Breve cronología hasta 1835



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Transcripción:

Orando con Don Bosco 1. Ambientación Juan Bosco se forjó como persona y como cristiano ya desde su infancia, en sus años de adolescencia y de juventud. En este momento, queremos rezar por nuestros jóvenes, hijos, alumnos,, para que con nuestra ayuda puedan crecer también ellos como auténticas personas al servicio de los demás, a imagen de Jesucristo. Lo hacemos pidiendo a Don Bosco que nos ayude en esta tarea. 2. Canto de entrada: Salve, Don Bosco santo 3. Evangelio: Mc 9, 33-37 4. Oración de fieles Por la Iglesia: para que el Señor, que suscita santos según los tiempos y necesidades, nos ayude a actualizar la santidad de Don Bosco. Por los jóvenes: para que trabajen con generosidad por un mañana más humano y cristiano. Por los padres y educadores: para que como buenos educadores sepan acompañar en la formación de los adolescentes y jóvenes. 5. Padrenuestro 6. Oración final: Señor y Dios nuestro, en tu Providencia nos has dado a San Juan Bosco, padre y maestro de los jóvenes, que bajo la guía de la Virgen María, trabajó con entrega infatigable por el bien de la Iglesia; suscita también en nosotros la misma caridad apostólica, que nos impulse a buscar la salvación de los hermanos, para servirte a ti, único y sumo bien. Por Jesucristo Nuestro Señor Amén Breve cronología hasta 1835 1815: el 16 de agosto nace Juan Melchor Bosco y el 17 de agosto es bautizado en la iglesia parroquial de Castelnuovo. 1817: el 11 de mayo muere Francisco Luis Bosco padre de Juan Bosco; viven su madre, Margarita Zucca, su viuda, Margarita Occhiena, y sus tres hijos: José Antonio, nueve años, José Luis, cuatro años, y Juan Melchor de dos años de edad. 1823: Juan aprende los rudimentos de lectura y escritura con campesinos de su pueblo. Margarita prepara a Juan, que ha cumplido siete años, para la primera confesión y lo acompaña. 1824: Juan comienza a acudirá la escuela de don Lacqua en Capriglio ese invierno; más tarde tendrá que dejarlo por la oposición de su hermanastro Antonio 1825: teniendo entre 9 y 10 años, Juan tiene el sueño de la vocación. Juan empieza a reunir a sus compañeros en los prados para el catecismo y la diversión. 1827: Juan empieza a acudir diariamente a las clases de catecismo de Cuaresma, preparatorias para la primera comunión. El 15 abril Juan, a la edad de 11 años, recibe la primera comunión en la iglesia parroquial de Castelnuovo. En el invierno de este mismo año, después de un periodo de duro enfrentamiento con Antonio, Juan es enviado a trabajar de mozo de cuadra. 1828: Juan es contratado como mozo en la casa de los Moglia. 1829: el 5 noviembre Juan se encuentra y charla con don Calosso, capellán de Murialdo. Juan empieza a estudiar italiano con él, y en las Navidades, latín. 1830: en septiembre Juan empieza a alojarse con don Calosso. El 21 noviembre muere don Calosso a la edad de 71 años. Deprimido y apenado por la pérdida, Juan es enviado con sus parientes a Capriglio. 1831: en noviembre, y tras obtener el permiso de admisión del párroco, Juan ingresa en la escuela secundaria de Chieri; en ese año cursa sexto, quinto y cuarto. 1833: Juan Bosco funda la Sociedad de la Alegría 1834: Tras un discernimiento vocacional pide y es aceptado en el noviciado franciscano de nuestra Señora de la Paz el 18 de abril; con dudas aún, no entra e inicia primero de Retórica en Chieri; ese curso conoce a Luis Comollo.

