Primera Lectura: Ez 34, 11-12.15-17 Salmo 22, 1-2ª.2b-3.5.6 Segunda Lectura: 1Corintios 15, 20-26.28 Señor Jesús, que tu Palabra penetre mi ser de tal manera, que no me acomode al mundo que vivo, sino me transforme renovando mi mente, a fin de distinguir aceptar y cumplir tu Voluntad, lo bueno, agradable y perfecto La solemnidad de Jesucristo Rey del Universo fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925 para afirmar la soberanía de Cristo sobre la humanidad y las instituciones. Posteriormente la celebración fue movida al final del año litúrgico dándole un nuevo sentido: Cristo es Rey porque es el centro de toda la historia universal. Es el alfa y el omega y su reinado acontece en las personas con su mensaje de amor, justicia y servicio.
Qué clase de rey es Jesús? Jesús como sabemos se negó a ser proclamado rey. Más tarde, como ya lo mencionaba, la Iglesia proclamó rey al Resucitado, al Cristo, ligando de esta manera su reinado a los reinados de este mundo. Pues estaba hecho con valores de imposición y sacralización de la autoridad, de arbitrariedad y absolutismos. Jesús mismo nos responde a la pregunta. Ante Pilato no se niega a confesar su realeza Entonces, tú eres rey? Yo soy rey. Para eso he nacido, para eso he venido al mundo, para atestiguar la verdad (Jn 18,37). Pero le hizo ver que era distinta a las realezas humanas. Más que un Cristo Rey Celeste como nos lo presenta la iconografía cristiana, la liturgia de la Palabra de este último domingo del año litúrgico resalta la realeza de Cristo servidor, Hermano, Pastor, Obispo. Un Cristo hecho iglesia o comunión humana en palabras del teólogo. (Pikaza, 2014) En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme." Entonces los justos le contestarán: "Señor, cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis." Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos contestarán: "Señor, cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistirnos?" Y él replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo." Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»
El relato de Mateo es una parábola que evoca el juicio final de todos los pueblos. Toda la escena se concentra en un diálogo entre el Juez (Jesús Resucitado) y dos grupos de personas: los que han aliviado el sufrimiento de los más necesitados y los que han vivido negándoles su ayuda. Profundicemos un poco en la enseñanza que esta parábola quiere darnos Dios asume el lugar del necesitado y juzga desde aquí Quien desatiende al necesitado desatiende al mismo Dios. La historia nos ha demostrado que las sociedades insolidarias como la del tiempo de Jesús, con el pretexto de conservar su status y buen nombre han procurado evitar los asesinatos directos. Por eso, ante la muerte de los desechos de la sociedad aparentemente nadie tiene la culpa: los mata el hambre o el frío, o la soledad de una cárcel, o a lo mejor sus propios descuidos. Por eso pueden dormir con la conciencia tranquila, la situación de esos no es responsabilidad directa de nadie. Jesús reaccionó contra este modelo de sociedad hipócrita. Y declaró con vehemencia que su Padre tarde o temprano pediría cuentas de todas estas muertes En la parábola, Jesús trataba de despertar la conciencia social y hacer ver la responsabilidad que todos tenían en la injusticia estructural del poder de dominio. Si Dios-Padre va a establecer un juicio, es porque hay responsabilidad en un pecado social. Frente al dolor, la opresión o la muerte de un hermano, la sociedad debía examinar su responsabilidad.
La parábola dejaba en pie esta verdad escandalosa: dejar sufrir al hermano necesitado, no rescatarlo de su necesidad, era como si se le hiciera eso al mismo Dios. Y dejar morir al hermano necesitado era como dejar morir al mismo Dios. Mejor, era como asesinar al mismo Dios. La parábola tiene una fase de maldición: Apártense de mí, malditos, con lo cual quiere decir Jesús que jamás su Padre puede estar con quienes cierren su corazón y sus manos a la misericordia, así no sean conscientes de que su Padre y los pobres se identifican. La conciencia de Jesús frente al ateísmo implicado en la desatención del pobre. Ni la sociedad, ni las personas se pueden desentender del pobre y necesitado que llega a su puerta, pues ellos son el mismo Dios-Padre que pide socorro. Jesús identifica a Dios con el pobre, con todas sus consecuencias Por eso habla de que lo que se le haga a uno de los hermanos más necesitados, eso mismo se le hace a Dios. Siempre que se nos olvide esa identificación escandalosa que hace Jesús de Dios con el pobre, caeremos en la tentación de creer que es herejía llegar a hablar de la centralidad del pobre en la teología cristiana. Ni Dios, ni Jesús pierden la centralidad. Se trata más bien de que haya que pensar al pobre unido a la centralidad del amor, definición de Dios. Porque Dios se define como amor (1 Jn 4, 16), el pobre ocupa la centralidad de Dios, puesto que es en él donde está la mayor necesidad de amor. Jesús insiste en que a Dios no se le define desde la fría ortodoxia, sino desde la vida, desde donde la vida peligra y desde donde hay vida donada Dios y el pobre se unen en la centralidad del amor: y esto debe tener un premio o un castigo, según sea nuestra respuesta. Cómo hacer que en la propia vida reconozcamos a Dios, al reconocer al empobrecido. Asomémonos por un instante a nuestra propia conciencia donde están estos dos modelos que pujan por adueñarse de ella: el de una sociedad cerrada ante el dolor del prójimo que muere como un desconocido, como un desecho y como un abandonado de Dios y el de una sociedad llamada a crear fraternidad, solidaridad e igualdad que saben ver en el prójimo al mismo Dios De estos dos modelos quedémonos con el que identifica un verdadero cristiano.
El Reino de Dios, visto desde esta parábola, es la realidad que no cuenta entre los suyos a quienes cerraron su corazón y sus manos a los empobrecidos, aunque no hubieran sido conscientes de la identificación que estos tienen con el mismo Dios. El Reino de Dios exige comunidades que asuman, con todas sus consecuencias, la identificación que el mismo Jesús hace de los empobrecidos con su Padre Celestial. Si nuestras comunidades lo hicieran, seguramente otra conciencia habría en el mundo acerca de los empobrecidos, oprimidos y excluidos. Eleein Paola Navarro González O.P.