INDEFENSIÓN APRENDIDA Y DESESPERANZA

Transcripción

1 INDEFENSIÓN APRENDIDA Y DESESPERANZA La teoría de la indefensión aprendida explica la pasividad con la que, en ocasiones, nos enfrentamos a situaciones dolorosas y frustrantes. Ante una pérdida o un problema, lo normal es que se activen en nosotros, respuestas de solución o de sustitución. La respuesta sana es la que genera motivación de recuperar lo perdido, si ello es posible. No tiene sentido que nuestro sistema psíquico deje de responder o responda pasivamente. Sin embargo, esto suele ocurrir y la razón es que sucede porque se ha aprendido a responder así. Si NO SE INTENTA recuperar o sustituir lo perdido NO ACCIÓN DEPRESIÓN DESESPERANZA PÉRDIDA TRISTEZA La expresión natural de la tristeza motiva a RECUPERAR LO PERDIDO O SUSTITUIRLO ACCIÓN VINCULACIÓN SOCIAL que lleva a que otros te AYUDEN PROCESOS QUE LLEVAN A LA DESESPERANZA Los procesos depresivos ocurren por procesamientos disfuncionales, errores en el sistema de funcionamiento adaptativo. Generalmente vienen dados por experiencias previas en las que nuestras acciones no consiguieron el objetivo previsto. Aprendemos así que da igual lo que hagamos, pues la solución al problema no depende de nosotros, escapa a nuestra voluntad. Las cosas que nos ocurren, como es una depresión, aunque sean desagradables, no hay que considerarlas como malas sino como adaptativas, es decir, como recursos que han sido necesarios para sobrevivir en un momento difícil. Cuando la persona se queda plana, vacía, que no siente nada por dentro, hay que comprender que su mente aprendió a responder así por una razón del pasado. El problema es que se quedó anclada ahí como si la vida hubiera quedado parada en un momento de la vida. Sin embargo, la vida ha cambiado, ahora tengo otros recursos y circunstancias, por tanto, hay que desaprender y superar lo que ahora no me sirve y me hace daño. La distancia entre querer y poder, se acorta con entrenamiento

2 Uno de los mecanismos responsables de la pasividad, desesperanza y depresión, es la indefensión aprendida INDEFENSIÓN APRENDIDA El psicólogo Martin Seligman y Maier(1960) estudiaron el hecho de que muchas veces, los seres humanos aceptamos el sufrimiento sin oponernos a él, respondiendo con total pasividad. Mostraron con su experimento que esto ocurre porque se ha aprendido a responder así. Éste consistía en lo siguiente: Tomaron tres grupos de perros: Al grupo 1 le proporcionaban descargas eléctricas inesperadas en las patas traseras. Estos perros podían parar las descargas siempre que pulsaran con su hocico unos paneles situados a ambos lados de la cabeza. Los perros aprenden a hacerlo y se libran de las descargas. En el grupo 2 sin embargo, los perros no tenían la posibilidad de detener las descargas suministradas, recibiéndolas al mismo tiempo que los animales del grupo 1. El grupo 3 no recibía ningún tratamiento. Se llama grupo control y sirve de referencia porque su respuesta es natural. En una segunda fase del experimento se les daba a todos los grupos la oportunidad de evitar las descargas mediante la colocación de un segundo compartimento dentro de la caja donde estaban situados, para poder moverse allí al recibir la descarga. Los resultados fueron los siguientes: - Los del grupos 1 aprendieron que efectivamente, podían escapar de las descargas moviéndose al segundo compartimento. - Los del grupo 3 también. - Sin embargo, el grupo 2 mostró un tremendo problema para aprender a evitar la descarga. Esta dificultad no se debía al hecho de haber recibido las descargas previamente, ya que el estímulo se proporcionó igualmente en los tres grupos. El problema era debido a su experiencia frustrante en la primera fase del experimento, pues no pudieron controlar la descarga suministrada. En la primera fase, los perros intentaron de todo para librarse de ellas pero no sirvió de nada. Desgraciadamente, el pobre animal si que ha aprendido algo. Ha aprendido que por mucho que haga no va a tener un control sobre la terminación del sufrimiento o castigo, por tanto, en la segunda fase, no responde y soporta pasivamente el dolor, sin saber que si lo hubiera intentado lo hubiera logrado. Esta respuesta deficitaria es la indefensión aprendida.

