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DIOSES GRECORROMANOS Los dioses griegos fueron representados con figura humana, y la mayoría de ellos vivían en las cumbres del monte Olimpo (2.917 m.), en Tesalia, alimentándose con néctar y ambrosía, que proporciona la inmortalidad. Aunque inmortales y todopoderosos, estaban sometidos al Destino (fatum, hado). Sus relaciones entre ellos no siempre fueron amistosas, y sus vicios y sentimientos eran similares a los de los humanos. La superioridad del panteón griego hizo que los romanos, al entrar en contacto con la cultura griega, asimilaran muchas de sus divinidades a los dioses griegos, surgiendo así el Panteón grecorromano. PRIMERA GENERACIÓN DIVINA Al principio, existió el Caos, del cual surgieron Gea, la Tierra, el Tártaro, o Infierno, y Eros, dios del amor. Gea, sin intervención masculina, engendró a Urano, las Montañas y el Mar. Luego se unió con Urano y tuvo a los tres Cíclopes, que tenían un solo ojo en la frente; a los tres Hecatonquiros, dotados de cien brazos y cincuenta cabezas; y a seis Titanes y seis Titánides, los cuales se emparejaron entre ellos. Urano, que odiaba y temía especialmente a los Cíclopes y a los Hecatonquiros, los mantenía confinados en el Tártaro. Debido a esto, la Tierra pidió ayuda a los Titanes contra Urano, obteniendo respuesta positiva sólo de Crono, el más joven de ellos, quien cortó, con la hoz que le había entregado su madre, los genitales de Urano, los cuales, arrojados al mar, fecundaron la espuma donde cayeron, naciendo de ella Afrodita, y de las gotas de sangre que cayeron en la Tierra, los Gigantes. Tras derrocar a Urano, Crono volvió a encerrar a los Cíclopes y a los Hecatonquiros en el Tártaro. Saturno devorando a uno de sus hijos. Goya. Museo del Prado. Dueño del mundo, Crono se casó con su hermana Rea, con la que engendró a Hestia, Deméter, Hera, Hades y Poseidón, dioses ya de la segunda generación divina, a los cuales devoraba al nacer para evitar que ninguno de ellos lo destronara después, según le habían vaticinado Gea y Urano. Sólo Zeus evitó ser engullido por Crono, pues Rea lo tuvo en secreto, de noche, en la isla de Creta, entregándole por la mañana a su marido una roca envuelta en pañales, en lugar del niño, la cual se tragó aquél sin advertir el engaño. Durante algunos años, Zeus permaneció oculto allí, en la cueva de Dicte, siendo alimentado con miel y con la leche de la cabra Amaltea.

Cuando Zeus llegó a la edad adulta, se propuso destronar a Crono y, aconsejado por Temis, dio a beber a éste una pócima, que le hizo vomitar a todos sus hermanos por el orden en que se los había tragado. Luego, con la ayuda de éstos y la de los Cíclopes, a los que había sacado del Tártaro, consiguió derrotar a Crono y a los Titanes en una guerra que duró diez años (Titanomaquia). Derrocado Crono, Zeus y sus hermanos se repartieron, por sorteo, el poder, obteniendo Neptuno el dominio del mar, Plutón, el del mundo subterráneo, y Zeus, el poder celeste y sobre la tierra, así como la suprema autoridad sobre los demás dioses y sobre los hombres. SEGUNDA GENERACIÓN DIVINA. LOS DIOSES OLÍMPICOS Asamblea de los dioses en el monte Olimpo ZEUS / JÚPITER Zeus es la personificación del cielo luminoso (Zeus < *dyews, día/luz del día) y quien promueve los grandes fenómenos atmosféricos -la lluvia, el granizo, el rayo, el relámpago, etc.