Andrés y la caja de madera



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Transcripción:

Andrés y la caja de madera Lucia Tabernero Tabernero MENCIÓN ESPECIAL GRUPO 2 Presentación Esta historia habla de un chico de 13 años, llamado Andrés. Este personaje no tiene padres porque un personaje malvado (el hombre serpiente) les dio una poción mágica que les convirtió en ciervos y esto le impidió pasar su infancia con sus progenitores. Es importante señalar que todos estos hechos no sucedieron en la Tierra, sino que tuvieron lugar en otro planeta llamado Arco Iris, que se encuentra habitado por seres humanos también, pero hay una diferencia y es que hay objetos y criaturas que en la Tierra no pueden encontrarse. Cuando Andrés se quedó sin padres tenía solo un año y fue enviado a la Tierra, a la casa de unos tíos y de un primo. Con ellos vivió hasta que un grupo de personas que tiempo atrás había mantenido relaciones de amistad con sus padres, antes de que tomaran la poción mágica, decidieron venir a buscarlo y llevarlo de vuelta a Arco Iris. Lo que se va a narrar ahora habla de cómo Andrés, junto con dos amigos y un elfo, se embarcarán en un peligroso viaje con destino a la Isla de la Muerte, lugar en el que transcurrirán muchas de sus aventuras. Después, los cuatro protagonistas tendrán que ir al Bosque del Terror. Para qué? Si queréis conocer la respuesta a esta pregunta tendréis que leer esta interesante y espero que divertida historia. Espero que os guste. Disfrutadla! -- Andrés, despierta! El joven todavía medio dormido levantó la cabeza de la almohada y miró a su alrededor. Un chico se hallaba sentado al borde de una cama que había junto a la de Andrés. Este otro adolescente se llamaba Rubén. -- Por fin abres los ojos, hace mucho que te estoy llamando. Date prisa y arréglate, mi madre lleva ya un buen rato llamándonos para que vayamos a desayunar -dijo Rubén, viendo que su amigo todavía seguía tumbado sin intención de levantarse pronto. Andrés, fastidiado porque le habían despertado cuando se encontraba tan a gusto durmiendo apaciblemente, obedeció y fue con su amigo a la cocina.

Allí estaba la madre de Rubén, Marina, les dio los buenos días y se dirigió a otra habitación para despertar a su hija y a una amiga que aún continuaban en la cama. Aquella era la primera mañana que Andrés pasaba en aquel planeta. El día anterior había llegado hasta allí procedente de la Tierra, donde se había criado. Así pues, se pasó el día haciendo preguntas sobre cómo era el lugar donde estaban, del tipo: Y aquí hay playa? Aquí hay pájaros? Y otras cosas por el estilo. Podían parecer muy tontas, pero, si tenemos en cuenta que Andrés había abandonado aquel lugar cuando tenía solo un año, aquellas cuestiones no carecían por completo de sentido, porque además Arco Iris es un planeta que los habitantes de la Tierra no podemos ver porque no pertenecemos a él, también hay criaturas y objetos completamente diferentes a los que conocemos. Muy pronto Andrés se dio cuenta de que no iba a echar mucho de menos la Tierra. Durante ese primer día y también durante las jornadas siguientes, Andrés cogió más confianza con Rubén y con la familia y los amigos de éste. Un día salió a dar un paseo por un bosque cercano con el padre de Rubén, al volver a casa, encontró a Rubén y a Estela, una amiga, hablando a solas en una habitación. Cuando se reunió con ellos, le contaron de qué estaban hablando. -- Mira, Andrés -dijo Estela cuando éste se hubo sentado a su lado-, le estaba diciendo a Rubén que ayer oí hablar a sus padres acerca de una caja de madera. Decían que esa caja pertenece al hombre serpiente, ya sabes, ese malvado que hace años convirtió a tus padres en ciervos. También les oí decir que dentro de esa caja hay un botecito que contiene un líquido que es capaz de volver a convertir a tus padres en humanos. Se me ha ocurrido que nosotros tres podríamos ir en busca de esa caja, aunque no tenemos ni idea de dónde puede estar, pero podríamos intentarlo, no? Qué opinas de todo esto, Andrés? El muchacho se había quedado mudo. No sabía qué decir. Por un lado, quería encontrar aquella caja y hacer que sus padres volvieran a ser humanos. Pero, por otra parte, le asustaba la cantidad de peripecias que tendrían que pasar hasta conseguir lo que se proponían. Al final, convenciéndose a sí mismo de que lo mejor era olvidarse de los peligros, Andrés dijo: -- Bueno, si no hay nadie más dispuesto a buscar esa caja, hagámoslo nosotros, no? Sus amigos estuvieron totalmente de acuerdo y decidieron que partirían cuanto antes en busca de la caja, pero debían esperar dos días más, porque al día siguiente era el cumpleaños de Andrés y el sábado se casaba un hermano de Rubén. Después de pasar la noche inquieto, cuando amaneció, Rubén despertó a Andrés y, en cuanto éste abrió los ojos, lo felicitó por sus trece años recién cumplidos y le regaló un libro que explicaba todo lo que había que saber sobre Arco Iris. Cuando bajó a desayunar, se encontró con la mesa de la cocina llena de regalos: una

