PASTORAL PRESBITERAL DIMENSIÓN ESPIRITUAL LA ORACIÓN COMO FUNDAMENTO DE LA ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL 2DA. PARTE FASCÍCULO VII, AÑO 2015 FASCÍCULO VI, AÑO 2015
LECTIO DIVINA PASOS PARA LA LECTIO DIVINA V. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. R. Amén. V. Hermanos, que la alegría y el amor de Jesucristo, colmen nuestro corazón y lo configuren con el suyo. R. Padre bueno y misericordioso, ilumina nuestra vida y fortalece la fe de quienes te hemos dicho Sí, en el ministerio sacerdotal. V. Para adentrarnos aún más en nuestra reflexión, pidámosle al Padre celestial, que abra nuestra mente y nuestro corazón. Abandonémonos totalmente en sus manos tiernas y amorosas. Digamos la siguiente oración. ORACIÓN DE CONFIANZA (CHARLES DE FOUCAULD) Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí, y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo. Y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque Tú eres mi Padre. Amén. V. Escuchemos ahora la Palabra de Dios. LECTURA (LECTIO) Un sacerdote lee el Evangelio y todos lo escuchamos con atención Lectio Divina: porque el que pide recibe Del Evangelio según San Lucas 11, 1-10 Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos». El les dijo entonces: «Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, danos cada 1
día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación». Jesús agregó: «Supongamos que algunos de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: "Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle", y desde adentro él le responde: "No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos". Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario. También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. V. Palabra del Señor. R. Gloria a Ti, Señor Jesús 2. MEDITACIÓN (MEDITATIO) En el segundo momento de la Lectio nos preguntamos Qué me dice este texto bíblico a mí? En qué me hace reflexionar? Dejamos un momento para la meditación y posteriormente compartimos lo que me dice a mí el texto bíblico, no se trata de hacer discursos sobre el texto, sino comunicar con sencillez qué me dice a mí la Palabra de Dios 3. ORACIÓN (ORATIO) El tercer momento de la Lectio es la primera respuesta al diálogo iniciado con Dios que se traduce en una oración. Qué me inspira decirle a Dios el pasaje que he leído y meditado? Dejamos un momento para orar, para platicar con Dios. Posteriormente, si alguien desea, puede hacer una oración breve en voz alta CONTEMPLACIÓN - ACCIÓN (CONTEMPLATIO - ACTIO) En el cuarto momento de la Lectio, nos apropiamos la Palabra de Dios a partir de un compromiso. Qué quiere Dios de mi, qué me pide que haga o que cambie en mi vida? Dejamos un momento para pensar en el compromiso. Posteriormente, si alguien desea, puede compartir en voz alta su compromiso Terminamos la Lectio divina diciendo todos una oración de gratitud: Gracias Jesús, porque no sólo nos has enseñado a orar, sino que nos dejaste el regalo de la oración más hermosa que conocemos y que brotó de tus divinos labios: el Padre nuestro. Gracias por abrir las puertas de tu corazón y dejarnos en esta oración el modelo de toda oración con la que nos debemos dirigir a tu Padre, que es también por Ti, nuestro Padre, a tu Dios y a nuestro Dios. Gracias Jesús. Amén. V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. R. Amén.
Orar es Escuchar Hoy más que nunca, en la vida sacerdotal, corremos el peligro de caer en el activismo y de perder nuestra vida interior. Se vive tan al día que ya no somos capaces de escucharnos y escuchar a otros. Nos estamos haciendo cada vez más sordos y nuestra sordera afecta la capacidad de percibir la voz de nuestra conciencia y sobre todo.la voz de Dios. Ordinariamente, en las relaciones interpersonales resulta que hablamos más y escuchamos menos. Nos sentimos tan solos que no desaprovechamos la oportunidad para hacernos notar en una reunión de amigos o de trabajo sacerdotal. Incluso en una charla amistosa y aún y cuando el compañero todavía está hablando, nos importa poco e interrumpimos abruptamente, porque NOS URGE decir aquello que nos escalda la lengua y por atrabancarnos en nuestro comentario, ya no sabemos qué fue lo último que dijo ese amigo o a qué estaba haciendo referencia. A veces nos están hablando, pero andamos como en la luna, quizá estamos callados, pero nuestra mente divaga en mil y un pensamientos. Nos abruman tanto las preocupaciones parroquiales o personales que nos salimos del mundo en el que estamos. Incluso, hasta quien habla con nosotros pregunta: Hay alguien ahí? o Tierra llamando a Marte!, porque físicamente estamos presentes, pero nuestra cabeza se encuentra en otro lado. Nos cuesta escuchar, poner toda nuestra atención, callar nuestros pensamientos para dejar que las ideas de los demás lleguen directamente a nuestra mente y a nuestro corazón. Es por esto que la oración aparece como el remedio cada vez más importante y necesario para toda persona, especialmente el consagrado. Ya hemos dicho en otro momento que orar es entrar en diálogo con Dios y hablar sinceramente con Él. En cierto sentido, orar es hablar y se necesita la palabra para conocer a la otra persona; en definitiva, hemos crecido con la palabra y la entendemos como el medio de expresión por excelencia para comunicarnos. Pero nos quedamos a medias si sólo entendemos la oración como algo que tengo que decir, como si la palabra fuera lo único, ya que también y sobre todo la oración es ESCUCHAR.
