Orientación educativa

Transcripción

1 Orientación educativa Decisiones Viviana Leal Reyes Pensar, sentir y correr 21,097 Kilómetros A las 4:40 de la mañana, sonó mi alarma. No dormí mucho ese día porque los nervios me despertaron tres veces. Me paré rápido para alistarme, sabía que debía de llegar alrededor de las 6:20 de la mañana al lugar. Me bañé y me puse la ropa que tenía lista desde el día anterior. Fui a la cocina y desayuné lo que siempre desayuno antes: huevo, un pan y una cucharada de crema de maní. Preparé mis botellas y todo lo que iba a necesitar. Salí de mi casa alrededor de las 5:45 de la mañana pues ese día, no sólo me esperaba correr una larga distancia sino que me esperaba mi quinto medio maratón. No lo corras, pensé, dos semanas antes del gran evento. Correr un medio maratón implica mucha disciplina, y sobretodo entrenamiento. Yo no había podido entrenar durante mucho tiempo por varias cuestiones y no estaba lista para correr esa distancia. Le escribí a un amigo, también corredor, que sí sabía de alguien que quisiera una inscripción el 31 de julio del Ese día era el medio maratón de la Ciudad de México. Yo había comprado la inscripción desde enero ya que son los 21 kilómetros más emocionantes de la Ciudad. Faltaban dos semanas y no había manera de que lo pudiera correr, o bueno, al menos eso yo pensaba. Me dijo que me avisaba pero también me dijo que pensara bien si en serio no lo quería correr. Qué es lo peor que te puede pasar, Viviana? me decía. Que no hagas un buen tiempo? Tienes la capacidad de acabarlo, ponte a correr estas dos semanas. Me dejó pensando, tenía razón. Yo sí tenía la capacidad de terminar esos 21 kilómetros, pero también tenía miedo. Me puse a entrenar esas dos semanas porque quería ver cómo me sentía. Un domingo antes del gran evento corrí una distancia de 16 kilómetros que me hicieron darme cuenta cómo sí estaba preparada. Pero, al terminar,

2 me pasó algo que nunca había sentido; dolor en la rodilla. De esos, que no puedes caminar bien, y no sabía qué hacer. Sin embargo, dije Si, claro que puedo lograrlo! Ese día, decidí que iba a correr mi quinto medio maratón. Al día siguiente salí muy temprano con mis amigas de viaje a Acapulco. No estaba preocupada por el medio maratón, aunque tuviera dolor en la rodilla, yo ya me había visualizado cruzando la meta ese domingo. Regresábamos un día antes de mi medio maratón. No corrí más que un día en Acapulco, en donde a pesar que no me dolió la rodilla, no acabé la distancia que quería hacer por el calor. Una de mis amigas me preguntó: No estás muy nerviosa? Crees acabarlo? En mi voz se podían escuchar mis nervios. Claro que estaba muy nerviosa pues sabía que mi preparación a lo mejor no había sido la adecuada. El sábado regresamos de Acapulco. Yo había quedado con un amigo en que recogiera mi paquete en donde viene tu número, la playera y otras cosas. Sin paquete, no eres nadie yo pensaba.. Quedé de verlo ese domingo en la entrada de su categoría alrededor de las 6:20 am. Cuando llegué ese sábado de Acapulco, comí lo necesario, puros carbohidratos porque es lo que te mantiene firme en una carrera. Me dormí alrededor de las 9, aunque me desperté unas tres veces por los nervios. Preparé todas mis cosas, me puse hielo y una pomada para que mi rodilla aguantara, me quedó claro que era un factor importante para la carrera. Decidí también correr con rodillera. Ese domingo, salí de mi casa pues tenía que ver a Francisco, el amigo que me daría mis cosas. La carrera empezaba en el monumento a la Revolución, entonces sabía que el camino iba a estar complicado, cierran muchas calles. Estaba temblando de miedo. Llevaba unos shorts, y lo más importante, una rodillera. Mi mamá estaba conmigo. Esta es una parte muy importante para mí, porque aunque mi familia no corre, lo más bonito de llegar a la meta es ver a la persona que más amas esperándote. Cuando vi cerca el lugar, me bajé del coche y me despedí de mamá. Suerte, me dijo, te veo en la meta. Desde ahí yo ya sabía que tenía una razón más para no darme por vencida.