-, con los que se manifiesta especialmente a los humanos. Tras destronar a su padre Crono, se convierte en el dios más poderoso en el Olimpo; y, como soberano de los dioses y de los hombres, se encarga de administrar justicia, resolviendo las querellas y desavenencias surgidas entre ellos, y de mantener el orden en el mundo y el cumplimiento de los juramentos. También es dispensador de bienes y de males. Zeus tuvo una amplia descendencia con diferentes diosas y ninfas. De la titánide Metis, que fue su primera esposa, tuvo a Atenea; de Leto (Latona), tuvo a Artemis y a Apolo; de su hermana Deméter (Ceres), a Perséfone (Proserpina); y de Hera (Juno), su tercera esposa, a Ares (Marte) y a Hefesto (Vulcano); y de la ninfa Maya, a Hermes (Mercurio). También engendró numerosos hijos con bellas mortales, los cuales no eran dioses sino héroes. En muchas de esas seducciones, para conseguir mejor su objetivo y ocultar su traición a su esposa Hera, Zeus adoptó diversas apariencias (metamorfosis), de las cuales las más conocidas son éstas: Transformado en lluvia de oro, sedujo a Danae, hija de Acriso, rey de Argos, a la que éste había encerrado en una torre de bronce cuando el oráculo de Delfos le anunció que un hijo de ésta lo mataría. De esa unión nació Perseo. Y, convertido en cisne, engendró con Leda, hija de Testio, rey de Etolia, a la bella Helena, como recoge Homero. A su vez, a Alcmena, esposa de Anfitrión, rey de Tirinto, la poseyó, mientras éste se encontraba en la guerra, adoptando su apariencia. Con ella tuvo a Heracles (Hércules). Por último, sedujo a Europa, que era hija de Agenor, rey de Fenicia, y poseía una belleza extraordinaria. OTROS DIOSES, SEMIDIOSES Y HÉROES PROMETEO, EPIMETEO Y PANDORA Prometeo es hijo del Titán Jápeto y primo, por tanto, de Zeus. Según una tradición, él y su hermano Epimeteo modelaron con arcilla a los primeros hombres, y, por amor a ellos, Prometeo les trajo desde el Olimpo el fuego -después de robarlo del disco solar o, según otros, de la fragua de Vulcanoel cual les había negado Zeus. Irritado éste por ello, lo hizo encadenar a una roca de la cima del Cáucaso, y le envió un águila (o un buitre), que le devoraba el hígado de día y, de noche, le volvía a crecer para poder ser devorado de nuevo indefinidamente. Dicho suplicio terminó para Prometeo cuando Heracles, que pasaba por allí, mató al águila con una flecha y lo libró de sus cadenas. Zeus castigó también a los mortales por haber aceptado el fuego robado por Prometeo, enviándoles a Pandora, la primera mujer, a la que había moldeado, por orden suya, Hefesto y dotado de una gran belleza y atractivo, los cuales se vieron acrecentados con los dones que le otorgaron, a su vez, Atenea, Afrodita y Hermes. Cuando Pandora llegó a la tierra, Epimeteo se enamoró perdidamente de ella y la tomó por esposa, a pesar de haberle advertido Prometeo que debía desconfiar de Zeus y

de sus regalos. Hesíodo indica en Los trabajos y los días que los hombres habían vivido libres de fatigas y de enfermedades hasta el día en que Pandora abrió, llevada por la curiosidad, el ánfora (o la caja, a partir del Renacimiento, caja de Pandora ) que había traído con ella y debía mantener cerrada, de la cual salieron al punto todos los males que aquejan a los mortales. Asustada por esto, la cerró al punto, quedando sólo en el fondo de aquélla la esperanza. Pandora sería, según la mitología clásica, la introductora en el mundo de todos los males que afligen a la humanidad. A su vez, Prometeo, fue considerado por Eurípides, por ejemplo, y en el Romanticismo como un filántropo rebelde, que sufre la ira de Zeus, por ayudar a los mortales; y, más modernamente, como el impulsor del progreso técnico. SÁTIROS, SILENOS Y FAUNOS Los Sátiros son unas divinidades menores de naturaleza rústica, cuya parte superior suele ser representada con figura de hombre con unos labios gruesos, pequeños cuernos en la frente y orejas puntiagudas; mientras que la inferior es de macho cabrío con una larga cola de caballo detrás. Suelen participar en los ritos báquicos, y su gran lascivia les impulsa a perseguir continuamente a las ninfas y a las ménades por las montañas y los bosques. Cuando se hacen viejos, reciben el nombre de Silenos, y se les representa, a