Pero, hay algún Santiago en el Nuevo Testamento? Jorge Rodríguez Guerrero

Transcripción

1 Pero, hay algún Santiago en el Nuevo Testamento? Jorge Rodríguez Guerrero Claro que sí, puede decir cualquiera que haya estado leyendo su biblia. Y puede proseguir: Hay uno, al menos. Basta con leer el primer versículo de la carta de Santiago y allí está. El versículo dice así: Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud. De manera que usted, estimado lector, puede protestar contra el título de este artículo. Es entendible. Pero le ruego que me tenga paciencia, porque si usted no ha tenido la oportunidad de examinar el asunto, en cuestión de minutos comenzará a ver mi punto. En algún lado tengo que empezar. Así pues, comenzaré diciendo que Stg 1.1 es el único lugar en el N. T. (por no decir en la Biblia) donde se halla el nombre Santiago. Esto no valdría nada si no fuera por el contexto inmediato de la palabra. Al leer uno el versículo, que es el comienzo de la carta, es imposible no pensar que el autor de ella sentía que no necesitaba más que decir su nombre para que los lectores supieran de quién se trataba. Es como si él hubiera razonado: He llegado a ser tan conocido que con sólo decir mi nombre los recipientes sabrán quién les está escribiendo.

2 Pero si verdaderamente se trata de un Santiago muy conocido entre los cristianos judíos ( a las doce tribus que están en la dispersión, dice el versículo), uno esperaría leer sobre él en un número de pasajes, ya sea en los evangelios, en el libro de los Hechos, o en las cartas. Pero sucede que no es así. Ya me he referido al hecho de que el nombre Santiago además del primer versículo de la carta no se encuentra en ninguna otra parte. Y el lector del siglo veintiuno de la carta y del Nuevo Testamento? Tendrá que concluir que aunque el autor de la carta da por sentado de que se le conoce tan bien que no necesita más que decir su nombre para que se sepa quién es, de ninguna manera parece ser así. Nadie puede saber quién es Santiago si además de Stg 1.1 nada se dice de él en el registro sagrado. Qué reconfortante es poder decir que en realidad el problema de que hablo no existió cuando se escribió la carta, ni tendría por qué existir ahora, como se verá enseguida. Comenzaré diciendo que los traductores no tenían por qué (ni debieron) haber puesto en Stg 1.1 el nombre Santiago, puesto que allí en el idioma original está la palabra Iácobos, que en cualquiera de los otros pasajes donde aparece se traduce Jacobo, como debe ser. Si ellos hubieran traducido Jacobo, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud, no habría problema alguno. Cualquier lector de ahora casi lo único que tendría que hacer sería usar una concordancia para comenzar a ubicarlo

3 pues efectivamente el N. T. nos deja saber que entre los pocos Jacobos que registra hay uno que fue muy conocido y reconocido en el tiempo en que se escribió la carta. Ese debe ser el autor de ella. Al estar razonando sobre esto surge una pregunta interesante: Cómo fue que se coló el nombre Santiago en la generalidad de las traducciones españolas? La respuesta es interesante y a la vez frustrante. En realidad Santiago es dos palabras latinas convertidas en una: Sant Iago, es decir San Iago. O si usted quiere, San Iacobo, es decir, San Jacobo. Ahora mismo Iago es un nombre más o menos común en algunas partes del mundo hispano. Por supuesto Iago viene de Iacobo, del griego Iákobos. Entonces, cuando usted y yo leemos en Stg 1.1 Santiago en realidad estamos leyendo San Jacobo, aunque no lo sepamos. Sabemos que San es el apócope de Santo, un título que en la doctrina romanista se les da a ciertos hombres y mujeres ya muertos que se distinguieron por su forma de vivir: San Pablo, San Francisco, Santa Teresa. Recientemente un indígena que ni siquiera existió pero que es parte del mito guadalupano que comenzó en el siglo diecisiete sobre la aparición de la Virgen María a un indio ha sido canonizado por el papa Juan Pablo II en 2002 y ahora los católicos le llaman San Juan Diego. Antes era el indio Juan Diego: Ahora es San Juan Diego. El párrafo anterior muestra que Santiago en Stg 1.1 es catolicismo, ni más ni menos. Lo

4 que los traductores no católicos le han hecho esto a un versículo de la Escritura, es incomprensible para mí. Ya estos señores han cometido un atropello cuando al titular las cartas se refieren a San Pablo, San Pedro, San Judas, etc. evidentemente influenciados por el catolicismo. (Por eso usted oye a los protestantes y hasta a uno que otro hermano nuestro decir San Pablo, San Pedro, etc.), pero lo que han hecho en Stg 1.1 es terrible. Creo que a estas alturas usted, estimado lector, ya ve la razón por la que Santiago no aparece en ninguna otra parte del Nuevo Testamento aparte de en Santiago 1.1. En los primeros párrafos me referí al hecho de que el autor de la carta sabía que con sólo escribir su nombre sin más explicaciones, sus lectores sabrían quién les estaba escribiendo. Eso es muy claro si uno sabe que él escribió Jacobo (Iákobos) y no Santiago. Por cierto es impensable que Jacobo se hubiera referido a él mismo como San Jacobo que es lo que quiere decir Santiago, siendo que los primeros cristianos no usaban ningún título para referirse a sus hermanos o a sí mismos. Cómo habría sufrido Jacobo si hubiera sabido que siglos después los romanistas inventarían el título San para referirse a él y a los otros escritores de los documentos del Nuevo Testamento. Hoy día, uno se ve en la necesidad de decir Santiago y no Jacobo, para darse a entender. Por ejemplo, si un hermano está predicando y dice: Busquen Jacobo 4.17, que se refiere a lo que estoy diciendo, sus oyentes pensarán:

5 Nunca he sabido de ningún libro de la Biblia que se llame Jacobo. Este artículo fue titulado Pero, hay algún Santiago en el Nuevo Testamento? Ahora ya sabemos la respuesta: No, no lo hay, ni siquiera en Stg 1.1. Allá, más o menos al comienzo de este artículo argumenté brevemente que Jacobo, el escritor de la Carta de Santiago, era muy conocido entre los cristianos de mediados del siglo primero. Este hecho me da con qué escribir otro artículo sobre Jacobo, el de Stg 1.1, ya que el asunto es más bien extenso. Esto haré, si el Señor quiere (para usar una expresión de Jacobo en su carta, (Stg 4.15). Guadalajara, marzo 9, 2013