el impacto del empobrecimiento. No podemos dejar de lado lo que sucede cuando el grupo familiar ya no puede ser el lugar privilegiado de la felicidad, cuando ya no es el lugar de la seguridad sino de la inseguridad. No se trata tan solo de tener presentes los impactos sobre el desarrollo o sobre las funciones mentales básicas. Tenemos que observar cómo la infelicidad dominante fundamenta la desesperanza o aumenta la angustia. Las experiencias sólidas de felicidad les permiten esclarecer sus confusiones, discriminar amores y odios, separar calmas y violencias. A veces, las experiencias de infelicidad o la falta de felicidad acaban por ser más importantes que las que se derivan de no tener comida. La provisionalidad permanente rompe buena parte de las felicidades de cada día en las que se estructuran las vidas infantiles. En sus vidas, la felicidad acaba por ser una especie de sentimiento escaso que se mezcla con sensaciones inexplicables, rabias, soledades y pérdidas. Las experiencias de felicidad, o de su ausencia, también pueden ser distintas según los tipos de pobreza, del puesto que ocupe la pobreza simbólica, aquella que se construye a partir de las relaciones y comparaciones. Si consideramos las pobrezas de duelo y los significados de ser pobre en una sociedad de mercado y consumo, aparecen las dificultades derivadas de las renuncias. En una sociedad opulenta tenemos el problema de inventar todos los días nuevos componentes para la felicidad y cuando llega la pobreza tenemos que ayudar a los niños a organizar las renuncias. La cuestión de la felicidad también acaba por ser diferente para niños y niñas hiperprotegidos, con una especie de soberanía 3

4 basada en el consumo y educados más para el individualismo que para la vida en común. Padres y madres necesitan ayuda para construir una buena cantidad de NO que hasta el momento no utilizaban. Necesitan ayuda para situar a sus hijos en otras felicidades diferentes. A veces, la experiencia de infelicidad es el producto de la inseguridad permanente, del no poder ni intuir cómo será el día de mañana. Hemos hablado de familia, vivienda y hogar para distinguir los distintos componentes del entorno estable básico. La provisionalidad permanente rompe buena parte de las felicidades de cada día en las que se estructuran las vidas infantiles. Aparece el reto de cómo facilitar estabilidades emocionales en medio de la inestabilidad dominante. Cómo puede responderse a su pregunta interior: Perderé hoy algo más de lo poco que ahora tengo? En sus vidas, la felicidad acaba por ser una especie de sentimiento escaso que se mezcla con sensaciones inexplicables, rabias, ansiedades, soledades y pérdidas. Leyendo cualquiera de los textos sobre la Pobreza vista desde la infancia puede concluirse fácilmente que no existe vida infantil digna sin sentirse suficientemente amado, sin saber que alguien estará siempre por ti y tu vida no es pura fragilidad, sin descubrir que tus criterios, tus vivencias, tus opiniones también cuentan, sin tener más sonrisas que llantos, sin ver sufrir al amigo y no poder hacer nada, sin poder ayudar al padre preocupado para que piense en jugar. Vivir así es vivir sin el derecho a la felicidad. No existe vida infantil digna sin sentirse suficientemente amado, sin saber que alguien estará siempre por ti y tu vida no es pura fragilidad, sin descubrir que tus criterios, tus vivencias, tus opiniones también cuentan, sin tener más sonrisas que llantos. 4

5 El proyecto Reflexiones: La pobreza vista desde la infancia es una iniciativa del Palau Macaya y CaixaProinfancia Organización: Palau Macaya Dirección científica: Jaume Funes Redacción: Jaume Funes a partir de las reflexiones y debates de los seminarios La pobreza vista desde la infancia, coordinados por Anna-Bel Carbonell, Marta Comas, Josep Torrico y Jordi Bernabeu, que también han hecho aportaciones a las redacciones finales. Estos agrupan temática y libremente ideas aportadas por una sesentena de profesionales, a lo largo de veinticinco encuentros de debate. Igualmente resumen ideas de las investigaciones e informes sobre pobreza infantil aparecidos en los últimos dos años. 5