HOMILÍA EN LA ORDENACIÓN DIACONAL DE CARLOS ANDRÉS ESQUIVEL ROJAS, SÁBADO 6 DE JUNIO DEL 2015, CATEDRAL DE CIUDAD QUESADA. Mons. José Manuel Garita Herrera. Hermanos y hermanas en el Señor Jesús: Con profundos sentimientos de gratitud y alabanza al Señor, estamos reunidos, esta mañana, en nuestra iglesia madre catedral, para celebrar la ordenación diaconal de nuestro querido acólito Carlos Andrés Esquivel Rojas. Este es un momento de gracia y bendición para nuestra Diócesis y, en particular, para este servidor que, por primera vez, en su ministerio episcopal, confiere el sacramento del orden. Bendito Dios que nos regala un nuevo servidor cualificado para esta Iglesia Particular, a la cual, por este tercer grado del sacramento del orden que es el diaconado, Carlos Andrés queda incardinado y ligado en verdadero vínculo de pertenencia para dedicarse completamente al servicio de la Diócesis de Ciudad Quesada. Diácono es, ante todo, servidor: servidor de la Palabra, del culto y de la caridad. En aquel famoso y sencillo retablo de la Rectoría del Seminario Nacional leemos: La vocación no es una llamada al éxito, sino al servicio. La vocación al ministerio sagrado es un llamado al servicio con mística de consagración, pues se trata a dar la vida a semejanza de Jesús, siervo de Dios que se rebaja, humilla y entrega la vida. Por tanto, en el ministerio eclesiástico no se trata de buscar honores ni privilegios, no se trata de preocuparse por estatus ni seguridades humanas, en este ministerio no se puede caer en el conformismo ni en la ley del mínimo esfuerzo. El llamado al servicio de Jesús y de la Iglesia, consiste en dar la vida por amor, todos los días y en cada circunstancia, con generosidad, ilusión, esperanza y compromiso cada vez más creciente. Carlos Andrés, la semana 1
pasada, durante las Eucaristías de tu retiro espiritual, compartíamos y meditábamos que ordenarse es entrar en la escuela de Jesús, la escuela del siervo, del esclavo, del último, del que da la vida y es capaz de lavar los pies a los demás, sin caer en el espíritu mundano de competencias, rivalidades y búsqueda de primeros lugares, como tanto nos advierte e insiste el Papa Francisco. Decía San Policarpo que el diácono debe actuar según la verdad del Señor que se hizo siervo de todos. Por ello, el diaconado te coloca en una particular cercanía con el obispo para servir a su ministerio, es una relación tal que, desde muy antiguo, decía San Hipólito el diácono se ordena al servicio del obispo. Por tanto, fortalecido con el don el Espíritu Santo, ayudarás al obispo en el anuncio de la palabra, en el servicio del altar y en el ministerio de la caridad. Proclamarás el evangelio y dirigirás la homilía en enseñanza de la fe. Presidirás diversas oraciones litúrgicas y, de manera particular, administrarás el bautismo, bendecirás el matrimonio, llevarás el viático a los enfermos y presidirás las exequias. Además de estas exigencias propias de tu ministerio, con el diaconado entras a formar parte del estado clerical por el sacramento del orden y asumes libre y conscientemente la promesa pública del celibato que te exige una consagración al Señor con corazón indiviso para que estés dispuesto, por la gracia de Dios, a la fecundidad apostólica y pastoral. Vive esta consagración celibataria con alegría, fidelidad y generosidad de corazón, así serás muy feliz y serás causa de gozo y consuelo espiritual para muchas personas a quienes debes servir. Por ello, te vas a consagrar, para toda la vida, en el celibato, por causa del Reino de los cielos para servir a Dios y a los fieles. Como hemos dicho antes, una de las funciones peculiares del diácono es la proclamación y explicación de la Palabra de Dios. Por ello, de manera elocuente, las lecturas proclamadas en esta celebración hacen eco particular de esta misión fundamental del diácono. 2
La primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, nos narra el encuentro evangelizador de Felipe con el funcionario etíope. Queda claro el binomio palabra-sacramento. El apóstol, impulsado por el Espíritu, da alcance a aquel pagano para explicarle la Palabra y anunciarle el evangelio de Jesús, la buena nueva que cambia y transforma su vida cuando recibe el bautismo. Carlos, estás llamado a anunciar el evangelio de la vida, del gozo, de la alegría y de la salvación. Estás llamado a santificar y dar vida nueva por el sacramento del bautismo que inicia la vida de la fe, otorga la filiación divina y abre las puertas de la Iglesia. Déjate impulsar y llevar siempre por el Espíritu en esta misión. Puesto que esta es la misión esencial de la Iglesia, Pablo, en la segunda lectura, te recuerda que predicar el evangelio es un imperativo, una obligación. Como diácono y servidor de la Palabra, ay de ti si no anuncias el evangelio con fuerza, valentía, generosidad y fidelidad. Hoy no pocos quieren acallar la voz del evangelio y de la Iglesia, no tengas miedo ni te eches atrás. Tu recompensa es predicar la inmensa alegría del evangelio como nos dice el Papa Francisco. Hazte todo con todos para ganarlos a todos, hazlo todo por el evangelio para que participes también de sus bienes. Finalmente, Carlos Andrés, el hermoso y entrañable evangelio de Juan te recuerda cuestiones fundamentales: 1.- Has sido elegido por amor, no te has elegido ni llamado a ti mismo, has sido llamado porque Jesús te ha amado primero, como el Padre lo ama a Él. 2.- Permanecer en Jesús, en su amor, en comunión íntima y constante con Él, es la clave para dar fruto y fruto abundante en este nuevo ministerio. En él no podemos sostenernos por nosotros mismos, nuestra fuerza, perseverancia y fidelidad vienen del Señor si permanecemos en Él como amigos suyos. 3.- Somos amigos de Jesús si hacemos lo que Él nos manda, si somos obedientes, si cumplimos su voluntad. Dentro de poco, harás una promesa pública de 3
obediencia, libre y voluntaria, motivada solamente por el amor y desde el amor, a Dios y a la Iglesia. La obediencia te hará siempre libre y bien dispuesto espiritualmente. Obedece como Jesús lo hizo hasta la muerte. Esto no es una cuestión humana, es un don y una gracia sobrenatural. San Maximiliano María Kolbe decía que la obediencia nos hace todopoderosos, porque nos pone en total sintonía con la voluntad de Dios. Hazlo así y serás muy feliz y fecundo en tu ministerio para el cual has sido elegido por puro amor. Carlos, algo muy importante también. Con tu ordenación diaconal te integras y entras a formar parte del clero de esta Iglesia Particular. Vive siempre en él en comunión, unidad y auténtica fraternidad. Lo que nos une es un vínculo profundo sacramental. Vive siempre con valentía los retos propios del ministerio: tu identidad clara de ministro sagrado, el testimonio infaltable de santidad, el dar la vida con generosidad y caridad. Inspírate en el testimonio de grandes diáconos como Esteban y Lorenzo que se entregaron hasta dar la vida. Dirijo una palabra de sincero reconocimiento e inmensa gratitud a los Padres formadores del Seminario que con tanta generosidad y dedicación se entregaron a la formación de Carlos Andrés y se consagran a la formación de nuestros seminaristas. El Señor les recompense y les asista en ese servicio muchas veces oculto e incomprendido, pero de trascendental importancia y valor para la Iglesia. Para mis queridos seminaristas: que este paso y compromiso que su compañero y hermano Carlos Andrés da hoy, sea para ustedes de gran motivación vocacional para proseguir su formación con rectitud de intención, docilidad y humildad con Dios y con la Iglesia. Queridos fieles laicos, sigan orando por las vocaciones, sigan rezando por sus sacerdotes. Su oración confiada, constante y generosa mucho nos sostiene en este camino vocacional. 4
Jesús permanece y está siempre con nosotros en la Eucaristía para alimentarnos y fortalecernos, a fin de dar fruto. Que este pan de vida, bajado del cielo, sostenga, bendiga y haga muy fecundo el ministerio diaconal de Carlos Andrés quien, de inmediato, entrará en el orden sagrado para servir y dar la vida. Amén. 5