menudo, ebrios y con un vientre prominente, subidos en un asno. Los Fauno romanos, en época clásica, fueron identificados con los sátiros helénicos. El cristianismo se inspiró, sin duda, en los sátiros para representar a los demonios. En la actualidad, se aplica el apelativo de sátiro a la persona lasciva y, a menudo, exhibicionista. EROS / CUPIDO Eros es el dios del deseo amoroso, hijo de Afrodita y, según la tradición más aceptada, de Hermes. Habitual acompañante de Afrodita, ésta recurre a él para que intervenga en las conquistas amorosas que ella secunda. Las flechas de Eros despiertan en el corazón de quienes las sufren una pasión irresistible, si son de oro, o un fuerte rechazo al enamorado acosador, si son de plomo. Nadie escapa a sus efectos, ya sea un dios o un mortal. Zeus, en efecto, Apolo y la propia Afrodita fueron alcanzados por ellas. Los artistas de la Época clásica lo representaron como un bello joven, con alas o sin ellas, y, más frecuentemente, como un niño, con alas, armado con un arco y una aljaba llena de flechas y, a veces, con una antorcha en la mano. Y, en la Época helenística, difuminada un tanto su condición divina, se lo representa cabalgando un centauro o un delfín o rodeado de Amorcillos, juguetones y traviesos y con alas. 5. AGRUPACIONES MENORES Las Musas. Hijas de Zeus y, según la tradición común, de la titánide Mnemósine, las Musas se cuidan de amenizar en el Olimpo los banquetes de los dioses con sus danzas y sus cantos, bajo la dirección de Apolo. Ellas también inspiran a los artistas, en general, y, sobre todo, a los poetas. El número de las Musas, indeterminado al principio, fue fijado en nueve por Hesíodo en su Teogonía, en la que figuran también sus respectivos nombres. Los dominios de cada una de ellas, inconcretos durante mucho tiempo, salvo en el caso de Calíope, les fueron asignados en la Época helenística, quedando así: Calíope, de la poesía épica, Melpómene, de la tragedia, Talia, de la comedia; Polimnia, de la pantomima, Euterpe de la música de flauta, Terpsícore, de la danza; Erato, de la lírica amorosa y coral; Clío, de la historia; y Urania, de la astronomía. A las Musas se las ha representado siempre como jóvenes muy bellas, y de rostro delicado. Las Ninfas. Para Homero, eran hijas de Zeus y de Metis; pero, en otras tradiciones, aparecen también como hijas de ríos de diferentes regiones. Las Ninfas son unas divinidades menores favorecedoras de las distintas manifestaciones de la Naturaleza. Habitan en las grutas, en los montes, en los valles, en las fuentes, en el mar, etc., y pasan el tiempo bailando o tejiendo, y, a veces, forman el séquito de algún dios, como Ártemis o Neptuno. Amadas por los dioses (Zeus, Apolo, Dioniso, Neptuno y Hermes), son especial objeto de deseo de los Sátiros. Por el lugar donde habitan las Ninfas, reciben nombres diversos: Las Náyades son las Ninfas de las fuentes y de los ríos, por lo que fueron consideradas también como divinidades sanadoras; las Nereidas lo son del mar; las Oréades, de las montañas; las Dríades o Hamadríades, de los árboles; etc. Como divinidades de orden inferior, al principio sólo se levantaron en su honor altares en las grutas y cerca de los manantiales, etc.; posteriormente, se les erigieron también templetes o Ninfeos, incluso en las ciudades, en los cuales se solían celebrar las bodas. Introducidas en Roma, especialmente por influencia de los poetas latinos, las Ninfas absorbieron pronto a las divinidades indígenas italianas de los manantiales y de los ríos, como Egeria, Carmenta, las Linfas, etc. Se las ha

