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Transcripción:

DOMI GO VII DE PASCUA SOLEM IDAD DE LA ASCE SIÓ DEL SEÑOR/ C La Solemnidad de la Ascensión de Jesús que hoy celebramos, sugiere que, al final de un camino recorrido en el amor y en la donación, está la vida definitiva, la comunión con Dios. Sugiere, también, que Jesús nos dejó su testimonio y que somos nosotros, sus seguidores, los que debemos continuar la realización del proyecto liberador que Dios tiene para los hombres y para el mundo. El Evangelio nos presenta las palabras de despedida de Jesús que definen la misión de los discípulos en el mundo. Hace, también, referencia a la alegría de los discípulos: esa alegría que es fruto del reconocimiento de la presencia en el mundo del proyecto salvador de Dios y del hecho de que la ascensión de Jesús ha dado a la vida de los creyentes en un sentido nuevo. En la primera lectura se repite el mensaje esencial de esta fiesta: Jesús, después de haber presentado al mundo el proyecto del Padre, entró en la vida definitiva de comunión con Dios, la misma vida que espera a todos los que andan por el mismo camino que recorrió Él. En cuando a los discípulos: no pueden quedarse mirando al cielo, en una pasividad alienante, sino que tienen que ir a los hombres, continuar con el proyecto de Jesús. La segunda lectura invita a los discípulos a tener conciencia de la esperanza a la que están llamados (a la vida plena de comunión con Dios). Deben caminar al encuentro de esa esperanza cogidos de la mano con los hermanos, miembros del mismo cuerpo, y en comunión con Cristo, la cabeza de ese cuerpo. Cristo reside en su cuerpo que es la iglesia; y es en ella donde, hoy, se hace presente en medio de los hombres. 1. Primera lectura: Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 1-11 En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» Ellos lo rodearon preguntándole: «Señor, es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo.» Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.» 1.1 Ambientación El libro de los Hechos de los apóstoles se dirige a comunidades que viven en un cierto contexto de crisis. Estamos en la década de los 80, unos 50 años después de la muerte de Jesús. Ya ha pasado la fase de la expectativa por la venida inminente de Cristo glorioso para instaurar el Reino y se ha producido una cierta desilusión. Las cuestiones doctrinales aportan alguna confusión; la monotonía favorece una vida cristiana poco comprometida y las comunidades se instalan en la mediocridad; falta entusiasmo y compromiso... El cuadro general es el de un cierto sentimiento de frustración, porque el mundo continúa igual y la esperada intervención victoriosa de Dios sigue retrasándose. Cuándo va a hacerse realidad, de forma plena e inequívoca, el proyecto salvador de Dios? Este es el ambiente que podemos intuir en el texto que hoy se nos presenta como primera lectura. En él, el catequista Lucas avisa que el proyecto de salvación y de liberación que Jesús vino a 1

presentar ha pasado (tras la marcha de Jesús al Padre) a las manos de la Iglesia, animada por el Espíritu. La construcción del Reino es una tarea que no está terminada, que es preciso concretar en la historia, y exige el empeño continuo de todos los creyentes. Los cristianos están invitados a redescubrir su papel, en el sentido de ser testigos del proyecto de Dios, en fidelidad al camino que Jesús recorrió. 1.2 Mensaje Nuestro texto comienza con un prólogo (vv. 1-2) que relaciona los Hechos con el tercer Evangelio, ya sea en la referencia al mismo Teófilo a quien el Evangelio está dedicado, ya en la alusión a Jesús, a sus enseñanzas y a su acción en el mundo (tema central de tercer Evangelio). En ese prólogo son, también, presentados los protagonistas del libro, el Espíritu Santo y los apóstoles, vinculados ambos con Jesús. Después de la presentación inicial, viene el tema de la despedida de Jesús (vv. 3-8). El autor comienza por hacer referencia a los cuarenta días que mediarán entre la resurrección y la ascensión, durante los cuales Jesús habló a los discípulos respecto del Reino de Dios (lo que parece estar en contradicción con el Evangelio, donde la resurrección y la ascensión son presentadas en el mismo día de la Pascua, cf. Lc24). El número