Lección 1 Pasaje bíblico: Ester 1 a 10. ESTER - EL YELMO DE LA SALVACION Propósito: Que cada alumno lleve el yelmo de la salvación (que conozca a Cristo como su Salvador). Enfasis para los menores: Enfasis para los intermedios: Enfasis para los mayores: Dios, en su amor, nos dio un Salvador y el yelmo de la salvación que podemos usar. La importancia de contar a otros las buenas nuevas para que ellos también puedan llevar el yelmo de la salvación. La importancia de entender que el yelmo de la salvación se consigue sólo por medio de la obra de Cristo en la cruz, y nos protege de las teorías que prometen salvación por otro medio. Versículos para aprender de memoria: Menores: Y tomad el yelmo de la salvación... (Efesios 6:17). Intermedios: Y tomad el yelmo de la salvación... (Efesios 6:17). Mayores: Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre (1 Timoteo 2:5). Historia bíblica: Antiguamente los soldados de Grecia y Roma llevaban uniformes y armamentos muy diferentes a los que hoy se usan. No había armas de fuego, y no se conocían las bombas. Los soldados usaban espadas, lanzas y flechas y tenían que ponerse una armadura hecha de cuero y de metal. En la cabeza llevaban un yelmo o casco de cobre, bronce o hierro para que los golpes del enemigo cayeran sobre el casco y no lo hirieran en la cabeza. Sabían ustedes que nosotros también debemos llevar puesto un yelmo? (Muestre el yelmo.) Sí, San Pablo dice en Efesios 6:17: Tomad el yelmo de la salvación, porque el cristiano es un soldado de Dios, y necesita llevar la armadura de Dios en la batalla contra su enemigo Satanás. Cada día vamos a oír verdaderas historias de personas valientes que usaban la armadura de Dios. Hoy la historia es de una jovencita llamada Ester, que estaba lejos de su propio pueblo en Judá, porque era hija de cautivos. Judá había perdido una guerra porque había dejado de obedecer a Dios. La pequeña Ester quedó huérfana de padre y madre, pero su primo Mardoqueo la crió y llegó a ser una joven muy hermosa. Recuerden que Israel fue escogido por Dios para ser la nación privilegiada, que daba testimonio del Dios verdadero. Dios les dio la tierra de Canaán (Génesis 13:15) mientras obedecían, pero les avisó que mandaría otras naciones a castigarlos si no le eran fieles (2 Crónicas 36:11-21). Dejaron a Dios para servir a los ídolos, y para castigarlos Dios los entregó al ejército de Babilonia, que más tarde cayó en poder de los medos y persas. Nuestra historia tiene lugar en Susa, capital de Persia, que se encuentra a 320 kilómetros al oriente de Babilonia. Asuero es otro nombre para Jerjes I que reinó entre los años 485 a 465 antes de Cristo.
Un día el rey Asuero mandó proclamar que todas las jóvenes hermosas en su reino fueran llevadas al palacio para escoger entre ellas una reina. Ester fue llevada junto con otras mujeres. Pero Mardoqueo le había aconsejado que no dijera cuál era su nacionalidad. Así que nadie sabía que ella era de los judíos, y era tan simpática y tan bonita que caía en gracia con todos los que la conocían. Fueron preparando a las jóvenes con perfumes y lecciones en el comportamiento de la corte real. A fin de año fueron presentándolas al rey, una por una. Cuando le tocó a Ester, el rey Asuero la escogió para ser su reina. (Muestre a Ester). Puso la corona real en su cabeza, y llamó a todos los principales del reino a un banquete en honor de la hermosa reina. El enorme y rico palacio de invierno de Susa tenía el piso pavimentado de mármol en distintos colores y ricas cortinas colgadas de anillos de plata. Tomaban el vino en vasos de oro. Todo era suntuoso. Los arqueólogos han encontrado el palacio, los patios de adentro y afuera, y otras cosas mencionadas en el libro de Ester. Ahora, Mardoqueo su primo (muestre a Mardoqueo) no cargaba un bulto así como lo ven. El bulto representa que cargaba sus posesiones. Estaba lejos de su propio país. El tenía un puesto en el gobierno. Estaba sentado a la puerta del rey, y conocía bien lo que ocurría en el reino. Estaba cerca para mandar noticias a Ester y saber cómo estaba ella. Pero un día Mardoqueo oyó a dos oficiales del rey que estaban