Conocer a Don Bosco Primera etapa: hasta 1835 l. EN EL PROPIO PUEBLO (1815-1831) La familia Todos la conocemos: huérfano de padre a los dos años, con la madre Margarita, que hacía también el papel de padre. De ella Don Bosco aprende sobre todo el «sentido de la vida», sacado de la fe y de la práctica cristiana. Cuenta que su madre lo instruyó en la religión, le enseñó las oraciones (rezadas en común con los hermanos), lo preparó a la primera confesión y lo asistió en el importante momento de la primera comunión. Cómo no reconocer inmediatamente que estas «experiencias» infantiles (familia que vive de fe en todas sus expresiones, comprendida la caridad, la confianza en la providencia...) resultarán fundamentales en su modelo educativo? Tanto más, que se podría confrontar su experiencia personal con los modelos, tanto positivos como negativos, de relación padre-madre, padres-hijos, presentados en sus futuras publicaciones de índole educativa. Así, pues, para Don Bosco una familia cristiana constituye una situación ideal de desarrollo de auténtica humanidad juvenil cristiana. La comunidad parroquial «En el principio estaba la madre», escribió en 1929 el biógrafo danés de Don Bosco, Jens. J. Joergensen. Lo han repetido y lo repetirán muchos, tanto más cuando mamá Margarita pudiera ser canonizada. Pero tal vez debería completarse así: «En el principio estaba la madre dentro de la comunidad cristiana de la aldea (Morialdo) y de la parroquia (Castelnuovo, Buttigliera)». De ellas, Juanito adquirió algunos elementos fuertes de su espiritualidad: el hábito de la oración, del deber, del sacrificio, juntamente con un poco de estudio (don Lac qua); y en ellas hizo su primera confesión (edad de la razón), su primera comunión (edad de la discreción) y aprendió el catecismo de la época. Todo esto plasmó su personalidad y puso las bases elementales de su intensa actividad de escritor y educador religioso-popular. Los lugares del trabajo y del estudio El papel simbólico asignado por Don Bosco a su madre puede ser, pues, aplicado también al pueblo, al ambiente parroquial y a las personas que trabajaban en él. El pueblo natal fue el lugar de su primera modestísima alfabetización, consistente, sobre todo, en saber leer. Su empeño en el estudio aumentó después del encuentro con don Calosso, capellán de Morialdo (1829-1830), con el que se pondrá de acuerdo para una vida de estudiante-obrero: estudiante en casa del sacerdote y en el viaje de ida y vuelta, y obrero el resto del tiempo. Tal combinación continuará incluso después, cuando frecuente las escuelas tanto de Castelnuovo (mientras se alojaba y trabajaba con un sastre que le hizo ofertas muy ventajosas, rechazadas para seguir la vocación), como de Chieri (mientras se alojaba en casa de un barmanconfitero que también le ofreció ventajosas propuestas de trabajo, siempre rechazadas). Don Bosco lo registrará en las Memorias del Oratorio con evidentes intenciones formativas, a costa de dilatar la entidad y la calidad de los diversos trabajos hechos durante cierto tiempo, pero no continuados. De todos modos, queda el hecho de que se preparó de lejos a su sacerdocio, que entreveía como un deseo, una aspiración, un sueño. En cuanto al encuentro con el humilde capellán de Morialdo, don Calosso, Don Bosco, en sus recuerdos profundamente emotivos y cargados de significado, revela numerosísimos elementos de la espiritualidad del sacerdote educador cristiano. He aquí una parte del diálogo: P. Para qué querrías estudiar? R. Para abrazar el estado eclesiástico. P. Y por qué motivo querrías abrazar este estado? R. Para acercarme, hablar e instruir en la religión a tantos compañeros míos, que no son malos, pero que se hacen malos porque nadie se cuida de ellos. Sabemos cómo don Calosso se ofrece a ayudarlo en la realización de su vocación, iniciándolo en el estudio del latín y más adelante también lo acoge en su casa. Sobre todo, se hace su padre espiritual; Don Bosco confiesa: «Le manifestaba con naturalidad mis palabras, mis pensamientos y mis acciones». Y sabemos también que pronto aquel «guía estable», aquel «amigo del alma» muere, por lo cual Don Bosco se encuentra de nuevo solo en la elección del estado de vida.

