RELATO DE UNA HISTORIA COLEGIAL RECUERDOS Nuestro corazón es el lugar donde habitan los recuerdos, y hoy me toca desempolvar unos cuantos. Recuerdo con nitidez, a pesar de mi corta edad, mi primer día de colegio. Me entusiasmaba la idea de hacer nuevos amigos y de descubrir cosas sorprendentes. Ese momento en el que mis padres me llevaron la puerta de clase y me dejaron con mi profesora fue curioso. Nuevo ambiente y nuevas personas. Todos nos hicimos amigos muy rápido y los juegos, las risas y la diversión estaban garantizados. Los tres cursos de infantil fueron para mí una etapa maravillosa de mi vida. Llegó primaria, sin apenas darme cuenta. Yo y mis inexpertos seis años. Nos movíamos con cierta inseguridad. Ya se podía decir que no éramos niños pequeños. Nuevos profesores y experiencias llenaron mi primer año de simpatía y amabilidad. En los cursos posteriores de segundo, tercero y cuarto mi experiencia fue más o menos similar a la de antes, días y días llenos de juegos, enseñanzas y buenas vibraciones. Quinto de primaria. La cosa cada vez se ponía más difícil, pero no imposible. Ya podía decir cuáles eran mis asignaturas favoritas sin dudarlo ni un instante: Plástica, Conocimiento del medio y Educación Física. Pero quinto de primaria fue un curso distinto a los demás. Alguien me hizo apreciar mucho más las cosas que me rodeaban y esa persona no fue ni más ni menos que mi profesor de conocimiento del miedo, el gran Paco. Posiblemente, el profesor más cercano, afectuoso e increíble de toda mi trayectoria estudiantil hasta el momento. Recuerdo sus
exámenes de once preguntas más una de regalo, sus explicaciones, sus expresiones, sus chistes improvisados, sus sonrisas cómplices.... Mi último curso de primaria. Sabía que con ello iba a acabar una etapa de mi vida muy importante. Puedo decir que sexto de primaria fue el mejor curso de toda mi trayectoria en este período. Los exámenes ya eran más complicados, nos mandaban más trabajos y todos estábamos nerviosos porque el año que viene las cosas iban a cambiar mucho. Veía a Paco, de vez en cuando, por los pasillos del colegio, siempre pegado a su gran sonrisa y sus muletillas, por ejemplo Oye, Feliz Navidad! o sus estornudos atronadores que resonaban en todo el colegio. Esos abrazos que te daba eran reconfortantes, como si nos dijese que no nos preocupásemos, que no todo era tan difícil como parecía. Casi ya a final de curso, tuvimos una excursión de 3 días llamada Aulas Activas. Fue un viaje estupendo en el que reforcé aún más los lazos con mis amigos y profesores. Pagaría por volver a vivir esos momentos solo una vez más! Me hago mayor. Pasó el verano y de nuevo, me encontraba otra vez en el colegio, pero esta vez todo había cambiado. Nos encontrábamos ya en la primera etapa de la ESO, y por supuesto, con todos los nuevos profesores y los nuevos chicos y chicas que vinieron nuevos ese año. Recuerdo que me tocó en el último piso del colegio y que no me gustaba nada subir todas esas escaleras, con todos los libros cargados en mi espalda. Se notaba que los profesores eran más exigentes y que ya no era como cuando teníamos once años. Aún así, fue un curso muy bueno, donde hice muy buenos amigos y aprendí un montón de cosas. A pesar de no estar ya en Primaria, seguía viendo a mis antiguos profesores y eso me alegraba mucho, saber que les iba bien y que seguían siendo tan maravillosos como siempre.