tan enojados con el rey que pensaban matarlo. Mardoqueo escuchó acerca de estos planes, y mandó las noticias a Ester. Entonces ella habló al rey en nombre de Mardoqueo. El rey ordenó una investigación, y cuando supo que era verdad, los dos del complot fueron ahorcados. Todo esto fue escrito en un libro del rey, y quedó olvidado. Mientras tanto, un amigo del rey llamado Amán, tenía el segundo puesto en el reino. Era el favorito del rey. Todo el mundo tenía que hacerle reverencia, inclinándose ante él cada vez que pasaba. Todos lo hacían menos el judío Mardoqueo, primo de Ester. Mardoqueo amaba a Dios y reverenciaba solamente a Dios. Esa reverencia, inclinándose ante Amán, no era solamente señal de respeto por un alto oficial. En muchos países orientales se consideraba a los reyes como dioses, y todavía existe esa creencia en algunas partes. Amán, primer ministro, como representante de Asuero, recibía algo de la adoración debida al monarca. Para Mardoqueo hubiera sido más fácil cumplir con el mandamiento, pero no lo hizo. Era fiel a Dios y sólo lo adoraba a él. Tendremos nosotros esa fortaleza estando solos, lejos de nuestros amigos creyentes? Diremos: No haré tal o cual cosa como los demás porque creo en Cristo? Amán era muy orgulloso. Le gustaba mucho que todo el mundo le hiciera reverencia. Cuando veía a Mardoqueo que no se inclinaba, se llenaba de ira. Estaba tan furioso que no le parecía suficiente castigar a Mardoqueo solo, sino que quiso matar a todos los judíos. Hizo un plan y lo presentó al rey, diciendo: Hay una gente que vive en todas partes del reino. Esta gente tiene leyes diferentes a las nuestras, y no obedece la ley del país. Es bueno acabar con ellos. Yo pagaré el valor de ellos para que el rey no pierda el valor de sus esclavos. Ofreció diez mil talentos de plata (unos 25 millones de dólares). Al rey le gustaba el dinero. Confiaba en su primer ministro, y no le importaba la gente. Sin preguntar más, dio su permiso. Entregó su anillo a Amán para sellar una carta que ordenaba la matanza de todos los judíos, hombres, mujeres y niños en todo su reino el día trece de Adar, que sería nuestro mes de marzo. Salieron los correos del rey a todas las provincias con esa ley
que no se podía cambiar. Estaba traducida a todas las lenguas del reino. (Muestre a Amán con el edicto.) Persia era un país grande, con 127 provincias, de muchas naciones y lenguas. Se extendía desde la India en el oriente hasta Etiopía en el occidente. Los reyes de Persia tenían el poder de vida y muerte sobre sus sujetos según su antojo. Pero las leyes, una vez firmadas, no se podían cambiar. Cuando lo supieron los judíos, hubo gran llanto. Muchos rompieron su ropa en señal de luto, y se pusieron cilicio y ceniza. Cilicio es una tela muy áspera. Mardoqueo también se vistió de cilicio y ceniza, y llegó hasta la puerta del rey. Pero esta vez no pudo entrar, porque era contra la ley entrar vestido así. Pero los siervos de Ester lo vieron, y le avisaron. Entonces ella le mandó ropa nueva y rica, para que se quitara el cilicio y ceniza. Cuando él no quiso aceptarla, Ester mandó a preguntarle qué pasaba, pues ella todavía no sabía de la nueva ley. Nadie le había avisado, porque no sabían que la reina era del pueblo judío. Mardoqueo contó al siervo cómo Amán había ofrecido pagar el dinero al rey para poder matar a todos los judíos. Envió una copia de la ley a Ester, y le dijo que fuera al rey para pedir por su pueblo. Pero ella mandó a contestar que era contra la ley entrar en el patio interior del palacio sin ser llamada por el rey. La ley decía que la persona que hacía tal cosa debía morir, a menos que el rey le extendiera el cetro de oro, y ella agregó: El rey no me ha llamado en treinta días. Entonces Mardoqueo le mandó a decir: No pienses que te escaparás por ser la reina, porque si te callares, los judíos recibirán rescate de otra parte, pero tú morirás. Quién sabe si para esta hora te han hecho llegar al reino?. Entonces Ester decidió arriesgar su vida por su pueblo, y mandó a decir a su primo: Vé, y junta a todos los judíos que están en Susa, y ayunen por mí. No coman ni beban en tres