Entre Larsen y Borneo

Documentos relacionados
El camino de la hormiga. Gustavo Roldán. Ilustraciones de Juan Lima

Luna recién nacida. María Brandán Aráoz. Ilustraciones de Marcela Calderón

La enamorada del muro

Señala la celda en la que coincide las mismas palabras

El hombrecito verde y su pájaro

Belisario y el violín

Natacha. Luis María Pescetti. Ilustraciones de Pablo Fernández

Por frecuencia Por orden alfabético

ARMADA_El camino de matilde_ok.indd 1 22/11/16 8:50

Un manu de conse inutile. . o. Niños Adultos. Cinthia Scoch. El libro de la risa

Las velas malditas. Graciela Montes. Ilustraciones de Elena Torres

La leyenda del bicho colorado

E L S A B O R N E M A N N UNA TRENZA TAN LARGA...

Colón agarra viaje a toda costa



Ignacio se llamaba como su mejor amigo, su abuelo Nacho. Cuando Ignacio nació, su abuelo le dijo a todo el mundo: -Ignacio no va aprender a decir

1. Literatura Infantil y Juvenil Argentina. I. Degliuomini, Claudia, ilus. II. Título CDD A

Sorpresa en el Bosque. Vera, Claudia y Nora Hilb

Un pasito y otro pasito

Te espero en Sofía. Diego Paszkowski. mey!

Celeste y el lapacho que no florecía

Las 500 combinaciones de dos palabras más frecuentes ordenadas alfabéticamente

Filotea. Ema Wolf. Ilustraciones de Matías Trillo

El lunes pasado fue mi cumpleaños. El lunes cumplí diez años. Diez. Eso es un uno con un cero después. Ahora tienes dos números, Jette. Felicidades!

M a r í a T e r e s a A n d r u e t t o Benjamino

Gatos eran los de antes

EL NIÑO QUE VIVÍA EN LAS ESTRELLAS_OK.indd 1

El velero desvelado. Adela Basch. Ilustraciones de Eugenia Nobati

1. Literatura Juvenil Argentina. I. Gualicho, ilus. II. Título CDD A

1. Literatura Infantil y Juvenil Argentina. 2. Cuentos. I. Falcone, Fernando, ilus. II. Título CDD A

Hola, Andrés, soy María otra vez...

Tinke-Tinke. Elsa Bornemann. Ilustraciones de Huadi

Cuentos de Tomas-pages_OK.indd 1 11/12/15 18:30

El agua es vida. Cuídala!. Hally

Mamá, tengo miedo! Texto: Mireia Vidal Ilustraciones: Guillem Escriche. Los cuentos de la abuela

I^arbapedro era mi tío marinero. Cuando yo lo conocí, Barbapedro vivía en un viejo barco de carga, allí en el Riachuelo. Vivía solo.

La casa de Rodolfo. Vera, Claudia y Nora Hilb

Mucho perro. Silvia Schujer. Ilustraciones de Pez

Cuentos ridículos. Ricardo Mariño. Ilustraciones de Pablo Zerda

La regla de los nueve

Las cosas que odio y otras exageraciones

Una visita en el cuarto de baño

PAGES Los agujeros negros LQL_OK.indd 1 10/11/16 13:19

Oración de la mañana de Cuaresma Educación Infantil


Alas de shabat Por Shlomit Cohen Asif

PAGES Matilde y el ladrón_ok.indd 3 9/05/17 10:01 a.m.


El sastrecillo valiente

PAGES El amor x las tinieblas LQL_OK.indd :38

UNA NIÑA EXTRANJERA. - Conoces a esa niña? le preguntó. - No. Pero voy a conocerla ahora mismo respondió ella. Susana la acompañó.

Matilde en el sendero estrecho_ok.indd 3 14/12/16 12:06 p.m.

EL PAÍS DE TUS MIEDOS

Las tres de la tarde, Julia fué a comprar algunas cosas para adornar su casa terroríficamente monstruosa. Cuando terminó de hacer las compras, Julia

Cinthia Scoch. El libro del recreo

MARÍA, MONÓLOGO PARA CUATRO OBJETOS escrito por Coco Maldonado febrero, 2012

Dieciocho inmigrantes y medio

Martina y la carta del monje Yukio-pages OK.indd 1

El secreto para hacer amigos


Picaflores de cola roja. Laura Devetach. Ilustraciones de Tania De Cristóforis

Érase una vez una bebé bella y fuerte

KNORPEL, LEON. El audio completo se encuentra en el archivo del Centro Marc Turcow: 264 Knorpel, León

Mi familia, ha llegado!!!