colonia, ropa, bombones, golosinas típicas del lugar en el que se hallaba, etc. Aquella tarde, Marina se encargó de prepararle una fiesta de cumpleaños en un bosque cercano a la casa en la que se alojaban. Poco a poco fueron llegando los invitados, que eran bastantes, por cierto, y con ellos más regalos: una cartera, un reloj, una mochila, etc. Al día siguiente, todos estaban aún un poco cansados porque la fiesta acabó tardísimo. Pero a nadie le quedaba otro remedio que aguantarse y arreglarse, porque aquel día se casaba Benito, un hermano de Rubén, con Flora. La boda transcurrió con bastante normalidad, al igual que la comida y el baile. Los problemas empezaron cuando, un gato con alas y de color plateado entró en la sala en la que se encontraba todos y anunció que se acercaban hombres malvados que querían capturar a Andrés. El pánico corrió por todos los invitados que intentaban huir de allí como fuese; en medio ese caos Andrés, Rubén y Estela consiguieron volver a casa a coger una maleta que casualmente, Estela ya tenía preparada porque partían al día siguiente y, usando una rama de árbol voladora, se esfumaron de allí justo antes de que el peligro llegara Los tres amigos aterrizaron en medio de un bosque lleno de árboles. -- Bueno -dijo Estela-, creo que por el momento podemos quedarnos aquí, y luego quizá podamos contactar con los padres de Rubén para ver qué ha pasado. No había acabado de hablar, cuando un destello rojo se pudo ver claramente entre los árboles. Acto seguido, aparecieron de la nada dos hombres a los que Rubén reconoció de inmediato como amigos del hombre serpiente. Rubén alertó enseguida a Andrés y Estela sobre los dos malvados, pero ninguno tuvo tiempo de reaccionar. Los hombres agitaron unos palitos (similares a una varita mágica) que llevaban en sus manos y les lanzaron un hechizo que no les alcanzó por un pelo. Rubén, a su vez, les lanzó otro hechizo a ellos. Un malvado lo esquivó, pero el otro quedó inconsciente, víctima del encantamiento. Estela, mientras tanto, había abierto la maleta que llevaba consigo, sacó un botecito que contenía un líquido de color rojo chillón y se lo lanzó al otro malvado. Éste se mojó por completo con aquel líquido, y acto seguido se convirtió en una rana verde que empezó a saltar alegremente huyendo de allí. Como los tres amigos ya no corrían peligro, se tranquilizaron un poco, pero decidieron mejor huir de allí porque aquel no era un lugar seguro. Así que cogieron su rama voladora y se fueron de allí.

