Liturgia: III Domingo de Pascua - Lecturas - Moniciones - Oración de los Fieles - Aportes Homilías

Transcripción

1 Liturgia: III Domingo de Pascua - Lecturas - Moniciones - Oración de los Fieles - Aportes Homilías Apacienta mis ovejas Los Dominicos estamos celebrando el jubileo de los 800 años de la Orden. Cómo renovar el proyecto de vida y misión encomendado por nuestro Padre Santo Domingo? Ve y predica, se nos recuerda a cada uno de nosotros. Ahora bien, como se nos dice en la primera lectura de hoy, nuestra predicación corre en paralelo con la experiencia que vamos haciendo de la Palabra de Dios: nosotros somos testigos de estos hechos, y también el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que obedecen. A ningún seguidor de Jesús se le ahorra el proceso de maduración en la fe, que conlleva necesariamente una dimensión evangelizadora: Ay de mí si no evangelizara! (1 Cor 9,16). Fue el recorrido que hicieron aquellos primeros discípulos, en cuyo espejo nos gustaría vemos reflejados. Lograremos un día, como el apóstol Pedro, fortalecer y confirmar la fe que profesamos? Tu sígueme. Lo demás se te dará por añadidura. Fray Juan Huarte Osácar Convento de San Esteban (Salamanca) 1) Monición de Entrada: Hermanos y hermanas: En el nombre del Señor nos reunimos para celebrar su paso por nuestras vidas, su entrada en nuestra historia y su presencia en medio de su Pueblo. El Resucitado es para nosotros Camino, Verdad y Vida; por ello dispongámonos a escuchar su Palabra y participar de su Mesa. Cantemos 2) Sacerdote: Saludo de bienvenida

2 Hemos resucitado con Jesús; que la esperanza de ser glorificados con él acreciente nuestra alegría y permanezca constantemente con ustedes. 3) Sacerdote: Acto penitencial Cristo ha vencido a la muerte y glorioso manifiesta la misericordia y ternura de Dios que no se cansa de perdonarnos. Reconozcamos su benevolencia ante nuestras ingratitudes. Lector: Tú, que con tu resurrección, has destruido el pecado y vencido a la muerte: Señor, ten piedad. Tú, que al resucitar, renuevas todas las cosas: Cristo, ten piedad. Tú, que resucitando, alegras a los vivos y das vida a los muertos: Señor, ten piedad. Sacerdote: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén. 4) Liturgia de la palabra Monición Primera lectura (Hech 5, ): El anuncio del Evangelio se hace para los apóstoles una labor impostergable y una misión irrenunciable. La fuerza del Espíritu prometido está con ellos. Apacienta mis ovejas

3 Lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 27b b-41 En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los Apóstoles y les dijo: No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre. Pedro y los Apóstoles replicaron: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. «El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros matásteis colgándolo de un madero.» «La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados.» Testigo de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen. Azotaron a los Apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los Apóstoles salieron del Consejo, contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús. PALABRA DE DIOS. Monición Salmo responsorial (Sal 29, ): Junto al salmista, reconozcamos la acción liberadora de Dios en favor nuestro. Digamos con él la antífona: R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado. Salmo Responsorial 29, 2 y 4. 5 y y 12a y 13b R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R. Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante,

4 su bondad, de por vida. R. Escucha, Señor, y ten piedad de mí, Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R. Monicion Segunda lectura (Apoc 5, 11-14): El autor del Apocalipsis nos invita a ver el futuro con la esperanza que brota de la fe en el Resucitado Lectura del libro del Apocalipsis 5, Yo, Juan, miré y escuché la voz de muchos ángeles: eran millares y millones alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos, y decían con voz potente: «Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.» Y oí a todas las creaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar, todo lo que hay en ellos que decían: «Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos.» Y los cuatro vivientes respondían: Amén. Y los ancianos cayeron rostro en tierra, y se postraron ante el que vive por los siglos de los siglos. Palabra de Dios.

5 Monición Lectura del Evangelio (Jn 21, 1-19): El Maestro divino se hace presente entre los suyos, los anima y los confirma en la fe. La vida nueva que él trae se expresa en gestos concretos de cercanía y perdón. Lectura del santo Evangelio según San Juan 21, 1-19 En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: Me voy a pescar. Ellos contestaban: Vamos también nosotros contigo. Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: Muchachos, tenéis pescado? Ellos contestaron: No. El les dice: Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: Es el Señor. Al oir que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: Traed de los peces que acabáis de coger. Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.

