HOMILIA - XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. Londres, acatando la orden del Rey, Santo Tomás Moro, dijo, "Yo Muero

Transcripción

1 HOMILIA - XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO! Cuando ponía su cuello en la mesa de ajusticiamiento en la Torre de Londres, acatando la orden del Rey, Santo Tomás Moro, dijo, "Yo Muero como buen siervo del Rey; pero primero siervo de Dios. "Y con eso, sufrió el martirio. En esa declaración, él verdaderamente encarna el mensaje de nuestro Señor en el evangelio de hoy. "Da, pues, a César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios."! Lo que Jesús esencialmente ha hecho aquí es recordarnos la gran diferencia entre los poderes de este mundo y el máximo poder al que todos los demás poderes están subordinados: el Poder de Dios. Nuestro Señor no está tratando de enfrentarlos cara a cara. En primer lugar, no hay absolutamente ninguna comparación. Pero lo más importante, afirma que cada uno tiene el lugar que le corresponde. El poder de Dios es soberano sobre todos los demás poderes; sin embargo, los poderes legítimos de esta tierra tienen el derecho a ser reconocidos y respetados. La única posibilidad de conflicto ocurre cuando los poderes terrenales atentan usurpar el poder legítimamente reservado a Dios. Cuando este es el caso, las palabras de Jesús encuentran su sentido más fuerte, y en las últimas palabras de Santo Tomas Moro, vemos un 1

2 significado que cobra vida. Es correcto que le sirvamos al Rey" - los poderes del mundo-, pero el derecho de Dios a nuestra obediencia es un asunto de justicia que no siempre cumplimos cuando así lo elegimos. Aun así, siempre somos primero siervos de Dios.! En nuestra era moderna, considero que existen tres "poderes" que pueden ser identificados como fuerzas que buscan nuestra lealtad, a expensas de nuestra lealtad a Dios. Estos son: los medios de comunicación, la cultura popular y nuestras comodidades personales. Cada uno a su manera, intentan robarnos algo de la lealtad que se debe mostrar exclusivamente a Dios. Como cristianos en medio del mundo, nos enfrentamos a una decisión: Tener lealtades divididas y dar al César lo que es de Dios; o ser buenos servidores de Dios en primer lugar- y luego del César.! Los medios están obsesionados con lo que ahora llamamos "lo políticamente correcto". Muchas veces, al hablar de las verdades del Evangelio, los que no profesan nuestra religión consideran estas afirmaciones dañinas y somos considerados políticamente incorrectos. Si no tenemos cuidado, poco a poco comenzamos a sacrificar, u omitir asuntos de nuestra fe para asegurarnos de no ofender a nadie, es decir ser políticamente correctos. Hay una diferencia entre decir la verdad con 2

3 amor y mentir fingiendo amar. Si creemos la mentira de los medios en este sentido, vamos a estar robando a Dios, lo que es de Dios para darlo al César.! La cultura popular también está estrechamente relacionada, y se hacen esfuerzos desleales para tratar de controlar cualquier debate sobre temas de ética: Es falso el argumento que dice que las personas religiosas no pueden ocupar cargos no relacionados con su religión. Por qué? Puesto que la religión es personal, a las personas religiosas no se les debe permitir pronunciarse sobre asuntos morales que afecten a las personas no-religiosas. Esta es una lógica defectuosa. La naturaleza humana es anterior a la religión, y aunque nuestra religión fundamenta nuestras afirmaciones morales, estas son defendibles con las razones y principios que tenemos en común con todo el mundo. Por lo tanto, si permanecemos en silencio en los debates éticos, por ejemplo, respecto a la Eutanasia, porque no queremos forzar nuestro catolicismo a nadie, estamos negando al verdadero Dios nuestras voces; y nuestro silencio se hace cómplice del dios de la cultura popular.! Por último, y lo más peligroso de todo, tenemos la capacidad de hacer dioses de nosotros mismos. Donde vamos a experimentar esto con más fuerza es en nuestra búsqueda apasionada de las comodidades 3

4 personales. Esto se ejemplifica cada vez que racionalizamos algo que sabemos que Dios nos ha prohibido, o más bien prefiere que no hagamos, pero lo hacemos de todas maneras, ya que nos sentimos bien. Esta es la definición misma del pecado y es equivalente a darnos a nosotros mismos, creyéndonos nuestros propios reyes, lo que le pertenece exclusivamente a Dios- el Rey del Universo.! Nadie está exento de estas tentaciones. Todos, desde el más simple laico a los Cardenales de nuestra Iglesia, nos encontraremos con la tentación de perder lo que es de Dios por el efecto de la fuerza de los medios de comunicación, la cultura popular o intereses egoístas y personales. Antes de convertirse en el Papa Juan Pablo I, el cardenal Albino Luciani hizo la siguiente observación: "Hoy todos parecen frenéticamente dirigidos hacia las conquistas materiales: ganar dinero, invertir, rodearse con nuevas comodidades, vivir la" buena vida. Pocos piensan en 'hacer el bien'. Dios - quien debe llenar nuestra vida - por el contrario, se ha convertido en una estrella muy distante, a la cual la gente mira sólo en ciertos momentos. Las personas creen que son religiosos porque van a la iglesia; pero fuera de la iglesia quieren llevar la misma vida que muchos otros, marcada por pequeños o grandes engaños, actos de injusticia, pecados contra la caridad; y por lo tanto carecen totalmente de 4

5 coherencia." Queremos ser discípulos coherentes y esto significa discernir cuidadosamente lo que es propio de Dios y lo que es propio de los poderes mundanos, y actuar en consecuencia.! Mañana por la mañana, para cerrar el Sínodo sobre la Familia en Roma, el Papa Francisco beatificará al Papa Pablo Sexto [VI]. Él es recordado por muchos por continuar el Concilio Vaticano II y llevarlo a su fin; por su guía para el nacimiento de una forma totalmente nueva de experimentar y manifestar nuestro catolicismo. A la luz del pasaje evangélico de hoy, me inclino a recordarlo por aquello por lo que fue más odiado: su valiente postura contra los métodos anticonceptivos. En 1968 [mil novocientos sesenta y ohco], el Papa Pablo sexto [VI] se enfrentó a los medios de comunicación que 'profetizaron un cambio' en la enseñanza católica; una cultura que ya había rechazado la enseñanza; e incluso a algunos de sus más cercanos consejeros- Cardenales entre ellos- quienes le advirtieron del daño a su reputación personal si no cedía. Él se enfrentó a una elección: dar al César, o darle a Dios; defender la verdad que está escrita en los corazones humanos, o apaciguar a una multitud de adversarios. El Santo Padre escogió ser un siervo de la humanidad pero primero siervo de Dios y de ahora en adelante lo llamaremos beato; tal vez un día, incluso santo. 5

6 ! Lo mismo podría ser cierto para cualquiera de nosotros, mientras nos mantengamos firmes con fidelidad y dando a Dios lo que le corresponde en primer lugar y después todo lo demás. Esta causa ha dado muchos santos y es de esperar que de muchos más. 6