CULTURA CLÁSICA LA GUERRA DE TROYA 1.- El mito y la literatura: Canta, oh musa, la cólera de Aquiles, el hijo de Peleo Dentro de la mitología grecolatina la guerra de Troya es uno de los acontecimientos de mayor trascendencia y repercusiones posteriores. La conocemos fundamentalmente gracias a dos poemas épicos atribuidos al legendario Homero, poeta griego que tal vez vivió en el s. VIII a. de C, a comienzos de la época arcaica, en alguna de las ciudades o islas de Asia Menor. Dichas obras son la Ilíada y la Odisea. En la primera el protagonista es Aquiles, el hijo del mortal Peleo y la diosa Tetis, y se recogen algunos hechos sucedidos durante el décimo año de la guerra; en la segunda obra el protagonista es Odiseo, Ulises entre los romanos, y se centra en el regreso azaroso de este héroe hasta Ítaca. También el teatro griego en el s.v ac., concretamente la tragedia, toma como protagonista en algunas ocasiones a los héroes de la guerra de Troya, mostrándonos su sufrimiento, así por ejemplo, Agamenón, de Esquilo o Las troyanas, de Eurípides. En la literatura latina, el poeta Virgilio compone otro poema épico titulado la Eneida, en el que el protagonista es Eneas, hijo de la diosa Afrodita/Venus, que escapa del incendio de la ciudad de Troya y consigue llegar a Italia donde fundará una ciudad y una familia precursoras de Roma. 2.- Precedentes de la guerra: y todo por una manzana En la boda de la diosa Tetis con el mortal Peleo se presentó, sin ser invitada, la diosa Eris la Discordia- y arrojó entre los presentes una manzana de oro, en la que ponía para la más bella, lo que generó una polémica acerca de quién era la merecedora de dicho objeto ( la manzana de la Discordia ). Hera, Afrodita y Atenea se lanzaron al instante a por la manzana. Pero la habilidad de Zeus, que no quiso implicarse en la decisión, las condujo a presencia de Paris, un atractivo y joven pastor del monte Ida, junto a la ciudad de Troya. Él se vio obligado a ejercer de árbitro ( juicio de Paris ) y le entregó la manzana a la diosa del amor y la belleza, obteniendo a cambio el amor de Helena, la mujer más bella de la tierra pero casada con Menelao, el rey de Esparta.
3.- La guerra: No me hables de pactos ni convenios, Héctor, pues no puede haber entre nosotros ni amistad ni pactos hasta que caiga uno de los dos y sacie de sangre a Ares. La elección de Paris desencadenó la guerra de Troya, pues la diosa Afrodita lo ayudó a conseguir a Helena ( rapto de Helena ) y, por eso, obedeciendo a un juramento de lealtad previo, todos los reyes y príncipes griegos se unieron a las órdenes del rey de Micenas, Agamenón, el hermano de Menelao, y se concentraron con sus naves en la ciudad griega de Áulide, de donde partieron hacia Troya tras superar algunas contrariedades para rescatar a Helena. Figuraban, entre otros, el astuto Odiseo, rey de Ítaca; el gran Ayax, rey de Salamina, el más excelente por su cuerpo y gallardía después de Aquiles; el valiente en los combates Diomedes, rey de Argos; el adivino Calcante; el anciano Néstor, rey de Pilos y, por supuesto y a pesar de que sabía que su destino era morir en la batalla, el divino Aquiles, rey de los mirmidones. Los griegos, llamados aqueos en los poemas homéricos, situaron su campamento en las naves, junto a la ciudad de Troya y se enfrentaron de este modo a toda la población de una ciudad gobernada por el anciano rey Príamo, cuyo hijo Paris había raptado a Helena. Sin embargo, es otro hijo suyo, el divino Héctor, el que asumirá las órdenes entre los troyanos. Al cabo de diez años de asedio, los aqueos no habían sido capaces de asaltar las murallas de Troya y en ese momento se produjo un altercado entre Aquiles y Agamenón que provocó la cólera de Aquiles e hizo que este se retirara del combate. Tras graves pérdidas en el ejército aqueo y sucesivas súplicas inútiles por parte de Agamenón para que regresara al combate, Aquiles accede a que su amigo Patroclo tome su armadura y ayude a los aqueos. El destino se iba cumpliendo, pues Héctor acaba con la vida de Patroclo y es la muerte de este personaje la que provoca un cambio en la actitud de Aquiles, que decide regresar al campo de batalla para vengarlo. Ciego de ira y rabia busca a Héctor, al que le atravesará la garganta a la vista de todos los troyanos y cuyo cadáver arrastrará en torno a la ciudad de Troya tras haberle agujereado los talones para sujetarlo al carro. Son estos los episodios que nos cuenta con todo lujo de detalle Homero en la Ilíada., no toda la guerra, sino las consecuencias funestas de la decisión de un hombre, en este caso, Aquiles. Este organiza un magnífico funeral por su amigo muerto y retiene junto a sus naves el cadáver de Héctor, hasta que una noche el rey Príamo se desplaza suplicante hasta la tienda de Aquiles y le ruega que se lo devuelva. Aquiles, conmovido, accede a su petición y aquí es donde Homero pone el punto final a la Ilíada. A pesar de la muerte de Héctor, los aqueos no consiguen tomar Troya y menos aún después de que Aquiles encontrase la muerte por una flecha de Paris que le alcanzó en el talón ( talón de Aquiles ). Cuando ya los aqueos pensaban en el regreso, al astuto Odiseo se le ocurrió construir un enorme caballo de madera ( el caballo de Troya ) en cuyo interior se esconderían y, tras fingir una retirada, conseguir que los troyanos lo introdujeran en la ciudad. Sólo de este modo lograron los aqueos entrar en Troya e incendiar la ciudad. A la mayoría de las troyanas, incluso a la anciana reina Hécuba y a
