3.3 CRISIS Y DECADENCIA EN EL S. XVII Los Austrias del s. XVII. Los validos, la expulsión de los moriscos y los proyectos de reforma de Olivares. A los tres monarcas del siglo XVII -Felipe III, Felipe IV y Carlos II- se les denomina Austrias menores. Con ellos se hace palpable la decadencia española por el agotamiento económico y el fin de la hegemonía en Europa. Ninguno de ellos gobernó personalmente, sino que delegaron en personas de su confianza las tareas de gobierno. Son los validos, normalmente un miembro de la nobleza, que asumía la máxima dirección de los asuntos políticos en lugar del rey; actuaban como primeros ministros, aunque carecían de un cargo oficial. Su aparición está vinculada tanto a la creciente complejidad del funcionamiento del Estado como a la despreocupación de los monarcas por los temas de gobierno. Los validos intentaron gobernar al margen de los consejos, mediante juntas formadas por sus partidarios y muchos utilizaron el cargo para enriquecerse por lo que la corrupción se incrementó. El valido se convierte, además en el responsable de los aciertos y errores del reinado, quedando a salvo la figura del rey. FELIPE III (1598-1621), despreocupado por la política, delegó las cuestiones de gobierno en su valido el Duque de Lerma, corrupto e ineficaz. En la política interior el hecho más destacado es la expulsión de los moriscos (1609), minoría que, concentrada en Aragón y Valencia, seguía manteniendo sus costumbres y que eran vistos como un peligro por sus posibles contactos con los piratas berberiscos y los turcos. Se organizó una gran operación naval para transportarlos al norte de África (300.000 aprox.) Su expulsión aumentó la despoblación y fue especialmente grave en Aragón y Valencia donde constituían una mano de obra campesina especialmente hábil en los regadíos. FELIPE IV (1621-1665) tuvo como valido al Conde Duque de Olivares que puso en marcha una serie de reformas con el objetivo de frenar la decadencia política y económica del país. Se trataba de imponer el modelo castellano en todos los reinos para convertir a la monarquía hispánica en un solo estado con una fiscalidad, Administración y derecho comunes. Hasta entonces el principal esfuerzo financiero y humano para la defensa de la monarquía lo había efectuado Castilla, pero esta se hallaba exhausta y empobrecida. Las reformas se centraron en: - Aumentar los recursos: al reducirse tanto la plata que llega de las Indias como los impuestos castellanos por efecto de la crisis económica, planteó como solución aumentar la presión fiscal sobre los otros reinos hispánicos que apenas contribuían a sostener la monarquía. Estas medidas provocaron un conflicto con las leyes e instituciones de estos reinos. - La creación de un ejército permanente compuesto por soldados aportados por todos los reinos según su población y riqueza: la Unión de Armas (1625), provocó el conflicto: El proyecto fracasó por la oposición de las Cortes de la Corona de Aragón, que recelaban de una medida que iba en contra de lo establecido en sus fueros. No obstante, Aragón y Valencia concedieron sendas sumas de dinero (no soldados) y, Cataluña y Portugal, se negaron a colaborar. Pero su autoritarismo y las guerras a las que tuvo que enfrentarse hicieron fracasar este intento centralizador. CARLOS II (1665-1700) permanentemente enfermo e incapaz, accedió al trono siendo un niño, por lo que su madre, Mariana de Austria, ocupó la regencia hasta 1675, confiando el gobierno a validos, a su confesor el jesuita Nithard y a posteriormente a Fernando de Valenzuela. Cuando reinó, Carlos II dejó también el gobierno en manos de sucesivos validos (D. Juan José de Austria, el duque de Medinaceli y el conde de Oropesa), convirtiéndose la corte en escenario de continuas intrigas y luchas de la aristocracia por el poder. Siglo XVII 1