Aterrizaron a la puerta de una casa. -- Esta es la vivienda de un amigo de tus padres, Andrés, que fue convertido en perro por el hombre serpiente -dijo Estela-. Ahora la casa está vacía, pero yo tengo llave para entrar en ella -añadió, sacándola de la maleta y abriendo la puerta del hogar. Así que los tres amigos entraron, colocaron las cosas de la maleta en la casa y se dispusieron a descansar un rato. Pero, justo entonces, un conejo plateado volador entró por la ventana abierta del salón, se posó ante ellos y dijo: -- Arturo, el padre de Rubén, quiere saber si estáis bien, así que dadme una respuesta cuanto antes. -- Dile a mi padre que estamos a salvo en la casa de Sergio, el señor ese al que el hombre serpiente convirtió en perro, y dile también que esté tranquilo y que no se preocupe. -- Vale. Adiós -dijo el conejo, y acto seguido salió volando por donde había entrado. Muertos de sueño, se fueron a dormir y así pasaron la noche sin incidentes. Al día siguiente, Andrés, Rubén y Estela se levantaron y, aprovechando que en la casa había comida, desayunaron y, como no tenían nada que hacer, se pusieron a pensar dónde podría estar la caja de madera. -- Bueno, dónde creéis que puede estar? -preguntó Andrés. -- Pues no lo sé. Bueno, espera un momento -dijo Estela-. Oí decir a tu padre, Rubén, que el hermano de Sergio, el propietario de esta casa, era seguidor del hombre serpiente y que Un momento! Arturo dijo que la caja se lo había dado el hombre serpiente al hermano de Sergio para que éste se la escondiera en un lugar seguro. -- Vale -dijo Rubén-. Entonces supongo que podríamos preguntarle a Cristiano. -- Quién es Cristiano? -- Es el elfo que vivía en esta casa. Se llevaba muy bien con el hermano de Sergio, así que seguro que puede decirnos algo. -- Y dónde está ese elfo ahora? -preguntó Andrés. -- Pues no lo sé -respondió Estela-, pero hay una manera de llamar a los elfos que consiste en gritar dos veces seguidas su nombre. Así que -se aclaró la garganta y gritó-: Cristiano, Cristiano! Estela no había terminado de gritar, cuando un elfo apareció ante ellos. -- Qué pasa? Quién me llama? -- Te he llamado yo -respondió Estela-. Queremos saber una cosa: tú sabes algo sobre una caja de madera que el hombre serpiente dejó al hermano de Sergio para que

éste la escondiera en un lugar seguro? -- Sí, sé toda la historia de esa caja. Pero por qué queréis saberla? -- Porque resulta que en esa caja hay un bote que contiene un líquido capaz de hacer que los padres de Andrés dejen de ser ciervos y vuelvan a la forma humana. No preguntes tanto y cuéntanos esa historia -dijo Estela, impaciente. -- Está bien, os la contaré. Como muy bien sabéis, el hombre serpiente le dio esa caja de madera al hermano mayor de Sergio para que éste la escondiera en un lugar seguro. Entonces, al hermano de Sergio no se le ocurrió otra cosa que esconderla en la Isla de la Muerte. -- En la Isla de la Muerte? Y qué diablos es eso? -preguntó Andrés. -- Es una isla que se encuentra en un lago subterráneo -respondió Cristiano-. Si queréis ir allí y recuperarla, yo puedo acompañaros. Y, además, el hombre serpiente no sabrá que hemos estado allí, porque, entre otras cosas, él ni siquiera sabe que la caja está allí metida. -- Estás diciendo que el hombre serpiente no sabe dónde está escondida? -preguntó Rubén, muy sorprendido? -- Sí, eso es. Bueno, qué hacéis?, venís conmigo a la Isla de la Muerte? -preguntó Cristiano. -- Eso -dijo Andrés-. Rubén, Estela, qué hacemos? -- Bueno, podríamos ir, no? -dijo Rubén-. Si logramos encontrar la caja, bien, y si no, pues nada. -- Estoy de acuerdo -dijo Estela. -- Vale -dijo Andrés-. Entonces, si todos estáis de acuerdo, podríamos ir a la isla mañana mismo, no? -- Sí, buena idea -respondieron los otros al unísono. Al día siguiente, tal y como habían acordado, Andrés, Rubén, Estela y Cristiano emprendieron el viaje hacia la Isla de la Muerte. Cristiano era el único que sabía dónde estaba la isla, así que fue el encargado de guiar a los otros. Así pues, se montaron todos en su rama voladora y dejaron que el elfo los llevara. Aterrizaron en un acantilado alto y desierto. -- Y dónde está la isla? -preguntó Andrés, mirando a su alrededor y viendo que desde allí no se divisaba nada más que el mar y una playa lejana. -- Para llegar a ella tendremos que nadar. Está en un lago subterráneo -dijo Cristiano, y acto seguido se tiró al mar.