solido representar como jóvenes muy bellas y gráciles, con la cabeza adornada con flores, vestidas con túnicas ligeras y, a veces, desnudas o semidesnudas. 6. MONSTRUOS DE LA MITOLOGÍA CLÁSICA Las Sirenas. Son éstas unos monstruos marinos, con cabeza y torso de mujer, con alas y la parte inferior de su cuerpo de ave. Homero es el primero que las menciona en la Odisea y habla de dos. Los poetas posteriores, en cambio, hablan de tres o de cuatro. Viven en una isla de la Italia meridional, frente a Sorrento, hacia la que atraen, con sus cantos melodiosos, a los marineros que pasan cerca, los cuales son devorados por ellas, después de estrellarse sus naves en los acantilados. Ulises consiguió librarse de ellas, porque, siguiendo el consejo de la maga Circe, tapó los oídos de sus compañeros con cera y él, que no quería privarse de oír su voz hechicera, se hizo atar al mástil de la nave. En algunas tradiciones se las relaciona con Perséfone, lo cual explicaría que figuren en tumbas antiguas. A partir de la Época helenística, se las representó ya sin alas y con el cuerpo de pez. El Minotauro. Era un monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro, que nació de los amores de Pasifae, esposa de Minos, rey de Creta, y de un toro. Al nacer, Minos lo encerró en el Laberinto que había construido Dédalo para aquél, y cada año le daba como alimento siete muchachos y siete muchachas, que era el tributo que debía pagar Egeo, rey de Atenas, por una guerra anterior entre ambos pueblos. Teseo, hijo de Egeo, dio muerte al monstruo y, con la ayuda del ovillo que le había entregado la hija de Minos, Ariadna, enamorada de él, consiguió salir del Laberinto sin perderse en la maraña de salas y pasillos del mismo. La Esfinge. Es un monstruo alado con cuerpo de leona y rostro y pecho de mujer, el cual, instalado en una montaña de las afueras de Tebas, planteaba a los viajeros que pasaban por allí enigmas irresolubles, devorándolos después. Sólo Edipo consiguió resolver el suyo, cuando, al preguntarle: Quién tiene voz, y cuatro, dos y tres pies?, respondió: El hombre. La Esfinge entonces, vencida, se lanzó al vacío y pereció. 7. HÉROES MÁS CONOCIDOS Heracles / Hércules. Es hijo de la tebana Alcmena y de Zeus, que, aprovechando la ausencia de su esposo Anfitrión y tomando su apariencia, la poseyó. Al día siguiente volvió Anfitrión de la guerra, lo cual motivó que Alcmena concibiera mellizos: Heracles, dotado de una fuerza descomunal, de Zeus, e Ificles, de su marido. Hera, enfurecida por la nueva infidelidad de Zeus, cuando Heracles cumplió ocho años, echó en la cuna donde dormía con su hermano dos enormes serpientes, las cuales aterrorizaron a Ificles, pero no así a Heracles, que las agarró con sus pequeñas pero vigorosas manos y las estranguló al instante. Posteriormente, en un ataque de locura, inspirado por Hera, mató a los tres hijos habidos con Mégara, hija del rey de Tebas, y, consultado el oráculo de Delfos al respecto, estableció que, para expiar su culpa, se pusiera al servicio de su primo Euristeo, rey de Micenas, quien le impuso doce durísimos trabajos, de los que resumimos, como más interesantes, los siguientes: -El león de Nemea. Era una bestia invencible, la cual causaba numerosos estragos en la región. Hércules, después de entrar en la gruta donde se refugiaba, lo estranguló, luego lo desolló y se puso su piel sobre los hombros e hizo de su cabeza una especie de casco. -La hidra de Lerna. Era una serpiente provista de muchas cabezas, que causaba grandes destrozos en los cultivos y en los rebaños de la zona. Para acabar con ella, Hércules empezó por cortarle las cabezas, pero éstas le volvían a salir al instante, por lo que decidió echarlas al fuego, y la cabeza central, que se consideraba inmortal, la sepultó, una vez cortada, y la cubrió con una enorme piedra, tras haber rociado sus flechas con su sangre, que era muy venenosa. -El toro de Creta. Minos, para asegurarse el trono de Creta, que se disputaba con otros pretendientes, pidió a Poseidón que le mostrara su apoyo frente a éstos, haciendo