DE ACUERDO CON LOS MANDAMIENTOS Por el presidente Marion G. Romney Segundo Consejero en la Primera Presidencia Conferencia General Octubre 1975 Al pensar en los problemas que se crean como consecuencia del rápido crecimiento de la Iglesia, supongo que una de nuestras responsabilidades más urgentes es la de convertir a los élderes inactivos y a los miembros del Sacerdocio Aarónico que podrían ser élderes. Hay decenas de miles de estos hermanos en la Iglesia. Lamentablemente, el número que se agrega cada año a este grupo de inactivos, es mayor que el número de los que se convierten. Un estudio de esa situación lleva inevitablemente a la conclusión de que debemos hacer algo, además de lo que ya se ha estado haciendo, para estimular a estos hombres a cambiar su vida y no simplemente invitarlos a participar en actividades recreativas ocasionales. Lo que ellos necesitan es ser convertidos. El diccionario dice que el verbo convertir significa: "Mudar o volver una cosa en otra. Reducir a la verdadera religión al que va errado, o traerle a la práctica de las buenas costumbres", y dice que conversión es la "mudanza de mala vida a buena". Según se usa en las Escrituras convertir implica por lo general no sólo la aceptación mental de Jesús y sus enseñanzas, sino también la fe motivadora en El y en su evangelio, fe que produce un cambio o transformación, un cambio en la comprensión personal de la vida y en la relación del hombre con Dios; en los intereses, en el pensamiento y en la Conducta. Mientras que la conversión puede lograrse en etapas, una persona no está en realidad convertida completamente a menos que, íntimamente sea una nueva persona. El término que menciona la escritura es nacer de nuevo. En aquel que se ha convertido, han desaparecido los deseos por cometer cosas opuestas al evangelio de Jesucristo, y a cambio le ha sobrevenido un amor por Dios capaz de darle la determinación de cumplir con los mandamientos. Pablo dijo a los romanos que esa persona, andará por una vida nueva: " O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? "Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo: a fin de que como Cristo resucitó de los muertos... así también nosotros andemos en vida nueva" (Romanos 6:3-4). Pedro enseñó que andando en esta vida nueva uno escapa de "la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia" y desarrollando fe en nosotros mismos, virtud, conocimiento, dominio, paciencia, piedad, amor fraternal y caridad, nos transformamos en "participantes de la naturaleza divina..." (Pedro 1:4-7). Aquel que camina en esta vida nueva, está convertido. Por otra parte Pedro dice que, "el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta, es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados" (2 Pedro 1:9). Así es el que no se ha convertido, aun cuando haya sido bautizado.
En el último discurso del rey Benjamín, según lo describe Mormón, existe un ejemplo claro del cambio que se efectúa como producto de la conversión. Este sermón fue tan profundo que mientras el rey hablaba la multitud cayó a tierra, pues "se consideraron en su estado carnal... y todos a uno gritaron diciendo: Oh ten misericordia, y aplica la sangre expiatorio de Cristo para que recibamos el perdón de nuestros pecados y sean purificados nuestros corazones; porque creemos en Jesucristo, el Hijo de Dios!" (Mosíah 4:2). Al observar su humildad, el rey Benjamín continuó diciendo: "Creed en Dios, creed que existe, y que creó todas las cosas... creed que él tiene toda sabiduría y todo poder, tanto en el cielo como en la tierra... Creed que debéis arrepentimos de vuestros pecados y abandonarlos y humillaras ante Dios, pidiendo con sinceridad de corazón que él os perdone; y si creéis todas estas cosas, procurad hacerlas" (Mosíah 4:9-10). Al concluir, les preguntó si creían en sus palabras, y todos respondieron: "Sí, creemos todas las palabras que nos has hablado; y además, sabemos que son ciertas y verdaderas..." (Mosíah 5:2). "Y por qué tenían tanta seguridad? Porque, como ellos mismos lo dijeron: el Espíritu del Señor Omnipotente ha efectuado tan grande cambio en nosotros o en nuestros corazones, que ya no sentimos más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente. Y deseamos hacer convenio con nuestro Dios de cumplir su voluntad y ser obedientes en sus mandamientos en todas las cosas.. todo el resto de nuestros