Los otros tres le siguieron. El agua estaba helada. Llegaron hasta unas rocas que sobresalían del agua. Entonces, Cristiano las rodeó y se metió por un hueco que había entre dos piedras. Los demás lo siguieron, y acto seguido se encontraron nadando por un túnel de roca oscura y frío. Se dejaron arrastrar por la corriente de agua que circulaba por allí, y así llegaron hasta la orilla, hasta el final del túnel. Una vez en tierra, Cristiano sacó su varita mágica e hizo un hechizo que provocó que las ropas de todos se secaran de inmediato. Después, miraron a su alrededor. Estaban en una especie de caverna. Cristiano se paseó por la cueva y, al cabo de unos minutos, exclamó: -- Lo he encontrado! Aquí está! -- Qué es lo que has encontrado? -preguntaron a los otros tres, intrigados. -- Venid aquí y mirad! - Se acercaron a donde estaba el elfo-. Veis ese pequeño agujero que hay ahí en esa roca? -dijo, señalándolo. -- Sí, qué es? -respondieron. -- Es una cerradura. La roca sobre la que está este agujero es una especie de puerta, y ésta conduce al lago en el que está la Isla de la Muerte -explicó el elfo. -- Y cómo se abre esa puerta de la que hablas? -preguntó Andrés. -- Para ello tendremos que esperar a que anochezca -dijo el elfo. -- Y eso por qué? -preguntó Estela. -- Porque esta puerta solo se abre cuando todo a su alrededor está completamente oscuro. Si te fijas, ahora entra un poco de luz por el agujero por el que hemos entrado nosotros. Bueno, pues para que esta roca se abra todo a su alrededor tiene que estar completamente oscuro -dijo Cristiano. Así que se sentaron junto al agujero y pasaron el resto del día charlando o bañándose en el agua que había alrededor del agujero. Cuando por fin anocheció y todo se quedó oscuro, la roca en la que estaba el agujero se movió lentamente hacia un lado, dejando al descubierto un hueco por el que ellos podrían entrar. Una vez que estuvieron dentro, encendieron una linterna, ya que allí no veía nada. Una vez hecho esto, miraron a su alrededor. Estaban a orillas de un lago oscuro y tenebroso. -- Bueno, aunque no se vea desde aquí, en el centro del lago está la Isla de la Muerte. No podremos llegar hasta ella nadando, porque el agua está infestada de demonios acuáticos que nos ahogarán si intentamos entrar en sus dominios.

-- Entonces, cómo vamos a llegar a la isla? -preguntó Estela, asustada. -- Bueno, cuando el hermano de Sergio vino aquí a esconder la caja de madera, trajo consigo una barca verde que dejó aquí, en la orilla del lago, por si alguna vez tenía que volver. Así que todo es cuestión de ir rodeando el lago a ver si encontramos la barca. Pero no debemos separarnos, ya que todo está muy oscuro y solo tenemos una linterna -explicó el elfo. Y eso fue lo que hicieron. Poco a poco, lentamente, fueron rodeando el lago para ver si encontraban la barca. Y entonces -- Mirad aquí! -gritó de pronto Rubén, asustando a sus compañeros-. -- Qué pasa? A qué vienen esos gritos? -preguntó Andrés. -- Venid, mirad! -respondió Rubén. Se acercaron a donde estaba Rubén. Miraron y vieron que, de una de las paredes de roca que rodeaban al lago y a sus orillas, salía una cadena verde que se introducía en el agua. -- Qué es eso? -preguntó Estela. -- Pues es una buena pregunta -dijo Cristiano-. Qué pasaría si tirásemos de esa cadena? -- No lo sé, pero por qué no probamos? -dijo Andrés. -- Eso, probemos -respondieron los demás. Así que agarraron la cadena y tiraron. Pesaba bastante, pero aquellos esfuerzos valieron la pena. Poco a poco, a medida que tiraban de la cadena, una barca, fue saliendo poco a poco del agua hasta que quedó totalmente pegada a la orilla. -- Es esta la barca de la que hablabas? -preguntó Rubén a Cristiano. -- Sí, es esta. Bueno, subimos a ella? --Sí, claro -respondieron. Una vez que se hubieron sentado, la barca, por sí sola, se puso en marcha y los llevó a la Isla de la Muerte, situada justo en el centro del lago. Durante la corta travesía, pudieron ver varios demonios de agua que nadaban alrededor de la barca, pero ninguno de ellos les atacó. Una vez en la orilla, la embarcación se detuvo y se bajaron. Estaban en una pequeña isla cubierta de niebla. -- Bueno, y dónde se supone que está la caja de madera? -preguntó Andrés. -- Pues no sé, habrá que buscarla -dijo Cristiano.

