LA TRINIDAD EN NUESTRA SALVACIÓN INTRODUCCIÓN Dios en su justicia detesta el pecado y no lo deja pasar, pero en su misericordia ama al pecador y no le gusta que nadie muera. Tal situación a veces no es entendida por aquellos que se dejan conducir por su mente carnal y de esa manera, Jesús era criticado porque andaba con pecadores y comía con ellos. Ante esta murmuración, Jesús repuso relatando tres parábolas en las cuales esquematizó el plan de salvación para nuestras vidas en tres etapas: una etapa de oveja perdida, otra de perla o moneda extraviada en la casa y una final de hijo pródigo que vuelve a la casa paterna. En cada una de las etapas se manifiesta Dios en persona, actuando en nuestra dimensión terrenal, en éste orden: Hijo, Espíritu Santo, y Padre. DESARROLLO PRIMERA ETAPA: LA OVEJA PERDIDA Esta etapa corresponde al proceso de nuestra conversión, cuando el ser natural que no entiende las cosas del Espíritu, es salvado. Veamos varios aspectos: El dueño de las ovejas: Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas y las mías me conocen, de igual manera que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas. Jn. 10:14-15 El dueño de las ovejas es el Hijo de Dios, Cristo Jesús nuestro Señor, el Pastor de las ovejas. Da su vida por las ovejas: Cristo Jesús dio su vida por nosotros y con ello nos muestra que nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos. Conoce íntimamente a sus ovejas: El Hijo nos conoce íntimamente de manera personal, uno por uno y nos llama por nombre. De manera recíproca, nosotros lo conocemos a El y lo reconocemos en medio de cualquiera otro que quiera constituirse en pastor en sustitución de El. Es tan grande este conocimiento, que así como el Padre conoce al Hijo, y el Hijo al Padre, así las ovejas y el buen pastor se conocen. Busca la oveja perdida Lc. 15:4: De esta manera, Cristo dejó su trono de gloria para buscarnos, uno por uno, dejando 99 ovejas en el desierto, para buscarnos. Con tal tenacidad, que no cesa de buscarnos hasta que nos encuentra. Notemos aquí que no
2 fuimos nosotros los que buscamos a Cristo Jesús, ni caminábamos tras la salvación: Es el Hijo de Dios quien viniendo tras de nosotros nos alcanzó y nos ha rescatado. La oveja que se pierde: En forma figurada se nos compara con las ovejas, porque al igual que ellas todos nosotros nos descarriamos cada cual por su camino, dejando los caminos de Dios. La oveja en este sentido proyecta al primer hombre que hemos sido, el hombre natural que no entiende las cosas del Espíritu. Podríamos decir que también es una etapa dentro de la cual, ya siendo cristianos, aún tenemos en nuestra vida cosas naturales o de la tierra que debemos dejar. El buen pastor y la oveja: Cuando la oveja perdida es encontrada por el Hijo de Dios Cristo Jesús, es llevada sobre sus hombros, esto es, rodeando su cuello. En el Antiguo Testamento, sobre los hombros del Sumo Sacerdote estaban doce piedras preciosas con los nombres de los hijos de Israel. En el Nuevo Testamento, es la oveja perdida, o sea nosotros, los que vamos sobre los hombros del Gran Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec, Cristo Jesús. Hace fiesta por su oveja: Cada vez que el Buen Pastor, Cristo Jesús, encuentra la oveja perdida, se llena de gozo, hace fiesta e invita a otros a gozarse con El. Este es el gozo y la fiesta que sentimos cuando Jesús nos salva al punto que queremos que otros participen también. Así, un sólo pecador arrepentido, provoca más gozo en el cielo que noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento. Os digo que de la misma manera, habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento. Lc. 15:7 SEGUNDA ETAPA: LA MONEDA PERDIDA En esta segunda etapa ya no aparecemos en la primera naturaleza, como oveja, sino como una moneda, un mineral, proyección de la naturaleza espiritual de los renacidos por el agua y el Espíritu. Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. Jn. 3:5-6
3 El principal protagonista en esta segunda etapa es el Santo Espíritu de Dios, proyectado como la mujer que busca la moneda perdida, o como dice en otras versiones bíblicas, una perla de su collar, o bien una joya, parte de su collar en el cuello. Notemos: La mujer que busca la perla: O que mujer, si tiene diez monedas de plata y pierde una moneda, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado hasta hallarla? Cuando la encuentra, reúne a las amigas y vecinas, diciendo: Alegraos conmigo porque he hallado la moneda que había perdido. De la misma manera, os digo, hay gozo en la presencia de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente. Lc. 15:8-10 Somos templo del Espíritu Santo, el cual aquí se proyecta como la mujer dueña de la casa de Dios que somos. Notemos que: Al tanto de la situación de la casa: de esa manera, el Espíritu Santo que vive dentro de nosotros, sabe cómo estamos y nos pone en orden. Recordemos que el Espíritu Santo nos cela, nos anhela y de esa manera nos cuida. Enciende la lámpara: es la llama que enciende la lámpara, figura de nuestro espíritu, para que la casa esté iluminada. Pone orden y barre la casa: localiza el pecado en nosotros y lo saca, poniendo en orden nuestro interior. El Espíritu Santo eliminará de nosotros todas aquellas cosas que no le agradan a Dios, de hecho es el encargado de nuestra transformación de gloria en gloria 2a.Cor 3:18. Busca la moneda perdida: esta era la moneda básica griega, equivalente al denario y representa el salario de un día, que era el precio por una oveja. Entonces, la oveja de la parábola anterior, aquí se nos presenta pero como transformada en metal. De allí que la moneda es figura de aquellos cristianos que andan como perdidos, a los cuales el Espíritu Santo busca cuidadosamente y no se detiene hasta encontrarlos. La casa: Proyecta nuestro ser integral, el cual es morada de Dios por su Espíritu Santo. Ahora bien, notemos que la casa estaba a oscuras, sucia y en desorden. Pero la mujer, el Espíritu Santo no se había ido. Sino que nota que se le perdió su moneda y decide poner orden. Como en el principio, la tierra estaba desordenada y vacía, y en tinieblas, pero el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas Gn.1:2.