SABÍAS QUE... El sueño de los 9 años Testimonios sobre Mamá Margarita Fecha del nacimiento de Don Bosco El miércoles, 16 agosto 1815, fue el feliz día en el que nació el segundo hijo de Francisco Luis y Margarita quien a Bosco. El niño fue bautizado al día siguiente la iglesia parroquial de casos de nuevo, su ciudad natal, y se le puso el nombre de Juan Melchor. Don Bosco afirma en las Memorias del Oratorio haber nacido el 15 agosto, fiesta de la Asunción de la Virgen. Es lo que pensaron los primeros salesianos hasta el año 1889. Dn esa fecha, don Miguel Rua envió a dos salesianos para que indagaran acerca de los primeros años de la estancia de don Bosco en Castelnuovo. Fue entonces cuando descubrieron que, en los registros parroquiales, constaba 16 agosto como la fecha del nacimiento de don Bosco. El informe del bautismo es claro: Juan Melchor, nacido en la tarde del 16, fue bautizado la tarde del 17 agosto. El lugar del nacimiento de Don Bosco Los hijos de Francisco Bosco, Antonio, José y Juan, no habían nacido en la que hoy se llama casita de don Bosco, porque fue adquirida cuando Juan tenía ya más de un año, sino en la granja del señor Biglione, donde vivía la familia Bosco. Si hasta hace no mucho se pensaba que don Bosco había nacido en la casita de I Becchi, se debe a que don Bosco hablaba siempre de la casita como de su casa. En 1929, año de la beatificación de don Bosco, los salesianos adquirieron aquella casa. En 1958 la casa fue demolida para dejar sitio de la nueva iglesia de San Juan Bosco en la cima donde había estado antes la casa. No se había llegado a saber todavía que esa era la casa en que había nacido don Bosco! Una amplia y cuidadosa investigación en los archivos locales, llevada a cabo en la década de los 60, dio a conocer la realidad de los hechos. Entonces se pudo afirmar que don Bosco había nacido en la casa Biglione donde su padre era encargado, y que su familia se había cambiado a la pequeña casa sólo tras la muerte del padre en 1817. Tuve por entonces un sueño que me quedó profundamente grabado en la mente para toda la vida. Me pareció estar junto a mi casa, en un patio espacioso en donde se entretenía un gran número de muchachos, estaban riendo y jugando, pero muchos también, blasfemaban. Al oír esto, me lancé instintivamente entre ellos para hacerlos callar a gritos y puñetazos. En aquel momento, apareció una persona venerable, de aspecto varonil y noblemente vestido. Lo cubría un manto blanco, pero no lograba ver su rostro por lo luminoso que era. Me llamó por mi nombre y me mandó ponerme al frente de aquellos muchachos, añadiendo estas palabras: - No con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad deberás ganarte a estos tus amigos. Ponte ahora mismo, pues, a instruirlos sobre la fealdad del pecado y la belleza de la virtud. Aturdido y espantado, repliqué que yo era un pobre muchacho ignorante e incapaz de hablarles de religión a aquellos muchachos; quienes, cesando en ese momento sus riñas, alborotos y blasfemias, se recogieron todos en torno al que hablaba. Yo, casi sin darme cuenta de lo que decía, añadí: -Pero, quién sois vos que me mandáis una cosa imposible? -Precisamente porque tales cosas te parecen imposibles, debes hacerlas posibles con la obediencia y la adquisición de la ciencia. - En dónde y con qué medios podré adquirir la ciencia? - Yo te daré la Maestra bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio, y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad. -Pero, quién sois vos que me habláis de esta manera? - Yo soy el hijo de aquella a quien tu madre te enseñó a saludar tres veces al día. - Mi madre me dice que, sin su permiso, no me junte con los que no conozco. Por tanto, decidme vuestro nombre. - El nombre, pregúntaselo a mi Madre. En aquel momento, junto a Él, vi a una mujer de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía por todas partes, como si cada uno de sus puntos fuera una estrella brillante. Viéndome cada vez más desconcertado en mis preguntas y respuestas, hizo señas para que me acercase a Ella, y tomándome bondadosamente de la mano, me dijo: -Mira. Al mirar, me di cuenta de que aquellos muchachos habían desaparecido y en su lugar observé una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y otros muchos animales más. - He aquí tu campo, he aquí donde tienes que trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto; y cuanto veas que ocurre ahora con estos