Pero tú, oh Dios, estás sobre los cielos, tu gloria cubre toda la tierra! (Sal. 57: 5) (NVI) Definiciones: (kavod) Distinción de honor. Apunta hacia algo muy pesado que da importancia. Es (כ בד) כ בוד aquello que Dios hace que es impactante. (Gn. 45: 13) (Ex. 24: 17) δόξα (doxa) Gloria, grandeza, esplendor, hermosura, magnificencia, señorío, honra, honor, resplandor. Reputación u opinión en el sentido de renombre o fama. (Jn. 17: 5) Estas definiciones, que hablan de la majestad de Dios y la honra que se le debe, describen su esencia inigualable. La expresión la gloria de Yahveh se utiliza para indicar una manifestación visible de Dios, su resplandor divino (Dt. 5: 24) (Nm. 20: 6) Este aspecto de su gloria, Dios no la comparte con nadie! (Is. 48: 11) Yo soy el SEÑOR; ése es mi nombre! No entrego a otros mi gloria, ni mi alabanza a los ídolos (Is. 42: 8) (NVI) Para los hombres es imposible soportar este nivel de gloria (Ex. 33: 17-23) ------------ 2) (Ex. 28: (tifereth) Hermosura, esplendor, adorno, distinción ת פ א ר ת κλέος (kléos) Mérito, buena fama, honor (1 Ped. 2: 20) Este aspecto de gloria habla de su naturaleza. Esto hace énfasis en su carácter, su forma de ser que le reporta mérito y buena fama; que lo distingue de los demás y le hace honorable. I. La creación del hombre (Sal. 8: 3-8) Dios le otorgó al hombre de su gloria, y era esto lo que le distinguía de los demás seres vivientes creados en la tierra. Su gloria lo adornaba, lo vestía de esplendor, hermosura y honra. (Comparar esta distinción en la creación. Los animales fueron creados siendo directamente seres vivientes Gn. 1: 20-25, pero el hombre no fue un ser viviente hasta que Dios sopló en él aliento de vida Gn. 2: 7) Tal era así, que esta gloria: 1. Le concedía inmortalidad (Gn. 2: 17) 2. Los envestía de autoridad (Gn. 1: 26-30) 3. Estaban desnudos y no se avergonzaban (Gn. 2: 25) 1
Pero aun así, aunque fue creado a su imagen y semejanza, no lo colocaba al mismo nivel del creador. Ya vimos que su nivel de gloria no lo comparte con nadie. Por eso, fueron orientados por el adversario y pecar en esa grave dirección y cayeron de su estado original (Gn. 3) I.1. La caída del hombre (Gn. 3) Al ceder a esta tentación recibieron el castigo consecuente con lo que se les había anunciado: murieron (Gn. 2: 17) Fue una muerte espiritual y no física, es decir, murieron en el área que lo asemejaba a Dios perdiendo así la gloria que de Él habían recibido. Así quedo evidenciada la gran verdad de que el pecado priva o separa de la gloria de Dios (Is. 59: 1-2) por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios (Rom. 3: 23) El hombre fue expulsado entonces de aquel estado exaltado que la gloria de Dios le atribuía (Gn. 3: 23-24) I.2. El largo camino de la restauración (Gn. 3: 15) El Señor tuvo un increíble detalle de amor para con nuestros primeros padres: antes de transmitirle en detalles la consecuencia de su acto pecaminoso, les dio una promesa de restauración. Algo que Él mismo llevaría a cabo y no ninguno de los futuros ídolos religiosos que su descendencia se buscaría (Is. 46: 3-13) Esta victoria anunciada llevó siglos hasta que aconteciera, pero a su debido tiempo fue manifestada en el Mesías (Jn. 1: 14) Su función fundamental era buscar y salvar lo que se había perdido (Lc. 19: 10) Por eso el Cristo es en nosotros la esperanza de gloria (Col. 1: 27) II. La manifestación de su gloria en su pueblo Israel Dios ordeno a Israel, su nación escogida, que le construyera una habitación, un lugar donde morar porque quería manifestarse en su medio: un tabernáculo o santuario (Ex. 40: 16-33) No podía ser un lugar cualquiera ni construido a la imaginación de los hombres, sino que tuvo que ser diseñado exactamente conforme al modelo que Dios le mostró a Moisés en el monte. Solo así la santidad de su gloria se podía revelar. Su siervo Moisés fue obediente y el resultado fue la manifestación visible de la gloria de Yahveh. En ese instante la nube cubrió la Tienda de reunión, y la gloria del SEÑOR llenó el santuario. 