cuarenta es, ciertamente, un número simbólico: es el número que define el tiempo necesario para que un discípulo pueda aprender y repetir las lecciones del maestro. Aquí define, por tanto, el tiempo simbólico de la iniciación a la enseñanza del Resucitado. Las palabras de despedida de Jesús (vv. 4-8) subrayan dos aspectos: la venida del Espíritu y el testimonio que los discípulos están llamados a ofrecer hasta los confines del mundo. Tenemos resumida aquí la experiencia misionera de la comunidad de Lucas: el Espíritu se derramará sobre la comunidad creyente y da la fuerza necesaria para testimoniar a Jesús en todo el mundo, desde Jerusalén hasta Roma. En realidad, se trata del programa que Lucas va a presentar a lo largo del libro, puesto en boca de Jesús resucitado. El autor quiere mostrar con su obra que el testimonio y la predicación de la Iglesia están entroncados en el mismo Jesús y son impulsados por el Espíritu. El último tema es el de la ascensión (vv. 9-11). Evidentemente, este pasaje necesita ser interpretado para que, a través del ropaje de los símbolos, el mensaje aparezca con toda claridad. Tenemos, en primer lugar, la elevación de Jesús al cielo (v. 9a). No estamos hablando de una persona que, literalmente, deja la tierra y comienza a elevarse; estamos hablando de un sentido teológico (no es el periodista, sino el teólogo el que habla): la ascensión es una forma de expresar, simbólicamente, que la exaltación de Jesús es total y atañe a dimensiones supra-terrenas; es la forma literaria de describir el culminar de una vida vivida para Dios, que ahora vuelve a la gloria de la comunión con el Padre. Tenemos, después, la nube (v.9b) que oculta a Jesús de los ojos de los discípulos. Situada a mitad de camino entre el cielo y la tierra la nube es, en el Antiguo Testamento, un símbolo privilegiado para expresar la presencia de lo divino (cf. Ex 13,21.22; 14,19.24; 24,15b-18; 40,34-38). Al mismo tiempo, simultáneamente, esconde y manifiesta: sugiere el misterio de Dios escondido y presente, cuyo rostro el Pueblo no puede ver, pero cuya presencia adivina en los acontecimientos del camino. Cielo y tierra, presencia y ausencia, luz y sombra, divino y humano, son dimensiones aquí sugeridas a propósito de Cristo resucitado, elevado a la gloria del Padre, y que continua caminando con los discípulos. Tenemos, todavía, a los discípulos mirando al cielo (v. 10a). Significa la expectativa de esa comunidad que espera ansiosamente la segunda venida de Cristo, a fin de llevar a su término el proyecto de liberación del hombre y del mundo. Finalmente, aparecen los dos hombres vestidos de blanco (v. 10b). El blanco sugiere el mundo de Dios, lo que indica que su testimonio viene de Dios. Ellos invitan a los discípulos a continuar realizando en el mundo, animados por el Espíritu, la obra liberadora de Jesús; ahora, es la comunidad de los discípulos la que tiene que continuar, en la historia, la obra de Jesús, con la esperanza puesta en la segunda y definitiva venida del Señor. El sentido fundamental de la ascensión, no es que nos quedemos admirando la elevación de Jesús; sino que nos invita a seguir su camino, mirando al futuro y entregándonos a la realización de su proyecto de salvación en medio del mundo. 2

1.3 Actualización La resurrección/ascensión de Jesús nos garantiza, antes de nada, que una vida vivida en fidelidad a los proyectos del Padre, es una vida destinada a la glorificación, a la comunión definitiva con Dios. Quien recorre el mismo camino de Jesús ascenderá, como él, a la vida plena. La ascensión de Jesús nos recuerda, sobre todo, que él fue elevado junto al Padre y nos encargó continuar haciendo realidad su proyecto liberador en medio de los hombres, nuestros hermanos. Esa es la actitud que tiene marcado el caminar histórico de la Iglesia? Ha sido fiel a la misión que Jesús, al dejar este mundo, le confió? Nuestro testimonio ha transformado y liberado la realidad que nos rodea? Cuál es el impacto real de ese testimonio en nuestra familia, en el lugar donde trabajamos, en nuestra comunidad cristiana o religiosa? Es relativamente frecuente que oigamos decir que a los seguidores de Jesús les gusta más mirar al cielo que comprometerse en la transformación de la tierra. Estamos, efectivamente, atentos a los problemas y angustias de los hombres, o vivimos con los ojos puestos en el cielo, en un espiritualismo alienado? Nos sentimos interrogados por las miserias, por los sufrimientos, por los sueños, por las esperanzas que llenan el corazón de los que nos rodean? Nos sentimos solidarios con todos los hombres, particularmente con aquellos que sufren? Salmo 46 Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. 