animales, lo deberás hacer tú con mis hijos. Volví entonces la mirada y, en vez de animales feroces, aparecieron otros mansos corderos que, saltando y bailando, corrían todos alrededor, como si festejaran al hombre aquel y a la señora. En aquel momento, y siempre en sueños, me eché a llorar y rogué al hombre que me hablase de forma que pudiera comprender, pues no sabía qué quería explicarme. Entonces Ella, poniéndome la mano sobre la cabeza, me dijo: -A su tiempo lo comprenderás todo. Dicho lo cual, un ruido me despertó. «Yo la conocí durante ocho años y viví con ella durante cuatro. Era una mujer cristiana y devota, dotada de un corazón generoso, así como de una gran valentía y prudencia. Estuvo dedicada a la educación de nosotros, sus hijos, su familia de adopción. Me sorprendía admirablemente, como a todos mis compañeros, por su gran generosidad y sacrificio personal que la dispusieron a abandonar su casa y a entregarse a la tarea difícil y ardua de cuidar de tantos huerfanitos. Todos la llamábamos mamá, porque todos la respetábamos y queríamos de verdad como a una madre» (don Rúa). Yo he conocido a la madre de don Bosco personalmente en el oratorio de Turín. Fue mi madre durante cinco años, esto es, hasta el día de su muerte. La buena mamá Margarita, como la llamábamos, pero la mujer maravillosa, dotada de todas las virtudes de una madre verdaderamente cristiana. Era educada, cercana, paciente y estaba llena de cariño para todos nosotros, los pobres huerfanitos (Cagliero). «Conocí a la madre de don Bosco, a la que nosotros, chicos, llamábamos con afecto mamá Margarita. Era la típica ama campesina, una mujer imbuida del genuino espíritu cristiano. Cuando volvió a su patria chica en Castelnuovo, gozó de la estima y el respeto de todos. Cuando se estableció en el oratorio en Turín, asumió de verdad el papel de madre buena y cuidadosa para todos nosotros los chavales. Nosotros la queríamos y confiábamos en ella por completo y estábamos altamente edificados por su virtud» (el seglar Sr. Villa)

El tiempo libre Hay otra vertiente importante de la vida de Juanito: la de la fiesta, de la alegría y del tiempo libre, pero de ningún modo, en contraste con la mentalidad realista y cristiana del niño, de la madre, de la comunidad cristiana en la que está creciendo. Y entonces, he ahí el juego, las actividades recreativas, las acrobacias del saltimbanqui, mezclados con expresiones religiosas que preanuncian la futura «Sociedad de la Alegría», y el amplio espacio dedicado al tiempo libre en la espiritualidad de su Sistema Preventivo. Los prados de Los Becchi anticipan el Oratorio de Valdocco. No sólo don Bosco parece que celebra y propone un estilo de vida familiar, tal vez, más que describir con exactitud una situación objetiva (que habría que reestructurar): él quiere poner en claro las vicisitudes de un muchacho que se construye la propia «vocación» personal sobre la base de dotes naturales favorecidas por la prudencia de la madre, campesina sí, pero mi ansiosa ni protectora. del padre, con un hermanastro mayor que él y no demasiado dispuesto a facilitarle los estudios (pero, quién podía estarlo en su época en aquellas condiciones de vida?) y forzado, como tantos otros de su edad, a buscar trabajo fuera de casa. El suyo fue un estilo de crecimiento en la gracia: contento de vivir tal como era, precisamente porque aceptaba la situación en que la providencia le había puesto. Qué distinto de los muchachos de hoy, tantas veces descontentos del propio cuerpo, a la búsqueda de una perfección inalcanzable, de acuerdo con modelos televisivos y cinematográficos! II. JOVEN ESTUDIANTE DE LA ESCUELA SUPERIOR EN CHIERI (1831-1835) Así, pues, Don Bosco vivió su niñez y su juventud con gran entusiasmo y plenitud, y de esta riqueza interior contagió a todos los compañeros que le rodeaban. Escribía: «Todos me querían como Juez o como amigo. Por mi parte, hacía el bien a quien podía, pero el mal a ninguno». Y añadía: «De estas reuniones se excluía a todos los que hubieran blasfemado, tenido malas conversaciones o hubieran rehusado participar en las prácticas religiosas». De 1831 a 1835 Don Bosco frecuenta la escuela de gramática, humanidades y retórica de Chieri. Tiene 16-19 años. Es el tiempo de la maduración cultural, de la explosión de la sociabilidad juvenil con marcada dimensión apostólica y de la definitiva opción vocacional. Se distinguen ya netamente algunos rasgos de su futura