TEMA 7: LA INDUSTRIA Y EL SECTOR ENERGÉTICO EN ESPAÑA.

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Transcripción:

TEMA 7: LA INDUSTRIA Y EL SECTOR ENERGÉTICO EN ESPAÑA. 1. DELIMITACIÓN Y CLASIFICACIÓN Y DEL SECTOR INDUSTRIAL ESPAÑOL Las actividades secundarias de la economía tienen por objeto la transformación de los recursos naturales, a través de sucesivas fases, por medio de procedimientos físicos o químicos, para la obtención de una amplia gama de bienes. El sector secundario de la economía está formado por las ramas industriales y energéticas y por la actividad de construcción. Las ramas industriales son un conjunto de empresas que derivan de un determinado sector de la actividad económica; por tanto, cada rama produce una misma categoría de bienes o presta el mismo tipo de servicios de forma que cada conjunto de empresas es conocido por una misma nomenclatura oficial, como, por ejemplo, la rama del metal, del textil y de la alimentación. Las ramas industriales se dividen en las siguientes categorías: Industrias extractivas. Extracción productos energéticos. Extracción de otros minerales excepto productos energéticos. Industria manufacturera. Industria de alimentación, bebidas y tabaco. Industria textil y de la confección. Industria del cuero y del calzado. Industria de la madera y del corcho. Industria del papel; edición, artes gráficas y reproducción de soportes grabados. Refino de petróleo y tratamiento de combustibles nucleares. Industria química (En España se encuentra en Cataluña, Madrid y País Vasco) Industria de la transformación del caucho y materias plásticas. Industrias de otros productos minerales no metálicos. Metalurgia y fabricación de productos metálicos. Industria de la construcción de maquinaria y equipo mecánico. Industria de material y equipo eléctrico, electrónico y óptico (este sector es muy dependiente de los capitales extranjeros). Fabricación de material de transporte. Industrias manufactureras diversas.

La Clasificación Nacional de Actividades Económicas o CNAE de España permite la clasificación y agrupación de las unidades productoras según la actividad que ejercen de cara a la elaboración de estadísticas y utiliza cuatro niveles de clasificación: división, agrupación, grupo y subgrupo con rúbricas de 1,2,3 y 4 cifras. Cada uno de estos niveles se compone de 10 divisiones, 64 agrupaciones y 684 grupos que diferencian las actividades según sean agrícolas (división 0), industriales (división 1-4), construcción (división 5) y servicios (división 6-9) La Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE-93 Rev.1) las recoge dentro de las Secciones C (subsecciones CA y CB) y D (subsecciones DA a DN) respectivamente. Son diversas las formas de clasificación en que pueden agruparse las diferentes ramas industriales manufactureras (subsecciones de la CNAE). Destacaremos fundamentalmente dos frecuentemente empleadas: Por el grado de intensidad tecnológica de los procesos de producción: intensidad tecnológica baja, media, alta. Por el nivel y elasticidad renta de la demanda de sus productos: demanda baja, media, alta. Con arreglo a éstas, puede diferenciarse entre: Industrias Avanzadas: demanda e intensidad tecnológica altas. Maquinaria de oficina, ordenadores, maquinaria eléctrica, electrónica y óptica, instrumentos de precisión, productos aeronáuticos, productos farmacéuticos... Industrias Intermedias: demanda e intensidad tecnológica medias. Química, caucho y plástico, maquinaria mecánica y material de transporte. Industrias Tradicionales: demanda e intensidad tecnológica bajas. Metálicas básicas, productos metálicos, productos de minerales no metálicos, alimentos, papel y artes gráficas, textil y confección, madera y otras manufacturas. 2. ESTRUCTURA SECTORIAL Y ESPACIAL Las actividades industriales con mayor peso en la industria española son las tradicionales, concentrando algo más del 61% de la producción industrial (VAB), seguidas de las industrias intermedias que representan un tercio de la producción de sector y, finalmente, las actividades industriales avanzadas que cuya contribución está próxima al 6%.