Cómo pasaba el tiempo! Yo ya tenía catorce años y continuaba el colegio en segundo de la ESO. Este curso fue una especie de entrenamiento para prepararnos para el próximo año. Cada vez teníamos menos tiempo para salir con nuestros amigos y perdíamos un poco más de nuestro tiempo libre, pero a pesar de esto, nos lo pasábamos muy bien y como todos los cursos anteriores, fue un gran año marcado en mi memoria. Recuerdo un día de verano. Iba con mis padres por la calle a hacer unas compras, y por sorpresa para todos, nos encontramos a Paco saliendo de la librería Alfar, de la que era cliente habitual debido a que era un apasionado a la lectura. Hablamos de muchas cosas, se preocupó de cómo me estaban yendo los estudios desde que me dejó volar sola y qué estaba haciendo mi hermano, del que también fue profesor. Me alegró muchísimo verle. No había cambiado nada, seguía con su aspecto bonachón y afable y con esa sonrisa imborrable de su rostro. Año académico 2012-2013. Llegó el tercer curso de la Educación Secundaria. Estaba muy nerviosa porque según todo el mundo, ese curso era el más difícil. Nos tocó de tutor Áureo y estaba muy contenta con la clase. Él nos tranquilizó diciéndonos que ningún curso es difícil, sino costoso. Pero unos días más tarde mi clase y yo recibimos la terrible noticia de que nuestro tutor había sufrido un infarto y que, desgraciadamente, no iba a ser posible su reincorporación en todo el año. Fue un golpe muy duro para nosotros y por supuesto, para todo el colegio. Hubo varias sustituciones y aunque al principio nos costó un poco adaptarnos a los nuevos profesores, pudimos acabar muy bien el curso. Pienso que cada uno de nosotros teníamos la frase que nos dijo Áureo en nuestra cabeza a principio de curso: Ningún curso es difícil, sino costoso.
Y llegamos a este año y con ello, al último curso de secundaria y por segunda vez, el final de una maravillosa etapa. Comencé el curso con mala suerte, debido a que tuve que sufrir una operación de rodilla que me impidió empezar el curso como me hubiese gustado, pero gracias a mi constancia y esfuerzo (con lo aprendido de mis profesores de etapas pasadas y el apoyo de mi familia y colaboración de mis compañeros) pude superarlo con ganas y seguir el curso normal de la clase. Pasaron los meses y ya nos encontrábamos con las vacaciones de navidad. El curso no me iba mal y las vacaciones eran bien recibidas. Pero, el día 5 de enero recibí la peor noticia que te pueden dar; Paco, mi gran profesor y en parte, amigo, había fallecido en su casa. No me lo podía creer. Al principio creí que era una broma de mal gusto, que era imposible que Paco se hubiese ido. Pero no. Era real. No me lo quería creer y toda mi familia y amigos sufrieron el mismo efecto que yo. El día de Reyes, acudí a la misa de su funeral con dos amigas, las cuales también estaban muy unidas a él. Me quedé impresionada con la cantidad de gente que fue a mostrar su apoyo y claramente, su dolor. No pude evitar llorar. Se había ido una de las personas más dedicadas e increíbles que me pude encontrar nunca. Aún sigo pensando que me le voy a encontrar por los pasillos, saliendo de clase o saliendo a pasear con sus libros bajo el brazo. Pero en mi opinión, Paco me dejó una huella tan grande porque supo hacer que me encantase la lectura, que me encantase hacer lo que hago y lo más importante, supo hacer que me encantase disfrutar cada momento y vivir cada día como si fuese el último. Todo mi recorrido en este colegio ha sido una montaña de emociones, impresiones, experiencias y aprendizajes. De buenas y malas noticias. De amistades, compañerismo, respeto y alegría. La pérdida de Paco supuso un durísimo golpe para mí y para todo el colegio, pero estoy segura de que desde ahí arriba, él esta sonriendo y viendo cómo seguimos con nuestras vidas, manteniendo su recuerdo
vivo en nuestros corazones. Y sé que todos los días de Reyes serán un doble recuerdo en mi vida. Miraré al cielo y le diré: gracias! IRENE MARTÍN TAMAYO 4º ESO