L A R A Í Z D E L G R I TO

Transcripción

1 LA RAÍZ DEL GRITO

2 Carlos Allende LA RAÍZ DEL GRITO Prólogo de Erika Martínez {COLECCIÓN DIÁSTOLE}

3 Primera edición, septiembre 2017 Carlos Allende Maroto, 2017 Esdrújula Ediciones, 2017 Erika Martínez, por el prólogo ESDRÚJULA EDICIONES Calle Martín Bohórquez 23. Local 5, Granada Edición a cargo de Víctor Miguel Gallardo Barragán y Mariana Lozano Ortiz Ilustración de cubierta: Lidia Costas Fotografía de solapa: David Díaz Impresión: Ulzama «Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el Código Penal vigente del Estado Español, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística, o científica, fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización.» Depósito legal: GR ISBN: Impreso en España Printed in Spain

4 Antes de pasar un barco negro por la puerta Prólogo de Erika Martínez El yo es pura práctica. La confesión, una de sus tempranas y más tenaces técnicas. Inserto en esa tradición de la palabra que conecta a Javier Egea con San Agustín, el primer libro de Carlos Allende emprende, más que un examen de conciencia, un escrutinio de la memoria. Hay en sus versos cierto imperativo de hablar. Y de hacerlo desde las ganas de huir. O sea, desde un conflicto declarado: «siempre quise escapar / lo confieso». Pero de qué se quiere escapar? Para responder a esa pregunta, La raíz del grito lleva a cabo una genealogía del dolor. Explora el laberinto abyecto y deseado de la pérdida. A punto de iniciar la introspección, a orillas del mar, las olas desdibujan la posibilidad del regreso, mojan las palabras que vamos dejando en el camino, nuestras migas de pan. Un tono inesperado vuelve la intimidad violenta, expresionista y progresivamente surreal. Se recuerdan el eros de la infancia, una muerte próxima, las primeras miradas como dientes de leche. Y sin embargo, desde su lucidez juvenil, estos poemas no asumen tan solo la pérdida de lo { 7 }

5 que fue, sino también de lo que aún sigue siendo. No es acaso la melancolía una nostalgia anticipada? Se pierden las estaciones, el lugar del que se proviene y se pierde uno a sí mismo. «Te debo esta manía de mentir», le dice al padre, «y los bolígrafos que te quité / para acabar perdiéndolos». A esta verdad confesional, el libro añade un segundo ejercicio del yo: el ascetismo y su mermar para encontrarse. «Todos tuvimos que aprender», escribe, «a encogernos las ganas». De ahí quizás el cuerpo que entrega su vacío, las venas ausentes, la luz que sangra luz y los muertos que abandonan su sangre igual que en un eco juanramoniano «dios se precipita al fondo». Una aspiración mística no resuelta dirige aquí el ascenso de las cosas, que se rompen mientras suben y permanecen alzadas en mitad de su aciaga epifanía: el cuerpo es lo que queda y tampoco baja. Completando el imaginario, estos poemas recurren al estigma, esa herida en éxtasis donde quizás resuena el romanticismo metafísico de Alejandra Pizarnik. Recurren también a un misterio que es al mismo tiempo teológico y fantástico, que envuelve de suspense cada revelación: «Golpeo la pelota / y nunca roza el suelo. / Rebota una y otra / vez. No toca el suelo que debería. No toca / ninguno». Ese mismo aire prevalece en la observación distanciada de una conciencia que amenaza a menudo con duplicarse. En unas gafas, un doble acristalamiento. Alguien dijo que el alma es un cuerpo mirándose desde fuera. La raíz del grito piensa en el lugar de lo que falta: una cama fría, los pulmones huecos, una silla sin nadie o el agujero en la mano. Aquella inmensidad marítima del { 8 }

6 comienzo da paso a una serie hogareña de espacios claustrofóbicos, cuya tragedia se materializa en la belleza lorquiana de esta imagen: «solamente quiero / que un barco negro quepa por la puerta». A veces se ronda y a veces se niega el vínculo entre salvación y sufrimiento. El aire que falta se fabrica, sin embargo, en la última de sus paradojas: «Un poema se muere demasiado / hasta poder vivir». ERIkA MARTíNEz { 9 }

7 La raíz del grito

8 A Julia, siempre.

9 I. CASI EL TIEMPO

10 L a o r i l l a Siempre quise escapar lo confieso, me lo repito en voz baja y me asusto; es inmensa la idea del océano y más sus consecuencias: olvidar el camino de vuelta o peor, no dejar de pensar en las migas que se fueron cayendo dejé caer de camino, que se mojaron y qué absurdo todo y qué lejos el mar y qué perdido el tiempo bordeando la costa. { 17 }

11 Carlos Allende T a l v e z n o Para Alberto Ya no nos pertenece este verano ni a sí mismo, siquiera : sus luces muertas, el ruido y el verde de los árboles pero alarga sus manos y la nube vuelve desde un mar que ignorábamos. Sentir el desalojo de este cuerpo la derrota vestida de humedad anticipa todo el frío. Quisimos; pero nunca estuvieron tan lejos nuestras historias. { 18 }

12 La raíz del grito M a r Para María CESáREA TINAJERO Me roza la quietud impaciente del mar (sus lenguas blancas naciendo y muriendo leves lentas aquí), apuesto a que podría hacer equilibrismo en su horizonte, no caer no dejarte el mundo se termina ahí detrás mientras templo el vacío con mis pies; todo acaba me estrangulan las ondas { 19 }

13 Carlos Allende las subidas y bajadas exactas y el ventilador que lo rompe todo y me inquieto: saboreo mi vértigo húmedo y gris y ácido que sólo sabe subir y bajar de mi boca al estómago de la arena a tus ojos sólo quedan tu estómago y mis dientes, y respiro la geometría al fondo todo acaba subiendo nunca baja sólo sube y se rompe. { 20 }

14 La raíz del grito I n m e m o r i a m A Javier Egea No hay cicatriz posible ni tus ojos ni silencio para esos labios llenos de mentira que dicen que tus labios te mataron. Quién mató al que murió, cansado de acariciar los arrecifes sucios de mentirse por no mentir harto del frío, de romper las llaves, de agachar la voz? Ya empieza esta ciudad a recordarte a despertar la historia perdida olvidada en las farolas oscuras bajo las escaleras expuesta invisible en las plazas y tú muriendo mientras tan lejos de tu muerte. { 21 }