2. Segunda lectura: Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 17-23 Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo poso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos. 2.1 Ambientación La Carta a los Efesios es, probablemente, uno de los ejemplares de una carta circular enviada a varias iglesias de Asia Menor, en un momento en el que Pablo está en prisión ( en Roma?). Su portador es un tal Tíquico. Nos encontramos en los años 58/60. Algunos ven en esta carta una especie de síntesis de la teología paulina, en un momento en el que la misión del apóstol está prácticamente terminada en oriente. En concreto, el texto que se nos propone, aparece en la primera parte de la carta y forma parte de una acción de gracias, en la cual Pablo agradece a Dios la fe de los efesios y la caridad que manifiestan para con todos los hermanos en la fe. 2.2 Mensaje A la acción de gracias, Pablo une una fervorosa oración a Dios, para que los destinatarios de la carta conozcan la esperanza a la que han sido llamados (v. 18). La prueba de que el Padre tiene poder para realizar esa esperanza (esto es, dar a los creyentes la vida eterna como herencia) es lo que él hace con Jesucristo: resucitándolo y sentándolo a su derecha (v. 20), exaltándolo y dándole la soberanía 3

sobre todos los poderes angélicos (Pablo está preocupado con la peligrosa tendencia de algunos cristianos que dan una importancia excesiva a los ángeles, situándoles hasta por encima de Cristo, cf. Col 1, 6). Esa soberanía se extiende, incluso, a la Iglesia, el cuerpo del cual Cristo es la cabeza. Lo más significativo de este texto es, precisamente, este último desarrollo. La idea de que la comunidad cristiana es un cuerpo, el cuerpo de Cristo formado por muchos miembros, ya había aparecido en las grandes cartas, acentuándose, sobre todo, la relación de los distintos miembros del cuerpo entre sí (cf. 1 Cor 6,12-20; 10,16-17; 12,12-27; Rom 12,3-8); pero, en las cartas del cautiverio, Pablo retoma la noción de cuerpo de Cristo para reflexionar sobe la relación que existe entre la comunidad y Cristo. En este texto, en concreto, hay dos conceptos muy significativos para definir el cuadro de la relación entre Cristo y la Iglesia; el de cabeza de la Iglesia significa, sobre todo, que los dos forman una comunidad indisoluble y que hay entre ellos una comunión total de vida y de destino; significa, también, que Cristo es el centro alrededor del cual el cuerpo se articula, a partir y en dirección al cual el cuerpo crece, se orienta y construye, en el origen y en el final de ese cuerpo ; significa, también, que la Iglesia/cuerpo está sometida a la obediencia de Cristo/cabeza: sólo de Cristo depende la Iglesia y sólo a Él debe obediencia. Decir que la Iglesia es la plenitud ( pleroma ) de Cristo, significa decir que en ella reside la plenitud, la totalidad de Cristo. Ella es el receptáculo, la habitación, donde Cristo se hace presente en el mundo; es a través de ese cuerpo en el que reside, donde Cristo continúa realizando todos los días su proyecto de salvación en favor de los hombres. Presente en ese cuerpo, Cristo llena el mundo y atrae hacia sí al universo entero, hasta que el mismo Cristo sea todo en todos (v. 23). 