3 Llegué al lugar a las 6:20 de la mañana. Estaba lleno de gente, y por eso me tranquilicé. Empecé a sentir ya las mariposas que siente uno al ver a toda esa gente. Rápido vi a Francisco, me puse mi playera, mi número y me apresuré para ir al baño. Me sorprendió ver a tanta gente conocida. La gente se ve nerviosa, mucha otra no deja de calentar y muchos se preparan desde antes en sus categorías para salir. Yo estaba nerviosa por mi rodilla pues cuando empecé a calentar, sentí un pequeño dolor. Cuando terminé la fila enorme que siempre te tocan en los baños, me apresuré a llegar a mi categoría. A las 7:00 en punto, salió la primera categoría. Yo ya estaba en la siguiente y lista para correr. La mía salió a las 7:05, me acuerdo porque ese fue el momento que crucé la salida. Me puse música y empecé a correr. Me sentía bien, y cuando me di cuenta, estaba pasando el primer kilómetro. El primer kilómetro, para mí es uno de los más importantes. Uno menos, dije en mi mente. Mi reloj me marcó el kilómetro en 5:10 min. Voy bien, dije, voy muy bien. La rodilla no me dolía, entonces apresuré el paso. Cuando me di cuenta, estaba por pasar el tercer kilómetro. Es emocionante porque toda la gente se va apoyando. La ruta era hacia Reforma y yo ya estaba pasando el Ángel de la Independencia. Sentí unas mariposas impresionantes porque la meta iba a ser ahí. Justo en el Ángel de la Independencia. Seguí corriendo. Venía una bajada pasando la estela de luz, y ahí empezó mi problema. Apenas iba por llegar al kilómetro 4, cuando en mi mente empecé a decir, mi rodilla. Me dieron ganas de llorar, empecé a sentir dolor en la rodilla. Bajé el ritmo pues el dolor iba aumentando. No puede ser, dije, no lo voy a poder acabar. Las lágrimas no venían tanto por el dolor, sino por el miedo a no poderlo acabar. Dije, tranquila, tranquila te sientes bien, sólo es el dolor, claro que lo puedes acabar. A lo lejos, vi un servicio médico y dije claro, que me venden la rodilla y así voy a poder aguantar! Corrí como pude, llegué al servicio médico y les pregunté si tenían una venda. Me dijeron que no, y que no sabían a qué hora les iban a llegar. No es posible, dije. Y ahora?. Tenía dos opciones, seguir corriendo y ver otro servicio médico o parar. Me imaginé a mi mamá en la meta y no lo pensé ni dos segundos, les di las gracias y empecé

4 a correr otra vez. Tiempo perdido, pensé. Para cuando me di cuenta, estaba por pasar el kilómetro 5. Éste, es un kilómetro de gran importancia, vi el reloj, llevaba 26 minutos corriendo. Dos menos de lo que siempre hago pensé, pero voy bien. Sentí mariposas en la panza, faltaban 16 kilómetros. La rodilla, me dolía pero el dolor era aguantable. Empezaba la subida, pasando el Auditorio Nacional. El dolor paró por un momento, seguí corriendo, llevaba buen ritmo. Vi otro servicio médico pero no me quise detener. Del otro lado de la calle venían los corredores de élite. Tiempazo, me volteé y dije en alto, cuando yo iba pasando el kilómetro 6, estaban los corredores llegando al kilómetro 11. Algún día voy a llevar ese tiempo en un medio maratón, dije. Ahora venía lo más pesado del medio maratón. Una subida que duraba 3 kilómetros. Me paré a tomar una de mis botellas que contenía agua mineral con sal y limón. Es muy importante en un medio maratón, saber cómo vas de minerales ya que éstos se te van bajando y pierdes energía. Le di un trago y seguí corriendo. La subida estaba pesada, pero no quería dejar de correr. Empiezas a ver gente de todo. Desde los que se van desvaneciendo, un desmayado y una mujer que se había caído y no iba a poder seguir. En el kilómetro 9 empezaba la bajada. Es un momento de alivio para muchos, porque correr se vuelve menos pesado. Pero para ser sincera, yo tenía mucho miedo. Sabía que mi rodilla me iba a empezar a doler, pero sinceramente, no me importaba, yo iba a llegar a esa meta como diera lugar. Justo antes de llegar al kilómetro 10 vi otro servicio médico. Me tengo que parar, ahora sí me tengo que parar a que me venden la rodilla porque si no, no voy a llegar a esa meta. Rápido, aceleré el paso. Les dije lo mismo que en el servicio pasado, que me vendaran bien la rodilla para que pudiera acabar. Se tardaron alrededor de 10 minutos en ponerme todo, más tiempo perdido, decía en mi mente. Pero cuando acabaron, me apuré para no perder ritmo. Crucé los 10 kilómetros en 59 minutos. Como pude, le avisé a mi mamá, a mis hermanas y a mi novio. Escribirles cuánto llevaba era como decirme a mí misma que ya faltaba casi la mitad. Empiezas a sentir mariposas al ver a toda la gente a tu alrededor que te va apoyando. Uno de los corredores, gritó Ya se cansaron?, no, gritaron

