TERTIUS ORDO REGULARIS SANCTI FRANCISCI CONSILIUM GENERALIS Prot. 8/2008 Carta del Ministro General y del Consejo General a todos los Hermanos y Hermanas de la Tercera Orden Regular de San Francisco de Asis por la Pascua, 2008 HEMOS PASADO DE LA MUERTE A LA VIDA PORQUE AMAMOS A LOS HERMANOS Nos dirigimos una vez más a vosotros, queridos hermanos y hermanas, en esta ocasión con motivo de la Pascua del Señor. Durante el tiempo de cuaresma nos hemos esforzado para quitar los obstáculos que impiden nuestra conversión sincera al evangelio.durante la semana santa hemos contemplado no lo que nosotros hemos hecho sino lo que Dios ha hecho por nosotros en Jesucristo. El cristianismo, en efecto, es una experiencia de fe mediante la cual aceptamos la salvación gratuita de Dios en Jesucristo, entregado por nosotros y resucitado por nuestra justificación ya que, como todo es gracia, nos dirá Pablo, todo depende de la fe. Una fe que nos mueve a valorar lo que Cristo valoró, a poner en práctica las bienaventuranzas. Dios resucitó a Jesús, el crucificado, como esperanza y compromiso para todos nosotros. Todos nosotros somos testigos de esto ya que hemos recibido el don del Espíritu Santo. Por eso, como los primeros cristianos, también nosotros somos constantes en la escucha de la Palabra, en el partir el pan, en la oración, en el
compartir lo que somos y tenemos con los demás. Y lo hacemos con mucha alegría, ya que el Espíritu de Jesús nos ha dado sus frutos que son el amor, la libertad y la alegría. Durante todo el tiempo de la Pascua nos abriremos a la esperanza, a la alegría y al futuro que es de Dios. Ahora bien, Dios ha resucitado a Jesús, a quien vosotros crucificasteis y lo ha constituido Señor y Mesías, derramando sobre todos el Espíritu Santo prometido (Hechos 2). Pero la pregunta que nos hemos de hacer es esta: y nosotros hemos resucitado con Cristo? San Juan nos da la respuesta cuando dice: Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos (1 Jn 3, 13) y más adelante afirma: hemos comprendido lo que es el amor porque El dio su vida por nosotros; también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos (1 Jn, 3, 16). Por eso, hermanos y hermanas, nuestro primer apostolado y el signo de que Cristo ha resucitado y nosotros con él, es crear fraternidad, vivir el evangelio, pero en fraternidad. De hecho, la dimensión comunitaria se está convirtiendo en uno de los rasgos más fuertes y destacados de la espiritualidad contemporánea. La renovación de la Vida religiosa depende, por consiguiente, de la vivencia de este principal signo de los tiempos, obra del Espíritu. Sería una verdadera lástima que nosotros los franciscanos no supiéramos captar esta voz del Espíritu. San Francisco fue el hermano de todos, creador de fraternidad. Dios nos ha llamado, como llamó a los primeros cristianos y a los primeros hijos de san Francisco, a vivir el misterio de la vida fraterna y nosotros hemos abrazado esta forma de vida. Conviene recordar, sin embargo, que en la comunidad no se es ya hermanos, sino que se llega a ser hermanos por un camino nada fácil. 2
Por eso la comunidad ideal, perfecta, no existe todavía. Hay que contar con los conflictos, con las tensiones y así abrirse cada día al perdón y a la reconciliación ya que toda comunidad es una realidad conflictiva y los conflictos pueden ser signo de vitalidad y una llamada a la conversión, un factor de crecimiento y de madurez a través del diálogo. El saber empezar siempre de nuevo forma parte de nuestro camino de conversión continua. Lo primero que hay que aprender es a comunicarse. Educados en una espiritualidad individualista nos cuesta alcanzar una comunicación más amplia, más intensa y más profunda. Desafortunadamente, tendemos a dedicar más tiempo a temas secundarios que a nuestra vida espiritual, a pesar de ser una realidad más importante. Nos resulta mucho más