aparecer del mar un toro, que luego sacrificaría en su honor. Pero, cuando lo tuvo delante, lo encontró tan hermoso, que se olvidó de la promesa. Poseidón, entonces, lo castigó haciendo que su esposa se encaprichara y fuera poseída por el toro y, además, que éste se volviera furioso, echando fuego por la boca. Hércules consiguió apresarlo vivo y, montado en su lomo, regresó a Micenas. -El cinturón de la reina Hipólita. Un día Admete, hija de Euristeo, mostró a éste su deseo de poseer el cinturón de Hipólita, reina de las Amazonas, que vivían en un país de Asia Menor, constituido sólo por mujeres, a orillas del río Termodonte. Para mantener su raza, capturaban hombres, a los que daban la libertad después de usarlos como esclavos para su trato sexual. De los hijos habidos con éstos dejaban con vida sólo a las niñas y, cuando éstas crecían, les cortaban un pecho para que no les estorbara en el manejo del arco. Las Amazonas eran jinetes excelentes, muy temibles y

dominaban las artes de la guerra. Su reina, Hipólita, llevaba como distintivo de su poder un cinturón de oro y piedras preciosas, regalo de su padre, el dios Ares. Por orden de Euristeo, Hércules preparó una expedición al citado país y, después de muchas aventuras y luchas, consiguió arrebatarle el cinturón a Hipólita. -Las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. Cuando Hera se casó con Zeus, Gea, la Tierra, le entregó como regalo de bodas unas manzanas de oro, que mandó sembrar en el Jardín de las Hespérides, situado, según una versión, al pie del monte Atlas, y, como las hijas de éste entraban en él para robar tan codiciado fruto, Hera confió su custodia a un dragón inmortal dotado de cien cabezas y a tres ninfas. Heracles, recibido el encargo de Euristeo de traerle algunas de las manzanas de oro que alimentaban a los dioses y en la expedición liberó de sus cadenas a Prometeo, el cual, agradecido, le indicó que no arrancara con sus manos las citadas manzanas. Cuando llegó, le propuso a Atlas que entrara en el jardín para cogerlas, mientras él lo sustituía en la dura tarea de sostener el mundo (el Cielo) sobre sus hombros. Al salir de allí con las manzanas, Atlas le dijo a Heracles que no quería volver a tomar su pesada carga. Éste, entonces, le pidió que la cogiera sólo mientras él se ponía unas almohadillas en los hombros para aguantar mejor el peso, y, agarrando las manzanas que el gigante había dejado en el suelo, salió corriendo con ellas. Cuando las recibió Euristeo, no supo qué hacer con ellas y se las devolvió a Heracles y éste, a su vez, a Hera, que las restituyó al Jardín de las Hespérides. -El can Cerbero. El perro (can) Cerbero era el guardián de la puerta de los Infiernos, que impedía la entrada de los vivos y, sobre todo, la salida a los muertos. Tenía tres cabezas y el cuerpo erizado de serpientes. Euristeo, deseando imponer a Heracles un trabajo más duro aún que los anteriores, le pidió que le trajera el perro Cerbero. Hades se lo permitió, a condición de que redujera al animal sin servirse de sus armas. Heracles luchó a brazo partido con el monstruo, consiguiendo al final someterlo. Luego lo llevó a Euristeo, que, al verlo, se escondió en una tinaja y ordenó a su captor que lo devolviera a su lugar de origen. Actualmente, se aplica el nombre de cancerbero a un portero de fútbol o a un vigilante inflexible. Heracles realizó otras muchas hazañas y diversas expediciones. En uno de esos viajes, él y su esposa Deyanira debían cruzar el río Eveno, y el encargado de pasar a los viajeros a la otra orilla era el centauro Neso. Éste, después de cruzar a Heracles, volvió a por Deyanira y, en el trayecto, intentó abusar de ella. Al oír el héroe sus gritos de socorro, disparó a Neso una flecha que le atravesó el corazón. Neso, para vengarse de Heracles, dijo a Deyanira que si