El osezno Febezno en Konkilandia

El viento misterioso. El viento misterioso. Un libro de lectura de Reading A Z, Nivel N Número de palabras: 885

LA CASA EMBRUJADA. Cuento extraído de la web de John Deere Argentina: Autor: Kirk Barron. Adaptación: Carlos Mozota.

El perro durmiente. El perro durmiente. Un libro de lectura de Reading A Z, Nivel M Número de palabras: 718

Los sueños del yacaré

Tarta para enemigos. Escrito por Derek Munson, / Ilustrado por Tara Calahan King

El refugio para animales. Los cuentos de Tomi LIBRO 2. El refugio para animales.

Un día, Pablo salió de su casa para ir a su escuela. como todos los días. Antes de salir, se lavó los dientes,

Los Pecados de Eva. Benjamín Amo

dice: María Inés Falconi

TRAS EL ACCIDENTE. Introducción. Hola, soy Martina tengo 13 años.

Doña Nadie. Por Jessica Johnson. Fatina era nadie. Toda su vida, ella nunca sabía quien era. Su

LOS PIES EN LA TIERRA, LOS OJOS EN EL CIELO-SERIE AZUL_OK.indd 1

Ruperto y el increíble niño rodante. Roy Berocay

Poesía para chicos. Antología. Ilustraciones de Sara Sedran

Rumpelstiltskim. El rumor llegó a oídos del Rey Osvaldo, que era un poco egoísta, y éste pensó:

Indice. 1. Nana el pececito La lista de cumpleanos de Nana Pobre Nana Nana y la Reina de la Nieve 60

INFORMACIÓN CONTEXTUAL

BIRGIT. Gudrun Mebs Beatriz Martín Vidal

CUARTO: QUIERO DE REGALO UNA SIRENITA

Una bruja en el colegio?

El libro III de los chicos enamorados

El cocodrilo no sirve, es dragon_ok.indd 1 15/03/16 10:40

LA FLOR DEL OROVAL. Érase una vez un rey que tenía tres hijos. El mayor se llamaba Fernando, el mediano Fernandino, y el pequeño Juanito.

Un espacio para la adolescencia

vio la casa entre los árboles. Cruzó el jardín, se acercó a la ventana y pegó la nariz al cristal. Dentro, Cornelia seguía en la cama.

pags. Ninos -CORRE_OK.indd 1 4/4/17 5:14 PM

En estas hojas detallo cómo llegó el 25 de Mayo

Apareció el enorme autobús de Correos. Los carteros descargaron las sacas, las abrieron y empezaron a ordenar las cartas por calles y casas; un

Transcripción:

Entre Larsen y Borneo

2013, Lois & Fernández De esta edición: 2013, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A. Av. Leandro N. Alem 720 (C1001AAP) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina ISBN: 978-987-04-3077-3 Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina. Printed in Argentina. Primera edición: agosto de 2013 Coordinación de Literatura Infantil y Juvenil: María Fernanda Maquieira Edición: Violeta Noetinger Tapa: Carlus Rodríguez Lois & Fernández Entre Larsen y Borneo / Lois & Fernández ; ilustrado por Carlus Rodríguez. - 1a ed. - Buenos Aires : Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2013. 176 p. ; 14x23 cm. ISBN 978-987-04-3077-3 1. Literatura Juvenil. I. Rodríguez, Carlus, ilus. II. Título CDD 863.928 3 Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en to do ni en par te, ni re gis tra da en, o trans mi ti da por, un sis te ma de recuperación de información, en ninguna forma, ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cual quier otro, sin el per mi so pre vio por es cri to de la edi to rial.

