En definitiva, éstas son las cartas de presentación de La Rioja Alta, junto con la hospitalidad de sus gentes y el encanto de sus localidades.

Transcripción

1 LA RIOJA ALTA

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5 En el noroeste de La Rioja surge la Ruta del Vino de La Rioja Alta, la zona de la región donde el vino y su cultura alcanzan su máxima expresión. Es en este territorio en el que la tradición vitivinícola se encuentra más arraigada. Desde los montes Obarenes hasta las estribaciones del río Najerilla y desde el Ebro, frontera y unión, hasta el Camino de Santiago, La Rioja Alta nos descubre sus municipios y comarcas, en las que el vino es una constante que surge a cada paso de sus caminos y en cada esquina de sus localidades. Es precisamente en torno a sus municipios, donde podemos disfrutar de un medio natural privilegiado, del mundo del vino y de su Patrimonio Histórico-Artístico, consecuencia de una Historia marcada por fronteras que unían. El paisaje de La Rioja Alta viene marcado por sus viñedos que se pierden en el horizonte. Desde sus localidades, algunas de ellas auténticas atalayas que irrumpen desde la lejanía, como por ejemplo Briones, San Vicente de la Sonsierra y el propio Haro, podemos disfrutar de mares de viñedos. Pero La Rioja Alta ofrece un medio natural más diverso de lo que parece a simple vista: la Sierra de Cantabria y el Toloño, los Montes Obarenes y las riberas del Ebro y los cursos bajos del Oja- Tirón y el Najerilla esconden otros atractivos. El vino es omnipresente en La Rioja Alta. No sólo en el territorio y el paisaje, sino en todos los ámbitos de la zona. En las bodegas, muchas de ellas centenarias, se combina la tradición con las técnicas modernas aplicadas al sector vitivinícola. Prácticamente la totalidad de los municipios cuentan con su Barrio de Bodegas, como el de San Asensio, sin olvidar el histórico Barrio de la Estación de Haro. Tuferas y guardaviñas o chozos son imágenes de toda la Ruta. Y el mundo del vino inunda las tradiciones y la cultura de sus localidades, con sus fiestas ligadas a este ámbito, desde la Batalla del Vino de Haro y la Batalla del Clarete de San Asensio, hasta las recientes jornadas de puertas abiertas de bodegas que se organizan en no pocos municipios. Finalmente, la Historia ha dejado su huella en La Rioja Alta. Cruce de caminos y tierra de frontera, ésa es parte de la Historia de La Rioja. El Ebro sirvió de frontera para las diversas tribus, imperios y reinos que pasaron por la región. Las fortalezas y los castillos nos recuerdan la Edad Media, destacando Davalillo en San Asensio, Briones, San Vicente de la Sonsierra y Sajazarra, entre otros. Ermitas románicas, iglesias góticas y templos renacentistas y barrocos se suceden en La Rioja Alta, con joyas del patrimonio como el Monasterio de la Piedad de Casalarreina. En definitiva, éstas son las cartas de presentación de La Rioja Alta, junto con la hospitalidad de sus gentes y el encanto de sus localidades.

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7 Hablar de La Rioja Alta es hacerlo de vino y su paisaje está caracterizado por las viñas. En algunas localidades ocupa gran parte de su término municipal. En otros muchos casos los viñedos se suceden, superando las fronteras locales. De este a oeste y de norte a sur, la vid es predominante y se convierte en un elemento común en todas sus ciudades y pueblos. Es un territorio en el que la mano del hombre, a través de su vinculación a la viticultura, ha dado lugar a un paisaje característico e identificable. Y es que el viñedo es secular en la zona, sus orígenes se pierden en el tiempo. Las extensiones de viñas han ido creciendo con el transcurrir de las generaciones, ocupando el espacio que anteriormente se dedicaba a otros cultivos como el cereal. Pero las tierras de La Rioja Alta esconden otros atractivos, más allá de sus viñedos. En el norte, cruzando el Ebro, nos encontramos con la Sonsierra, dominada por la Sierra de Cantabria y el Toloño. Ábalos, Briñas y San Vicente son los únicos municipios de La Rioja en la margen derecha del Ebro y sobre ellos estas cumbres, por encima de los metros, cuentan con bosques de pinos y hayas y constituyen un mirador inigualable de todo el valle del Ebro y de las sierras del sur de La Rioja. Siguiendo hacia el oeste, cruzando las Conchas de Haro, aparecen los Montes Obarenes, que separan La Rioja de Castilla y León, bajo los cuales, se encuentran pequeñas localidades con encanto. No podemos olvidar la presencia del río Ebro, que cruza toda La Rioja. Frontera y unión, el Ebro forma parte del paisaje de La Rioja Alta. Las grandes vías de comunicación transcurren paralelas a él. Nunca se pierde de vista, en todo caso se intuye su presencia. Sus orillas, sus sotos y choperas complementan al viñedo vecino. Pero si hay un elemento del Ebro que cabe destacar en La Rioja Alta son sus meandros. El río realiza un recorrido sinuoso desde Haro hasta San Asensio, escondiéndose y volviendo a aparecer. Los meandros de Haro, San Asensio y Briones son visibles desde numerosos puntos de observación. Y, junto al Ebro, aparecen los cursos bajos y desembocaduras de tres de los siete ríos de La Rioja que acaban su trayecto en el mismo: son el Oja y el Tirón, que mueren juntos en Haro, tras dejar Casalarreina y Cuzcurrita, y el Najerilla, que avanza entre viñedos hasta Torremontalbo. La Rioja Alta nos muestra su territorio a través de numerosas rutas, senderos y caminos. Son los Senderos del Vino, decenas de kilómetros que nos permiten ir recorriendo no sólo los viñedos, sino el resto del paisaje, sus vistas hacia el norte y el sur de La Rioja, con la Sierra de la Demanda, así como las localidades que nos encontramos en el camino. Ciudades y pueblos con Historia y en los que ésta aparece prácticamente a cada paso.

