ARTÍCULO REVISTA CASA VIVA ALT EMPORDÀ
Tras un largo itinerario el final del recorrido Una casa de campo cuyo mayor atractivo se desprende de la gran mezcla de culturas y estilos que en ella se compaginan. Aquí se verifica la certeza del consabido refrán que reza: los extremos se tocan, ya que, como podemos observar, los criterios más locales conviven en armonía con los conceptos universales. Reportaje: Colisa Camps Fotografía: Frank Aleu 1. Fachada principal de la masía, que está orientada al este. La cubierta a dos vertientes, la piedra que rodea la puerta de entrada y la ventana situada sobre ella, son elementos característicos de este estilo de construcciones. 2. Las primeras habitaciones de la planta baja son todas abovedadas. Originalmente eran los establos y todavía se conservan los comedores de los animales. Ahora están acondicionadas e incorporadas a la vivienda. Esta primera estancia está arreglada como ante-sala de la casa.
Nos hallamos en una masía del Alto Ampurdán. Es una de esas grandes casas que formaban parte del castillo del pueblo y que albergan a varias generaciones de la familia. Todos sus miembros integraban un pequeño núcleo social, fuerte y auto-suficiente, cuya intimidad se preservaba herméticamente tras los gruesos y poderosos muros de piedra. Esta masía data de 1630. Aunque fue construida en el s. XVII, se encuentra en muy buen estado porque hacia 1900 se restauro por completo. Como tantas otras masías, ha perdido sus funciones históricas como finca de labor y payesía al ser habitada por personas procedentes de la ciudad, que le han dado un nuevo sentido. En este caso la vivienda goza de un especial atractivo. Ello se debe a que los propietarios han vivido en diferentes partes del mundo, pero su hogar, su lugar de retorno, siempre fue esta casa. Aquí, poco a poco han ido trayendo todo cuanto iban recogiendo de los diversos países en los que han estado instalados y han ido acomodando todos sus muebles, sus piezas más queridas y cuantos objetos constituían sus vivencias y recuerdos. Finalmente, tras un largo itinerario, han llegado al final del recorrido y están por fin reunidas todas sus pertenencias. Esta característica, que guarda un paralelo con la eterna historia de las casas de familia, se refleja en el ambiente. Todo esta impregnado de una atmósfera especial, personal y diferente a lo que convencionalmente estamos habituados a contemplar. Oriente y occidente se entremezclan, así como también lo hacen las costumbres señoriales y la sencillez de quien disfruta de una vida natural en el campo. 3. La segunda habitación abovedada, situada a continuación de la primera, es muy amplia ya que abarca todo el ancho de la casa. Aquí vemos el comedor de diario, a continuación del cual y formando parte del mismo ambiente se sitúa un rincón de estar confortable pensado para la lectura, las tertulias familiares y la televisión.
La primera planta alberga una gran cocina, varios salones y diversos rincones de estar. Al acceder a ella lo primero que encontramos es un zaguán. De él arranca la escalera que comunica con la segunda planta, en la que se distribuyen los dormitorios de la familia, el de huéspedes, los cuartos de baño y un amplio estudio. Cruzando el umbral de la puerta y el zaguán, nos llevamos la sorpresa de que todos los suelos de cerámica están recubiertos de importantes alfombras orientales, puestas unas junto a otras de manera que apenas se puede ver el pavimento que hay bajo ellas. Esta decoración tan poco usual es el primer anuncio del peculiar pero cálido ambiente que nos espera. Las que fueron la cuadras de la casa han entrado a formar parte de de la zona de recibo de la misma, pero respetando al máximo su estructura. Los pesebres se conservan, y en ellos se exponen piezas de arte, combinando épocas y estilos. Así por ejemplo, el primer saloncito -el antiguo comedero de los animales- contiene una colección de botellas y cristales persas, sobre ellos dos cuadros catalanes de la Escuela de Olot y, acompañando al conjunto, una moderna escultura de Cocomir. El mobiliario de esta estancia consta de pocas piezas, pero bien escogidas, que también pertenecen a distintas culturas: un sofá catalán de anticuario sobre el que han dispuesto varios almohadones persas y un Sideboard de estilo Sheraton, puramente inglés (s. XVIII), sobre el que lucen dos jarros alemanes gemelos del s. XIX y, entre ellos, un jarrón japonés del s. XVI. 4. El comedor principal, también abovedado, se sitúa en una habitación intermedia entre el salón íntimo, el comedor de diario y la gran sala de estar de la casa. En la decoración se combinan objetos de gran valor con piezas curiosas y esculturas modernas de Cocomir, como la que preside la mesa.
5. Otro ángulo de la primera salita que ya aparecía en la fotografía n.º 2 y que cumple las funciones de recibidor. A continuación del comedor de diario, que se halla en la estancia inmediata, está el invernadero, al que se accede a través de la puerta que se contempla al fondo. 6. El invernadero es luminoso y alegre. Se utiliza como sala de música y sustituye las horas de ocio al aire libre durante los meses invernales. Está decorado a base de muebles muy frescos, de mimbre, y plantas verdes. Las alfombras de paja contrastan enormemente con las del resto de la vivienda, todas ellas orientales y de gran calidad.
7 y 8. La gran sala de estar ocupa toda la segunda mitad de la casa y tiene doble altura. En la zona central el ambiente esta presidido por una enorme chimenea y una gran lámpara de techo, procedente de una iglesia. A un lado de la chimenea se encuentra la biblioteca, repleta de objetos de arte y libros de gran valor. Al otro lado, un gran piano de cola. Al fondo, un segundo rincón de estar. 9. Al fondo de la gran sala, hay una puerta de salida a un gran prado acotado, que es como un retal de paisaje cerrado y privado de la finca. La habitación contigua es la de uso más familiar. Su espacio se divide en dos zonas bien diferenciadas. Una de ellas -junto a otro de los antiguos establos- está ambientada como comedor pequeño y es muy acogedora. La mesa redonda y las sillas son Isabelinas. Como centro de mesa vemos una valiosa porcelana de Capodimonte, con motivos de rosas. Sobre el comedero, una colección de piezas polacas de latón, realizadas para el consumo persa. Los retratos son Isabelinos y las litografías son de Gustavo Gili. La alfombra es Casham. La otra mitad del espacio está acondiciono como una zona de estar, con muebles sencillos y de batalla pero confortables. Desde esta estancia, que abarca todo el ancho de la casa, se accede, por un extremo, al invernadero, que es como un jardín interior ambientado con muebles de mimbre y plantas verdes. Por el otro lado se llega al comedor de recibo, en el que nuevamente se combinan muebles y objetos chinos, persas, catalanes e ingleses, así como piezas de arte modernas -preside la mesa otra escultura de Cocomir- y otras muy antiguas -como el Hatari japonés del s. XVI-. Desde el comedor, y también desde el invernadero, se llega al salón principal, que tiene doble altura y abarca asimismo todo el ancho de la casa. En el vuelven a darse cita los más diversos estilos decorativos. Incluso el gran prado exterior al que se abre este salón -una closa típicamente catalana- en ciertos aspectos nos provoca la extraña sensación de sentirnos transportados a los paisajes de las más puras campiñas de Inglaterra.