Lois & Fernández Entre Larsen y Borneo

1 Esa mañana, cuando abrí los ojos, no tenía idea de dónde estaba ni recordaba qué me había pasado. Me vi en la cama de un hospital, con tubos por todos lados y una bolsita de suero colgando. Bueno, no sé en realidad si era la mañana pero a mí me parecía: me estaba despertando de un sueño muy pesado, como cuando uno pasa una noche muy larga charlando con los amigos, tomando una que otra cerveza, y se despierta con dolor de cabeza y un terrible cansancio en todo el cuerpo. Intenté darme vuelta en la cama y me pareció que estaba atado: los tubos no me dejaban levantar los brazos. Una monja con hábito blanco se acercó rápidamente a mi cama. No, criatura, ni se te ocurra moverte que te vas a sacar todo. Cómo te sentís? Qué hago acá? Qué me pasó? pregunté todavía medio dormido y totalmente desorientado. No sé, tal vez más adelante te acuerdes y nos lo puedas contar vos. Apareciste aquí, lastimado y medio inconsciente. 7

Lois & Fernández Y esto qué es? El hospital Pirovano? pregunté acordándome de que una vez, cuando era chico, había terminado en la guardia de ese hospital con un dolor terrible en el estómago. No sonrió la monjita, el Pirovano queda en Buenos Aires, vos estás en el hospital de Gesell. Entonces fue cuando me acordé de algunas cosas: yo estaba trabajando en la playa, en el bar del padre de Rodrigo, Ba Bor, no podía recordar el nombre ; me había hecho un amigo que se llamaba... cómo se llamaba? Trataba de recordar detalles Imposible. Veía el mar, las mesitas, me veía a mí mismo limpiando con un trapo y llevando una bandeja pesadísima. Es más: me parecía que todavía la estaba llevando en la mano porque el brazo me pesaba y me dolía mucho. Traté de estirar las piernas pero las tenía endurecidas; en la izquierda, además, sentía una puntada terrible y la tenía vendada. Sí, en Gesell le dije a la monja entre sueños ; entonces me tengo que levantar, voy a llegar tarde al trabajo, y Eduardo... Por ahora no vas a ir a ningún lado me contestó con una extraña sonrisa y vas a hacer sin protestar todo lo que la doctora te diga. Pero es que Eduardo me necesita... Es que así como estás no le vas a servir de mucho me advirtió mientras miraba el suero con ojos de entendida. La monja ajustó el cañito que colgaba, me hizo una caricia en la cabeza y desapareció. Quedé todavía más confundido. Intenté gritar, pedirle que volviera, pero apenas tenía fuerzas para hablar. 8

Entre Larsen y Borneo Pasaron unos minutos, o unas horas... no tenía noción del tiempo. Durante un rato solo sentía el movimiento a mi alrededor, gente que iba y venía, enfermeras que pasaban con frascos y jeringas, todas parecían muy seguras de lo que hacían, atendiendo a los pacientes de las otras camas y sin mirarme siquiera. Empecé a desesperarme. Una de ellas se acercó con el termómetro en la mano y una planilla en la otra. Tenía aspecto de antipática... A ver, vamos a controlar la temperatura me dijo sacudiendo el termómetro antes de ponérmelo. Me puede decir qué me pasó y por qué estoy aquí? volví a preguntar desesperado. No sé, Matías. Habrá que averiguarlo. Pero por ahora tranquilizate. Cómo sabe mi nombre? La mujer no contestó. Sacó el termómetro y anotó algo en la planilla. A esa altura, me parecía estar metido en una película de terror. Intenté sentarme en la cama, pero la enfermera me obligó a quedarme quieto. La verdad, aunque hubiera querido, tampoco habría podido moverme. Me sentía flojo y sin fuerzas. Quietito, que ahora viene la doctora. Ni se te ocurra moverte. Dentro de un rato te van a pasar a una sala común. Se habrían puesto todos de acuerdo para mantenerme así, quieto y sin información? Además, veía algo nublado. Busqué mis anteojos. Nada. Sentí que se me hacía un nudo en la garganta. Empecé a pensar en mis viejos, en Luchi, en Paula, en mis amigos, me acordé de Eduardo y de todos los del bar, de Esteban... por fin me había salido el nombre! Sentía que me habían abandonado y que iba a terminar ahí mis días sin que 9

Lois & Fernández nadie me buscara. Tenía los ojos húmedos, como si me fueran a saltar las lágrimas, y el corazón me empezó a latir a mil; me parecía estar muerto o casi. Se abrió una puerta y dos enfermeras entraron conversando. Un enfermero, detrás, arrastraba una camilla. Las mujeres se acercaron a mi cama y casi sin mirarme me desconectaron, mientras el camillero, grandote y sonriente me pasaba como un paquete de la cama a la camilla. Recorrimos varios pasillos. Así acostado como estaba, solo veía pasar rápido las luces del techo. Por fin, llegamos a una sala donde había dos hileras de camas. El camillero leyó un papel y me llevó hasta una que tenía adelante una ventana muy grande. Volvió a pasarme de un lado a otro. Yo sentía dolores por todo el cuerpo y estaba cansadísimo. Cerré los ojos y me quedé dormido. Bueno, señor Solari, parece que el pibe se despertó. Cómo estás? me preguntó una médica joven y sonriente mientras me tomaba el pulso y miraba el reloj. No lo podía creer: ahí, al lado de mi cama, estaba mi viejo. Tenía los ojos húmedos. Cuando se agachó a abrazarme, no pude más y me largué a llorar con todas las ganas. Nos quedamos así un rato y, hasta me pareció que se me iban los dolores y que me liberaba de los tubos. A ver, Matías me dijo la doctora, dejame que te revise esa pierna. La sacaste barata, porque la bala ni siquiera rozó el hueso, que si no... Bala? pregunté. Me balearon? Eso parece contestó papá. A lo mejor, cuando puedas hacer memoria... 10

Entre Larsen y Borneo No hay que exigirle mucho, señor Solari; piense que recién está saliendo del shock. El golpe en la cabeza no fue liviano, precisamente. Pero va a ir recuperando la memoria poco a poco. Hay que tener paciencia. Bueno, los dejo. Matías, en un rato viene la enfermera a hacerte la curación. Y tratá de comer; estás muy débil. La doctora se fue y me quedé solo con el viejo. Se sentó al lado de la cama y me contó lo poco que sabía. Por lo visto, unas noches atrás me había bajado de un auto en medio del descampado, a la madrugada y, a partir de ahí, no habían tenido noticias mías. Yo recordaba algo de un auto y de una chica con voz chillona, pero nada más. Me siguió contando que, después de dos días, aparecí con un balazo en la pierna y un golpe en la cabeza. Un hombre me había encontrado tirado en un baldío y me había traído con su auto hasta el hospital. El desconocido no había dejado ni siquiera su nombre para no comprometerse: claro, no sabía si yo era un chorro o si me habían asaltado o qué. Me costaba muchísimo hablar, pero igual pregunté por todos. Me dijo que me quedara tranquilo, que estaban bien y que Eduardo, Rodrigo y Esteban sí, mi amigo del bar se llamaba Esteban me habían encontrado en el hospital. Que se habían portado muy bien conmigo y que mamá estaba más tranquila ahora que sabía que la cosa no era tan grave. Pero, en realidad, habían tenido que operarme para sacarme la bala y que estaba medicado por el tema del golpe en la cabeza. Papá siguió dándome charla para entretenerme o, a lo mejor, para ver si yo podía seguir la conversación. Hablaba de fútbol, del torneo de verano, de Tito y los amigos, del auto, de mamá, de Luchi... Yo lo oía como 11

Lois & Fernández en sueños y, al final, me quedaba dormido. Sin embargo, cuando volvía a despertarme, me lo encontraba ahí sentado al lado de mi cama. Cada tanto, el que se adormecía era él... claro, yo no podía distinguir los días de las noches. Si entreabría los ojos y estaba todo oscuro y se oía la respiración de los otros enfermos, seguro que era de noche. En cambio, si veía ir y venir a las enfermeras o las visitas hablaban en voz alta, suponía que era de día. Fueron pasando tres, cuatro días, una semana?, la verdad es que no podía organizar el tiempo en mi cabeza. A horas distintas caían Eduardo, Rodrigo, Valeria, Felipe, Esteban, y se quedaban un ratito. Se los notaba contentos de verme mejor, pero todavía intrigados por lo que me había pasado. Con el paso de los días fui recuperando la memoria. Una tarde creo que era la tarde, porque un rato antes me habían dado un horrible puré de zapallo y un pedazo de pollo hervido sin sal llegó Esteban con un par de revistas para que hojeara, mis anteojos de repuesto, y un MP3 para que escuchara algo de música. En ese momento, y como si de golpe viera una de las películas que le gustaban a él, empecé a recordar imágenes y palabras. Esteban fue el primero en escuchar mi historia. 12