EL ARTISTA DEL SILENCIO

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5 Giovanni Quessep EL ARTISTA DEL SILENCIO (POEMAS)

6 Colección Los Torreones Giovanni Quessep Caza de Libros 2012 ISBN Primera Edición: Caza de Libros 2012 Dirección General: Pablo Pardo Rodríguez Dirección Agenda Cultural del Gimnasio Moderno: Gonzalo Mallarino Flórez y Federico Díaz-Granados Diseño: José Luis Rivera Salazar Portada: Caza de libros cazadelibros@gmail.com fundaproempresa@gmail.com Impreso en Colombia Talleres de Caza de Libros - Fundaproempresa Ibagué. Carrera 7A # Tel: (8) Cel.: Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o trasmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.

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9 Contenido Endrinos...9 Telar con pájaros y hojas...11 Vive en tu propia luz...13 Callado abismo...15 Invitación...17 El salitre del cielo...19 El ciego del violín...21 Armonía...23 Vuelo de la memoria...25 Palabras que ya fueron...27 Apariciones...29 Dístico...31 Airada primavera...33 Versos del silencio

10 El visitante...37 El último pájaro del mundo...39 En tu más pura leyenda...41 Venenosas y azules...43 Imágenes del último sueño...45 Las músicas no oídas...47 La última orilla...49 Elegía del patio...51 Nadie conoce el fin...53 Cristal quemante...55 Hilo de luz...57 Arco iris...59 Lo que dicen las hojas...61 Cantar...63 El silencio...65 El artista del silencio...67

11 Endrinos Por la maligna arcilla endrinos, y en sus ramas de púas y de hiel se abren colores que manchan nuestros ojos bajo esta turbia primavera del puerto. Con su rumor de hojas inalcanzables nos llaman las estrellas. Maligno es el azul de la naves que pasan: sus mástiles se internan en las florestas y en el cielo 9

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13 Telar con pájaros y hojas Telar inexorable con pájaros y hojas, vuelos y hondos colores van de su aire a su nada. La luz ya es un abismo, y a su diamante el sueño arde en un laberinto de amargas soledades, Tiempo, laúd que tañen los días cuando pasan. Telar, la vida es tuya, perpetua y fugitiva. Melancolía en el juego mortal de una extremada dolencia de las músicas de los hilos eternos. Con pájaros y hojas escrito fue este canto Aquí pudo existir el paraíso, sólo que el paraíso era una sombra. 11

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15 Vive en tu propia luz No quieras esconderte del cielo, que tu sombra te delata en el aire o en la última estrella. Guárdate de cantarlo, vive en tu propia luz de lejanos colores. Nada en su azul te espera. 13

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17 Callado abismo Ves que en la soledad Que no se abre a los sueños vuela un callado abismo y aletea un relámpago. Todo en ella está escrito, el dolor y la nada. Vuelve a tus ojos y hállate en su más pura niebla. 15

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19 Invitación Por el camino estrecho ven, vuela por la floresta, adonde vuelve de su propio cielo la palmera del dátil encarnado, y a donde el vino que derraman unos labios de cobre no lleve las tinieblas, ese aroma del lirio en que en la víbora se enrosca. Eso escribí, y mi canto fue el principio del duro encantamiento del corazón; eso fue todo cuanto escribí en la arena, viendo los barcos que se iban. Eso fue todo. 17

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21 El salitre del cielo Quema la luz, el viento que rodea las escamas, viene del más impuro azul o brasa de tiniebla en los corales. Nuestra dicha se apaga cuando a las puertas de su purgatorio las máscaras de proa no alcanzan esa arena melodiosa que hubo en nuestro labios. Queman la luz, ya sin piedad, del aire, y el salitre del cielo y el vacío. 19

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23 El ciego del violín El ciego del violín no ve el color del cielo que le cae entre las manos. Sólo teme a la chispa del relámpago que pueda herir sus ojos devolviéndolo al mundo. 21

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25 Armonía La hoja se desprende en el verano por un temblor del vuelo que deja la oropéndola en lo alto del cedro. Se hace tan leve que la luz y el aire en su cristal, inmóvil, no la alcanzan. Su ala es una historia del vergel que nadie ha escrito, y canta en el vacío su oscuro sortilegio. Sí, los sueños, ya fábula del polvo. La hoja se desprende y hay un claro del árbol donde el atardecer nunca termina. El verano, las alas, la oropéndola son su oculta piedad en el abismo. No olvida, por el cántico, su duelo de vivir y morir en la luz pura, y hace de lo cantado la durable armonía. 23

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27 Vuelo de la memoria Memoria, el canto sea para abrirnos la entrada del umbral, ese color que tienen los espejos cuando la luz proviene del silencio. En él las horas caen al abismo donde la vida sufre lo que aún sueña, su ayer, su resignado sacrificio. Memoria lejanísima, qué músicas nos llevan ciegamente al altar de tus dioses? Venga lo que no has sido, y sea entonces si amarga tu belleza, el vino puro. 25

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29 Palabras que ya fueron Si todo ha sido lo de siempre, si los árboles no son de tamarindo sino madera gris donde clausuran su cielo los canarios. Si en el puerto las naves son de cristal y abismo: Historias que nos da el acantilado. Si en las calles aún quema la arena roja y amarilla; si todo es siempre un cuento que torna y se repite como el dolor de un ánfora de vino. Si hay unos labios secos quemados en el patio donde hubo un aljibe, el hondo día nos lleve hasta el profundo silencio y no halle músicas cuando en el alba aún es media noche. Vendrá la primavera? Dadme su flor, el vano sortilegio que abra esta canción, su oscuro reino. 27

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31 Apariciones Nada quisiera el canto de la estación que al cielo quema. También a la virtud se ha nombrado tiniebla si hay que morir y hacerse polvo. Quién no fue ceniza y torre derribada? Vanos son los escudos, como alas, si una copa de vino es suficiente piedad para el guerrero. Sí, la embriaguez de todo lo soñado que al despertar se pierde. Quizá la vida nos depara alianzas con ejércitos que fueron; quizá el desprecio de los dioses sea crearnos de la arcilla de las apariciones. 29

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33 Dístico Cuanto se va no pasa, lo vivido da vueltas en su propia incertidumbre? 31

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35 Airada primavera (Variaciones sobre un tema de Franz Kafka y un poema de Arthur Rimbaud) El cielo, que naufraga, queda escrito en el alba de airada primavera. Feroz el mar, marfil impenetrable, transcurre por el puerto con sus carros de bronce. Mástiles de amaranto, costillares donde el lirio y la orquídea se confabulan, ebrios del aire azul que brota de un manantial en el tapiz nocturno. Los labios, como heridas dejan beber del cáliz al leopardo. Pasa un ángel perdido, pasa el cielo, pasa la oscuridad entre las brasas de las calles de piedra y la penumbra de la paloma. Nos hallamos solos descifrando su mágica escritura. 33

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37 Versos del silencio Nada podrá decirte quien nada sabe, sólo si la memoria deja de ser sueño y torna a su raíz de rama y pájaro, serías página blanca de alguien que pudo amar y fue al silencio, palabra en que las horas venían del aire y por el aire iban a la quietud de un rostro que no tiene sino abismos y párpados callados. Nada podrás decirme si nada sabes, porque sólo hay labios que fueron un color en el vacío. Vive, pues, con la ausencia de ti mismo, con tu viaje a las islas ignoradas, que si hallas la puerta del espejo tal vez despiertes en tu purgatorio. 35

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39 El visitante La llovizna en las ramas confunde su color con un abismo. Último arcoíris del alba, en los ojos del visitante oculto que me busca. Sus labios dolorosos de habla oscura y bella, su mirada no estarán cuando vuelva. Qué hay entonces en ellos que tan secreta guardan la mañana? 37

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41 El último pájaro del mundo Perdidos en la hondura del bosque estamos solos. Dónde hallarte, en qué fábula, último pájaro del mundo: Tu vuelo iba y venía en su puro abismo de la quietud de los colores, y tejía su red del arcoíris de su hilo: inexpresable azul. El bosque guarda sus colores, duende del árbol que se aleja. Último pájaro del mundo, el canto que necesitan nuestras almas: aquel secreto resplandor entre hojas que pasan, y ya es tarde, anochece. 39

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43 En tu más pura leyenda Tenía que verlo todo, descender a la sima del color, penumbra de unas alas en su vuelo escondidas. Hallarte, y en tu más pura leyenda tornar del laberinto de tus pasos, mirarlo todo en ti, la luz, el reino donde el dolor de la armonía es la única memoria de la nada. 41

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45 Venenosas y azules Descendió a tus colores, mar afuera, quería lavar la mancha que le dieron y vio barcos de vidrio, entre orquídeas venenosas y azules, con la forma del pez mandrágora que lo envolvía lejos del otro azul, perdido el cielo. Si hay una luz que hiere a la esperanza, si el mal perdura en la memoria, vamos vacíos del color de tu pradera y el hechizo del tiempo? Algo nos llama. 43

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47 Imágenes del último sueño Vienen del aire y por mi sueño vuelan a través de sus ojos y a las puertas de un huerto donde acaba el purgatorio. Saben que entre sus alas está oculto el aire de dolor que abre el relámpago. Vienen del aire, pero de cuál aire nace el tiempo hechizado que nos quema? Como si fuese un don de la esperanza perdida, hacen la luz de los abismos. Vienen del aire y se abren en mis párpados, hojas traídas por un falso otoño, y son la primavera de otros bosques. Después de las espinas de la culpa quién guarda el débil cielo, su caída sobre la espada angélica? No sabes por qué vienen del aire y por el sueño pasan sin un destino, hechas ya polvo sobre mis huesos sin encantamiento. La madrugada estéril, rama oscura del olivar me deja entre los labios la amargura del cáliz prometido. 45