recogía la sangre de su herida, ésta sería el filtro amoroso con el que conservaría siempre el amor de su marido. Heracles, que había convertido a la hija del rey Eurito en su concubina, le pidió a su esposa una túnica nueva para la ceremonia en la que celebraría su victoria sobre éste. Deyanira, presa de la envidia, impregnó la misma con la sangre de Neso, y, nada más ponérsela Heracles, su veneno empezó a hacer estragos en su cuerpo. Cuando Deyanira vio esto, se suicidó. Entonces Heracles, transportado al monte Eta, ordenó levantar una pira, sobre la cual se encaramó. El fuego destruía el cuerpo mortal del héroe, y, tras resonar un trueno, fue transportado en una nube al Olimpo, en donde se casó con Hebe, diosa de la eterna juventud. Aquiles. Fue hijo de Peleo, rey de Ftía (pequeño país de Tesalia), y de la nereida Tetis. Recién nacido, su madre lo sumergió en las aguas del río Estigia, que volvían invulnerable la parte del cuerpo bañada en ellas, y, como, al hacerlo, sujetó al niño por el talón, éste quedó sin mojar, siendo su único punto vulnerable. Aquiles fue educado por el centauro Quirón, y, cuando llegó a la adolescencia, participó en la Guerra de Troya, en la que pronto se reveló como el más brillante de los jefes griegos. En el décimo año de la misma, se negó a combatir con ellos, irritado contra Agamenón (este es el tema de la Ilíada, de Homero) por haberle arrebatado a su esclava Briseida, después que éste se hubiera visto obligado a devolver la suya, Criseida, a su padre Crises, sacerdote de Apolo, el cual, a petición suya, había provocado una peste devastadora en el ejército griego. Debido a esto, se sucedieron las derrotas de los griegos, ante lo cual Patroclo, amigo de Aquiles, le pidió sus armas y los Mirmidones para luchar contra los troyanos, y, tras conseguir algunos éxitos sobre éstos, que lo confundieron con Aquiles, fue muerto por Héctor. Lleno de ira y de dolor por la muerte de su amigo entrañable, y sólo por esto, Aquiles volvió al combate, causando nuevamente grandes estragos en el ejército enemigo y la muerte, entre otros, de Héctor, cuyo cuerpo arrastró después, atado a su carro por los talones, alrededor de la pira funeraria de Patroclo y, algunos días más, por delante de las murallas de Troya. Recriminada su conducta por los dioses por su falta de respeto a los muertos, entregó, en una emotiva escena, el cuerpo de Héctor a su padre Príamo, rey de Troya, para que le rindiera las debidas honras fúnebres. Con ellas concluye la Ilíada. El final de

Troya y la muerte de Aquiles, a manos de Paris, que le atravesó el talón con una flecha, se narran en otros poemas, algunos de ellos, perdidos. Perseo. Fue hijo de Zeus y de Dánae, hija, a su vez, de Acrisio, rey de Argos. Advertido éste por el oráculo de Delfos de que, si su hija tenía un niño, éste lo mataría después, la encerró en una cámara de paredes de bronce y la hizo vigilar día y noche. Esto, sin embargo, no fue un obstáculo para Zeus, que, enamorado de ella, la poseyó metamorfoseado en lluvia de oro, y nueve meses después Dánae dio a luz a Perseo, al cual crió en secreto. Enterado Acrisio de la existencia del niño al oír su llanto, fue a donde estaba Dánae y, no creyéndose su relato sobre la concepción del mismo, metió a ambos en un cofre y lo arrojó al mar. Llevado éste por las olas a la isla de Séfiros, lo recogió allí el pescador Dictis, hermano del tirano Polidectes, el cual, al ver a Dánae, quedó prendado al instante de su belleza. Pero ni ésta ni Perseo, ya adolescente, estaban dispuestos a secundar los deseos de Polidectes. Así las cosas, un día Perseo, en el curso de un banquete, prometió a aquél que le traería la cabeza de la gorgona Medusa. Las Gorgonas eran tres monstruos con cabellos de serpientes, que transformaban en piedra a todo aquel que las miraba de