35 Moisés no podía entrar en la Tienda de reunión porque la nube se había posado en ella y la gloria del SEÑOR llenaba el santuario. (Ex. 40: 34-35) (NVI) La mantención de esta bendición quedó sujeta en cierta medida a la obediencia del pueblo a las instrucciones que se otorgaron como mandamientos. Ellos fueron desobedientes una y otra vez. Dios les tuvo paciencia pero ellos la llevaron hasta un punto culminante donde sus abominaciones no fueron más soportadas y el gran Rey decidió retirar su gloria de allí (Ez. 10) Pero Él les prometió a través del mismo profeta que una vez más serían restaurados y que la gloria regresaría; su tabernáculo sería colocado nuevamente y esta vez quedaría perpetuamente Para eso establecería un nuevo pacto. 2
26 Y haré con ellos un pacto de paz. Será un pacto eterno. Haré que se multipliquen, y para siempre colocaré mi santuario en medio de ellos. 27 Habitaré entre ellos, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 28 Y cuando mi santuario esté para siempre en medio de ellos, las naciones sabrán que yo, el SEÑOR, he hecho de Israel un pueblo santo (Ez. 37: 26-28) (NVI) II.1. La gloria de Yahveh regresa (Jn. 1) (vs. 1) El esplendor mismo de Dios, su verbo creador lleno de la vida que restaura al hombre y de su luz que vence las tinieblas, vino a este mundo (vs. 9) Mediante Él se puede establecer la relación prometida de hijos (vs. 12) y en Él se cumple la plenitud de su voluntad. Literalmente con Él Dios colocó su tienda entre nosotros (así literal el griego en el vs. 14 «habitó entre nosotros») La plenitud de la deidad con gracia y verdad se manifestó (vs. 16) haciendo visible al Dios invisible (vs. 18) Su nombre es Jesús de Nazaret. El gran profeta Juan el bautista lo describió como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (vs. 29) y ese título es de trascendental importancia para el tema que estamos tratando. Como Él es quien quita el pecado, es por consiguiente el único que puede restaurar la gloria de Dios en el hombre, ya que es el único que puede quitarle del medio el problema que le impide regresar al estado original. Es quien puede retornarle el honor y la hermosura que lo distinguía, traerle la vida eterna que tenía desplazando así la muerte que del pecado heredó. Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Rom. 6: 23) (NVI) Jesucristo es la tienda donde puede morar la plenitud de la gloria de Dios (Col. 2: 9) porque cumplió exactamente (al igual que Moisés en la construcción del tabernáculo) con todas las exigencias de Yahveh, expresadas en su ley, de cómo debe el hombre conducirse para poder ser portador de su gloria. Caminó sin fallarle en nada (Heb. 4: 15) por lo que estaba capacitado para ser el resplandor de la gloria de Dios y la imagen misma de su sustancia (Heb. 1: 3) II.2. La gloria de Dios en su Iglesia Jesús intercedió ante el Padre para que recibiéramos de la gloria que estaba en Él (Jn. 17: 20-22) Después de su ascensión victoriosa al cielo, a la diestra del Padre, ciertamente la derramó sobre su iglesia tal y como lo había prometido (Hch. 1: 7-8; 2:1-4; 2: 32-33) La revelación inspirada por Dios destaca que nosotros hemos recibido en Él de la plenitud de Dios 9 Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo; 10 y en él, que es la cabeza de todo poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud (Col. 2: 9-10) (NVI) Qué sucede en la iglesia de hoy que no se manifiesta la gloria de Dios a la que está llamada? Por qué nos cuesta tanto trabajo que con toda naturalidad se vea en medio nuestro su esplendor y hermosura, de la misma manera que se mostró en Israel y en la iglesia primitiva? Por qué no resplandecemos en esa gloria si estamos llamados y capacitados para ser sus portadores? 3