2.3 Actualización En nuestra peregrinación por el mundo, conviene que tengamos siempre presente la esperanza a la que fuimos llamados. La resurrección/ascensión/glorificación de Jesús es la garantía de nuestra propia resurrección/glorificación. Formamos con él un cuerpo destinado a la vida plena. Esta perspectiva tiene que darnos la fuerza para afrontar la historia y avanzar, a pesar de las dificultades, por ese camino de amor y de entrega total que Cristo recorrió. Decir que formamos parte del cuerpo de Cristo, significa que debemos vivir en una comunión total con él y que en esa comunión recibimos, a cada instante, la vida que nos alimenta. Significa, también, vivir en comunión, en solidaridad total con todos nuestros hermanos, miembros del mismo cuerpo, alimentados por la misma vida. Estas dos coordenadas están presentes en nuestra existencia? Decir que la Iglesia es el pleroma de Cristo, significa que tenemos la obligación de testimoniar a Cristo, de hacerlo presente en el mundo, de llevar a plenitud el proyecto de liberación que él recorrió en favor de los hombres. Esa tarea sólo estará terminada cuando, por el testimonio y por la acción de los creyentes, Cristo sea uno en todos. (Nota: en vez de esta lectura, puede escogerse la siguiente lectura facultativa: Ef 4,1-13) 3. Evangelio: Conclusión del santo evangelio según san Lucas 24, 46-53 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.» Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios. 3.1 Ambientación El evangelio de hoy nos sitúa en el día de la Pascua. Cristo ya se ha manifestado a los discípulos en Emaús (cf. Lc 24,13-35) y a los once, reunidos en el cenáculo (cf. Lc 24, 36-43). En el texto que se nos propone, se ofrecen las últimas instrucciones de Jesús (cf. Lc 24,44-49) y la ascensión (cf. Lc 24,50-53). 4

Al contrario que en Hechos, resurrección, apariciones de Jesús resucitado a los discípulos y ascensión son situados, aquí, en el mismo día, lo que parece más correcto desde el punto de vista teológico: resurrección y ascensión no se pueden diferenciar; son únicament formas humanas de hablar del paso de la muerte a la vida definitiva junto a Dios. 3.2 Mensaje Nuestro texto está dividido en dos partes: despedida de los discípulos (vv. 46-49) y ascensión (vv. 50-53). En la primera parte tenemos, por tanto, las palabras de despedida de Jesús. Los discípulos que realizaron la experiencia del encuentro personal con Jesús resucitado son ahora enviados a la misión: Jesús les envía como testigos, para predicar la conversión ( metanoia, la transformación radical de la vida, de la mentalidad, de los valores) y el perdón de los pecados (o sea, el anuncio de que Dios ama a todos los hombres y les invita a abandonar el egoísmo, el orgullo y la autosuficiencia para iniciar una vida de Hombres Nuevos). Para esta tarea ingente, los discípulos cuentan con la ayuda y la asistencia del Espíritu. Tenemos también, aquí, todos los elementos de aquello que será la futura misión de la Iglesia. La predicación apostólica tendrá como tema central la muerte y la resurrección de Jesús, el mesías libertador anunciado por las escrituras (vv. 44.46). Desde Jerusalén, esta propuesta debe ser anunciada a todas las naciones. Este recorrido será explicitado en el libro de los Hechos. En la segunda parte, Lucas describe la ascensión, situada en Betania. Hay dos indicaciones de Lucas que importa subrayar. La primera, la bendición que Jesús da a los discípulos antes de ir junto al Padre: esa bendición sugiere un don que viene de Dios y que afecta positivamente a toda la vida y la acción de los discípulos, capacitados para la misión por la fuerza de Dios. La segunda es la alegría de los discípulos: la alegría es el gran signo mesiánico y escatológico; indica que el mundo nuevo ya ha comenzado, pues el proyecto salvador y libertador de Dios está en marcha. 3.3 Actualización Para la reflexión, considerad las siguientes indicaciones: La resurrección/ascensión de Jesús nos invita a ver la vida con otros ojos, los ojos de la esperanza. Nos dice que el sufrimiento, la persecución, el odio, la muerte, no tienen la última palabra a la hora de definir nuestro camino; nos dice que al final de un camino recorrido en donación, en entrega, en amor vivido hasta las últimas consecuencias, se encuentra la vida definitiva, la vida de comunión con Dios. Esta esperanza nos permite afrontar sin miedo, nuestras limitaciones humanas, el fanatismo, el egoísmo de los pecadores y nos permite mirar con serenidad y con confianza hacia el futuro, hacia ese futuro de vida plena que es nuestro destino final. La ascensión de Jesús y, sobre todo, las palabras finales de Jesús, invitan a los discípulos a la misión, les lanzan a la construcción de ese mundo nuevo en el que habite la justicia y la paz; sugieren que la propuesta liberadora de Jesús, y que es para todos los hombres, está ahora en nuestras manos y que es