Así que se pusieron a caminar en busca de la caja. Justo cuando pasaban por el centro de la isla, Estela los detuvo a todos. -- Mirad esto! -gritó. Todos se volvieron hacia ella. Señalaba una gran roca sobre la cual había una especie de cazuela llena de un líquido de color amarillo. -- Creéis que la caja puede estar dentro de esa cazuela? -preguntó Andrés. -- No lo sé, pero podría ser -respondió Cristiano-. Bueno, por qué no probamos? Podríamos vaciar el contenido de la cazuela en el lago, no? -- No, creo que eso no es una buena idea -dijo Rubén-. Imagínate que mientras la estamos vaciando se nos cae la caja de madera al agua. -- Sí, tienes razón, eso no es buena idea -dijo Cristiano. -- Qué pasaría si, en vez de vaciarla en el lago, echamos su contenido, justo en el suelo de la isla? -preguntó Estela. -- Eso tampoco acaba de gustarme. Imagínate que ese líquido que contiene es nocivo para nosotros, nos salpica y que nos hace algún daño -dijo Rubén. -- Bueno, sí, es verdad, no lo había pensado -dijo Estela. -- Cristiano -dijo Andrés-, tienes por ahí guardados los vasos que hemos utilizado en la comida? -- Sí, los tengo aquí -dijo, sacándolos de la mochila que llevaba consigo. -- Genial -dijo Andrés, dándoles un vaso a cada uno-. Bien, tenéis todos guantes? Creo recordar que antes de venir aquí habéis cogido unos guantes por si hacía frío o por si los necesitábamos para algo. -- Sí, aquí los tenemos -dijeron, sacándolos. También Andrés sacó los suyos. -- Muy bien. Tenéis que ponéroslos. Ahora lo que tenéis que hacer es, sin quitaros los guantes, llenar los vasos de ese líquido de la cazuela, ir hasta la orilla del lago, vaciarlos, volverlos a llenar, y así hasta que la cazuela quede vacía. Y eso hicieron todos, hasta que por fin la cazuela quedó vacía. En el fondo de la misma, todos pudieron ver con claridad una caja envuelta en un plástico. -- Bueno -dijo Andrés-. Ahora mismo cojo la caja, aunque no me quitaré los guantes por si en el plástico que la envuelve hay todavía algo de líquido. Y eso hizo. Una vez que tuvo la caja en las manos, todos volvieron a la barca, que los llevó a la orilla del lago desde la cual habían partido hacia la isla.

