Jesús hace este milagro a su amigo Lázaro, el cual lo deja morir, no le cura su enfermedad:

Transcripción

1 31 marzo 2017 Estamos hoy ante el milagro de Jesús, que le va a traer la muerte, porque muchos judíos creyeron en esta obra, que hizo Jesús; sin embargo los judíos que tenían el poder, que tenían el dominio en la Iglesia de entonces, no creyeron en Él y resolvieron matarlo. Jesús hace este milagro a su amigo Lázaro, el cual lo deja morir, no le cura su enfermedad: Señor, el que amas, tu amigo, tu fiel servidor, está enfermo, le dijo María a Jesús. Y Jesús le respondió: Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. No es de muerte: Lázaro, sin embargo, murió. Estando enfermo, murió. Pero el Señor no se refiere a una muerte definitiva, es decir, no se refiere a la muerte por la cual se juzga al alma por su vida en este mundo, sino que el Señor se refiere a un estado del alma, que en la muerte no es juzgada por Dios. Esa alma tiene otra oportunidad para ser servir al Señor. En el caso de Lázaro, el Señor lo quería para que realizara una misión en su iglesia, que iba a nacer en el dolor del Calvario. Jesús deja morir a su fiel servidor, y no hace nada para remediar su enfermedad. Y cuando conoce que Lázaro murió, se pone en camino, diciendo a sus discípulos: Lázaro, nuestro amigo, está dormido, Yo voy a despertarlo. Y los discípulos no comprenden el lenguaje del Señor, no comprenden que el Señor habla de la muerte de Lázaro, pero de esa muerte que es una dormición, un echarse a dormir, a descansar, para después levantarse con más fuerza y hacer la obra que Dios quiere. Y Jesús se aparece ante Marta y María, después de cuatro días que estaba Lázaro en el sepulcro, y le dice Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano, pero sé que cuando pidas a Dios, Dios te lo otorgará. Y Jesús respondió a Marta: resucitará tu hermano. Pero Marta no comprende estas palabras de Jesús, porque tampoco había comprendido que Jesús quería que su hermano muriera.

2 Marta conocía las verdades de la fe, pero sin embargo le costaba practicar esas verdades. Tenía una fe intelectual, una fe aprendida y asimilada por su entendimiento, pero era una fe no vivida por su voluntad. La fe es una vida, la cual se obra con la voluntad. La fe no es un conocimiento intelectual, no es un conjunto de conocimientos, los cuales están ahí dando vueltas en la mente; y la persona, con una fe intelectual, cree que tiene fe por qué entiende la verdad de la fe, entiende el dogma, pero sin embargo la persona no tiene fe, no sabe creer, porque no pone en práctica eso que cree, eso que entiende con su entendimiento humano. Marta conocía a Jesús, había aprendido de él todas las cosas, y por eso le responde al Señor: Sé que resucitará en la resurrección, en el último día. Marta se sabía la lección, se sabía el dogma de la resurrección, la verdad divina. Pero no sabía vivir esa verdad, no sabía poner en práctica, con su voluntad, esa verdad. No sabía creer en Jesús. La doctrina de Cristo es una vida. Y, por eso, le contesta Jesús a Marta: Yo soy la resurrección y la vida. No hay que esperar al último día para que resucite tu hermano. Lo que Yo te he enseñado no es un conocimiento que se queda en tu mente humana, aprendido, meditado. Es un conocimiento que se pone por obra en la voluntad de Dios. Y, por lo tanto, si Yo soy la resurrección y la vida, entonces tu hermano no está muerto, sino que va a resucitar. Y no en el último día, como bien sabes por el dogma, sino hoy porque es la voluntad de Mi Padre. La verdad divina es siempre una obra divina en el hombre. La verdad divina, es decir la fe, no es para que el hombre la recuerde y la piense, sino para que el hombre pida a Dios que se obre esa verdad divina en su vida humana. Esto es lo que no alcanza a comprender Marta, por tener una fe intelectual, y entonces no pide al Señor que resucite a su hermano ahora, sino que se queja al Señor: Señor si hubieras estado aquí... Es que, para que tu hermano viva,