espiritualidad (juvenil). De la amplia y vivaz narración de sus proezas entre los compañeros, bajo los ojos cariñosos de la madre -tuvo también la aventura de la caída del árbol por querer coger el nido con consecuencias importantes para su salud, que Juan ocultó a su madre y no dejó por escrito en las Memorias-, se dio cuenta de que amaba profundamente la vida, incluso en el plano exterior. No estaba en dificultad con su cuerpo ni con su espíritu, a pesar de la no fácil situación familiar en que se encontraba: privado Ante todo el trinomio: estudio, piedad y alegría, que se repetirá en los años siguientes con terminologías ligeramente diversas en tantas cartas (las famosas tres S: sanità, studio, santita = salud, estudio, santidad, y semejantes). Luego, la atención a la adquisición de una ciencia que considerará importante en la futura organización de los colegios y necesaria en los cursos regulares de filosofía-teología en relación al sacerdocio, sin olvidar que constituye el medio privilegiado para el cultivo de las Escuela, colegio, educadores Para la reflexión y el diálogo La importancia de la familia en los primeros años de la vida de Don Bosco y, en particular, la de Mamá Margarita. Qué reflexiones nos suscita esto en nuestros días? La figura de personas influyentes en los primeros años en la vida de Don Bosco, de alguien que me guíe en mi crecimiento humano y espiritual. La pedagogía de la fiesta y de la alegría en nuestro sistema, Don Bosco lo aprendió y lo vivió desde pequeño. Cómo lo vivimos en nuestros ambientes? valoramos la importancia de una sana alegría y de momentos de encuentros y de fiesta? Don Bosco vivió su infancia y juventud con gran entusiasmo y plenitud. Qué aplicaciones podemos sacar de esta afirmación? Cómo educar también hoy para favorecer la riqueza interior y el crecimiento de nuestros hijos, jóvenes, destinatarios,?

vocaciones eclesiásticas. Finalmente, el estudio: uno de los deberes principales de un joven. El deseo del estudio fue una de las pasiones dominantes de toda la juventud de Juan Bosco; se podría tal vez afirmar que la pasión por el estudio fue el camino a través del cual el Señor lo hizo crecer, lo custodió y lo acompañó a realizar su vocación. Juan dedica también una parte de la noche al estudio, hasta arruinar la salud. Pero el éxito fue que los compañeros comenzaron a acudir a él para que les hiciese, como él decía, la caridad escolástica: es decir, les pasaba los trabajos (pero luego no lo hizo más, porque se lo prohibieron). Estaba siempre disponible a poner a su disposición las propias habilidades. Cuando escribe sus Memorias, Don Bosco es ya fundador y formador de educadores, por lo que no deja de expresar juicios sobre maestros y educadores de su colegio, subrayando sus cualidades y límites. Del profesor Banaudi hace un elogio sobre su método educativo que preanuncia cuanto él mismo hará después con sus jóvenes en Valdocco; del canónigo Malaria, aprecia las dotes de director espiritual en función de ayuda contra los malos compañeros; y también en este caso «anticipa» sus futuras experiencias y enseñanzas. De otros sacerdotes de su mismo pueblo había apreciado el trabajo pastoral en la parroquia, pero había lamentado que no había logrado «establecer con ellos ninguna familiaridad», por lo que, llorando, había dicho en su corazón que si llegaba a ser sacerdote actuaría de modo diverso. Es también conocido el diálogo de Juan Bosco con el clérigo Cafasso a la puerta de la iglesia: «-Querido amigo (...), los espectáculos de los sacerdotes son las funciones de iglesia (...). R.- Es verdad lo que dice, pero hay tiempo para todo: tiempo para ir a la iglesia y tiempo para divertirnos». Don Bosco en la vida del colegio, regulado según normas precisas, descubre el fundamento religioso y moral de la vida, el valor de la instrucción y de la práctica religiosa cristiana, la solicitud por el orden, la disciplina y la moralidad garantizada (por el «prefecto de los estudios»), la formación interior por medio de la «Congregación», la dirección espiritual, la praxis sacramental, la mitigación de la seriedad del deber con el carácter humano de las relaciones interpersonales entre estudiantes y maestros y entre los estudiantes mismos, el uso de los premios y la moderación de los castigos: elementos todos que confluirán en su futura «experiencia» de educador. «Sociedad de la alegría» A ella Don Bosco le dedica muchos párrafos