6 Jesús les dice: Vamos, almorzad. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos. Después de comer dice Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, me amas más que éstos? El le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dice: Apacienta mis corderos. Por segunda vez le pregunta: Simón, hijo de Juan, me amas? El le contesta: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. El le dice: Pastorea mis ovejas. Por tercera vez le pregunta: Simón, hijo de Juan, me quieres? Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero. Jesús le dice: Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras. Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: Sígueme. Palabra del Señor 5) Oraciones de los fieles Sacerdote:

7 Hermanos: Oremos al Padre, que en su Hijo amado nos hace partícipes de una alegría sin fin, y nos impulsa una y otra vez a elevar nuestra mirada al Cielo y a la vez, mirar las necesidades de los hermanos. Digamos: Señor, tú lo sabes todo, escucha nuestra oración. Por el Papa y todos los pastores de la Iglesia; para que, confirmados por Jesús, Pastor bueno, podamos ser testigos de su inefable bondad para con todos, manifestando nuestra esperanza y caridad. Oremos. Por todos aquellos que, habiéndose puesto al servicio de la Iglesia, pasan por momentos de crisis; para que sintiendo la oración del Pueblo de Dios, se sientan reanimados por el mismo Jesús. Oremos. Por nuestros gobernantes y las personas que trabajan por el bien común; para que puedan llevar adelante sus labores, conscientes de la gran responsabilidad que asumieron. Oremos. Por los enfermos y ancianos; para que por medio de manos generosas puedan encontrar en Cristo su consuelo y nunca carezcan de la cercanía de los suyos y del apoyo necesario. Oremos. Por nosotros, que celebramos durante esta cincuentena pascual la acción salvadora de Dios para con la humanidad; para que tengamos la valentía de invitar a otros hermanos a participar de la Mesa del Señor. Oremos. Sacerdote: Recibe, Padre, la oración de tus hijos, que hoy acuden a ti y acrecienta en nosotros la fidelidad en el seguimiento de tu Hijo Jesucristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. 6) Monición Presentación de las ofrendas Junto con el pan y el vino presentemos nuestro empeño por ser cada vez más fieles al amor de Cristo, comprometiéndonos, como Pedro, a cuidar de nuestros hermanos. Cantemos

8 7) Monición antes de la Comunión Jesús se entrega totalmente a nosotros para dar firmeza y fecundidad a nuestros propósitos. Que esta comunión pascual marque un nuevo avance en fidelidad creciente y perseverante. Cantemos Sacerdote: 8) Despedida y bendición final Monición: Apacentar a las ovejas de Cristo es también saber cuidarnos unos a otros, poder compartir mutuamente la alegría de la resurrección. Que ello sea nuestra opción fundamental. Bendición final Envío: La alegría de sabernos amados y perdonados nos impulse a abrir nuevos caminos de reconciliación con los hermanos. Vayamos en paz. Aportes para la homilía Yo sé que me amas, pero te jugarías la vida por mí? Hech 5, ; Sal 29, ; Apoc 5, 11-14; Jn 21, 1-19 He venido a dar testimonio de la verdad, dijo Jesús a Pilato. Es la verdad de quien se juega por nuestro mayor bien y felicidad: A mí nadie me quita la vida, sino que yo la doy! Ese amor supera nuestros pensamientos y acciones limitados por el egoísmo. El amor desbordado de Jesús es incompresible para una generalizada mentalidad egocéntrica y calculadora. Quienes piensan y viven así se rebelan ante tanto amor y protestan ofendidos porque Dios que no les pidió permiso para amar y proponer como paradigma tal manera de amar. Ese amor de Dios en Jesucristo nos impulsa a superar miradas estrechas y a responder de la misma manera; nos desafía y empuja a alturas

9 de verdad y santidad, de amor y felicidad que no siempre estamos dispuestos a poner en práctica, porque nos compromete a un cambio. Los apóstoles habían visto, oído y palpado a Jesús resucitado, pero aún había cosas que no les cerraban, por eso querían volver a lo de antes, a lo que sabían, y fueron a pescar. Pero, trabajaron toda la noche y no lograron nada. Al amanecer, alguien les gritaba desde la orilla: Tiren la red al lado contario!, no por el acostumbrado. Los apóstoles preferían seguir con las cosas aprendidas y repetidas, más que abrirse a lo nuevo. Y qué es lo nuevo por conocer? Es la vida nueva que Jesús nos ofrece, la de pensar, razonar, sentir, hablar, obrar, amar, trabajar, proyectar, anhelar... teniéndolo a él como el eje absoluto del existir, la medida de lo perfecto, principio y fin, como que la vida sólo tiene sentido, valor y trascendencia sino sólo por él, con él y en él, y todo lo demás es lo de menos. Jesús nos asegura: Quien me cree y sigue fielmente tiene Vida Eterna y yo lo resucitaré en el último día. Y también dice: He venido a darles vida en abundancia. Ante esto, falta fe? Porque, así como nadie se juega por lo que no conoce, así también, sólo quien sabe en quien ha puesto su fe y esperanza, es capaz de seguir incondicionalmente al Señor, sin temores, pues quien cree en él jamás se verá defraudado. Esta seguridad se logra ahondando en la oración y la meditación, analizando la palabra de Dios y el testimonio de tantos testigos, en el Antiguo Testamento como en la enseñanza que deja la historia de veinte siglos de Iglesia. Esta es una gran evidencia para profundizar nuestra fe, lo cual va más allá de ser un sentimiento porque también nos llama a estudiar para creer y vivir más y mejor.