LA MÁQUINA DE HACER RETROCEDER EL TIEMPO



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Transcripción:

LA MÁQUINA DE HACER RETROCEDER EL TIEMPO Aquella tarde, rodeada de trastos en medio de la buhardilla de casa, la niña se dio cuenta de que podía hacer retroceder el tiempo. Era un día normal de cualquier año normal en la vida de una niña normal de 7 años, sólo que precisamente aquel día, le apetecía hurgar entre los cacharros recubiertos de polvo de allá arriba. Las muñecas estaban bien al principio, pero luego acababan siendo aburridas y tediosas, y le exasperaba sobremanera que todas tuvieran el pelo rubio oxigenado. Así que esa fastidiosa tarde de agosto decidió subir a lo más alto de la casa para averiguar si tal vez su madre ocultaba algún tesoro escondido entre las cajas y del cual no le había querido confesar su existencia. Y allí estaba ella. Hacer retroceder el tiempo no es difícil, solo necesitas una máquina especial; pero esta máquina es rara de encontrar. No se vende en las tiendas normales ni tampoco la tienen en los lugares más sofisticados, sino que la custodian unos pocos científicos muy importantes del país y quizás alguno del extranjero- y no suelen ser muy amigos de prestársela a los demás. No obstante, hacer retroceder el tiempo es algo muy emocionante y merece la pena hacerse con uno de los escasos ejemplares simplificados que se fabrican de ella. En primer lugar, si eres el feliz propietario de una de estas máquinas podrás conseguir que todas las cosas que están a tu alrededor vayan hacia atrás en el tiempo; así, si te apetece seguir comiendo pastel de chocolate pero ya te lo has acabado todo, puedes hacer que el tiempo retroceda, por ejemplo, diez minutos, y volver a 1

comer pastel de chocolate otra vez. Si tiras sin querer un jarrón y tu madre te regaña puedes volver a atrás y evitar el terrible accidente. O lo que es mejor, puedes pedirle algo a tu abuela de una manera y, si ves que no funciona, regresar al punto de partida e intentarlo una y otra vez hasta que por fin des con la fórmula adecuada y aciertes: Puedes suplicarle y rogarle, o puedes probar a colmarla de besos y abrazos, o quizás prometerle que te portarás mejor de aquí en adelante o bien, si nada de esto funciona, romper a llorar. Al final conseguirás que la abuela te haga caso, evitar el rapapolvos de Mamá y comer tarta de chocolate sin parar. Pero, ojo!, no todo son ventajas. Que seas capaz de hacer retroceder el tiempo no quiere decir que tú también lo hagas, por lo que hay que andarse con mucho cuidado. La cuestión es la siguiente: Si la Abuela no tiene intención de ceder de ninguna de las maneras, al final no cederá. Solo conseguirás que te piquen los ojos de las lágrimas y te duela la cabeza. Que consigas esquivar la bronca de Mamá esta vez no quiere decir que vayas a tener la máquina a mano para la próxima, no señor. Y si comes mucho pastel de chocolate al final te empacharás. Y por qué? Sencillamente porque esta máquina tiene el poder de hacer retroceder el tiempo pero no de hacerte retroceder a ti. Por no decir que solo trabaja en una dirección. Si retrocedes y te arrepientes, luego no puedes volver; tienes que esperar a que pase el tiempo de manera natural. Así es como, aquel día cualquiera de un mes de agosto cualquiera, la niña se topó con un ejemplar de la maquina de hacer retroceder el tiempo en la misma buhardilla de su casa! El feliz hallazgo vino a ella de golpe, inesperadamente, cuando estaba revolviendo entre unas muñecas de trapo viejas de esas de cuando la Abuela era pequeña. En el fondo del baúl había una caja de cartón recubierta de polvo que al principio no se molestó ni en mirar. 2

Le parecía que debía ser una de esas aburridas cosas llenas de cables que solía guardar Mamá entre los juguetes de ella. Sin embargo, una vez hubo vaciado todo el contenido del baúl, se detuvo a contemplarlo. Se dio cuenta entonces de que la foto que estaba ilustrando la tapa de la caja que había dentro era de un cacharro que no le resultaba familiar. Movida por la curiosidad restregó la manga de la chaqueta por encima para quitarle el polvo y contemplar mejor qué era. Lo observó detenidamente sin llegar a discernir de qué se trataba. Le llamó la atención lo grande que parecía y su forma rectangular. Vaciló durante un instante, pero sabía que debía extraer la caja para estudiarlo mejor. Extendió sus largos brazos y tiró con fuerza. - Buf!, qué duro está!- exclamó. Volvió a tirar y esta vez notó como la caja se aflojaba y cedía hasta que finalmente salió de golpe, como impulsada por un muelle, y la niña se cayó bruscamente de culo en suelo con la caja en el regazo. El golpe le dolió pero no lloró, ya era una niña mayor. Además, no tenía tiempo que perder, pues estaba segura de que si su madre la pillaba con las manos en la masa le pegaría una buena regañina. Ya estás revolviendo mis cosas!, le diría. Una vez que tuvo la máquina entre sus manos no logró averiguar para qué servía ni cómo se utilizaba. No traía manual de instrucciones y las letras metálicas que había en la parte superior de la misma eran ininteligibles. No sabía en qué idioma estaba escrito aquello pero ella dedujo sabiamente que debía ser chino por la forma rara que tenía la caligrafía. Le dio la vuelta y por fin encontró algo entendible: Hecho en Taiwán rezaba la placa de plástico. La niña se preguntó dónde quedaría Taiwán, si estaría en China o sería un país de por allí, o si estaría en América. Quizás sea otra ciudad, se 3