La industria española ha sufrido muchos cambios sociales, políticos y eonómicos ya que se pasó al proceso de modernización y además se tuvo que adaptar industrialmente a los niveles de la UE. Durante la última década, de fuerte crecimiento económico del país, las ramas industriales intermedias han ganado importancia relativa en la producción industrial del país, en detrimento de las tradicionales, pero también de las avanzadas. En 1994 el peso de las intermedias era del 31,5% de la producción, el de las tradicionales del 62,3% y el de las avanzadas del 6,3%. Ello ha supuesto un ensanchamiento de la brecha tecnológica con la UE, donde, por término medio, la actividad de estas ramas industriales se ha incrementado de forma más acelerada que en España. La distribución geográfica de la industria española se caracteriza por el desequilibrio; casi el 60% de la facturación del sector se genera en cuatro Comunidades Autónomas: Cataluña (28%), Comunidad Valenciana (11%), Madrid (11%) y País Vasco (10%), en tanto que las regiones objetivo 1 de la política de cohesión comunitaria, que representan el 76% del territorio español y el 58% de la población, generan tan sólo el 40% restante. Las comunidades autónomas con mayor participación en la cifra de negocios del sector industrial fueron en 2007 Cataluña, con el 24% del total, Madrid (con el 11,6%), Comunidad Valenciana (con el 10,3%), Andalucía (con el 10,1%) y el País Vasco (con el 9,5%). Estas cinco comunidades aportaron el 65,5% del total de la cifra de negocios del sector industrial. Estas últimas, en especial en las zonas del centro y el sur del país, presentan una especialización en la industria alimentaria. La cornisa cantábrica concentra gran parte de la producción de las industrias pesadas tradicionales (siderurgia, productos metálicos), fundamentalmente en Asturias y el País Vasco. En el área mediterránea, según las zonas, se asientan actividades industriales de todo tipo; tradicionales, como la industria textil, del calzado o el juguete, intermedias, como la industria química o la de material de transporte y avanzadas como la industria farmacéutica o de material y equipo eléctrico y electrónico. Asimismo, las regiones más prósperas presentan una estructura industrial más diversificada, con mayores niveles de productividad y mayor contenido tecnológico. Sin embargo, durante las últimas décadas la distribución territorial de la industria ha experimenta ndo importantes cambios, destacando el retroceso de la Cornisa Cantábrica, la pujanza del Valle del Ebro (Navarra, La Rioja, Zaragoza) y el Arco del Mediterráneo (Comunidad de Valencia y Murcia) y el gran avance de la Comunidad de Madrid en sectores de elevado contenido tecnológico.

3. VALOR AÑADIDO, EMPLEO Y PRODUCTIVIDAD En la década de los sesenta y durante la primera mitad de los setenta, la industria desempeñó un papel central en el desarrollo económico español, de modo que su presencia relativa en el PIB aumento significativamente y ello consolidó el proceso de industrialización del país. Las crisis económicas y energéticas internacionales de los setenta, el proceso de modernización económica y la reconversión industrial impulsada para incorporar el sector a la política comunitaria supusieron una profunda transformación de la estructura industrial, caracterizada por la sensible disminución de su contribución al PIB y al empleo del país. En términos nominales la aportación del sector industrial al Valor Añadido Bruto Total de la economía española era de casi el 25% en 1985, el 19% en 1995 y en el año 2005 el 15%. El crecimiento del VAB industrial en España ha sido inferior al de la UE. Así mientras que en el período 2004-2006 el VAB industrial español creció un 4,4% en la UE-15 lo hizo en un 5,6% y en la UE-25, un 6,8%. En términos reales, la contribución de la industria a la economía nacional durante el mismo periodo ha disminuido escasamente, pasando del 20% en 1985 a poco más del 18,5% hoy en día. El ciclo económico industrial se ha ajustado al del conjunto de la economía nacional, acusando en mayor medida las etapas depresivas (comienzos de las décadas de los ochenta y noventa). En la última fase expansiva de la economía española, a mediados de los noventa, en tanto que la economía española ha crecido en términos reales un 3,7% de media cada año, el VAB industrial ha aumentado en poco más de un 3%, acusando un debilitamiento desde 2002, en que ha crecido anualmente menos del 1% en precios constantes. El sector industrial ha pasado de ocupar a 2,5 millones de personas en 1985, lo que representaba el 20% de la población ocupada española, a cerca de 3,3 millones en la actualidad, lo que supone prácticamente el 16,5% del empleo nacional, atravesando una etapa de acusada destrucción de empleo durante la crisis y recesión económica de comienzos de los noventa (más de 300.000 empleos desde mediados de 1992 hasta comienzos de 1995). Por ejemplo el número de personas ocupadas en la industria durante el año 2006 fue de 2.623.830, lo que representa un descenso del 0,4% respecto al año anterior. La tasa de paro industrial ha sido, y lo sigue siendo, inferior a la media del conjunto del mercado laboral español (4,3% frente a 7,3% en 2006), aunque las diferencias se han reducido en el proceso de contención de la tasa de paro y convergencia de este indicador con la UE (En 1997 9,3% frente a 16%). Ello se ha debido al peor comportamiento económico del sector