Una vez en la orilla, se bajaron de la barca, que se volvió a hundir en el agua, tal y como estaba antes de que ellos la sacaran tirando de la cadena verde. Salieron por la puerta del lago, se metieron en el agua (Andrés con los guantes todavía puestos y con la caja en las manos), salieron al exterior por el agujero entre las rocas y llegaron a la orilla del acantilado en el que habían aterrizado con la rama voladora. Se tumbaron a dormir un poco, hasta que la cálida luz del Sol los despertó. Se pusieron a desayunaron (llevaban con ellos provisiones suficientes). Después, Cristiano se puso de nuevo sus guantes y, con ayuda de unas tijeras, desenvolvió el plástico que envolvía la caja de madera. Hecho esto, se quitó los guantes y les enseñó a los demás lo que había abierto. -- Mirad. Todos miraron. Entonces Andrés se decidió. Se acercó a la caja y la abrió. -- Mirad, aquí está, el botecito con el líquido que puede hacer que mis padres vuelvan a ser humanos -dijo Andrés, emocionado. -- Sí, es verdad! -dijeron los demás, también felices por lo que habían conseguido. -- Sí!, pero mirad, aquí, en la caja, hay también una nota -dijo Estela, sacándola y enseñándosela a los demás. Andrés la cogió y la leyó en voz alta. -- A ver, dice: Bosque del Terror, junto al rosal que hay justo a la entrada, gritar tres veces y aparecerán. -- Claro! Ya lo entiendo -dijo Estela-. Eso es lo que hay que hacer para llamar a los ciervos que son tus padres, Andrés, y rociarles con el líquido que contiene ese bote. --Yo también lo entiendo. Entonces, por qué no vamos ahora mismo al Bosque del Terror? -preguntó Andrés. -- Eso, sí, vayamos ahora mismo, venga -dijo Cristiano-. Yo puedo guiaros, sé ir. Se montaron en su rama voladora y Cristiano los llevó hasta la entrada del Bosque del Terror. -- Y por qué se llama el Bosque del Terror? -preguntó Andrés-. Yo no lo veo muy terrorífico, la verdad. -- Bueno, en realidad, el peligro está una vez que entras en el bosque, pero no en sus alrededores -dijo el elfo. -- Mirad! No es este el rosal del que se habla en la nota? -dijo Rubén, señalando un rosal que había justo en la entrada.

-- Sí, ése debe de ser -dijo Andrés-. Bueno, ahora hay que gritar tres veces, según la nota. Y eso es lo que hizo Andrés. Gritó tres veces y todos esperaron impacientes que se produjera algún cambio en sus alrededores. De pronto, una pareja de ciervos, seguidos por una cervatilla blanca y preciosa, salieron de entre los árboles y, mansamente, se acercaron a Andrés. Éste, sin pensárselo dos veces, abrió la caja de madera, sacó de ella el botecito, lo abrió y roció con el líquido que contenía a la pareja de ciervos, pero no a la cervatilla pequeña. Al instante, los dos ciervos se transformaron en humanos. -- Papá! Mamá! -gritó Andrés, corriendo a abrazarlos, llorando de alegría. -- Quién eres? Eres Andrés? -preguntó la madre. -- Sí, soy yo, mamá!, soy Andrés -dijo el chico. -- Ah!, pensábamos que eras el hombre serpiente, el que nos convirtió en ciervos -dijo el padre. -- No, no. Soy Andrés, tu hijo -respondió el chico-. Quién es esa cervatilla? -- Es tu hermana pequeña. Mientras tu padre y yo estábamos convertidos en ciervos, tuvimos una hija -dijo la madre-. Por cierto, podrías convertirla en humana a ella también? -- Claro que sí! Andrés se acercó a su hermana, que todavía era una cierva, la roció con el líquido y ésta se transformó en humana. Entonces, Andrés se quedó sin habla. La niña era guapísima, rubia, con unos rizos perfectos, unos ojos azules y una sonrisa preciosa. La niña se acercó a su hermano y lo abrazó. -- Tú eres mi hermano, verdad? -preguntó. -- Sí, me llamo Andrés y tengo 12 años -dijo el chico. -- Ah, a mí, cuando nuestros padres eran todavía ciervos, me bautizaron con un nombre que, traducido a la lengua de los humanos, significa Alicia, y tengo 10 años -dijo la chica. Después, Andrés les contó a sus padres y a su hermana cómo había hecho para poder salvarlos de su condición de ser ciervos, y su familia lo felicitó por ello. -- Bueno -dijo Alicia-. Has hecho muy bien en convertirlos en humanos. Después todos (incluidos Rubén, Estela y Cristiano) volvieron a sus respectivas casas, contentos y tranquilos, y nunca pudieron olvidar las aventuras que habían vivido.

Y aquí se acaba esta interesante historia. Espero que os haya gustado, divertido y emocionado.