cuando escribe las Memorias del Oratorio. La Sociedad tenía un predominante valor moral y religioso: era muy semejante a una «compañía religiosa», y contemporáneamente a una «academia de cultura». En la «Compañía» destacaba el joven Luigi Comollo, el «devoto», que después Don Bosco encontrará en el seminario; además, el judío (luego convertido) Jonás, con quien Don Bosco pasará mucho tiempo alegremente, tocando el piano, leyendo, escuchando historietas (otro método de acercamiento, no indiferente en la futura «espiritualidad pastoral» de Don Bosco). Las muchas páginas de las Memorias dedicadas a los aspectos jocosos y gozosos de la vida estudiantil (juego, magia, carreras...) recuerdan cuanto escribe con énfasis en los diversos Apuntes históricos compuestos por él en tiempos anteriores o contemporáneos de sus Memorias: en todos estos juegos y diversiones de sumo gusto (y presenta la lista) Juan Bosco «Si no era célebre, no era ciertamente mediocre». Casi con certeza también aquí quería indicar un estilo, mejor, un espíritu que caracterizara una inédita acción educativa. Las relaciones con los compañeros Si es verdad, como lo es, que el hombre es una relación, y que las relaciones humanas constituyen el ser de una persona, podemos preguntamos cómo se comportaba Juan con los compañeros. Ante todo, hay que decir que Don Bosco no se abandona al azar en el entretejer sus relaciones, sino que las escoge cuidadosamente. Lo que le distingue es precisamente la lucidez interior con que se mueve en medio de las personas. A algunas dice que sí; a otras, que no, porque, después de haberlas valorado, ha descubierto que las primeras son constructivas y las segundas lo hacen esclavo. Cuando después escriba sobre los muchachos de índole buena, ordinaria, difícil e indique cómo portarse con ellos, tendrá bien presente su experiencia juvenil: «En estas cuatro primeras clases aprendí, aunque a mi costa, a tratar con los compañeros. Yo los tenía divididos en tres categorías: buenos, indiferentes y malos. A estos últimos debía evitarlos siempre, apenas los conociera; con los indiferentes, entretenerme por cortesía y por necesidad; con los buenos, entablar amistad cuan- do fueran verdaderamente tales». Juan Bosco madura también por medio de sus relaciones, como las que tuvo con los jóvenes Braia, Comollo y Garigliano, con quienes comparte recreos y deberes de escuela. Subraya mucho cómo estas amistades fueron el apoyo de su juventud. Por lo demás, fue fidelísimo a sus amistades: muertos don Cafasso y su sucesor en el Colegio Eclesiástico, el teólogo Golzio, desde 1873 se confesó con su compañero de seminario, don Giacomelli. Para Don Bosco, la amistad no es un episodio secundario ni un caso ni un pasatiempo emotivo, sino una de las perspectivas fundamentales sobre las que construye su vida y sobre la que construirá la de sus muchachos. Dirá de Comollo: «Lo tuve siempre como amigo íntimo y puedo decir que de él aprendí a vivir como buen cristiano. Puse toda mi confianza en él y él en mí». Juan Bosco en Chieri se da cuenta de que para crecer se necesitan amigos, y no sólo educadores y expertos. Lo recordará toda la vida de educador. Sobre todo, amistad madura, espiritual. Mu chas son las expresiones al respecto: «Íbamos juntos a confesarnos, a comulgar, a hacer la meditación, la lectura espiritual, la visita al Santísimo Sacramento, a ayudar en la santa Misa». Este nivel de confianza es difícil, incluso para los religiosos; pero es una meta que alcanzar. Don Bosco lo consideraba esencial. La alegría En la juventud de Don Bosco hay una extraordinaria preocupación por comunicar la alegría. Sabiendo que todos los jóvenes tienen hambre de vida, Don Bosco intuye que para acercarse a los jóvenes y para hacerse amigo de ellos, es necesario asumir esta hambre de vida que se manifiesta en la alegría. Pero, qué tipo de alegría? Nos lo dice el reglamento de la «Sociedad de la Alegría». Se trata, ante todo, de una alegría querida, es decir, no casual, que no brota por equivocación de alguna situación, sino de un proyecto de vida. Escribe él: «Es obligación de cada uno buscar aquellos libros, introducir aquellas conversaciones y