En nuestra relación con Dios pasa lo mismo que en el trato con los demás. Nos sentamos o hincamos para orar y después del saludo inicial comenzamos a decir todo lo que podemos. Le contamos a Dios nuestros problemas, le pedimos todo lo habido y por haber, le soltamos todos los padresnuestros, salmos y oraciones litúrgicas, más las otras oraciones devotas que nos sabemos o que tenemos en nuestra Liturgia de las Horas, o libritos de oración y listo después de haber tranquilizado nuestra conciencia, nos retiramos. Y a Dios cuándo lo escuchamos? Él tenía muchas cosas que decirnos, pero nuestros deseos desproporcionados por contarle todo y por desahogarnos con Dios, no le dimos al Señor la oportunidad de decirnos un te amo. En la oración, quien debe escuchar principalmente es el sacerdote que ora, ya que Dios sabe de antemano lo que le vamos a decir, pero nosotros no sabemos lo que Él tiene preparado para cada uno. Recordemos aquel pasaje de la Sagrada Escritura donde Dios le da a Moisés los 10 Mandamientos y le dice: Escucha Israel, el Señor tu Dios es el único Señor. Lo primero que debe hacer Israel y lo que debemos hacer todos, especialmente los presbíteros, es Escuchar. Si lo hacemos así, será más fácil aceptar todo lo que viene de Dios. Es necesario abrir nuestro corazón. Si tenemos una disposición total, abierta y generosa, podremos lograr una verdadera comunicación y comunión con el Señor. No es fácil escuchar a Dios ya que hay muchas voces que suenan en nuestro interior. Tanta televisión, música, pensamientos, preocupaciones, etc. hacen que nuestra mente esté en otra parte, se distraiga y no nos podamos concentrar. Por eso san Agustín y santa Teresa decían: callados los sentidos, callada la imaginación y la razón, para entrar en comunión con Dios. A veces creemos que con una oración de tantas palabras vamos a impresionar a Dios. La mejor oración es la que se realiza en el silencio, no sólo en silencio, sino EN EL SILENCIO, y que sólo puede darse en lo más profundo de nuestro interior. Ahí es donde descubrimos la suave brisa de la presencia de Dios que se nos manifiesta de una forma muy sutil y donde conocemos cuál es su voluntad y qué es lo que quiere de nosotros. La oración que transforma, la que surte efecto en la vida y cambia a toda persona es la oración del silencio, porque en esta oración descubro que, lo más importante es saber lo que Dios quiere que lo que yo quiero, valoro más SU PALABRA que mí palabra y dejo que, como la lluvia y la nieve que empapan la tierra y la hacen germinar, su Palabra penetre a lo
más íntimo de mi ser, empape la tierra de mi vida y haga germinar todo aquello que Él mismo ha sembrado en mí. Para lograr esto se necesita: a) Un buen ejercicio de respiración: ya que esto nos dará paz y nos ayudará a ser conscientes de lo que está pasando en nuestro interior. b) Música suave: hay quienes necesitan para relajarse un poco de música. Yo recomiendo el canto gregoriano, ya que son cantos que por su estructura ayuda a tranquilizar la mente y el corazón. Puede ser también música clásica o contemporánea, pero de preferencia que no tenga voz para no seguir el canto. c) Tener el tiempo suficiente: No vamos a lograr esto si no le dedicamos mínimo 30 minutos y que nadie nos moleste, porque si hay ruidos o familiares pasando a cada rato, nos hará perder la concentración. d) Tener un buen libro espiritual o la Biblia: Santa Teresa cuenta que difícilmente iba a la oración sin un libro, ya que al desconcentrarse el libro ayuda a ubicarnos nuevamente en un tema. e) Repetir una frase: ya sea: Tú eres mi Señor o Señor, ten misericordia de mí o Señor mío y Dios mío frases cortas que nos ayuden a centrar nuestra atención en Dios. Después de esto ya te estarás preparando para iniciar una oración en serio. Recuerda que la oración exige perseverancia. Hacer oración una vez al mes no conseguirá los frutos deseados. Haz la prueba y verás que bueno es el Señor. MENSAJE SOBRE LA ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO La Oración y los 5 dedos de la mano 1. El pulgar es el más cercano a ti. Así que empieza orando por quienes están más cerca de ti. Son las personas más fáciles de recordar. Orar por nuestros seres queridos es "una dulce obligación"
2. El siguiente dedo es el índice. Ora por quienes enseñan, instruyen y sanan. Esto incluye a los maestros, profesores, médicos y sacerdotes. Ellos necesitan apoyo y sabiduría para indicar la dirección correcta a los demás. Tenlos siempre presentes en tus oraciones. 3. El siguiente dedo es el más alto. Nos recuerda a nuestros líderes. Ora por el presidente, los congresistas, los empresarios, y los gerentes. Estas personas dirigen los destinos de nuestra patria y guían a la opinión pública. Necesitan la guía de Dios. 4. El cuarto dedo es nuestro dedo anular. Aunque a muchos les sorprenda, es nuestro dedo más débil, como te lo puede decir cualquier profesor de piano. Debe recordarnos orar por los más débiles, con muchos problemas o postrados por las enfermedades. Necesitan tus oraciones de día y de noche. Nunca será demasiado lo que ores por ellos. También debe invitarnos a orar por los matrimonios. 5. Y por último está nuestro dedo meñique, el más pequeño de todos los dedos, que es como debemos vernos ante Dios y los demás. Como dice la Biblia "los últimos serán los primeros". Tu meñique debe recordarte orar por ti. Cuando ya hayas orado por los otros cuatro grupos verás tus propias necesidades en la perspectiva correcta, y podrás orar mejor por las tuyas. Recuerda que el que ora por los demás ora dos veces, así como el que canta a Dios, así lo hace, dos veces también. FASCÍCULOS PARA LA FORMACIÓN PRESBITERAL PERMANENTE EN EL ÁMBITO DE LOS DECANATOS, FORANÍAS O REGIONES AÑO 2015