La pérdida de hegemonía en Europa. Los Austrias menores tuvieron unos objetivos similares a sus predecesores: defensa del patrimonio territorial, de la religión católica y del monopolio comercial en América, pero para ello contaban con menos recursos económicos, menos recursos humanos (por la crisis demográfica) y nuevos enemigos como Inglaterra y Holanda. El resultado fue que a lo largo del s. XVII España perdió su hegemonía en Europa y se convirtió en una potencia de segundo orden. Felipe III, forzado por la crisis económica, siguió una política pacifista. Se mejoraron las relaciones con Francia, se firmó la Paz con Inglaterra (favorecida por la muerte de Isabel I) y, lo más importante, se firmó la Tregua de los Doce Años (1609-1621) con las Provincias Unidas (Holanda). Este periodo de paz fue desaprovechado para sanear la Hacienda, pues los gastos de la Corte sustituyeron a los militares. Con Felipe IV se reanudó la actividad bélica. La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) se inició como un conflicto entre el emperador católico austríaco y los príncipes protestantes alemanes y terminó siendo un conflicto europeo, en el que se involucraron numerosos países contra el dominio en Europa de los Habsburgo y en el que lo que estaba en juego era la hegemonía europea. El Conde Duque de Olivares pretendía recuperar la posición internacional de España por lo que participó en apoyo de Austria. Al mismo tiempo, finalizada la Tregua de los Doce Años (en 1621), se reanudó el conflicto con Holanda. Tras una serie de victorias iniciales como la de Breda, que inmortalizó Velázquez, la guerra cambió de rumbo y dio un giro en perjuicio de España. Temiendo la victoria de los Habsburgo, Francia, país católico, intervino en la Guerra de los Treinta Años a favor del bando protestante. El enfrentamiento contra tantos enemigos y los conflictos internos de 1640, llevaron a España al agotamiento y las derrotas se sucedieron (Rocroi, 1643). La Guerra de los Treinta Años finalizó con la Paz de Westfalia (1648), que supuso el reconocimiento de la independencia definitiva de las Provincias Unidas (Holanda), el fin del dominio de los Habsburgo en Europa y el ascenso de Francia como primera potencia europea. Pero la guerra con Francia continuó hasta la firma de la Paz de los Pirineos (1659). Por este tratado España cedía el Rosellón y la Cerdaña a Francia y se acordaba el matrimonio de Luis XIV con la infanta española María Teresa, hija de Felipe IV (esta boda hará posible la llegada de los Borbones al trono español en el s. XVIII). Durante el reinado de Carlos II, la grave crisis económica y nuevas guerras contra Francia a la que entregan algunas plazas fronterizas y el Franco Condado, marcan la pérdida definitiva de la hegemonía a favor de Francia. Su muerte en 1700, pone fin a la dinastía de los Austrias en España. Al morir Carlos II (1700) sin descendencia, surgió un conflicto sucesorio entre los partidarios de Felipe de Anjou (futuro Felipe V, al que había designado sucesor Carlos II), de la casa de Borbón y nieto de Luis XIV y Carlos de Austria, de la rama austriaca de los Habsburgo. El triunfo francés significó el fin de los Austrias en España. La crisis de 1640 y la caída de Olivares. Durante el reinado de Felipe IV, las necesidades financieras de la monarquía a causa de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) obligaron a aplazar las reformas y a recurrir a medidas que agravaron aún más la crisis social y económica, sobre todo en Castilla. Se crearon nuevos impuestos, se pusieron a la venta cargos públicos En consecuencia, el descontento social y la oposición a la política de Olivares se generalizaron por distintas razones: los territorios periféricos (Portugal, Cataluña, Aragón y Valencia) rechazaban las pretensiones unitarias y centralistas de Olivares; la alta nobleza se quejaba del escaso protagonismo que le concedía el autoritarismo del valido y las clases populares denunciaban su agotamiento económico y la presión fiscal que sufrían. Siglo XVII 2
Los conflictos y protestas fueron constantes y se desencadenaron rebeliones en todas partes: Vizcaya, Andalucía, Nápoles y Sicilia. Pero el momento más crítico se alcanzó en 1640, año en que estallaron las rebeliones independentistas de Portugal y Cataluña. - La rebelión de Cataluña (1640-1652) En Cataluña el clima de enfrentamiento era especialmente grave. Con la entrada de Francia en la Guerra de los Treinta Años, Cataluña se convirtió en frente militar y la presencia de tropas castellanas acentuó la tensión al obligar a contribuir a los catalanes, que en las Cortes habían rehusado entregar tributos. Las tropas reales cometieron desmanes en Cataluña estallando enfrentamientos entre los campesinos y los soldados. El 7 de junio de 1640, día del Corpus, conocido como el Corpus de Sangre se inició en Barcelona un motín que terminó con el asesinato del virrey. Cataluña se rebeló contra Felipe IV y la Generalitat acordó ofrecer el título de Conde de Barcelona al rey de Francia que ocupó Cataluña y nombró un virrey francés. Felipe IV convirtió la recuperación de Cataluña en un objetivo prioritario. El cansancio de la guerra y