diversiones que pueden contribuir a estar alegres». Don Bosco se mantendrá siempre así. «Eran increíbles, dirá don Cerruti, las habilidades que Don Bosco ponía en juego para tenemos alegres e inventaba tantas, que sus colegas, demasiado serios, lo tenían por loco.» Una alegría que hay que defender: Don Bosco intuye que la alegría tiene enemigos que hay que dejar a la puerta: «Estaba prohibido todo lo que produjese melancolía, especialmente las cosas contrarias a la ley del Señor». Una alegría no chabacana ni peligrosa, como él tuvo ocasión de poder sentir tras la invitación de algunos «malos» compañeros, pero que rechazó en cada ocasión decididamente. He aquí la asociación entre pecado y tristeza, entre felicidad y gracia, características de su Sistema Preventivo. Si no comprendemos esto, no podemos entender bien las razones de tanta insistencia en toda su pedagogía sobre la alegría. Es siempre una alegría que brota de un corazón amigo del Señor: una alegría que sirve para evangelizar a los jóvenes, es decir, para anunciar que Dios es nuestra felicidad. Una alegría hecha también de compromiso. Así decía el segundo artículo del Reglamento: «Exactitud en el cumplimiento de los deberes escolares y religiosos». Es el anuncio de la pedagogía del deber que Don Bosco usará toda la vida. Basta leer las tres biografías de los muchachos de Valdocco escritas por él. Un testigo ocular lo confirma: «No nos dábamos cuenta de que Don Bosco era santo; tan sencillo era al hacer bien todas las cosas! Sólo quien conoce la fatiga que supone hacer bien cada día todas las pequeñas cosas, sabe que para realizarlas plenamente hay que ser santos». Finalmente, una alegría evangelizadora. Si es verdad que esta alegría brota de un corazón enamorado de Dios, es igualmente verdad que debe ser custodiada y difundida entre los hermanos. A lo largo de la semana la «Sociedad de la Alegría» se reunía en casa de uno de los socios para hablar de religión. He aquí un ulterior «inicio» del Oratorio. La alegría de que habla Don Bosco es la alegría de quien cree. Por esto, quien se acercaba a él quedaba fascinado: «Estaría dispuesto -dirá el santo don Orione- a hacer cualquier cosa para volver a vivir alguna hora con Don Bosco, corno me sucedió en mi juventud». Don Calosso Juan Melchor Calosso nació en Chieri en 1760 y fue ordenado sacerdote en 1782. En 1829 se hace cargo como capellán de la capilla de San Pedro en Morialdo. En noviembre de ese mismo año Juan Bosco se encuentra con él, poco después de volver de la granja Moglia, con ocasión de la predicación del jubileo de 1829. Don Calosso, sorprendido por el espíritu y la inteligencia de Juan, decide darle clases en la rectoría. Juan marchó a estudiar con don Calosso a tiempo pleno, haciéndole de sirviente. Sin embargo este buen sacerdote murió repentinamente de una hemorragia cerebral el 21 de noviembre 1830. En don Calosso, Juan, ya un adolescente de 15 años, huérfano de padre, encontró al buen padre que había estado necesitando y deseando hacía mucho tiempo. Don Calosso tenía la suficiente experiencia psicológica para comprender el problema de Juan, quien, a esa edad, se hallaba en medio de la crisis de su adolescencia. Una relación profunda y mutua floreció de inmediato. Don Bosco se expresa así: Don Calosso se convirtió para mí en un ídolo. Le quería más que un padre, rezaba por él, le servían todo con gusto. Además resultaba un enorme placer tomarse molestias por él y, diría, hasta dar la vida por complacerle. Aquel hombre Dios me estimaba tanto que, varias veces, me dijo: no te preocupes por tu porvenir; mientras viva, nada te faltará; si muero, también proveeré Fue también don Calosso quien inició a Juan de la vida espiritual. Don Bosco escribe: Conocí entonces el significado de un guía fijo, un amigo fiel del alma que hasta entonces nunca había tenido. No es extraño, por tanto, que la muerte de don Calosso resultara tan traumática para Juan Bosco. Escribe: la muerte de don Calosso representó para mí un desastre irreparable. Lloraba sin consuelo por el bienhechor difunto. Cuando estaba despierto, pensaba en él; dormido, soñaba con él. Hasta tal punto llegó el problema que mi madre, temiendo por mi salud, me envió por algún tiempo con mi abuelo. Para el diálogo El estudio forja el carácter y la personalidad de Don Bosco. Lo logra también la educación actual? qué educación reciben nuestros hijos, alumnos,? La religión está presente en la educación de Don Bosco. Cómo educar y cómo educamos la dimensión espiritual de nuestros jóvenes? la cuidamos? nos preocupa? La importancia de las amistades en esta época, de las buenas compañías, también en el terreno espiritual. Qué podríamos decir y compartir sobre este tema?