días..." (Mosíah 5:2, 5). No sería maravilloso que todos nuestros hermanos inactivos pudieran ser llevados a este estado de conversión? Qué estáis haciendo vosotros presidentes de los quórumes de élderes que tenéis una enorme responsabilidad en esta fase de la obra del Señor por convertir a vuestros hombres? Os sugiero que meditéis y pongáis en práctica el sistema prescrito por el Señor cuando dijo: "... el deber del presidente de los élderes es presidir a noventa y seis élderes, y sentarse en concilio con ellos e instruirlos de acuerdo con los convenios. "Esta presidencia es distinta de la de los setenta, y es para los que no andan viajando en todo el mundo" (D. y C. 107:89-90. Cursiva agregada). Enseñadles el convenio, lo cual es un lazo solemne o un acuerdo entre dos o más partes. Desde el comienzo, el pueblo de Dios ha sido el pueblo del convenio, o sea, un pueblo que ha hecho convenios con El. Este mandamiento moderno a los presidentes de los élderes en cuanto a sus quórumes de enseñar de acuerdo a los convenios" no ha sido aplicado en la debida forma. Ningún hombre que comprenda, crea y viva conforme a los convenios del evangelio será inactivo en la Iglesia. Al entender el evangelio de Jesucristo que es el nuevo y sempiterno convenio del Señor, se comprende que uno mismo lo ha aceptado en el mundo de los espíritus, que ha peleado la batalla en los cielos y ha entrado en la mortalidad de acuerdo con la promesa del Señor de que si prueba ser fiel heredará la vida eterna, y cualquiera que entienda esto, cuenta con la
experiencia necesaria para entender los convenios que ha contraído al entrar en la mortalidad. Considero que la causa primordial de que miles de miembros se inactivan en la Iglesia es porque no llegan a darle valor al significado del "Nuevo y sempiterno convenio". Si vosotros, los presidentes de los quórumes de élderes enseñáis a los miembros inactivos de acuerdo con este convenio y los convertís, tendréis poca dificultad para enseñar los convenios de esta vida. Sin dicho conocimiento, uno no tiene metas en la vida, ni tampoco objetivos; por lo tanto, los otros convenios no significarían nada. Recientemente tuve una experiencia en el avión, y ésta ilustra tal caso. Sentado al lado de un extraño comenzó la conversación y le pregunté en dónde trabajaba; después de responderme, me preguntó a su vez cuál era mi trabajo. Esto me llevó a preguntarle si creía en la vida antes de nacer en este mundo y en que vivirá después de la muerte. No lo sabía. Se imaginaba que quizás hubiera existido antes de nacer y que tal vez viva más allá de la tumba, pero desconocía en qué forma podría suceder esto. Le hice entonces una reseña del evangelio y su plan, lo más concisa posible, explicándole quiénes somos, de dónde venimos y por qué estamos aquí. "Maravilloso", fue su respuesta, "eso le daría a una persona un propósito para vivir y un objetivo en la vida." Y así es, exactamente. Eso es precisamente lo que se espera obtener. Los convenios que hacemos en esta vida pueden ayudarnos a alcanzar el objetivo de la vida eterna, que el nuevo y sempiterno convenio del evangelio explica y hace posible. El primer convenio que hacemos aquí es el del bautismo. No conozco una explicación mejor sobre éste que la que expresó Alma cuando dijo:...he aquí las aguas de Mormón...y ya que deseáis entrar en el rebaño de Dios y ser llamados a su pueblo, y sobrellevar mutuamente el peso de vuestras cargas para que sean ligeras; Sí; y si estáis dispuestos a llorar con los que lloran; sí, y consolar a los que necesitan consuelo, y ser testigos de Dios a todo tiempo, y en todas las cosas, y todo lugar que estuvieseis, aun hasta la muerte, para que seáis redimidos por Dios y seáis contados con los de la primera resurrección, para que tengáis vida eterna. "Digoos ahora que si éste es el deseo de vuestros corazones, qué os impide ser bautizados en el nombre del Señor, como testimonio ante El de que habéis hecho convenio con él de servirle y obedecer sus mandamientos, para que pueda derramar su Espíritu más abundantemente sobre vosotros? "Y cuando el pueblo hubo oído estas palabras, batieron las manos de gozo y exclamaron: Ese es el deseo de nuestros corazones. "Y entonces ocurrió que Alma tomó a Helam... y fue y entró en el agua, y exclamó: Oh Señor, derrama tu Espíritu sobre tu siervo para que haga esta obra con santidad de corazón!