5 muchos, no grité yo. Mi rodilla me dejó de doler con la venda, estaba pasando de nuevo el Auditorio nacional y el kilómetro 11. Ahora sí falta la mitad, dije. Ya se había acabado la bajada, venía lo peor del medio maratón, Alencastre y Chapultepec. Recuperé mi ritmo. Iba tomando agua cada 2.5 kilómetros. Para el kilómetro 13, ya subiendo por Alencastre, comienzas a sentir un desgaste físico. Las piernas te duelen, y el cuerpo se siente más pesado. Saqué unas gomitas que había comprado para recuperar glucosa y tener más energías. Estaba por entrar a Chapultepec. Las gomitas ayudan bastante y para cuando me di cuenta, estaba por cruzar los 15 kilómetros. Bien, me dije a mí misma, ya no falta nada. Bien, empecé a repetir, me imaginaba la meta y se me ponía la piel china. Le volví a avisar a mi familia. Venía otra vez una bajada y la rodilla me empezó a doler. Ahora sí no puedes parar Viviana, bloquea el dolor, bloquéalo! pensaba. Por el museo Papalote del niño estaba el kilómetro 16. A mi izquierda se encontraba un señor que se veía agotado y más adelante, un señor desvanecido, no iba a poder terminar. Empezaba la ruta por el Castillo de Chapultepec. Entrando, habían soldados echando porras, más adelante unos tambores indicándote que estabas en el kilómetro 17. Me sentía bien, ya casi llegaba. Del kilómetro 18 al 21 experimentas todo tipo de cosas. Esta vez me me acordé mucho de cuando llegué a la meta, un año antes. Ya quería llegar. En un medio maratón los peores kilómetros son los últimos 3. Tienes agotamiento, ya no sientes mucho las piernas, empiezas a correr simplemente con la mente. Claro que no sentía mis piernas, claro que había bloqueado el dolor de la rodilla, claro que lo único que me imaginaba era la meta. 19, dije, ya no falta nada. Seguí corriendo, había tantas personas apoyándote que no dudé ni un poco en darle la mano a algunas. Necesito energía decía. Nada más de saber que mi mamá me estaba esperando en la meta, aceleré un poco el paso. Salí del Castillo de Chapultepec, un poco antes de la Estela de luz, y ahí se encontraba el kilómetro 20. Tenía de todo, mariposas en el estómago, piel de gallina, ganas de llorar y todo. Seguí corriendo. A lo lejos, puedes ver el Ángel, ahí está la meta. Ya llegaste me decía a mí misma, ya llegaste.

6 Empecé a correr, con la mente, claro. Las piernas eran como si ya no existieran, tenía dolor por la rodilla pero lo estaba bloqueando. Mucha gente estaba a mi alrededor apoyando a los corredores. Pasando la Diana cazadora empiezas a ver la meta. Tan cerca y tan lejos, pensé. Los últimos metros más conmovedores que puedes llegar a sentir. Ahí está la meta. Vi a un señor pararse, me acerqué y le dije vamos, ahí está la meta, no pares!. Ya casi llego, pensé, lo logré. Y así como pude llegué a la meta. 2 horas 10 minutos. Para ser honesta, creo que nunca puedes sentir un alivio más grande que cruzando una meta. Ahí los problemas no importan, se te olvida todo. Todo, porque no importa nada, ni el tiempo, ni cómo lo lograste, simplemente ahí estás. De verdad que haber decidido correr ese medio maratón, fue lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. No tenía el entrenamiento, tampoco unas buenas rodillas para aguantar, pero sí tenía muchas ganas. Con perseverancia todo se logra. Jamás me podrán quitar el sentimiento de llegar a una meta. No hice mi mejor tiempo, claro. Perdí algo de tiempo por el vendaje,que en una carrera es oro, pero sinceramente, nada importó. Ni las veces que pensé que no lo iba a lograr, ni mis problemas, ni mi rodilla ni nada. Cuando pasas la meta, sigues caminando. Tienes que ir a recoger tu medalla. En el camino, me dieron hielo, un gatorade y un plátano. Al final, la medalla. Otra para la colección, pensé. Qué bonita medalla! Me apresuré a ver a mi mamá. Ya no podía caminar por la rodilla, también me dolían las piernas. Todos te felicitan, todos van con sus medallas a reunirse con su familia. Quedé de ver a mi madre justo en el Ángel. Cuando la vi, me abrazó y con gran alegría dijo, estoy orgullosa de ti, lo lograste, tu quinto medio maratón! Viviana Leal Reyes Estudiante de la licenciatura en comunicación de la Universidad Anáhuac. México Norte. visite