4 Ya en nuestra vida en Cristo, en ocasiones estamos con nuestra casa en esas mismas condiciones, desordenados por dentro, sucios y a oscuras. Entonces el Espíritu Santo tomará la decisión de poner orden en nosotros. La lámpara: Como situación especial vemos que la lámpara estaba apagada, como consecuencia la casa se llenó de oscuridad. Esta lámpara es una proyección de nuestro espíritu, que ha sido puesto en nosotros por el Padre como una lámpara, la cual notamos que: Debe ser encendido por el fuego del Espíritu Santo, para poder alumbrar. Debe escudriñar lo más profundo del corazón. De esa manera, a nuestro espíritu en ocasiones se le apaga la llama y ya no alumbra, entonces nuestra alma se queda a oscuras, y como consecuencia se desordena y se llena de suciedad. El gozo por encontrar la moneda: La décima moneda se le perdió en la casa, adentro. Como muchos cristianos perdidos dentro de su casa. La mujer entonces la busca, ya con la lámpara encendida, entonces la recupera y hace fiesta. Esta fiesta es el gozo que sentimos cuando estamos de nuevo en el orden del Espíritu Santo y también el gozo que se da delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente. TERCERA ETAPA: EL HIJO QUE VUELVE Y levantándose, fue a su padre. Y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio, y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus siervos: Pronto, traed la mejor ropa y vestidlo, y poned un anillo en su mano y sandalias en los pies; y traed el becerro engordado, matadlo, y comamos y regocijémonos; porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado. Y comenzaron a regocijarse. Lc. 15:20-24 Al llegar a la tercera etapa podemos hacer una breve reflexión: El Buen Pastor, Jesús, rescata la oveja: esta es una etapa de inmadurez, cuando somos considerados como hijitos, niños pequeños, nos hemos convertido al Señor y nuestros pecados nos han sido perdonados y hemos conocido al Padre.
5 La mujer, el Espíritu Santo encuentra su moneda: esta es una especie de etapa intermedia, de juventud. Como jóvenes somos fuertes, la Palabra de Dios permanece en nosotros y vencemos al maligno. El hijo que regresa a la casa del Padre: en esta etapa se nos califica como hijos, con madurez, una obra ya terminada, perfecta. Entonces regresamos a la casa del Padre, cuando sea nuestra manifestación pública como hijos de Dios. Le ponen el mejor vestido: Recordemos que al hijo que vuelve, el Padre le puso el mejor vestido que es figura de la naturaleza incorruptible, le dio anillo que es figura de dignidad, riqueza y herencia; y calzó sus pies para poder caminar nuevamente dentro de su casa. La fiesta: Este mi hijo muerto era y ha revivido: corresponde a nuestra tercera etapa como hijos de Dios que resucitados regresamos después de haber estado muertos. Perdido y hallado: corresponde a la primera y segunda etapas, cuando como oveja y moneda debimos de ser buscados y fuimos encontrados. Entonces se regocija y hace fiesta, que es una gran celebración que habrá el día de nuestro regreso a las moradas eternas, las cuales ahora están siendo preparadas por Cristo Jesús. CONCLUSIONES El hombre natural que éramos, fue rescatado como oveja por Cristo Jesús, el Buen Pastor. Él nos sanó y puso en el redil que es la iglesia. Ya dentro de la iglesia, en nuestros extravíos, nos busca y nos encuentra el Espíritu Santo, mediante la luz que es Cristo. Al final de los tiempos, como hijos pródigos hemos de volver a la casa del Padre, ya limpios y regenerados por el Señor.