la opresión francesa, que era peor que la castellana, hizo que los catalanes se rindieran en 1652, regresando a la Corona española con la condición de que se respetaran sus antiguos fueros. -La rebelión e independencia de Portugal (1640-1668) Portugal llevaba muchos años soportando los ataques holandeses e ingleses a sus colonias sin recibir ayuda por parte castellana; la guerra europea perjudicaba su comercio y amplios sectores de la sociedad portuguesa rechazaban, además, la presencia de castellanos en el gobierno portugués. No veían, pues, ventaja alguna en continuar bajo la soberanía de los Habsburgo. Las tendencias centralizadoras y el aumento de la presión fiscal generalizaron el descontento. Asimismo, la rebelión catalana propició la sublevación. En 1640, las Cortes portuguesas proclamaron rey al duque de Braganza (Juan IV). Todos los intentos por recuperar Portugal fracasaron y la monarquía portuguesa se consolidó con la ayuda de Francia e Inglaterra. España reconoció su independencia en 1668, ya en el reinado de Carlos II. En torno a ese mismo año surgieron otros conflictos en Andalucía, Vizcaya, Nápoles y Sicilia que fueron más fáciles de someter. Todos estos acontecimientos provocaron la caída de Olivares en 1643 y contribuyeron al desplome definitivo de la monarquía hispana en su lucha por la hegemonía europea. La crisis demográfica y económica. El siglo XVII fue una etapa de crisis económica en casi toda Europa pero en España fue más grave y profunda. La población descendió (de ocho millones en 1600 a siete millones en 1700). Ese descenso afectó más a al interior que a las zonas periféricas. Las causas fueron: el aumento de la mortalidad debido la propagación de epidemias, las guerras constantes, el incremento de la emigración y el aumento del número de clérigos. Esta situación se vio acentuada por la expulsión de los moriscos (1609), sobre todo en Valencia y Aragón. La crisis económica fue generalizada tanto en la agricultura, donde falta mano de obra y la presión fiscal es muy fuerte, como en la ganadería, ya que las guerras frenaban la exportación de lana, o en la artesanía por la escasa capacidad de compra de la población y la competencia de los países del norte de Europa a la que se une la disminución de la demanda americana. Además, el contrabando inglés y holandés hundió el monopolio comercial con América. Solo la Corona de Aragón, al margen de la aventura americana y de las cargas de mantenimiento del Imperio, sufrió la crisis con menor intensidad. Crisis fiscal: Dos siglos de guerras continuas llevaron a la bancarrota al estado español, en un momento en el que además disminuye el volumen de oro y plata procedente de América. Esto llevó a la Corona a buscar nuevas fuentes de ingresos como la creación de nuevos impuestos, la venta de cargos públicos, la venta de privilegios nobiliarios o manipulaciones monetarias como Siglo XVII 3
acuñar moneda de vellón de cobre, sin plata o con muy poca mezcla- que provocaron una fuerte inflación y un desbarajuste monetario. En la sociedad española se mantuvo el crecimiento de los grupos privilegiados e improductivos. La nobleza aumentó a consecuencia de las ventas de títulos pero vio disminuir sus rentas y tuvo que endeudarse para mantener su nivel de vida. El número de religiosos creció, no por el aumento de vocaciones sino por la necesidad de buscarse un medio de vida. Mientras que la burguesía iba desarrollándose en los países del norte de Europa, en España retrocedió e hizo suyos los ideales nobiliarios: vivir de las rentas y el abandono de cualquier riesgo empresarial, comprando tierras y títulos nobiliarios. El campesinado fue el sector más afectado: sufrió un proceso de empobrecimiento y muchos se vieron abocados al bandolerismo o a la emigración. En las ciudades aumentó el número de criados y de población marginal, mendigos y pícaros bien descritos en la literatura. Los valores del honor, el rechazo del trabajo manual, la limpieza de sangre, etc. marcaron la mentalidad social de la época. Ante la decadencia española hubo una gran cantidad de propuestas o informes económicos y políticos dirigidos al rey, en los que se analizaban los problemas del país y se proponían diversas soluciones para proporcionar a la Hacienda nuevos ingresos, los llamados arbitrios. Pero hacia 1680 empieza a haber síntomas de recuperación que hacen posible la expansión demográfica y económica de la centuria siguiente. Siglo XVII 4
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