durante los últimos años, de manera que la capacidad de creación de empleo en el sector industrial ha sido muy inferior que en el resto de la economía. La productividad aparente del trabajo industrial es superior a la del conjunto de la economía. En la actualidad es un 19% superior a la media de la economía española. Entre 1985 y 1995, el incremento del valor añadido industrial se debió con exclusividad a las ganancias de productividad, puesto que el empleo en 1995 era prácticamente el mismo que 10 años antes. Entre 1995 y 2002, el crecimiento industrial se apoyó, por el contrario, en su notable capacidad de generación de empleo, creciendo la productividad aparente del trabajo a un ritmo más contenido. En los últimos años se ha recuperado levemente el ritmo de aumento de la productividad, aunque esencialmente a causa del estancamiento en la creación de empleo industrial. Este menor avance de la productividad industrial durante la última etapa expansiva del ciclo económico ha afectado fundamentalmente a las actividades industriales avanzadas, contrariamente a lo que ocurre en la UE, donde éstas han sido las únicas que han actuado como motores de la productividad del sector industrial europeo. Precisamente, las dificultades que encuentran estas actividades avanzadas para mejorar su eficiencia productiva y su competitividad en territorio español son determinantes de los procesos de deslocalización industrial generados desde los primeros años de la presente década. En el marco de la UE, la industria española se ha abierto al exterior, recibiendo un importante volumen de inversión extranjera, lo que ha supuesto un impulso tecnológico, ha aportado redes de comercialización y factores de competencia distintos de los precios, nuevas formas de organización y financiación, etc. 4. LA POLÍTICA INDUSTRIAL: DESCENTRALIZACIÓN GEOGRÁFICA, REFORMA, DESREGULACIÓN Y PRIVATIZACIÓN DEL SECTOR PÚBLICO EMPRESARIAL La política industrial española se ha visto determinada por diversos elementos: La coyuntura económica y los intensos cambios producidos en el escenario económico internacional (globalización, revolución tecnológica ), destacando la sucesión de diversas crisis industriales (comienzos 80 y 90), ante las cuales el sector industrial ha tenido que responder mediante un proceso de descentralización productiva, apoyado en la flexibilización, que las nuevas tecnologías han hecho posible. Las restricciones impuestas por la pertenencia a la UE (normas comunitarias relacionadas con en el mercado único, política de competencia, etc.) y por las estrictas

limitaciones presupuestarias debidas al acceso a la UEM y el posterior Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). Desde la aprobación de la Constitución Española, la política industrial es desarrollada por la Administración General del Estado y las Comunidades Autónomas. Éstas disponen de las competencias y recursos necesarios para diseñar y ejecutar políticas industriales de alcance regional. De este modo, la política industrial ha evolucionado hacia una estrategia de orientación regional centrada en la PYME industrial, vinculándose política regional y política industrial. En este contexto se han desarrollado desde los años 80 Agencias de Desarrollo Regional (ADR) dependientes de las CCAA, como principales instrumentos de actuación de la política industrial española, mostrando una apreciable eficiencia y aplicando los recursos en las zonas con más posibilidades de desarrollo o en las más necesitadas de intervención. También han proliferado iniciativas de entidades locales en materia industrial, con la creación de Agencias Locales de Desarrollo. Tras desarrollar una política industrial basada en la intervención directa del sector público en ciertos sectores industriales, algunos estratégicos para el funcionamiento de la economía del país y la promoción industrial (Subvenciones a áreas industriales: ZUR y ZID), el nuevo papel de la Administración Central se ha centrado en la coordinación y defensa de los intereses industriales españoles en ámbitos europeos e internacionales, afrontando retos como los riesgos de deslocalización, la inversión en conocimiento o la internacionalización de la industria española. Como resultado de todo ello, la política industrial, ha pasado de centrarse en un reducido número de grandes empresas, a ser una estrategia en la que las acciones públicas se han multiplicado, destinándose a miles de empresas, según programas específicos y con medidas más ajustadas a las necesidades reales. Paralelamente, la Administración General del Estado acometió en la década de los noventa una intensa política de privatizaciones de las actividades industriales públicas, esencialmente mediante el desmantelamiento del INI y el INH, holdings industriales de titularidad pública. Su objeto era reducir el tamaño del sector público empresarial y su posición monopolística en ciertas ramas de actividad, potenciar la competitividad industrial y favorecer una mejor adaptación al nuevo contexto internacional y equilibrar las cuentas públicasante los requisitos de acceso a la UEM. 5. DESAFÍOS ACTUALES DE LA INDUSTRIA ESPAÑOLA