3 sea sanado de su enfermedad, tengo que estar Yo aquí? Yo podría haber curado a tu hermano desde el lugar donde Yo me encontraba, porque Mi Poder no se limita por la distancia ni por el tiempo. Marta, te quejas de Mí por tu falta de fe, porque tienes una fe intelectual, porque te sabes la lección, pero no sabes aplicarla, no sabes ponerla en obra. Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. Lázaro creía en Jesús, y Lázaro nunca se quejó ante Jesús de su enfermedad. Siempre entendió la voluntad de Dios en esa enfermedad. Era necesario que Lázaro muriera para que Jesús fuera glorificado por esa muerte. Es decir, era necesario dejar que Lázaro muriera para abrir las puertas a la Redención del hombre. Jesús tenía que morir en la Cruz por Voluntad de su Padre, pero era una muerte buscada por los hombres, no por Dios directamente. Dios hizo todo para que el hombre no matara a su Hijo, para que el hombre tuviera un camino de salvación en la doctrina de su Hijo. Pero los hombres, ante las ideas de Jesús y ante las obras de Jesús, deciden matar a Jesús. Y, por eso, había que hacer una obra en la cual no hubiera dudas, ante los hombres, de quién era Jesús. La obra de resucitar a un hombre, que ya llevaba cuatro días muerto en el sepulcro, que ya estaba bien muerto, que ya olía mal. Por eso, Marta, la intelectual, no le pide a Jesús que resucite a su hermano, porque su hermano olía mal. Ella estaba convencida de que su hermano estaba bien muerto, y por lo tanto solamente había que esperar al último día para la resurrección. Y el Señor, ante esta mujer intelectual, la corrige de su falta de fe. Porque Él está ahí: Jesús es la verdad, y la verdad de la resurrección, y la verdad de la vida. La doctrina de Cristo no es un conjunto de ideas, de pensamientos humanos. La doctrina de Cristo es el mismo Cristo. El dogma es el mismo Cristo. La verdad es el mismo Cristo. Y para obrar esa doctrina, para obrar el dogma, el alma tiene que unirse al mismo Jesús, a la misma verdad, y entender cómo se obra esa verdad en la circunstancia, en el tiempo, en el estado que vive esa alma. Marta, no has comprendido que Yo puedo resucitar a tu hermano ahora, porque tu fe intelectual te impide unirte a Mí y entender el por qué de la enfermedad de tu hermano, el por qué de su muerte, y el camino de Dios para tu hermano en esa enfermedad y en esa muerte.

4 Yo soy la resurrección y la vida: no tienes que esperar al último día. Pídeme que ahora resucite a tu hermano. Pero, como te apoyas en tu ciencia: como ya huele tu hermano, como ya está bien muerto, entonces el dogma de la resurrección, la obra de esa verdad hay que esperarla al último día. Y llega María, y lo primero que hace es echarse a los pies del Señor: sumisión, obediencia, amor fiel a Jesús. Y, en esa humildad, en ese culto a Dios, en esa adoración a Dios, María expresa lo mismo que dijo su hermana Marta: Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano. Tampoco María comprendía el camino que Dios tenía en la enfermedad de su hermano y en su muerte. Pero la actitud de María con el Señor es totalmente diferente a la actitud de Marta con Él. Marta no se postró ante Jesús, sino que le salió al encuentro y le expresó su queja. Pero, María no se queja ante el Señor, sino que le transmite el deseo que ella albergaba en su corazón, de que si Jesús hubiera estado allí su hermano no hubiera muerto. Y el Señor no reprende a María de este su deseo, sino que se conmovió, se puso a llorar. María actuó ante Dios en la oración, y le expresó, en esa oración, el deseo de su corazón. Marta no actuó ante Dios en la oración, no se puso en adoración a Dios, no se puso en la presencia del Señor, sino que fue a quejarse al Señor de su malestar. María, en su oración, obtuvo el milagro del Señor. Aquí está el poder de la oración, de una oración bien hecha, en donde solamente hay dos cosas principales: la presencia de Dios, la adoración, y el deseo del corazón, esa verdad que quiere ser obrada y vivida en la voluntad de Dios. Es lo que María expuso ante el Señor, y lo conquistó. Y es lo que Marta no hizo y, por lo tanto, sólo se ganó, sólo mereció, la corrección del Señor.