dijo, pero en cualquier caso no debía estar cerca pues el nombre no le resultaba familiar. La máquina era toda negra y poseía una manivela que la niña giró pero que al principio pareció no funcionar. Entonces la niña miró dentro de la caja a ver si encontraba un cargador, no siendo que la máquina careciese de batería y por eso no funcionase. Siendo tan grande le hará falta un cargador también muy grande, pensó. Pero en su interior no halló cargador ninguno, sino otro utensilio muy diferente que no tenía nada que ver: Una cinta de vídeo. Y en la tapa de la misma había un cartel amarillento y escrito a mano donde se leía: No se puede rebobinar hacia adelante. La niña no tenía ni idea de cómo hacer funcionar aquel cacharro tan viejo, sin embargo la intuición le dijo que debía introducir la cinta por la ranura de la máquina si quería ver algo, y así hizo. Esperó a que pasara alguna cosa pero nada ocurrió. Sacó la cinta y probó a introducirla de otra manera pero tampoco funcionó. Volvió a intentarlo como estaba, limpiándola un poco previamente, pero seguía sin moverse nada. No funciona, pensó. Quizás le faltaba algo. Volvió a mirar en la caja y en el baúl pero no halló nada. Qué faltaba entonces? Será que no la he enchufado claro, debe ser eso. Buscó un cable, entonces, que pudiera estar enredado al cuello de la máquina pero allí no había ninguno, así que probó a levantar la tapita de debajo a ver si estaba por allí. Fue entonces cuando vio el botón, el botón que haría retroceder el tiempo y lo apretó. La luz se hizo de golpe y tras un par de ruidos secos, un lugar diferente se apareció delante de ella. Estaban todos en un parque, al lado del río, y al fondo se veía una gigantesca noria que daba vueltas lentamente y que sobresalía 4

por encima de los edificios. En el parque se estaba celebrando una fiesta de cumpleaños y había tarta, patatas fritas, zumos, refrescos, té con leche, bocadillos y una piñata. Olía mucho a jengibre y chocolate. Varias personas, todas ellas adultas, estaban conversando de cosas de mayores. También había niños, la mayoría bastante más pequeños que ella. Se fijó en los mayores de nuevo: Había una mujer rubia, otra pelirroja, un hombre con bigote y oh, qué sorpresa!, también estaba la Abuela! Pero no, espera, no solo estaba la abuela también estaban Mamá y Papá! Hacía mucho tiempo que la niña había dejado de recordar a su padre. De hecho no sabía si lo recordaba exactamente, pero en su cabeza tenía una imagen mental de él o de cómo le había contado Mamá que era. Era muy bueno y la quería mucho; se lo había dicho Mamá y las madres nunca mienten. Así que no necesitó preguntárselo a nadie porque ella ya sabía que ése era su padre. - Papá! gritó con la ilusión de volver a hablar con él después de tanto tiempo, pero Papá no contestó. Había barullo y volvió a gritar. - Papá! silencio. Volvió a intentarlo. - Papá, Papá!, ven! En esos momentos vio a una niña que se acercaba a Papá y Papá venía a ella y la recogía en brazos y la subía a caballito. Se fijó en la cara de la niña, era como ella. No, no era como ella. Era ella pero más pequeña. Era ella la que estaba allí. Estaban hablando y había mucho jaleo y luego todo el mundo se puso a reír. Papá, aún con ella en brazos, le dijo: - A qué no sabes que viene ahora? - No respondió la niña- qué viene? - No lo sabes?- inquirió él y la niña negó con la cabeza. 5