la esposa de Héctor, Andrómaca, les aguardaba un trágico destino: servir como esclavas a los reyes y príncipes aqueos. El pequeño hijo de Héctor, Astianacte, fue despeñado por las murallas de la ciudad. Sólo unos pocos consiguieron escapar con libertad, aquellos que siguieron a Eneas, el hijo de la diosa Afrodita y el mortal Anquises, cuya vida le reservaba un importante destino. Aunque la guerra está en manos de los héroes, Homero nos cuenta cómo los dioses tienen sus preferencias y Zeus tiene que mediar entre ellos, así por ejemplo, Afrodita apoya a los troyanos, pues estaba en deuda con Paris, Atenea y Hera a los aqueos, justo por lo contrario. 4.- Los regresos y los destinos Ya todo es horror y un silencio universal aterra el corazón Tras finalizar la guerra y sortearse a las mujeres troyanas, los aqueos iniciaron el regreso a sus patrias. Estos viajes inspiraron también a los poetas, pero los poemas compuestos se perdieron, con la excepción de la Odisea, que nos detalla el regreso de Odiseo a Ítaca, un viaje que se prolongará a lo largo de otros diez años, y la venganza sobre los pretendientes. Al partir para la guerra, Odiseo había dejado en Ítaca a su esposa, Penélope, y a un hijo pequeño, Telémaco. Debido a su larga ausencia, todos lo daban por muerto salvo su familia. Los nobles de la isla aspiraban a casarse con la reina y despilfarraban su hacienda. Mientras, Telémaco parte en busca de noticias de su padre, pero este se halla retenido por la ninfa Calipso quien lo dejará partir finalmente de acuerdo con las órdenes de Zeus y la mediación de Atenea, la diosa protectora del héroe. Tras numerosas aventuras, relatadas por el propio Odiseo a los reyes de los feacios, quienes lo ayudarán definitivamente a llegar a Ítaca, consigue infiltrarse en el palacio, disfrazado de mendigo, y así toma venganza sobre los pretendientes y se reencuentra felizmente con su esposa. Agamenón protagonizó un trágico regreso y así su vida inspiró a los poetas trágicos, como Esquilo. Acompañado de Casandra, la hija profetisa del rey Príamo, regresa a su casa, donde lo aguardan su esposa Clitemnestra y su amante Egisto. Ella, rencorosa con él, no duda en matarlos. La muerte de Agamenón sería vengada más tarde por Orestes, su hijo, quien asesinó a su propia madre y al amante. Un destino glorioso, en cambio, lo tuvo el troyano Eneas, quien consiguió escapar de las llamas de Troya llevando sobre sus hombros a su anciano padre Anquises. También él, después de ciertas aventuras como Odiseo y de ser acogido hospitalariamente por la reina de Cartago, Dido, a la que, muy a su pesar, tiene que abandonar, llega a las tierras del Lacio, en Italia, en donde, tras vencer a sus enemigos, su hijo fundará la ciudad de Alba Longa; de esta familia, en generaciones posteriores, nacerán Rómulo y Remo, los legendarios fundadores de Roma. Esto es lo que nos cuenta el gran poeta latino Virgilio, en su obra titulada Eneida.
5.-La realidad: El mundo micénico y Schliemann Toda la leyenda generada en torno a la mítica guerra de Troya llegó a impresionar tanto al alemán Heinrich Schliemann que, enriquecido por los negocios, pudo dedicarse a su pasión por la arqueología y, convencido de que la Troya homérica había existido y siguiendo las indicaciones topográficas que Homero hacía en los poemas, ayudado por su esposa griega, descubrió, en 1873, en la colina de Hissarlik, al norte de Turquía, los restos de Troya, con nueve niveles de asentamiento. Su error fue creer que la Troya del rey Príamo correspondía al 2º nivel empezando por abajo y no al 7º, como después se comprobaría. Allí encontró un inmenso tesoro de monedas, joyas y vasijas de oro y plata que él creyó que era del rey Príamo ( tesoro de Príamo ). En efecto, en los restos de la Troya VII se encontró una espesa capa de cenizas y restos carbonizados que puede datarse hacia el 1250 a.c, fecha en la cual la ciudad habría sido destruida por un gran incendio, como el que Homero describe. La fecha, pues, de la destrucción de Troya -1250 a.c- coincide con el momento en que se desarrollaba en la península griega la civilización micénica. Fueron estos, los griegos micénicos los aqueos de Homero- los que llevaron a cabo la conquista de Troya, no para rescatar a una bella mujer, evidentemente, sino, tal vez, para librarse de algún tipo de impuesto que los troyanos cobrarían por pasar por el estrecho del Helesponto, a cuyas orillas se hallaba la ciudad, cada vez que iban al mar Negro.