días, ni de noche ni de día; yo también ayunaré con mis doncellas, y así entraré al rey, y si perezco, que perezca. El Señor tiene un plan para cada persona. Para qué te ha puesto el Señor donde estás en el pueblo tuyo, en la escuela, entre tus amigos? Usa tu tiempo, tu influencia para el Señor. No puedes? Ester creía que no podía. Procura hacer todo lo que puedas para servir al Señor. Después de tres días, mientras los judíos todavía ayunaban y oraban, Ester se puso su vestido de reina y con mucho temor, fue al patio que estaba delante de la puerta del rey. Cuando el rey la vio se sorprendió, pero extendió el cetro de oro, dándole así permiso de entrar delante de él. Ella se acercó y tocó el cetro. Entonces el rey preguntó: Qué tienes, reina Ester? Cuál es tu petición? Hasta la mitad de mi reino, se te dará. En vez de contarle el problema allí mismo, invitó al rey y a Amán a un banquete. Cuando estaban en el banquete, el rey otra vez le preguntó qué quería. Todavía Ester no sentía libertad de hablarle. Dios estaba guiándola. Algo más tenía que pasar primero. Solamente pidió que el rey y Amán volvieran al día siguiente a otro banquete, y prometió que allí diría al rey su petición. Amán estaba más orgulloso que nunca. Entre todos los hombres de la corte la hermosa reina lo había escogido a él para venir al banquete del rey. Salió muy contento. Pero cuando pasó por la puerta y vio a Mardoqueo sentado, se llenó de ira. Al llegar a su casa le contó a su familia y a unos amigos cómo odiaba a Mardoqueo porque le quitaba todo el gozo de sus muchos honores y de la invitación de la reina. Le dijeron: Haz una horca altísima y pide del rey permiso para colgar a Mardoqueo a la vista de todo el pueblo. A Amán le gustó la idea y ese mismo día mandó hacer una horca de veintitrés metros de altura. Esa noche se acostó
contento, pensando levantarse temprano, pedir permiso del rey, y ahorcar a Mardoqueo, para luego ir al banquete de la reina. Pero Dios estaba velando por Mardoqueo. Hizo que esa misma noche el rey no pudiera dormir. Para pasar la noche, el rey mandó traer el libro de memorias para que se lo leyeran. Trajeron el rollo acerca de la capital, Susa. Cuando ya era de madrugada, iban leyendo de cómo Mardoqueo le había avisado del complot contra su vida, y el rey preguntó: Qué honra se le hizo a Mardoqueo por esto? Y le dijeron los oficiales: Nada. El rey consultó acerca de cómo se podría honrar a Mardoqueo, y preguntó: Quién está en el patio?. Era Amán, que había llegado temprano para pedir permiso para ahorcar a Mardoqueo. El rey le preguntó: Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey?. Ahora, el orgulloso Amán pensaba: A quién más que a mí?. Y le dijo todo lo que él quería que le hiciera. (Lea Ester 6:7-9.) El rey dijo a Amán: Apúrate. Haz todo lo que has dicho al judío Mardoqueo, sin omitir nada. Qué desagradable declaración para el altivo Amán! No pudo pedir nada. Tuvo que obedecer al rey. Amán mismo tuvo que llevar a Mardoqueo montado en el caballo del rey, vestido como rey, incluso llevando la corona sobre su cabeza. Amán debía ir diciendo que el rey honraba a Mardoqueo. Se fue a su casa tan apenado que no se alistó a tiempo para el banquete, y tuvieron que venir a buscarlo. En esta historia vemos la mano del Señor en muchos detalles: Que el rey no pudiera dormir esa noche; que no buscara otra distracción sino que le leyeran esa noche; que le leyeran sobre los negocios del reino; que el rollo fuera de la historia de Susa (y no de cualquier otra de los 127 provincias); y que leyeran la parte que hablaba de Mardoqueo. No era por casualidad. Dios planea aun los detalles de nuestras vidas. En el banquete el rey preguntó a Ester por tercera vez: Dime cuál es tu petición, reina Ester, y se te concederá. Entonces ella le dijo: Oh rey, si tú me quieres, pido mi vida, y la vida de mi pueblo, porque somos vendidos para ser muertos. Si fuera para ser esclavos, no dijera nada, aunque el enemigo tampoco pagaría el daño al rey. Asuero se sorprendió. No entendía. Preguntó: Quién es, y dónde está el que ha hecho eso? Ester dijo: El enemigo es este malvado Amán. Amán se