Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe www.virgendeguadalupe.org.mx Versión estenográfica de la Homilía pronunciada por S. E. Mons. Víctor René Rodríguez Gómez, Obispo de la Diócesis de Valle de Chalco, en la peregrinación de su diócesis a la Basílica de Guadalupe. 8 de julio de 2015 Queridos hermanos, desde los días que tenemos preparando este momento, y particularmente el día de hoy, de nuestro peregrinar no nos hemos cansado de decir: Vamos con alegría al encuentro de María! Ha sido como la motivación que nos trae a postrarnos a los pies de nuestra Santísima Madre. Por eso, queridos hermanos, hoy quisiera que juntos nos dirigiéramos a la Santísima Virgen, la Madre de Dios por quien se vive. Y a ti Madrecita nuestra, Santa María de Guadalupe, hemos venido cuando estamos cumpliendo doce años como diócesis, y queremos vivir contigo, Madrecita, una experiencia de fe, de esperanza y de esfuerzo para hacer cada día mejores hermanos y mejores hijos tuyos. Te traemos en este día tan especial, como nuestra mejor ofrenda, a un pequeño grupo de mujeres. Mujeres generosas y valientes, que han querido seguir a tu hijo de manera incondicional: nuestras religiosas que parecen pocas, pero son una gran fuerza para la pastoral y para la vida espiritual de nuestra diócesis. Ellas han dedicado su vida al servicio del Evangelio, entendido como caridad sin límites, como esperanza en el reino como un total desprendimiento de las seguridades que brindan los bienes materiales. Y como la fe que nos adelanta la confianza incondicional en las grandezas del Reino de Dios que están por venir. A ellas, Madrecita, a quienes llamamos Consagradas las traemos como una ofrenda especial en este día y en este año de la Vida Consagrada. También junto con ellas te traemos a quienes por medio de los consejos evangélicos han consagrado su vida al Ministerio Sacerdotal. Pero no todo es vida y dulzura en nuestro pueblo, pues, también tenemos que decirte que muchos de tus hijos en nuestra diócesis no tienen trabajo seguro para una vida digna. Muchos de nuestros jóvenes no tienen una oportunidad para estudiar, prepararse y aspirar con confianza a fundar su propia familia.
También, muchos de tus hijos sufren asaltos todos los días, secuestros, extorciones y distintas amenazas a su seguridad o sufren también graves faltas de respeto a su dignidad humana. Por eso venimos hoy, Madrecita, a tu casa para escuchar la Palabra de tu Hijo, que recibimos con especial devoción. Palabra que trae para nosotros grandes signos de esperanza, porque nos confirman la misión que cada vez conocemos, amamos y asumimos con mayor intensidad en nuestra diócesis. En la lectura del Génesis, hoy, hemos escuchado la historia de José. Y ahí nos enteramos que en aquellos días también en Egipto hubo una gran hambre y el pueblo reclamaba al faraón. Y el faraón le dijo: diríjanse a José y hagan lo que él les diga. Y José abrió los graneros y repartió raciones a los egipcios. Y también de todos los países vecinos venían a Egipto, para comprarle a José. Hoy tu pueblo, también, tiene hambre! Hay mucha pobreza, pero sobretodo tenemos hambre y sed de justicia. José era figura de tu Hijo. Y hoy nos vuelves a decir, como en aquellas Bodas de Caná: diríjanse a Jesús y hagan lo que Él les diga. Porque hemos recibido promesas y más promesas, de hecho acaban de pasar las elecciones y las campañas fueron intensas hasta el cansancio. Y hoy estamos aquí para pedirte, para decirte: que confiamos en ti, porque nunca nos has fallado, pero tampoco esperamos tu auxilio como por arte de magia. Tienes mucha razón cuando nos dices: diríjanse a Jesús y hagan lo que Él les diga. Y Jesús llamó a los doce y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar todas las enfermedades y dolencias, como lo mucho que le duele a nuestro pueblo. Ya antes les había invitado a contemplar la abundancia de la mies y la escasez de obreros para la siega y los invitó también a orar al Padre, para que envié trabajadores a su campo. Pero los fue enseñando poco a poco, al principio los mandó a las ovejas descarriadas de la casa de Israel y les recomienda que no vayan a tierra de paganos, ni a Samaria. Empezaba, de hecho para ellos, la experiencia misionera que sería plena, cuando llenos del Espíritu Santo el día de la Ascensión los enviaste, también, a todos los confines de la tierra a predicar el Evangelio a toda creatura. Efectivamente, basta levantar nuestra mirada para comprobar que en nuestra diócesis la mies es mucha y hace falta muchos obreros que nos sumemos en tu campo.