5 Con Marta, el Señor le explicó lo que significaba creer en Él. Con María, el Señor lloró, el Señor se compadeció. No hubo explicaciones, solamente hubo una obra. Porque la fe es obrar. La fe no es discutir, la fe no es dialogar, la fe no es pensar la obra. La fe es dejarse mover por el Espíritu para obrar lo que Dios quiere en ese momento. Jesús, conmovido en su interior, llegó al monumento, y dijo: quitad la piedra. Y, entonces, aparece la fe intelectual Marta: Señor, que huele mal, que ya lleva cuatro días. Fe intelectual. No había comprendido todavía, Marta, el discurso del Señor a ella: No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios? No me ves obrando, quitando la roca del sepulcro de tu hermano? No ves todavía mi obrar? Deja tu fe intelectual a un lado, deja tus pensamientos a un lado, únete a Mí, únete a mi obra. No te he dicho que si creyeres, verás la gloria de Dios? Marta, que no crees, que no sabes creer, porque te agarras a tu ciencia, te agarras a tu mente, a la forma como tú entiendes la vida. Y no sabes creer. No sabes unirte a Mí en adoración, como lo ha hecho tu hermana María, y no sabes decirme, con humildad, el deseo de tu corazón, sin que solamente expresas tu ciencia, tu idea. No me ves obrando? Deja tu idea a un lado, y únete a mi obra. El que cree en mí no morirá para siempre. Luego, voy a resucitar a tu hermano, porque su muerte es para que los hombres vean la gloria de Dios. Y para que comprendáis lo que es tener fe en Mí, lo que es vivir la verdad que soy Yo mismo. La verdad se vive solamente en la Voluntad de Dios, la verdad no se vive en el pensamiento del hombre, la verdad no es para que el hombre este ahí dando vueltas a lo que entiende; la verdad es para obrarla, cuando Dios la quiere y en el modo que Dios la quiere. Y eso es tener fe. Y eso es lo que nos cuesta tener: esta fe vivida, esta fe en donde el alma se une a su Dios y espera en Dios la obra de esa verdad. Y esto es

6 lo que da sentido a la vida. Y sin esa fe la vida no tiene ningún sentido, no tiene un camino, no tiene una puerta, en un mundo donde solamente el demonio es el príncipe, y es el que lo gobierna todo y el que lo mueve todo para hacer la obra del pecado. Y donde está la obra del pecado, no hay camino para la obra del hombre, para que el hombre encuentre el sentido de su vida. Jesús obra con poder, y esto es lo que los judíos, los fariseos no quieren: esta obra que es poder, esta obra que transforma corazones, esta obra que abre los ojos a los hombres, esta obra que es una vida totalmente diferente a como la planea el hombre, a como la quiere el hombre. Y, por eso, deciden matar a Jesús, porque Jesús no se conforma, no se ajusta a la mentalidad de los hombres, a las ideas de los hombres, a las obras de los hombres, sino que su obra es totalmente diferente a ellos. Jesús no es bueno para los negocios de los fariseos, de tanta gente de ciencia, de tanta gente de la Iglesia, que solamente vive para hacer de su vida un negocio. Y Jesús no entra en los negocios de esa gente y, por eso, deciden matarlo. Así, el hombre de hoy que lee el Evangelio, que lee la Sagrada Escritura, y no le interesa ese lenguaje, y también decide matar la verdad en su mente, matar la verdad en su corazón, matar a Jesús e inventarse una verdad, inventarse otro Jesús, inventarse otra iglesia, inventarse otro Evangelio, porque el que dejó Jesús, la doctrina de Cristo, no sirve para el negocio que tienen muchos en su vida. P. JosephM