RENACIMIENTO, BARROCO Y CLASICISMO FRANCESCO PETRARCA Paz no encuentro, y no tengo armas de guerra; temo y espero; ardiendo, estoy helado; vuelo hasta el cielo, pero yazgo en tierra; no estrecho nada, al mundo así abrazado. Quien me aprisiona no me abre ni cierra, por suyo no me da, ni me ha soltado; y no me mata Amor ni me deshierra, ni quiere verme vivo ni acabado. Sin lengua ni ojos veo y voy gritando; auxilio pido, y en morir me empeño; me odio a mí mismo, y alguien me enamora. Me nutro de dolor, río llorando; muerte y vida de igual modo desdeño: en este estado me tenéis, señora. Soneto CCXCII Los ojos de que hablé exaltadamente los brazos, pies y rostro que no olvido, que me habían a mí mismo dividido y hecho desemejante de la gente; los crespos rizos de oro reluciente
y el sonreír angélico encendido que al mundo en paraíso ha convertido, ahora son poco polvo que no siente. Yo en cambio vivo, y ello me impacienta, privado de la luz que amaba tanto, en desarmado leño con tormenta. Aquí concluya mi amoroso canto, que a mi ingenio su vena no alimenta y mi cítara entona sólo su llanto. El tema del Carpe diem (aprovecha el día, vive el momento), tomado de una Oda de Horacio (65 a.c.) ha sido inspiración para muchos poetas a lo largo de la Historia. Todos esbozan una meditación sobre los estragos del paso del tiempo sobre la belleza física. RONSARD Cuando seas muy vieja, a la luz de una vela y al amor de la lumbre, devanando e hilando cantarás estos versos y dirás deslumbrada: "me los hizo Ronsard cuando yo era más bella". No habrá entonces sirvienta que al oír tus palabras, aunque ya doblegada por el peso del sueño, cuando suene mi nombre la cabeza no yerga y bendiga tu nombre, inmortal por la gloria. Yo seré bajo tierra descarnado fantasma y a la sombra de mirtos tendré ya mi reposo, para entonces serás una vieja encorvada añorando mi amor, tus desdenes llorando. Vive ahora, no aguardes a que llegue el mañana! Coge hoy mismo las rosas que te ofrece la vida.
Garcilaso de la Vega. Sonetos En tanto que de rosa y de azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, enciende el corazón y lo refrena; y en tanto que el cabello, que en la vena del oro se escogió, con vuelo presto por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena: coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre. Marchitará la rosa el viento helado, todo lo mudará la edad ligera por no hacer mudanza en su costumbre. Luis de Góngora Mientras por competir con tu cabello, oro bruñido al sol relumbra en vano; mientras con menosprecio en medio el llano mira tu blanca frente el lilio bello; mientras a cada labio, por cogello. 5 siguen más ojos que al clavel temprano; y mientras triunfa con desdén lozano del luciente cristal tu gentil cuello: goza cuello, cabello, labio y frente, antes que lo que fue en tu edad dorada 10 oro, lilio, clavel, cristal luciente, no sólo en plata o vïola troncada se vuelva, mas tú y ello juntamente en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada. PABLO NERUDA Cuando estés vieja, niña (Ronsard ya te lo dijo), te acordarás de aquellos versos que yo decía. Tendrás los senos tristes de amamantar tus hijos,
los últimos retoños de tu vida vacía... Yo estaré tan lejano que tus manos de cera ararán el recuerdo de mis ruinas desnudas. Comprenderás que puede nevar en primavera y que en la primavera las nieves son más crudas. Yo estaré tan lejano que el amor y la pena que antes vacié en tu vida como un ánfora plena estarán condenados a morir en mis manos... Y será tarde porque se fue mi adolescencia, tarde porque las flores una vez dan esencia y porque aunque me llames yo estaré tan lejano... Antonio Colinas Ten sueños altos ahora que eres joven, Pues el tiempo feroz segará pronto Tus manos, y tus ojos, y tus labios. Gozarás hasta entonces de lo eterno Que cabe en el trascurso de tus días. Hoy tu hermosura es casi divina. Mañana esas perlas que protegen la madrugada joven de tu pecho se abrirán al dolor o a la locura, no ahuyentarán la sombra de la muerte. Terminamos este apartado con fábulas DOS AMIGOS JEAN DE LA FONTAINE En el mundo en que vivimos la verdadera amistad no es frecuente. Muchas personas egoístas olvidan que la felicidad está en el amor desinteresado que brindamos a los demás. Esta historia se refiere a dos amigos verdaderos. Todo lo que era de uno era también del otro; se apreciaban, se respetaban y vivían en perfecta armonía. Una noche, uno de los amigos despertó sobresaltado. Saltó de la cama, se vistió apresuradamente y se dirigió a la casa del otro.
Al llegar, golpeó ruidosamente y todos se despertaron. Los criados le abrieron la puerta, asustados, y él entró en la residencia. El dueño de la casa, que lo esperaba con una bolsa de dinero en una mano y su espada en la otra, le dijo: -Amigo mío: sé que no eres hombre de salir corriendo en plena noche sin ningún motivo. Si viniste a mi casa es porque algo grave te sucede. Si perdiste dinero en el juego, aquí tienes, tómalo......y si tuviste un altercado y necesitas ayuda para enfrentar a los que te persiguen, juntos pelearemos. Ya sabes que puedes contar conmigo para todo. El visitante respondió: -Mucho agradezco tus generosos ofrecimientos, pero no estoy aquí por ninguno de esos motivos......estaba durmiendo tranquilamente cuando soñé que estabas intranquilo y triste, que la angustia te dominaba y que me necesitabas a tu lado......la pesadilla me preocupó y por eso vine a tu casa a estas horas. No podía estar seguro de que te encontrabas bien y tuve que comprobarlo por mí mismo. Así actúa un verdadero amigo. No espera que su compañero acuda a él sino que, cuando supone que algo le sucede, corre a ofrecerle su ayuda. La amistad es eso: estar atento a las necesidades del otro y tratar de ayudar a solucionarlas, ser leal y generoso y compartir no sólo las alegrías sino también los pesares. Félix María Samaniego Los dos amigos y el oso A dos Amigos se aparece un Oso: El uno, muy medroso, En las ramas de un árbol se asegura; El otro, abandonado a la ventura, Se finge muerto repentinamente. El Oso se le acerca lentamente; Mas como este animal, según se cuenta, De cadáveres nunca se alimenta, Sin ofenderlo lo registra y toca, Huélele las narices y la boca; No le siente el aliento, Ni el menor movimiento; Y así, se fue diciendo sin recelo: «Este tan muerto está como mi abuelo.» Entonces el cobarde, De su grande amistad haciendo alarde, Del árbol se desprende muy ligero, Corre, llega y abraza al compañero,
Pondera la fortuna De haberle hallado sin lesión alguna, Y al fin le dice: «Sepas que he notado Que el Oso te decía algún recado. Qué pudo ser?» «Diréte lo que ha sido; Estas dos palabritas al oído: Aparta tu amistad de la persona Que si te ve en el riesgo, te abandona.»