Esta Semana Santa que pasó, muchos fieles cristianos de nuestra diócesis vivimos una hermosa experiencia misionera y nuestro pueblo tuvo también mucho signos de esperanza, tanto los misioneros, como las familias visitadas. Para estas vacaciones de verano nos estamos preparando, te traemos este gozo, porque queremos llevar a todos los niños un mensaje de paz, de reconciliación y de esperanza mediante la próxima misión infantil. En nuestra escuela de formación en la fe Fray Martín de Valencia, ya los cursos para los cristianos comprometidos en el apostolado están a la puerta. En la Fiesta de Pentecostés novecientos Ministros Extraordinarios de la Eucaristía, de la Palabra y de la Caridad han renovado su compromiso. Los catequistas están comprometidos en renovar y fortalecer los procesos de la iniciación cristiana con más atención a los niños y con más catequistas. En cuanto a la atención pastoral de la familia y de los jóvenes todavía nos falta mucho por hacer, pero nos estamos preparando para tener en el próximo CONAJUM (Congreso Nacional Juvenil Misionero) una excelente presencia que nos permita crecer en la diócesis con espíritu juvenil y misionero. Y muchos jóvenes convocados por la Antorcha Guadalupana han venido hoy a la peregrinación y estamos seguros que el próximo año vendrán muchos más. Saludos a todos los jóvenes, especialmente a los que caminaron desde anoche, des la región de Tepetlixpa y trajeron también un signo de esperanza y de luz a lo largo de nuestra diócesis y hasta llegar y sumarse con los demás jóvenes, para darle el toque de alegría a nuestra peregrinación, especialmente en este caminar desde Peralvillo y a su entrada gozosa a la Casa de María. Queremos comprometernos, especialmente, para que los jóvenes sigan inspirados en la vocación misionera, para que juntamente con quienes tenemos la tarea de promover las vocaciones sacerdotales y religiosas, encontremos en la juventud una fortaleza que anime a nuestra diócesis y que anime el caminar de todas y cada una de nuestra parroquias. Hoy muchos jóvenes convocados por la Antorcha Guadalupana han venido a la peregrinación y estamos muy contentos por ello, y estamos muy orgullosos de ellos. Algunas veces hemos tenido miedo de comprometernos, pensamos que las cosas son difíciles, pero hoy nos han dado una muestra de que efectivamente se puede. Como, también, la experiencia misionera de la Semana Santa nos permitió descubrir la gran fortaleza de nuestro pueblo y de los distintos fieles conscientes de su bautismo y entusiasta en compartir su fe con los demás.
Sabemos, efectivamente, que muchas otras cosas están pendientes en nuestra diócesis, pero Madrecita aquí están los obreros del campo de tu Hijo, aquí están tus misioneros convencidos de que como dice el Papa Francisco, en el número 20 de Evangelii Gaudium: cada uno de los bautizados es discípulomisionero, es un agente evangelizador. Pues, cuando uno ha tenido la experiencia del amor de Dios, que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo. No es necesario esperar a que le den muchos cursos y largas instrucciones. Tenemos el ejemplo de la samaritana que habiendo conocido a Jesús fue a decirle a sus paisanos la experiencia que ella había recibido y se convierte en misionera. Y, efectivamente, a través de la palabra de ella muchos creyeron en Jesús. Tenemos la experiencia de Pablo, el inalcanzable apóstol de los Pueblos que habiendo vivido la experiencia del encuentro con Jesús inmediatamente cambió su vida, inmediatamente se puso a predicar y fue incansable para llevar la Buena Nueva a los distintos rincones de la tierra sin que lo detuvieran ni la persecución, ni el hambre, ni el frío, ni el naufragio, ni lo azotes, ni la misma muerte. Cuando alguien ha descubierto de esta manera como el Señor nos ama. Cuando alguien ha descubierto de esta manera que a pesar de nuestras fallas, de nuestras limitaciones, de nuestra fragilidad, de nuestra pequeñez el Señor nos ama y nos elige, somos conscientes también de que el Señor nos envía a compartir este gozo, a llevar la Buena Nueva y nadie puede considerarse demasiado pequeño o demasiado pobre, para que no se sienta convocado también a compartir esta experiencia misionera. Nuestra imperfección no debe de ser una excusa, dice el mismo Papa en el número 121, al contrario la misión es un estímulo constante para no quedarnos en la mediocridad, para que sigamos creciendo. Y en nuestra diócesis, queridos hermanos, especialmente los sacerdotes, creo que tenemos el compromiso de seguir creciendo, de seguirnos formando, de seguirnos preparando, de seguirnos fortaleciendo. Para que nuestro propio testimonio sea la mejor promoción vocacional, sea el mejor estímulo para los candidatos a ser también pastores, pero pastores misioneros, pastores que quieren ser discípulos de Cristo, que quieren seguirlo y que quieren compartir su experiencia, para que las nuevas generaciones también sean capaces de dar su vida por Cristo, por su Evangelio y por el bien de sus hermanos. La misión es un estímulo constante para no conformarnos con la mediocridad. Es un estímulo constante para que sigamos creciendo.
Por eso Madrecita te pedimos que bendigas todo los pequeños y grandes esfuerzos que se realizan en nuestra diócesis. Bendice nuestro Plan Diocesano de Pastoral comunitario y misionero. Bendice a cada sacerdote, a cada consagrado y consagrada. Bendice a cada bautizado a quien tu amado Hijo ha llamado a nuestra diócesis, para que seamos todos una familia, un sólo pueblo de Dios y un signo de esperanza y de salvación para todos los hombres y todas las mujeres que forman esta familia que Tú has querido constituir con nosotros. Bendice, Madrecita, nuestra peregrinación; recibe nuestras ofrendas; recibe nuestras súplicas y a través de nosotros mándales, tu bendición a nuestras familias. Mándales, también, tu bendición a los agentes de pastoral que no han podido venir. Mándales, también, tu bendición a todos los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a los hombres y a las mujeres de nuestra diócesis para que gocen con tu bendición y se sumen a tu misión evangelizadora.