3 OPTIMISMO Y PESIMISMO Dando un paso más, Seligman enunció así su nueva ley: el optimismo se aprende y el pesimismo se aprende. Desde muy pequeños y generalmente, viendo el modelo de sus padres, el niño se decanta por una u otra postura. Optimismo es interpretar las dificultades y el fracaso mismo como señal de que hay que esforzarse más. Pesimismo es tirar la toalla ante dificultades vencibles. La indefensión aprendida postula que la emoción y la motivación están modelados por el medio ambiente. El desgaste psicológico que supone enfrentarse al fracaso o a experiencias negativas deja una importante huella en la forma que tendremos de hacer frente a los retos que nos surjan en el futuro. Por tanto, padres y educadores debemos enseñar optimismo. Enseñar a no tirar la toalla, si la meta es alcanzable. Enseñar a crecerse con las dificultades, a no dejarse ahogar por ellas. Es lo que hace Seligman desde hace años con los equipos olímpicos norteamericanos: enseñarles optimismo, convencerlos de que pueden ganar. Entrenarlos en no venirse abajo, en no darse nunca por vencidos. Para prevenir la indefensión, ya desde los primeros años debemos dar las herramientas a los más pequeños para reconocerla y evitarla. Ofrezcamos a los niños mensajes optimistas que refuercen su concepto de control sobre los acontecimientos y herramientas para enfrentarse al fracaso, con el objetivo de que pierdan el miedo a intentarlo de nuevo las veces que sean necesarias. Cuando nos trazamos una meta, sea pequeña o grande, cercana o lejana, no sólo tenemos que pensar en los caminos para conseguirla y planificar los distintos pasos, sino que no podemos asustarnos por las dificultades, no podemos sentarnos desanimados en el camino. Hay que aprender a seguir siempre adelante. Hasta llegar a la meta. Puede desaprenderse entonces la indefensión aprendida? Si. Se trata de recuperar las vías naturales de nuestro aparato psíquico porque están ahí. Uno de los primeros y más importantes pasos es ser consciente de cómo nuestra voluntad está siendo mitigada por este síndrome. De esta manera podemos recuperar la confianza en nuestras capacidades. Es importante que nos acostumbremos a conocer la realidad y enfrentemos todo tipo de situaciones, incluso a las que menos nos gusten. Este problema suele presentarse en mujeres maltratadas y personas secuestradas o encarceladas pero también lo soportamos cuando nos resignamos ante el abuso de otro, o a una situación política o económica injusta. No te rindas nunca, fracasar es no intentarlo

4 EL ELEFANTE ENCADENADO Es un cuento de Jorge Bucay que ilustra bien este proceso de indefensión. Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran os animales. También a mí como a otros, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas atada a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: Qué lo mantiene entonces? Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía creía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez... Si sigues haciendo lo que siempre has hecho, no vas a llegar más lejos de donde siempre has llegado

5 Empeñarme en tener la razones para sufrir es solidificar las causas de dolor y engancharse a él para no cambiar. Saltemos del pasado y de responsabilizar a otros. "LAS DOS RANITAS EN LA NATA" (Jorge Bucay) Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de nata. Inmediatamente se dieron cuenta de que se hundían y que era imposible nadar o flotar demasiado tiempo en esa masa espesa semejante a las arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata para llegar al borde del recipiente. Pero era inútil; sólo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse. Sentían que cada vez era más difícil salir a la superficie y respirar. Una de ellas dijo en voz alta: "No puedo más. Es imposible salir de aquí. En esta materia no se puede nadar. Ya que voy a morir, no veo por qué prolongar este sufrimiento. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril". Dicho esto dejó de patalear y se hundió con rapidez, siendo tragada por el espeso líquido blanco. La otra ranita, más persistente o quizá más tozuda se dijo: " No hay manera! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo, aunque se acerque la muerte, prefiero luchar hasta mi último aliento. No quiero morir ni un segundo antes de que llegue mi hora". Siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar ni un centímetro, durante horas y horas. Y de pronto, de tanto patalear y batir las ancas, agitar y patalear, la nata se convirtió en mantequilla. Sorprendida, la rana dio un salto y, patinando, llegó hasta el borde del recipiente. Desde allí, pudo regresar a casa croando alegremente.