III. Restaurándonos como tabernáculos para la manifestación de la gloria (Hag. 1: 2-8) Nosotros somos hoy el templo del Dios viviente, morada suya en el espíritu (Efe. 2: 22) (1 Cor. 3. 16) (2 Cor. 6: 16) Debemos poner en orden nuestras vidas, Él lo verá con agrado y se complacerá en revelarnos su gloria. III.1. Preparándole el camino (Is. 40: 3-5) 3 Una voz proclama: «Preparen en el desierto un camino para el SEÑOR; enderecen en la estepa un sendero para nuestro Dios. 4 Que se levanten todos los valles, y se allanen todos los montes y colinas; que el terreno escabroso se nivele y se alisen las quebradas. 5 Entonces se revelará la gloria del SEÑOR, y la verá toda la humanidad. El SEÑOR mismo lo ha dicho.» Hay que preparar un sendero para la manifestación de la gloria de Dios. Acondicionar una morada (nuestras vidas y nuestra congregación) hacia la cual él se sienta atraído y venga así a cumplir su propósito en nosotros. El anuncio del profeta Isaías era del tipo que proclamación que se enviaba a una región o ciudad antes de que un rey importante decidía visitar el lugar. Se avisaba que él había decidió pasar por ahí y por lo tanto había que prepararle un sendero por donde pudiera pasar con todos sus honores. Si no se cumplía con esta demanda, el rey bien podría, o escoger otro camino, o enviar a su ejército a destruir lo que fuera necesario para que el camino estuviera listo para el tiempo de su llegada. Los datos que dio el profeta eran principios espirituales de restauración Todo valle levantado: Esto representa todo lo que está por debajo de su potencial, lo que no está a la altura a la que debería. Señala a aquellos en el pueblo de Dios que no son conscientes del propósito de Dios para ellos porque no se han preocupado por saber cuál es su llamado. Deben entonces despertar y comenzar la búsqueda para que la gloria de Dios se manifieste. Todo monte y colina allanados: Estos representan a toda altivez, orgullo o vanagloria que se está adueñando del lugar de honra que solo a Dios le pertenece. Deben reducirse cada uno a su lugar. Todo aquello (o todo aquel) que este ocupando el lugar del Señor en nuestras vidas debe ser destronado, solo así se le prepara el camino al gran Rey. Que lo torcido se enderece: Las cosas deben ser regresadas a su orden original, vueltas al estado que Dios determinó para ellas. Las vidas deben ser restauradas, los que son de doble ánimo deben volverse decididos y constantes. Los que tienen un pie aquí y el otro allá afuera deben decidirse y abandonar esa tibieza. Lo áspero se alise: Esto habla de aquellas cosas que ponen tropiezo en el camino y hacen caer. Pueden ser heridas en el corazón que aun no hemos traído a sanidad, o personas o hábitos que una y otra vez nos desvían del camino siéndonos de tropiezo. Debemos traerlas ante el médico para que seamos sanados. Así como cuando Moisés lo hizo todo conforme al plan diseñado por Dios, la consecuencia directa para nosotros si obedecemos la voluntad de Dios será la manifestación de su gloria. Él vendrá con esplendor y majestad y causará un impacto transformador. 4
Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él IV. Buscando lo debido para reflejar su gloria A razón de nuestra unión con Cristo en su muerte y su resurrección, tenemos acceso a la gloria de Dios por haber sido constituidos coherederos con Él. (Rom. 8: 16-17) La consecuencia habitual sería que esa gloria se manifieste en nosotros de manera natural, como algo que corresponde a nuestra nueva naturaleza. Debe ser un fruto de su presencia, algo que nos identifique, nos confiera honor y hermosura y nos distinga entre nuestra generación. De hecho, en un análisis más profundo, ya este aspecto de la gloria ha sido depositada en nosotros mediante el nuevo hombre que fue creado a imagen de Dios (Efe. 4: 24) Anteriormente ya hemos visto que hemos recibido de su plenitud (Col. 2: 9-10) (Rom. 8: 15) De su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia (Jn. 1: 16) (NVI) Entonces, lo que debemos buscar es la manifestación de esa gloria en nosotros, entendiéndola aquí con referencia a su carácter, su naturaleza. Si nosotros colocamos las cosas en su debido orden, si somos saludables en el espíritu, su carácter tiene que manifestarse. Pablo escribió que: 47 El primer hombre era del polvo de la tierra; el segundo hombre, del cielo. 