"Y cuando hubo dicho estas palabras, el Espíritu del Señor cayó en él y dijo: Helam, teniendo la autoridad del Dios Todopoderoso, te bautizo como testimonio de que has hecho convenio de servirle hasta que hayas muerto, según el cuerpo mortal; y que el Espíritu del Señor sea derramado sobre ti; y que te conceda vida eterna por la redención de Cristo, a quien él ha preparado desde la fundación del mundo" (Mosíah 18:8). El Señor considera que el convenio del bautismo reviste tanta importancia, que nos ha mandado que lo renovemos semanalmente. "Y para que te conserves más limpio de las manchas del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo" (D. y C. 59:9). Al participar de la Santa Cena, recordamos las palabras de la oración sacramental y renovamos cada semana nuestro convenio bautismal. Además de nuestro convenio bautismal, mancomunados con todos los poseedores del sacerdocio hemos entrado en otro convenio especial, sagrado y más importante: "El convenio que corresponde a este sacerdocio" (Véase D. y C. 84:39). Este convenio se encuentra en la sección 84 de Doctrinas y Convenios y dice: "Porque los que son fieles hasta obtener estos dos sacerdocios de los que he hablado, y magnifican sus llamamientos, son santificados por el Espíritu para la renovación de sus cuerpos. "Llegan a ser los hijos de Moisés y Aarón y la simiente de Abraham, la Iglesia y el reino, y los elegidos de Dios. "Y también todos los que reciben este sacerdocio, a mí me reciben, dice el Señor. "Porque el que recibe a mis siervos, me recibe a mí; "Y el que me recibe a mí, recibe a mi Padre; "Y el que recibe a mi Padre, recibe el reino de mi Padre; por tanto, todo lo que mi Padre tiene le será dado. "Y esto va de acuerdo con el juramento y el convenio que corresponden a este sacerdocio. "Así que, todos aquellos que reciben el sacerdocio, reciben este juramento y, convenio de mi Padre que no se puede quebrantar ni tampoco puede ser traspasado. "Pero el que violare este convenio, después de haberlo recibido, y lo abandonare totalmente, no logrará el perdón de sus pecados ni en este mundo ni en el venidero" (D. y C. 84:33-41). Muchas veces pensé que si ése era el castigo si quebrantamos el convenio, sería mejor para mí no haberlo hecho que quebrantarlo. Pero después leemos el versículo siguiente, que dice: " Mas, ay de los que no aceptan este sacerdocio que habéis recibido!... (D. y C. 84:42). Con este pasaje se comprende que sólo tenemos una elección: recibirlo y honrarlo. Esas palabras también me aclaran que si lo recibimos y no lo magnificamos, no lograremos la vida eterna; pero si no somos dignos de recibir el Santo Sacerdocio, tampoco lo lograremos. Existe un solo camino seguro: recibirlo y
magnificar mi llamamiento en él. Para mí, este es el significado de la declaración final del Señor. "Y ahora os doy el mandamiento de estar apercibidos en cuanto a vosotros mismos, y de atender diligentemente las palabras de vida eterna. "Porque viviréis con cada palabra que sale de la boca de Dios" (D. y C. 84:43-44). Se refiere a nosotros, los poseedores de su Sacerdocio. Y ahora, un cuarto convenio hemos considerado tres: el "nuevo y sempiterno convenio del evangelio, el del bautismo y el del sacerdocio ; el cuarto y quizás el más importante que debemos enseñar a nuestros hermanos, es el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio celestial. El significado de estos santos convenios que he mencionado, es muy serio y solemne. Estas son "las solemnidades" que el Señor nos mandó atesorar en nuestro corazón. (D. y C. 43:34.) Las obligaciones que ellos nos imponen deben ser cumplidas por todos aquellos que esperen recibir las recompensas prometidas. Somos responsables individualmente y tendremos que rendir cuentas por la forma en que observemos los convenios que contraemos y también rendiremos cuenta por los mandamientos que quebranten aquellos por los cuales seamos responsables, si su conducta se debe a que hayamos sido negligentes en enseñarles. El Señor ha dicho que "el deber del presidente de los élderes es presidir a noventa y seis élderes, sentarse en concilio con ellos e instruirlos de acuerdo con los convenios. "De modo que, con toda diligencia aprenda cada varón su deber, así como a obrar en el oficio al cual fuere nombrado. "El que fuere perezoso no será considera de digno de permanecer, y quien no aprendiere su deber, y no se presentare aprobado, no será contado digno de permanecer..." (D. y C. 107:89, 99-100). Que Dios nos ayude a vivir "de acuerdo con los convenios" y o enseñar los a aquellos que el Señor ha puesto bajo nuestra responsabilidad. Lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén