Inmanuel Kant ( )

Transcripción

1 Inmanuel Kant ( ) Kant, como buen ilustrado, creyó esencial el papel que la razón debía desempeñar en la necesaria transformación de la sociedad. Por ello consideró fundamental realizar una labor crítica de la razón humana para evitar incurrir en el mal uso de esta facultad y establecer con claridad su capacidad, sus límites. Kant era un racionalista a quien, según él mismo nos cuenta, Hume despertó del sueño dogmático. Kant entiende y, en algunos sentidos comparte, la crítica de Hume al racionalismo pero sin caer en el escepticismo. Para Kant las teorías científicas de Galileo, Boyle, Lavoissier y, sobre todo, Newton nos ofrecen verdadero saber, es decir, un saber universalmente válido. Un saber del que podemos estar absolutamente seguros. Para Kant es un hecho que la Física ha alcanzado la madurez, la plenitud de su saber. La Física ha establecido verdades universalmente válidas, verdaderas para todo ser racional en todo lugar y tiempo. La estrategia que va a seguir Kant será: qué han hecho la física y las matemáticas para alcanzar esa validez en sus afirmaciones?, qué método han empleado para conseguirlo? Una vez que lo descubramos deberemos aplicar la misma estrategia a la filosofía y así podremos llegar también en metafísica a verdades universalmente válidas. Análisis de la ciencia La ciencia, al fin y al cabo no es más que un conjunto de juicios, un conjunto de afirmaciones. Según Kant podemos clasificar los juicios atendiendo a dos criterios: - La relación entre el sujeto y el predicado Atendiendo a este criterio podemos distinguir entre juicios analíticos y juicios sintéticos. Un juicio es analítico cuando el predicado del juicio está contenido en el sujeto. Por ejemplo el juicio: «Un triángulo tiene tres ángulos» es un juicio analítico ya que en la noción de «triángulo» está la de tres ángulos. Estos juicios nos dan verdades necesarias, es decir, su contrario es imposible, y por lo tanto son absolutamente fiables. Pero, en contrapartida no amplían nuestro conocimiento, no nos aportan nueva información. Un juicio es sintético cuando el predicado no está contenido en el sujeto. Así, si yo afirmo que todos los alumnos de IES Salvador Rueda son de Málaga, en la idea de alumno no está contenida la idea o noción de ser de Málaga. Estos juicios aunque sí amplían nuestro conocimiento no son necesariamente verdaderos. - La relación del juicio con la experiencia Atendiendo a este criterio podemos distinguir entre juicios a priori y juicios a posteriori. Un juicio a priori es aquel en el que no tenemos que recurrir a la experiencia para demostrar su verdad. Por ejemplo: «Un triángulo tiene tres ángulos». Yo no tengo que mirar o conocer el mundo para afirmar la verdad de este juicio. Al no depender la verdad de este juicio de la experiencia su validez es absoluta. Un juicio es a posteriori cuando yo necesito acudir a la experiencia para comprobar la verdad del juicio, por ejemplo, «En el aparcamiento hay diez coches» es un juicio a posteriori porque el único modo que yo tengo de comprobar la verdad de ese juicio es acudir a la experiencia. Al depender este juicio de la experiencia carece de validez absoluta, mañana o dentro de un rato la verdad o falsedad del juicio habrá variado. La clasificación y el análisis kantiano de los juicios no plantea hasta ahora ninguna novedad. Todo el mundo coincidiría en afirmar que los juicios analíticos son a priori y los sintéticos a posteriori. Pero pensemos en el siguiente juicio: «La distancia más corta

2 entre dos puntos es la línea recta» Es analítico o sintético?, el concepto de línea recta está contenido en el concepto de distancia? Claramente no, por lo que tenemos que afirmar que es un juicio sintético, es decir, me aporta nueva información, me aporta conocimiento. Ahora bien es a priori o a posteriori? A priori puesto que no tengo que acudir a la experiencia para comprobar la verdad del juicio. Estos son los denominados juicios sintéticos a priori, son juicios que amplían mi conocimiento pero al no depender su verdad de la experiencia nos aportan la validez universal que la ciencia necesita. Otros ejemplos de este tipo de juicio serían: «Todo tiene una causa», «El todo es mayor que la parte», etc. Este tipo de juicios son los que le dan el valor universal a la ciencia. Por lo tanto siguiendo con nuestra estrategia la cuestión es ahora cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Según Kant son posibles por las condiciones a priori de la sensibilidad y el entendimiento. Condiciones a priori de la sensibilidad y del entendimiento Hay alguna condición a priori de la sensibilidad humana? Es decir, hay alguna condición, común a todos los seres humanos, que sea condición necesaria de nuestra capacidad de recibir información del exterior, es decir de nuestra sensibilidad? La respuesta de Kant es que sí: espacio y tiempo son condiciones a priori de nuestra sensibilidad externa e interna respectivamente. No son realidades que percibimos sino «las coordenadas» en las que organizamos nuestras percepciones, son previas a la experiencia y dan forma a esta, por eso las llama Kant condiciones a priori de la sensibilidad o intuiciones puras. Como son anteriores a toda experiencia es posible obtener un conocimiento universalmente válido de ellas, de ahí el saber matemático. Es decir, gracias a estas intuiciones puras son posibles los juicios sintéticos a priori en las matemáticas. Hay alguna condición a priori del entendimiento humano? Es decir, hay conceptos que no proceden de la experiencia? La respuesta de Kant es que sí, son los conceptos puros o categorías. Son conceptos puros porque carecen de contenido empírico, son conceptos como existencia, sustancia, realidad, totalidad, causa, necesidad, etc. Son conceptos que claramente no proceden de la experiencia pero que nos ayudan a organizar los datos de la experiencia. Como no proceden de la experiencia es posible un conocimiento universalmente válidos de los mismos de ahí que la Física puede establecer juicios sintéticos a priori. Son las intuiciones puras y las categorías las que nos permiten obtener juicios sintéticos a priori, es decir un conocimiento universalmente válido. Ahora bien, podemos elaborar juicios sintéticos a priori en metafísica? La metafísica se ocupa de las tres sustancias cartesianas: Dios, alma y mundo. Es posible elaborar juicioso sintéticos a priori sobre estas cuestiones? Cuando afirmamos «Dios existe» o su contrario «Dios no existe» estamos haciendo, según Kant, un uso ilegítimo de las categorías (en este caso de la categoría existencia). Las categorías pueden aplicarse a los conceptos empíricos o a otras categorías y a los datos de son sentidos pero es «Dios» un concepto empírico o una categoría? No, por lo tanto no es posible ningún juicio sintético en torno a este concepto, es decir no es posible un conocimiento universalmente válido de esta noción y lo mismo cabe decir de alma y mundo. Por tanto la conclusión kantiana es que la metafísica no es posible como ciencia. El objeto de la metafísica (Dios, alma y mundo) no se nos da en la experiencia sensible, pues son nociones que se refieren a la totalidad de la experiencia, y no hay intuición sensible de dicha totalidad; la intuición sensible es siempre concreta. La metafísica es una disciplina ilegítima, una simple ilusión. No es

3 posible la metafísica como ciencia puesto que ésta se empeña en conocer a priori noúmenos 1 y esto es contradictorio con nuestro modo de conocer. La metafísica pretende obtener un conocimiento de las cosas en sí, al margen de su relación con el sujeto cognoscente. A una intuición sensible como la nuestra le está vedado tener un acceso al noúmeno. La metafísica pretende eludir las condiciones indispensables de todo conocimiento, rompiendo el sometimiento a las condiciones de nuestro conocer. Según Kant en todo conocimiento confluyen dos tipos de elementos: los formales y los materiales o de contenido. Los elementos formales vienen determinados por las condiciones a priori de nuestra sensibilidad (espacio y tiempo) y de nuestro entendimiento (categorías). Estas condiciones a priori son meras formas, meras condiciones que se aplican, que dan forma al material proporcionado por la percepción sensible. A la conjunción de ambos elementos es a lo que llamamos conocimiento. Pero la metafísica pretende que existe en la razón humana la posibilidad de un acto de aprehensión cognoscitiva que recaiga, no sobre fenómenos 2, no sobre objetos a conocer sometidos a las condiciones a priori, sino sobre cosas en sí mismas. Estas cosas en sí mismas como alma, Dios, mundo no son dadas en ninguna intuición sensible, por tanto, no puede haber conocimiento acerca de ellas. Pero de dónde surgen entonces estas nociones? Conocer no es exclusivamente establecer juicios, sino conceptos cada vez más generales que engloben el mayor número posible de fenómenos. El ideal de la ciencia sigue siendo obtener unos principios o conceptos que abarquen y expliquen la mayor realidad posible. Esta labor de síntesis es la que lleva a cabo la razón. En su afán de hallar conceptos cada vez más generales se salta los límites de la experiencia creando las nociones de Dios, Alma y Mundo (denominadas por Kant ideas trascendentales). Bajo la noción de Mundo pretende englobar todos los fenómenos de la naturaleza, todo lo que no es el yo pensante; bajo la de Alma todo el conjunto de fenómenos psíquicos, todas nuestras vivencias, y estas dos nociones se reúnen a su vez en la síntesis suprema que sería Dios. La razón busca lo incondicionado de la serie causal e instituye en esas ideas lo incondicionado, lo absoluto. La razón aspira a lo más general y aunque no puede haber conocimiento de las ideas trascendentales, no por ello carecen de valor: su función es la de regular el sentido de nuestro conocimiento, el horizonte al que debe dirigirse. Aunque no pueden ser conocidas si pueden ser pensadas como ideal del conocimiento. En el prólogo a la segunda edición de la Crítica a la razón pura nos presenta Kant cuál es la innovación que ha llevado a cabo en su obra: la revolución copernicana. La famosa revolución copernicana consistió en colocar el centro del sistema de esferas celestes en un lugar distinto al que se había supuesto hasta entonces. Dicho lugar ya no era la Tierra sino el Sol. Lo mismo hace Kant con el conocimiento: el sujeto cognoscente no ha de guiarse, en su labor teórica, únicamente por los objetos a conocer sino que éstos han de someterse a las leyes que les impone nuestra sensibilidad y nuestro entendimiento: espacio, tiempo y las categorías. Veámoslo en palabras del propio Kant: «Se ha supuesto hasta ahora que todo nuestro conocer debe regirse por los objetos. Sin embargo, todos los intentos realizados bajo tal supuesto con vistas a establecer a priori, mediante conceptos, algo sobre dichos objetos -algo que ampliara nuestro conocimiento- desembocaban en el fracaso. Intentemos, pues, por una vez, si no adelantaremos más en las tareas de la metafísica, suponiendo que los objetos deben conformarse a nuestro conocimiento, cosa que concuerda ya mejor con la deseada 1 Noúmneo es la cosa en sí, independientemente de mi forma de conocer. Es aquello que se halla fuera de la experiencia porque no tiene en cuenta mi forma de conocer. En consecuencia el noúmneo, al no ser fruto de una intuición sensible no puede ser conocido. 2 Fenómeno es lo que aparece ante nosotros en el espacio y en el tiempo.

4 posibilidad de un conocimiento a priori de dichos objetos, un conocimiento que pretende establecer algo sobre éstos, antes de que nos sean dados» 3 El objeto efectivo del conocimiento o fenómeno (lo que aparece) se encuentra, en cierto modo, entre el sujeto y la cosa en sí (noúmeno). El conocimiento es, por tanto, una realidad intermedia constituida por el sujeto y por el mundo. Lo que conocemos no es el mundo o la cosa en sí, sino la experiencia racionalmente estructurada del mundo en sí, tal y como se nos aparece. No se trata ni de subjetivismo ni de relativismo: el sujeto cognoscente es trascendental, es decir, universal. Como todo conocimiento posible es estructurado por el sujeto que conoce, conocer es un proceso activo, una producción. El sujeto no puede conocer el mundo en sí. En cambio puede conocer y analizar reflexivamente sus propias estructuras, que son las de la razón universal en su función de conocimiento. Y esa es la tarea de la metafísica La solución kantiana al problema sobre el origen y la validez de nuestros conocimientos es que éstos empiezan con la experiencia, mas no todos proceden de ella. El sujeto no es un mero receptor pasivo de la información, sino que somete los datos de los sentidos a las condiciones a priori de la sensibilidad y del entendimiento. El conocimiento se compone así de dos elementos: la materia del mismo o elemento empírico y la forma del conocimiento o elemento trascendental a priori. Así la filosofía de Kant es un Idealismo Trascendental: el hombre no crea los objetos del conocimiento, pero tampoco se limita a recibirlos, los somete a las condiciones trascendentales del sujeto cognoscente. No es la mente la que tiene que adecuarse a los objetos sino que son los objetos los que tienen que adecuarse a la mente. En esto consiste el giro copernicano realizado por Kant. Qué debo hacer? Bajo este epígrafe nos vamos a ocupar de la ética kantiana. Si nuestro autor es innovador en su forma de concebir el conocimiento más aún lo es en su análisis de la moralidad. Recordemos que la moral es el conjunto de principios, valore y normas que nos ayudan a distinguir el bien del mal. Pues bien, lo que propone Kant es que la bondad o maldad de las acciones depende de la voluntad, de la intención con que se hacen. Así una acción será buena cuando la voluntad que la motiva es buena. La mayoría de las personas considerarían que salvarle la vida a alguien es un acto moralmente bueno, Kant nos diría que aún no tenemos datos suficientes para determinar si ese acto es bueno o no. Así, si se ha salvado la vida de esa persona para conseguir algún premio o beneficio (una recompensa económica, notoriedad, etc.) nuestro acto no será moralmente bueno. Distingue así Kant entre acciones: - Contrarias al deber. Claramente no pueden ser fruto de una buena voluntad - Conformes al deber. Son aquellas acciones que se ajustan a lo que se debe hacer pero que se realizan por un interés egoísta o por una inclinación natural. - Por deber. Son aquello actos que se realizan por puro deber a lo que hay que hacer, por puro respeto a la ley práctica. Ahora bien cuál es nuestro deber?, cuál puede ser el deber para todo ser racional, puesto que la moral ha de ser universalmente válida?, qué puede ser objeto de deber para la humanidad? Si lo que nos hace humanos es la razón y la libertad nuestro único deber no puede ser más que seguir siendo racionales y libres. De ahí una de las formulaciones del imperativo categórico 4 kantiano: «... yo no debo obrar nunca más que 3 KANT, I., Crítica de la Razón pura,. Madrid, Alfaguara, 1985, p. 20, B, XVI. 4 Imperativo categórico. Es un imperativo porque es un mandato. Es categórico por que obliga de un modo necesario no como medio para conseguir otra cosa.

5 de modo que pueda querer que mi máxima deba convertirse en ley universal» 5. Cuando me guío por esta norma soy libre por que nadie me impone desde fuera lo que yo debo hacer, no me viene impuesto desde fuera de mí ninguna cosa que se considere un bien absoluto al que yo deba someterme (algún código moral superior, o algo similar). Soy racional porque la norma por la que voy a guiar mi conducta es absolutamente universalizable, es decir válida para todo ser racional y lo racional es lo universalmente válido. La ética kantiana es una ética formal, no material. Es decir, no nos dice en qué consiste el bien sino que forma deben tener nuestras normas para que sean moralmente correctas. Kant considera que sólo una ética formal puede salvaguardar completamente la libertad y la racionalidad del hombre. Cómo podemos comprobar en ningún momento se ha nombrado la felicidad, el objetivo de nuestra moral no debe ser la búsqueda de la felicidad y en muchas ocasiones vamos a encontrar que el deber y la felicidad van a ser incompatibles. Esa dicotomía, según Kant, siempre debemos optar por el deber. Aunque sí que podemos contar con la satisfacción que nos produce hacer aquello que consideramos nuestro deber. Kant y la Ilustración Define Kant la Ilustración 6 como «...la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad», es decir llegaremos a la Ilustración cuando seamos capaces de pensar y decidir por nosotros mismos, no por lo que nos diga la autoridad (sea política o religiosa) o los demás. No lo hacemos, según Kant, porque somos cobardes y perezosos. La cobardía nos impide afrontar la responsabilidad de elegir y la pereza nos quita la decisión necesaria para ilustrarnos. Para que se alcance la Ilustración únicamente se necesita libertad, libertad de expresión (lo que Kant denominó «el uso público de la razón») para formar adecuadamente a los ciudadanos y que éstos puedan pensar y decidir por sí mismos. Los ciudadanos no somos expertos en todas las cuestiones que atañen a la vida, pero podemos formar nuestro propio criterio aprendiendo de los que sí lo son. Para ello lo único que se requiere es que los que saben puedan expresar libremente sus ideas. Al final de su breve ensayo distingue Kant entre época ilustrada y época de Ilustración. La primera sería aquella en la que ya se ha alcanzado la buscada mayoría de edad; la segunda es la que prepara el camino para que llegue ésta. 5 KANT, I., Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Madrid, Espasa-Calpe, 1981, p KANT, I., Respuesta a la pregunta: Qué es la Ilustración? en VVAA Qué es Ilustración? Madrid, Técnos, 1988, p. 9.