frente, de las cuales sólo Medusa era mortal. Convencido, pues, Polidectes de que Perseo no superaría la empresa, y deseando librarse de él, le pidió que cumpliera con lo prometido. Ayudado por Atenea y por Hermes, Perseo se dirigió a la mansión de las Ninfas, las cuales le entregaron unas sandalias aladas, un zurrón y el casco de Hades, que lo hacía invisible. Con estas armas y una afilada hoz de acero, que le proporcionó Hermes, llegó volando a la morada de las Gorgonas, las cuales dormían en aquel momento. Para evitar la mortífera mirada de Medusa, Teseo avanzó sigilosamente de espaldas guiándose por la imagen que reflejaba de ella su escudo, y, cuando llegó a la altura de la cabeza, se la cortó de un tajo, surgiendo de la sangre que brotaba de la herida el caballo alado Pegaso y Crisaor, el hombre de la espada de oro. Guardada la cabeza en su zurrón, Perseo se sirvió después de ella para petrificar a sus enemigos poniéndosela de frente, antes de dársela a Atenea, que la colocó en el centro de su escudo. En su camino de regreso a Argos, pasó por la costa de Etiopía, en donde vio, atada a una roca, dentro del mar, y a punto de ser devorada por un dragón, a Andrómeda, hija del rey Cefeo y de Casiopea, la cual se había jactado de ser más bella que las Nereidas, hijas de Poseidón, por lo que éste hizo salir del mar el citado dragón, que causaba graves daños en el país, los cuales terminarían, según indicó el adivino local, si se entregaba a Andrómeda al monstruo como alimento. Prendado Teseo de la belleza de ésta, prometió a sus padres que la libraría del dragón, si le otorgaban su mano después de salvarla. Concedida ésta, Teseo, cayendo desde lo alto, gracias a sus sandalias aladas, consiguió sorprender y matar al dragón, engañado por la sombra que el héroe proyectaba de sí mismo sobre las aguas. Muerto aquél, el héroe, antes de unirse a Andrómeda, tuvo que luchar contra el tío de ésta, Fineo, que también la pretendía en matrimonio, al cual petrificó mostrándole la cabeza de Medusa. Acompañado de Andrómeda, Perseo volvió a Sérifos y, al enterarse de que Polidectes había intentado conquistar a su madre por la fuerza, obligándola a refugiarse junto al altar del templo, tenido por asilo inviolable, entró donde el tirano se hallaba reunido con sus amigos, y petrificó a todos ellos con la cabeza de Medusa. Acto seguido, entregó el poder de la isla a Dictis, su padre adoptivo, y dio las alas, el zurrón y el casco de Hades a Hermes, que los devolvió, a su vez, a las Ninfas, y la cabeza de Medusa a Atenea. Después se dirigió a Argos; pero, cuando Acrisio se enteró de la inminente llegada allí de su nieto Teseo, huyó al territorio de los Pelasgos para evitar que se cumpliera el oráculo. Un día, sin embargo, participan- do como espectador en los juegos que había organizado el rey de Larisa en el aniversario de la muerte de su padre, Teseo, que competía en ellos en la prueba de pentatlón, al lanzar el disco golpeó con él, sin querer, uno de sus pies y lo mató. Apesadumbrado Teseo al conocer la identidad de la víctima, le tributó solemnes honras fúnebres y ordenó enterrarlo en las afueras de Larisa, y, considerándose indigno de ocupar el trono de Argos, cambió éste por el de Tirinto, donde reinaba su primo Metapentes. Ulises. Hijo de Laertes, rey de la isla de Ítaca, y de Anticlea, nieta de Hermes, llegado a la edad adulta, su padre abdicó en favor de él, y, cuando se declaró la guerra de Troya, partió para ella al frente de doce naves, en la que realizó numerosas proezas guerreras y sobresalió como hábil consejero. Él fue quien sugirió construir el caballo de madera, con el que los griegos lograron, después de diez años de asedio, entrar en Troya y destruirla. (En la Eneida de Virgilio, libro II, se describe dicha conquista). Destruida Troya, en el viaje de regreso a Ítaca, Ulises tuvo que afrontar numerosas aventuras y peligros -provocados por Poseidón, enojado contra él por haber dejado ciego a su hijo Polifemo-, los cuales se narran en la Odisea, de Homero, de los que resaltaríamos: el episodio en la caverna del gigante Polifemo, al que, después de emborracharlo, quemó con un palo