nuestra responsabilidad el hacer que sea una realidad; sugieren que nosotros, los seguidores de Jesús, tenemos que construir, con el esfuerzo de todos los días, el nuevo cielo y la nueva tierra. Sentimos, de hecho, esta responsabilidad? Nos preocupamos en hacer realidad en nuestro mundo los gestos liberadores de Cristo? Intentamos construir, en el día a día, ese mundo nuevo de justicia, de fraternidad, de libertad y de paz? La alegría que brilla en los ojos y en los corazones de los discípulos que dan testimonio de la entrada definitiva de Jesús en la vida de Dios tiene que ser una realidad que se transparente en nuestra propia vida. Los seguidores de Jesús, iluminados por la fe, tienen que ser testigos, con su alegría, de la certeza de que les espera, al final del camino, la vida en plenitud; y tienen que dar testimonio, con su alegría, de la certeza de que el proyecto salvador y libertador de Dios está actuando ya en el mundo, está transformando los corazones y las mentes, está haciendo nacer, día a día, el Hombre Nuevo. 5

ALGU AS SUGERE CIAS PRÁCTICAS PARA EL DOMI GO DE LA ASCE SIÓ 1. La liturgia meditada a lo largo de la semana. A lo largo de los días de la semana anterior al Domingo de la Ascensión del Señor, procurad meditar la Palabra de Dios de este domingo. Meditadla personalmente, una lectura cada día, por ejemplo... Elegid un día de la semana para la meditación comunitaria de la Palabra: en un grupo parroquial, en un grupo de padres, en un grupo eclesial, en una comunidad religiosa... 2. Ascensión... trabajar la verticalidad Para dar un tono más específico a esta Solemnidad, se pueden utilizar elementos para acentuar la verticalidad. Ejemplos: - Poner un recipiente con incienso, frente al altar, con el humo del incienso subiendo hacia el cielo; - Llevar el cirio pascual en procesión durante la procesión de entrada y mantenerlo en alto durante todo el canto de entrada, antes de colocarlo en su respectivo soporte; - Utilizar lamparillas (o velas pequeñas) durante la liturgia de la Palabra. Antes de la primera lectura, el presidente de la asamblea enciende una vela pequeña en el cirio pascual y comunica la luz a las lámparas o velas de los jóvenes. Estos quedan con las lámparas encendidas durante el resto de la liturgia de la Palabra. En el evangelio, se sitúan alrededor del que lo lee y elevan las lámparas en el momento del aleluya. 3. Oración en la lectio divina. Durante la meditación de la Palabra de Dios (lectio divina), se puede prolongar el momento de la acogida de las lecturas con una oración. Al final de la primera lectura: Padre, que diriges el mundo con tu liberalidad soberana, te bendecimos por la presencia de tu Hijo Jesús en nuestras asambleas y en nuestras familias, por la enseñanza de tu Palabra, por el banquete de la Eucaristía y por el don de tu Espíritu. Te pedimos por todas las comunidades cristianas: abre nuestros corazones a tu Espíritu, que los cristianos seamos testigos de Cristo hasta los confines del mundo. Al final de la segunda lectura: Cristo resucitado, te aclamamos como el sumo sacerdote por excelencia. Te pedimos por los corazones heridos y los espíritus abatidos por la culpabilidad y el remordimiento, que encuentren la confianza en tu perdón. Al finalizar el Evangelio: Padre, te damos gracias por toda la obra realizada por tu Hijo Jesús en medio de los hombres, según las escrituras, por su fe en ti en medio de los sufrimientos, por su resurrección y la conversión proclamada en su nombre a todas las naciones. Te pedimos, Padre: envía sobre nosotros tu Espíritu Santo, fuerza de lo alto, que Tú nos prometiste y tu Hijo nos reveló; envíanos a ser testigos de tu salvación. 4. Plegaria Eucarística. Se puede elegir la Plegaria I, donde se evoca la gloriosa ascensión del Señor... 5. Palabra para el camino. Testigos de Cristo en el 2004. Hombres de Galilea, qué hacéis ahí mirando al Cielo? Las mismas palabras vienen a remover nuestra inercia y nos lanzan fuera de nosotros mismos por los caminos del mundo. De este Mesías muerto y resucitado... vosotros sois sus testigos! Somos conscientes del desafío y de la fuerza de estas palabras? Cómo participamos en la gran tarea de los testigos de Cristo en el 2004? Sacerdotes del Corazón de Jesús (Padres Reparadores) www.scj.es 6