fácil platicar de deportes y de espectáculos que de la fuente viva del amor gratuito de Dios, fundamento y razón de nuestra existencia. Necesitamos un cambio de mentalidad, una conversión hacia una espiritualidad de comunión espiritual fraterna ( Karl Rahner ) en donde se compartan el camino de la fe y el propio carisma. Cuando no se da esto caemos en una insensibilidad o en un distanciamiento respecto a los problemas de los demás que no es más que una ausencia de relación. Como consecuencia, se buscan relaciones significativas fuera de la comunidad, no como complemento de algo que ya se tiene, sino como compensación de una realidad inexistente, causada por la pobreza de comunicación. Por lo tanto para vivir en comunidad y para crecer juntos hay que comunicarse. Podríamos decir que no se trata de hablar del hermano, sino de hablar al hermano, entrando en comunión con él mediante el diálogo. En el verdadero diálogo no hay vencidos. Todos son vencedores porque todos se enriquecen. El diálogo significa aprender a recibir, no solo de Dios sino también de aquellos que están a nuestro lado. Esto se consigue a base de mucho amor que es la puerta del verdadero diálogo. Otro rasgo importante para aumentar en calidad nuestra vida fraterna consiste en el compartir. Compartir lo material, viviendo juntos en una misma casa, pero una auténtica vida fraterna va mucho más allá que el uso común de las cosas. La vida en común puede admitir cierta flexibilidad con tal que haya una verdadera vida fraterna. 3
Otro momento importante para compartir son las comidas, porque el comer juntos, charlar amigablemente, es signo y causa de unión y de comunión fraternas. Compartir también la vivienda practicando la hospitalidad con discernimiento, pero siempre con espíritu generoso y acogedor, no solamente con los de fuera sino también con los de dentro. Queremos decir que una comunidad que no tiene tiempo, por ejemplo, para los enfermos, significa que ella está enferma de verdad. La paz y el gozo de estar juntos sigue siendo uno de los signos del Reino de Dios. La alegría de vivir, aun en medio de las dificultades del camino humano y espiritual y de las tristezas cotidianas, forma ya parte del Reino. Esta alegría es fruto del Espíritu Una fraternidad sin alegría es una fraternidad que se apaga. Muy pronto sus miembros se verán tentados de buscar en otra parte lo que no pueden encontrar en su casa Por otra parte este testimonio de alegría suscita un enorme atractivo hacia la vida religiosa. Es una fuente de nuevas vocaciones y un apoyo para la perseverancia. Estas palabras del documento Vida fraterna en comunidad (n. 28) dan mucho que pensar. Hay que saber compartir también la estima mutua y la afectividad ya que todos necesitamos amar y ser amados y ser valorados no solamente por lo que tenemos o por lo que hacemos sino sobre todo por lo que somos. Procuremos compartir también las penas y las alegrías con los hermanos y amigos. Finalmente, hay que aprender a compartir la oración de una manera sencilla pasando de la lectura de la palabra a compartirla juntos enriqueciéndonos mutuamente. La eucaristía concelebrada y la oración en común diaria son momentos privilegiados para esto. 4
Como San Francisco lo hizo hace muchos años, también nosotros podemos decir con el corazón agradecido: El Señor me dio hermanos. Seamos en verdad hermanos unos de otros para celebrar así este don. Que la alegría y la esperanza que nos ha traído Cristo Resucitado y que llenó el corazón de su Madre María, llene también vuestros corazones, sobre todo en este tiempo de Pascua. Roma, 20 de marzo 2008 p. Michael J. Higgins, TOR p. John Kochuchira, TOR Ministro General Vicario General p. Bernat Nebot Llinás, TOR p. Amando Trujillo Cano, TOR 1 Definidor General 2 Definidor General fr. Mark McBride, TOR 3 Definidor General p. Pierangelo D Aiuto TOR Secretario General 5