asustó terriblemente. El rey se levantó furioso del banquete y salió al huerto. Pensaría: Cómo es posible que yo confiaba en ese Amán? Mi hermosa reina está entre los judíos condenados, y Amán tiene la culpa. Cuando volvió a la sala del banquete, uno de los oficiales dijo: Amán tiene hecha en su casa una horca de 23 metros de altura para colgar allí a Mardoqueo, el que había hecho bien al rey. El rey dijo: Colgadlo en ella. Así que ahorcaron a Amán en la horca que él mismo hizo. Ester entonces explicó al rey que Mardoqueo era su primo que la había criado, y el rey le dio el puesto de primer ministro en lugar de Amán. Querían cambiar la primera ley, pero no se pudo, porque la ley de Persia no se cambiaba. Pero el rey le dio el anillo que había tomado de Amán, y le permitió hacer una nueva ley, sellado con el anillo, que daba permiso a los judíos en todo el reino a defenderse. Se tradujo a todas las lenguas del reino, y se mandó a todas las provincias con mucha prisa. Iban llevando las buenas nuevas a caballo, en camellos y en mulas para llegar a todas partes lo más rápido posible. Cuando se supo que el judío Mardoqueo se había hecho grande, que la hermosa reina era su prima, y que Amán el enemigo había sido ahorcado, los judíos se alegraron mucho, y los que no eran judíos se hicieron judíos por temor. Todos podían aprovechar la nueva ley para defenderse, y se salvaron. La nueva ley era un yelmo de salud para los judíos. Ese día terrible se cambió en un gran día de victoria. Hasta hoy los judíos celebran una fiesta todos los años
para recordar a la valiente reina Ester que estuvo dispuesta a poner su vida para salvar a su pueblo. Saben ustedes que nosotros somos como el cautivo Mardoqueo? (Muestre otra vez a Mardoqueo con el bulto.) Recuerdan que no se le veía ese bulto. El bulto representa lo que cargaba, como el viajero carga una maleta, porque estaba lejos de su patria. Así nosotros cargamos un peso que no se nos ve, porque todos por naturaleza estamos lejos del lugar donde Dios quiere que estemos, en comunión con El. Así como los judíos eran cautivos, nosotros nacimos esclavos del pecado, y cargamos el peso del pecado. Como Amán, que quiso destruir a los judíos, nuestro enemigo Satanás, (muestre la serpiente detrás de Amán) aquella serpiente que engañó a Eva, quiere que muramos en esclavitud al pecado. Como la sentencia de muerte estaba sobre todos los judíos porque un solo hombre, Mardoqueo, rehusó inclinarse a Amán, así el pecado de Adán trajo muerte sobre toda la raza humana. La reina Ester arriesgó su vida para salvar a su pueblo, pero el Señor Jesús (muestre la cruz detrás de Ester) dio su vida para rescatarnos del poder del enemigo y de la sentencia de la muerte. Los judíos se salvaron por el amor del rey a la reina. El pecador es perdonado por creer en Cristo, el Hijo de Dios, porque sólo por el Hijo podemos llegar al Padre (Hechos 4:12; Juan 14:6). Para los no creyentes: La vieja ley de la muerte no se cambió. Vino una nueva ley que protegía a los judíos que querían aprovecharla para su defensa. De la misma manera la ley de la muerte no cambia, pero la nueva ley del perdón y vida salva a todos los que aceptan a Cristo como su Salvador (Romanos 6:23). Así puedes ponerte el yelmo de la salvación (muestre el yelmo otra vez) aceptando a Cristo como tu Salvador. Para los creyentes: Los mensajeros del rey corrieron en camellos, en mulas, y otros como pudieron, para llevar el mensaje de salvación a todas partes del mundo conocido. Nosotros, que conocemos las buenas nuevas de salvación, también debemos apurarnos a llevarlas a todas las personas. Nuestro Rey nos ha mandado: Id, predicad a todo el mundo. Estás haciendo tu parte? Para los pequeños: Hacer unas cartas para llevar a sus amigos. Así como en la antigüedad llevaban las cartas con la nueva ley que daba oportunidad de salvación, nosotros podemos llevar cartas hablando de la salvación en Cristo. Se puede dar un folleto (o un versículo pegado en un papel) a cada alumno para que lo envuelva en otro papel en forma de rollo, al estilo antiguo. Un Mardoqueo podría sellarlos con un chiclet y un anillo engrasado.