48 Como es aquel hombre terrenal, así son también los de la tierra; y como es el celestial, así son también los del cielo. 49 Y así como hemos llevado la imagen de aquel hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial. (1 Cor. 15: 47-49) (NVI) Esta debe ser nuestra ocupación y así cumpliremos aquel gran propósito de Dios cuando pacto con Abraham y su simiente: que seamos de bendición a todas las familias de la tierra. Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. 2 Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, 3 pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. 4 Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria. (Col. 3: 1-4) (NVI) a. La concentración: En las cosas de arriba Los asuntos celestiales, las cosas del espíritu que son las eternas y desviar nuestra atención de las terrenales que son temporales. Lo espiritual en nosotros se renueva y fortalece diariamente. Lo natural se desgasta y debilita (2 Cor. 4. 16) El hombre terrenal en nosotros lleva la imagen caída de Adán, el espiritual tiene la capacidad de vivir a imagen de Cristo (1 Cor. 15: 47-49) b. La ocupación: Morir al yo La llave para una manifestación gloriosa de Cristo en nosotros es que aprendamos a morir a nuestro yo, al egoísta que cargamos, para que Él pueda libremente vivir en nosotros (Jn. 12: 24-25) (Gl. 2: 20) 5
24 Ciertamente les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto. 25 El que se apega a su vida la pierde; en cambio, el que aborrece su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna. Los versículos de (Col. 3: 5-10) hablan de la necesidad de hacer morir continuamente las costumbres terrenales, conforme a este mundo que nos esclavizó por mucho tiempo. Si nos apegamos a ello limitamos lo celestial que ya fue depositado (vs. 12-17) Esto es una lucha constante (Gl. 5: 17) c. El resultado: Cristo y nosotros manifestados en gloria Si somos obedientes a sus instrucciones, provocamos que el Señor se manifieste en nuestras vidas, pues al mismo tiempo nosotros seremos manifestados en gloria. Somos un espíritu con él (1 Cor. 6: 17) La realidad de lo que somos para Dios está escondida con Cristo en Él. Si queremos vivir a ese nivel hemos de procurarlo a su manera. IV.1. Vale la pena pagar el precio (Rom. 8: 18-27) (vs. 18) El proceso ciertamente es doloroso y suele ser también incómodo. Nunca ha sido fácil ir en contra de su propia voluntad. Nuestra naturaleza egoísta siempre se opondrá a semejante idea. Pero si miramos el resultado prometido por el creador en su deseo de restaurarnos llegamos a la conclusión de que vale la pena. (vs. 19-21) La creación misma será beneficiada, pues ha sido Dios quien la ha sujetado a vanidad para que sea liberada por la manifestación gloriosa de sus hijos. Él ha preparado también el escenario para que caminemos en su propósito. Solo hay que obedecer en fe. (vs. 23-25) Sabemos que aun no hemos alcanzado el tope de lo que seremos en Dios cuando llegue el tiempo del cumplimiento de las cosas que Él programo desde antes de la fundación del mundo. Llegará un día donde solamente nos manifestaremos en la realidad de lo que somos en Cristo sin limitación alguna. Pero también debemos estar conscientes de que podemos ir creciendo en el nivel de gloria, día tras día asemejándonos más a su imagen al ser transformados de gloria en gloria por la acción de su Espíritu Santo en sus hijos. 17 Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. 18 Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu. (2 Cor. 3: 17-18) (vs. 26-27) Lo más especial es que contamos con el apoyo divino. Él no nos ha dejado solos luchando contra todo lo que nos impide caminar en esta gloria. Nos ha enviado su Santo Espíritu para que nos socorra en nuestras debilidades y así alcancemos el propósito de caminar como portadores de su gloria que somos. Si hoy mismo tomamos la firme decisión de obedecer, aquel que examina los corazones y sabe cuál es la intención del espíritu, vendrá a manifestarse en el esplendor de su gloria, tal y como nos lo ha prometido y asegurado en el Mesías Cristo Jesús. 6