candente el único ojo que, como cíclopes, tenía en medio de la frente; el enfrentamiento con los Lestrigones, los cuales hundieron todas sus naves y la tripulación, excepto la suya; el paso de ésta, indemne, por la isla de las Sirenas y por el estrecho de Mesina, entre Escila y Caribdis; el naufragio sufrido tras zarpar de la isla de Trinacria, en el que perecieron los compañeros que le quedaban; y su estancia en la isla de Ogigia, cuyo único habitante era la ninfa Calipso, que, enamorada de él, lo retuvo allí siete años, y la posterior en la isla de los Feacios, los cuales le proporcionaron la nave con la que llegó, por fin, a Ítaca. En su palacio, a donde llegó disfrazado de mendigo por consejo de Atenea, no lo reconoció nadie, salvo su viejo perro Argo, ni siquiera su esposa, Penélope, que, esperando regresara algún día, había dado largas a los numerosos pretendientes diciéndoles que elegiría esposo cuando terminara el sudario de Laertes, el cual nunca se terminaba, pues lo que tejía de día y lo destejía de noche. Descubierto el engaño, los invitó a la prueba del tiro con arco, que ninguno superó, excepto Ulises. Al ver quién era éste, huyeron despavoridos. Así Ulises recuperó el trono de Ítaca y a su fiel esposa. Jasón y los Argonautas. Jasón fue hijo de Esón, rey de la ciudad tesalia de Yolco, al cual destronó su hermanastro Pelias, hijo de Poseidón. Educado por el centauro Quirón fuera de Yolcos, cuando llegó a la adolescencia, volvió allí para reclamar el poder a su tío. Éste le dijo que se lo entregaría, si le traía de la Cólquide, en los confines del mar Negro, el vellocino de oro, que estaba vigilado por un dragón. A tal objeto, Jasón, consultado el oráculo de Delfos, zarpó, en la nave Argo, construida por el héroe del mismo nombre, del puerto tesalio de Págasas, acompañado de unos cincuenta héroes griegos, y, tras un viaje lleno de peligros y dificultades, como fuera el de Ulises, llegaron a la Cólquide. Al día siguiente, Jasón se presentó al rey Eetes y le expuso el motivo de su misión. Eetes le prometió que le entregaría el vellocino, si ponía el yugo a unos bueyes de pezuñas de bronce que arrojaban fuego por la nariz, y sembraba en el campo arado por éstos unos dientes de dragón que él le entregaría. Preguntándose Jasón cómo realizaría esto, Medea, hija del rey, que era maga y se había enamorado de él, le dijo que le ayudaría a conseguirlo, si le prometía hacerla su esposa, cosa que hizo. Medea, entonces, le dio un bálsamo, que lo hacía invulnerable al fuego y al hierro, y le enseñó la forma de deshacerse de los guerreros que nacerían de los dientes del dragón sembrados. Jasón superó todas las pruebas, pero Eetes no cumplió su promesa. Jasón, entones, ayudado por Medea, se apoderó del vellocino de oro y huyó con ella, su hermano pequeño Apsyrtos y sus compañeros en la nave Argo. Cuando Eetes supo esto, salió en su persecución, pero hubo de suspenderla pronto, al ver, esparcidos por el mar, los trozos del cuerpo del niño, descuartizado por Medea, que él tuvo que recoger. Llegados a Yolco, Jasón llevó el vellocino a Pelias, que se negó a cederle el reino. Debido a esto, Medea, convenció a las hijas de Pelias para que trocearan e hirvieran el cuerpo de su padre, ya que ello lo rejuvenecería. No fue así, y Jasón y Medea tuvieron que refugiarse en Corinto. Años después, repudiada por Jasón, se vengó de él matando a los hijos que tuvo con él y a su prometida. Jasón volvió a Yolcos y, tras matar al hijo de Pelias, reinó allí.