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9 No se puede entender La Rioja Alta sin el mundo del vino. Además de un paisaje, el vino es una cultura, una tradición, una identidad. Aunque la dedicación a la viticultura está documentada desde la época de la dominación romana, fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando se produjo el punto de inflexión. La implantación del modelo de elaboración bordelés de crianza representó para el Rioja un salto cualitativo. Es en ese momento cuando los caldos riojanos alcanzaron su reconocimiento y prestigio. La Rioja Alta fue su cuna. Haro se convirtió en el epicentro del mundo vitivinícola y, para muestra, quedan sus bodegas centenarias y el Barrio de la Estación, lugar único en el mundo donde se concentran algunas de las bodegas más importantes de la región, habiendo mantenido gran parte de su arquitectura original. Otros municipios como Briones, Cenicero, San Asensio y San Vicente de la Sonsierra también cuentan con antiguas bodegas. Los Barrios de Bodegas de los pueblos de La Rioja Alta son otra relevante muestra de la vinculación de la zona al mundo del vino. Algunas de estas pequeñas bodegas familiares excavadas en la roca contienen calados de más de tres siglos de antigüedad. Es el caso de San Asensio, cuyo barrio atesora más de trescientas bodegas. Otros municipios, como Cenicero, poseen sus calados debajo de sus casas y calles, desde las que emergen a la superficie las características tuferas, conductos de ventilación que forman auténticos bosques en Briñas.

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11 Abandonando los municipios, en los viñedos, nos encontraremos con los chozos o guardaviñas. Estas bellas construcciones cónicas, algunas de ellas conservadas desde el siglo XIX, aparecen diseminadas por los campos y servían de refugio para los agricultores y labradores. Además de las bodegas que jalonan toda la Ruta del Vino de La Rioja Alta también podemos visitar museos que nos acercan al ámbito vitivinícola. El Museo de la Cultura del Vino Dinastía Vivanco se ha convertido en el más relevante de Europa en todo lo concerniente al mundo del vino. En San Asensio se encuentra el Centro Sensorial del Vino. La Vista, que nos acerca al paisaje, la vid y al propio caldo desde la perspectiva de este sentido. Y en Haro podemos conocer la centenaria Estación Enológica de Haro, nacida en el momento de expansión del vino de Rioja.

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13 La Rioja siempre fue una tierra de frontera, un territorio en disputa entre los diferentes grupos que iban llegando a la Península Ibérica. Y, en ese sentido, La Rioja Alta, por su condición de límite con el río Ebro, sufrió en mayor medida estos avatares. Los restos de los primeros pobladores de la zona se encuentran en puntos como Peciña, donde el dolmen de La Cascaja resiste al paso del tiempo. Tras los berones y pelendones se impuso la romanización, y siguiendo el curso del Ebro discurría una calzada romana, siendo una de sus vías de penetración en la Península Ibérica. Tras el Imperio Romano La Rioja Alta, como el resto de la región, se encontró en medio de las disputas entre las monarquías visigóticas y los cántabros. También fueron siglos de espiritualidad y eremitas. San Felices recibió a San Millán en las cuevas de los riscos de Bilibio y toda la Sonsierra estaba repleta de eremitorios donde se refugiaban monjes y anacoretas en su retiro y meditación. En la Edad Media se recrudeció el carácter fronterizo de La Rioja Alta. Primero los árabes, que abandonaron el territorio en el siglo X, y luego las luchas entre los reinos cristianos de Navarra y Castilla marcaron al territorio. Fueron cinco siglos de enfrentamientos entre ambas coronas y de conflictos internos que afectaron a La Rioja. La margen izquierda fue a parar a Castilla y la derecha a Navarra, incluida la Sonsierra. Hasta finales del siglo XV el actual territorio riojano no perteneció en su conjunto a la corona castellana. Junto a los castillos y fortalezas que sirvieron de bastiones defensivos, numerosas ermitas e iglesias han llegado hasta nuestros días. La ermita románica de Santa María de la Piscina o la iglesia gótica de Santa María de la Mayor de San Vicente de la Sonsierra son sólo una pequeña muestra de la riqueza patrimonial de la zona. El Monasterio de la Piedad de Casalarreina, del siglo XVI, es el ejemplo más conseguido del estilo plateresco en toda La Rioja. Iglesias renacentistas y barrocas como la de Nuestra Señora de la Asunción de Briones, cuentan con torres que emergen sobre los municipios y que se divisan desde la distancia. Las iglesias de La Rioja Alta están repletas de detalles, como la característica fachada barroca de San Miguel Arcángel de Cuzcurrita de Río Tirón. Y en todos los municipios no podemos dejar de admirar sus casas solariegas, palacios y casonas, que forman unos cascos urbanos singulares. Perderse por las calles de Ábalos, Briñas, Briones, Casalarreina, Cuzcurrita, Haro, etc., es admirar estas edificaciones y la propia morfología de las localidades, una combinación de Historia, vino y hospitalidad.

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