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49 Las músicas no oídas No traigas a mi puerto la luz de un cielo que no tuve, sus músicas no oídas. Llámame en la memoria, búscame desde adentro de un mal donde hubo cánticos, leyendas que no cesan de apagarse en mi infancia. No quieras, no, traerme un tiempo de esperanza y de culpa, sus castillos de polvo. 47

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51 La última orilla Cómo saber si el río va o viene de sí mismo, o si el agua no es sólo un cántico del tiempo. Ah, cómo hacer que el cedro sembrado en esta barca florezca en los desiertos de la última orilla. Tal vez sería una vez si el alba que nos ciega en la noche enemiga no fuese el puro sueño de aquél que no se pierde porque, ya vuelto sombra, mira hundirse en el río los remos florecidos. 49

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53 Elegía del patio Ah, no ver nunca más el patio junto al cielo, ni el dolor de la música del arcoíris que sale del canto de sus pájaros, sólo alcanzarlo entre hojas que ya fueron, subir por su mismo silencio y este azul destruido donde nada está escrito. El tiempo, su distancia me aleja, inexorable. Ah, impiedad de los dioses que pasan solos, pasan. 51

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55 Nadie conoce el fin Las hojas están quietas Y del aire no bajan los colores. La estación de diamante quema los pájaros y el cielo frio. Nadie conoce el fin, nadie sabe si hubo otra luz y otra forma. 53

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57 Cristal quemante El aire aún se oía venir a solas de los tamarindos, y traer su desierto cristal quemante cuando cesó el dominio de la llama perversa. 55

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59 Hilo de luz Si el alma no se rompe es por su hilo de luz, que tejen los cerezos florecidos en el abismo impronunciable. 57

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61 Arcoíris El cántico en las ramas le dio su luz al arcoíris, y al iniciarse el vuelo por el huerto nadie miró el color perdido en el aire de los ciruelos. 59

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63 Lo que dicen las hojas El río se va y guarda lo que se pierde en su luz fugitiva, lo que dicen las hojas, lo que soñamos o sucede, y si pasa a mi lado me hallaré en mí mismo? 61

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65 Cantar No quisieras volver, es un decir, un cantar de tus voces oscuras que embalsaman las piedras y la música de los abismos, del vasto silencio de los pájaros. No es necesario tornar al sufrimiento exterior donde sólo aguardan serpientes de ojos turbios que sólo acompañan a la última de las torres caídas. Oh la impiedad de lo creado, el tiempo de la amargura, el largo tañido de las campanas rotas, la impiedad que no cesa. Sólo el silencio, descender a las grutas sin luz, para hallar un paso de redención, en la hora de nuestros sueños. No quisieras volver, es un decir, es sólo un cantar, escúchalo tu mismo, no lo digas, no lo entregues a nadie, que haga parte de tu abismo, de tu juicio final. 63

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67 El silencio He aquí el silencio, lo que tanto hiere con su filo de hielo, que se torna violeta y arco grana en la memoria, lo que cose mis labios con su canto abismal, que no encuentra la salida ni hacia el fondo culpable de mis huesos ni hacia el cielo que alguna vez tuvimos; y si ya era el otoño y en el aire sólo iban hojas, flores amarillas que se prendían como mariposas heridas por agujas invisibles en las ramas, quebrándose agobiadas por un tiempo que al aire no perdona y nos rompe las manos. Cómo entonces vamos a ser la música olvidada? Dí, cómo oír la danza irrepetible de las estrellas, si ya el alma es polvo, de un diamante escarlata que nos quema? He aquí el fuego mortal, esa ardua forma del silencio, su piedra donde no hay redención. Dolor de la belleza que perdió su piedad, su puro nombre. 65

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69 El artista del silencio Habría de negarlo? Si soy el último hombre que camina sobre la tierra y habría de negarlo si no hay pájaros que canten una canción en el otoño si no hay otoño si ya ha pasado el tiempo de las estaciones y habría de negarlo si no hay azul a quien decirle mi desconcierto si estoy donde los colores no tienen nombre en el juicio final incesante de los jardines Soy el último hombre que grita sobre la tierra que grita al cielo que se ha ocultado para siempre y habría de negarlo a quién a Dios? acaso Dios es el artista del silencio de tantas hojas que no son o siguen cayendo al abismo y estallan en el aire sucio pero en qué aire. 67

70 El artista del silencio de Giovanni Quessep se terminó de imprimir en abril de 2012 en los talleres de Caza de Libros - Fundaproempresa (Ciudad de Ibagué, Tolima - Colombia) Impresión de 1000 ejemplares

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