Son diversos los desafíos que ha de afrontar la industria española. Uno de los más acuciantes, dado el actual escenario de rápida globalización económica, creciente apertura comercial, aumento de la competencia internacional y avance tecnológico y, asimismo, la importante presencia de capital extranjero en la industria española, es el de la deslocalización industrial. Por tal se entiende la recolocación de las actividades productivas en otros países, buscando emplazamientos que sean más eficientes y que permitan un mejor aprovechamiento de las ventajas competitivas. En España los procesos de deslocalización industrial han alcanzado cierta entidad en dos períodos recientes: En la primera mitad de los 90, afectó en mayor medida a las manufacturas tradicionales; de intensidad tecnológica baja y baja en mano de obra. Emigraron a ubicaciones con menores niveles salariales (Portugal, Marruecos, China), para abaratar costes y poder hacer frente a la creciente presión competitiva. Recientemente, con la quinta la ampliación de la UE, siendo los nuevos Estados miembros los principales receptores de la producción desplazada. Se trata fundamentalmente de empresas encuadradas en ramas avanzadas, participadas por capital extranjero. Entre las empresas de capital nacional, en cambio, ha predominado la deslocalización de empresas de los sectores tradicionales (textil-confección, calzado y juguetes, principalmente). Una economía moderna, como la española, que no puede competir a escala internacional en costes laborales, debe afrontar este desafío orientándose hacia las actividades intermedias y avanzadas, para lo cual debe impulsar y desarrollar factores de competitividad en términos de conocimiento tecnológico, cualificación laboral, diferenciación del producto, etc. El reto tecnológico, esto es la necesidad de realizar un mayor esfuerzo inversor en I+D+i y de incorporar las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones a los procesos de producción, es el otro gran desafío que debe afrontar la industria española, por cuanto hoy constituye la principal fuente de mejoras en la productividad industrial. 6. EL MODELO ENERGÉTICO ESPAÑOL El uso de materias primas y energía, va muy relacionado con la economía del país y además es necesario para la vida cotidiana. El consumo energético per cápita indica acerca del desarrollo del país. España en este caso ha ido aumentando el consumo energético lo que quiere decir que ha habido un crecimiento industrial y una mejora de la calidad de vida.

Este consumo de energía a ido en aumento a mediados del s.xx. España ocupa la quinta posición en relación con el consumo de energía y materias primas detrás de Alemania, Francia, Reino Unido e Italia. El sector energético es un básico y estratégico para el funcionamiento de un sistema socioeconómico. Actualmente concentra el 2,8% de la producción final española y el 0,6% del empleo. La CNAE-93 Rev.1 agrupa las actividades de Producción y distribución de energía eléctrica, gas y agua en la sección E. El modelo energético español se caracteriza por: El consumo de energía primaria1 en sólo quince años ha registrado un incremento de más de un 60%. En el año 1990 el consumo de energía primaria en España ascendía a más de 88.000 Ktep (toneladas equivalentes de petróleo), en 2005 el consumo supera los 142.000 Ktep. En cuanto a la estructura actual del consumo de energía primaria por fuentes de energía, el petróleo tiene un peso destacado ya que supone el 50% de la energía primaria consumida en España en el año 2005. El gas natural es la segunda fuente primaria más importante y representa el 20%. El carbón supone el 14,5% de la energía primaria consumida, y la energía nuclear el 10,3%. La energía hidráulica tan sólo representa el 1,2% del balance de energía primaria, y las otras energías renovables el 4,9%. Su acusada dependencia de los combustibles fósiles como fuente de energía primaria, lo que explica, a causa de los escasos recursos petrolíferos y gasísticos propios, la total dependencia energética respecto del exterior (80% energía consumida frente al 50% media resto UE), con su consiguiente impacto sobre la balanza comercial. El rápido crecimiento de la demanda, triplicándose en las tres últimas décadas y ocupando el quinto lugar en consumo dentro de la UE Su elevada intensidad energética, entendiendo por tal la cantidad de energía necesaria para producir una unidad de PIB, lo que viene a indicar una excesiva dependencia energética de nuestra economía. En España es de casi 223 kilogramos equivalentes de petróleo por 1.000 euros de PIB, frente a 205 en la UE-25 y 187 en la UE-15. Una estructura empresarial compuesta por un reducido número de grandes empresas y tendente a la concentración, con la implicación reciente de empresas de capital extranjero. La regulación pública de su actividad, por su carácter estratégico.

Un notable impacto medioambiental, como consecuencia de su dependencia del petróleo, siendo necesarias medidas racionalizadoras de la demanda y una orientación de la oferta hacia energías renovables, menos contaminantes.