- De verdad que no lo sabes? repitió. - No dijo ella no lo sé. - Pues ahora viene el Cumpleaños Feliz, vamos a cantarte el Cumpleaños Feliz, que es lo que se le canta a los niños cuando cumplen años y se hacen grandes. - Y podré soplar las velas? - Claro, después de que te cantemos. Primero se canta y luego se soplan las velas, pero tendrás que pedir un deseo. - Puedo pedir el deseo que quiera? - Claro hija, lo que quieras. Pero tienes que guardártelo para ti y no decírselo a nadie porque sino tu deseo no se cumplirá. Vale? - Vale pero - Dime. - Oye papá, y cuántos años tengo? - Cuatro. Hoy cumples cuatro añitos. - Ya soy más grande que el primo? - Un poquito más. Entonces le cantaron el Cumpleaños Feliz y la niña sopló las velas. Mientras lo hacía deseó con todas sus fuerzas volver a ver a su padre así que volvió a girar la manivela de la máquina que hace retroceder el tiempo. Cuando terminó volvió a ver a la Abuela, a Mamá, a la señora rubia, a la señora pelirroja y al del bigote. - Papá!, papá, ven! - Mi niña! - Papá! Fue corriendo hacia él como anteriormente y Papá volvió a subirla en sus hombros y a hablar con ella. A qué no sabes qué 6

viene ahora?, no lo sabes?, de verdad que no lo sabes? Y le volvió a decir que le cantarían el Cumpleaños Feliz y que debía soplar las velas y pedir un deseo, pero que el deseo se lo debía guardar para ella porque sino no se cumpliría. Cuando terminó de soplar las velas, volvió a girar la manivela. - Papá!, papá ven! A la siguiente vez pasó lo mismo y de nuevo la niña volvió a girar la manivela después de soplar las velas. Y luego otra vez y otra y otra. Al final la niña ya no se sentía tan feliz. Ahora sentía desasosiego, tristeza. Ella quería volver a ver a su padre pero ya se sabía de memoria la conversación, así que cuando de nuevo le tocó volver a darle vueltas lo hizo más fuerte y con más ganas, durante más tiempo. Y todo cambió. Supo entonces que se encontraba dentro de Mamá. Ella ya era mayor, sabía que a los niños no los traía la cigüeña, sino que antes de nacer están dentro de las tripas de las mamás. Había que ser muy tonto como para tragarse lo de la cigüeña. No obstante, no se imaginaba así la tripa. Estaba todo muy oscuro, mucho más de lo que pensaba y le costaba ver, a pesar de que había un rayo de luz. Gracias a ese rayo pudo mirarse las manos: Oh, qué horror!, qué manos más raras!. Observó también que tenía un grueso cordón que le salía del ombligo y que iba a parar a alguna parte de Mamá. De repente se dio cuenta de que sus manos no eran tan raras, sino bien normales y hermosas y que ella se sentía muy a gusto allí dentro. Se vio a sí misma, vio su cara, y aunque cambiada, vio que era la misma. Vio que era ella misma. Ni siquiera le importó que estuviera calva. Se sentía muy feliz ahí dentro y hacía calorcito. Además, sentía como Mamá la protegía. No quería abandonar aquel lugar tan reconfortante. 7

En ese preciso momento oyó voces. Era como un susurro que venía de lo más profundo. Es Papá se dijo. Qué más podía pedir?, estaba con Mamá que la protegía y le daba calor. No sentía hambre, no sentía sed, solo bienestar, y también estaba allí Papá, que la hablaba. Seguro que también le cantaría el Cumpleaños Feliz como en la fiesta. En ese preciso momento Mamá dijo algo. Al principio no lo entendió muy bien así que volvió a girar la manivela para escucharlo de nuevo. Nada. No se daba cuenta. Lo volvió a repetir. Otra vez. Nada. Vuelta a empezar. Nada. De nuevo. Nada, no había manera. Pero después de unas cuantas veces finalmente la niña alcanzó a entender qué es lo que estaba pasando. Qué tonta había sido estaban decidiendo su nombre! - Maggie dijo Papá. A mí me gusta Maggie. - Maggie repitió Mamá con voz queda Maggie - Y bien? - Me gusta respondió ella me gusta Maggie. - Maggie dijo Papá. - Maggie dijo Mamá otra vez. Maggie, Maggie, Maggie Maggie, Maggie, Maggie... Maggie. Maggie! Maggie!, Maggie! - Maggie!, dónde estás?, dónde te has metido?, Maggie, cariño!, no te encuentro!, estás en la buhardilla? 8

Fue en ese preciso instante cuando la niña salió de la ensoñación en la que había estado metida hasta entonces. - Maggie! volvió a gritar su madre- Maggie, cariño!, he hecho pastel de chocolate, no quieres venir a probarlo?, anda baja, no me hagas subir a la buhardilla. Mmmm pastel de chocolate!!! - Voy corriendo! Al oír la frase pastel de chocolate a la Niña Maggie se le hizo la boca agua; así que sin pensárselo ni un minuto más levantó el aparato del regazo y lo colocó en el suelo. Sin mediar palabra salió escaleras abajo. Pero con las prisas a la Niña Maggie se le olvidó apretar el botón de apagar y la máquina siguió funcionando. Una y otra vez el objetivo proyectaba en la pared la misma imagen: Una fiesta de cumpleaños de una niña pequeña, rubia y de ojos verdes, que sopla las velas en brazos de su padre mientras los demás le cantan el Cumpleaños Feliz. Y al fondo, una noria que está girando una y otra vez. Gira, gira y gira sin cesar. Exactamente igual que las agujas de un reloj mientras transcurre el tiempo. (26 / 10 / 2008) 9