NOSOTROS SOMOS DE DIOS. (Domingo 04 de septiembre de 2011) (Por el pastor Emilio Bandt Favela) (No. 426) Hijitos, vosotros sois de Dios (1 Juan 4:4)

Transcripción

1 NOSOTROS SOMOS DE DIOS (Domingo 04 de septiembre de 2011) (Por el pastor Emilio Bandt Favela) (No. 426) Hijitos, vosotros sois de Dios (1 Juan 4:4) El 11 de marzo de 1991, apareció en la revista USA Today, la fotografía de un niño llamado Anthony Henderson sentado en su pupitre escolar y a su lado está el presidente George Bush con cara de asombro. Resulta que el niño le preguntó si él era en verdad el presidente de los Estados Unidos de América y si podía probarlo. Bush le dijo que sí, que él era el presidente de los Estados Unidos de América y sacó su licencia de conducir, pero ese documento no decía que era el presidente. Luego sacó una a una sus tarjetas de crédito, pero sólo mencionaban su nombre, ninguna decía que era el presidente. Le mostró las fotografías de su esposa, de sus hijos y hasta de sus nietos, pero ninguna decía que él era el presidente. Hasta le firmó el libro de lecturas, pero tampoco eso probó que era realmente el presidente. Finalmente se dio por vencido, no pudo demostrarle a aquel niño que en realidad era el presidente de los Estados Unidos de América. Es posible que nos suceda lo mismo, si alguien nos pidiera identificarnos como cristianos. La verdad es que no contamos con una especie de credencial que diga que somos cristianos. Y es que la única manera de reconocer a un cristiano es a través de su forma de vida. Aquí no hay un título que avale que uno es seguidor de Cristo, tampoco hay una línea sanguínea que asegure que uno es discípulo del Señor; la única forma es a través del testimonio cristiano, el echar de ver los rasgos distintivos de uno que ha nacido de nuevo, de un redimido, de un hijo de Dios. Creo que cabe bien una pregunta: Pueden los que nos rodean ver en nuestra vida a Cristo Jesús? O por el contrario, Todavía conservamos algunas características de una persona sin Cristo? Hoy quiero invitarle a hacer un recorrido por los veintiún versículos del capítulo cuatro de la Primera Epístola de Juan. En este pasaje, Juan habla fuerte y enaltece lo que hace una persona que es de Dios y define la gran diferencia entre una persona que no es creyente y una persona redimida por la sangre de Cristo. 1. El que es de Dios confiesa (1 Juan 4:1-3). Su fe en Cristo. Leamos especialmente el versículo dos: En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios. Al hablar Juan de confesar que Jesucristo ha venido en carne, se refiere a creer y confesar con los labios por lo menos tres cosas: (1) La divinidad de nuestro Señor Jesucristo. (2) La encarnación de nuestro Salvador y (3) La doble naturaleza de Cristo, tanto la divina como la humana DOM NOSOTROS SOMOS DE DIOS. 1 JUAN 4:1-21 1/5

2 Esto es sumamente importante ya que hay muchos grupos que niegan estas cosas. Como ejemplo, La Sociedad de los Testigos de Jehová dice que Jesucristo no es Dios, y que Jesús es un ser creado que existió como el arcángel Miguel antes de nacer como un hombre perfecto. Los Testigos creen que en la encarnación Cristo abandonó su estado de ser espiritual haciéndose tan solo un hombre perfecto. Niegan la obra expiatoria de Cristo. Aseveran que en la cruz, el hombre Jesús fue aniquilado y, para colmo de todo niegan su resurrección corporal. Después de la sepultura de Jesús, Dios eliminó su cuerpo físico. Él entonces fue levantado (resucitado) como una criatura espiritual, y materializó un cuerpo para hacerse visible. Ahora en el cielo, otra vez es conocido como el arcángel Miguel. Sin embargo, para nosotros los cristianos, Jesucristo es el Verbo, es decir, Dios hecho carne y que habitó entre nosotros. Creemos que la salvación reside en el confesar nuestra fe sólo en Cristo y en nadie más. Pablo escribe: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación (Romanos 10:9-10). El que es de Dios confiesa que ha depositado su fe en Cristo como el Único Señor y Salvador de su vida. El que es de Dios confiesa que Jesucristo ha entrado en su corazón y ahora ÉL gobierna absolutamente todo su ser. En este fruto de labios que confiesan su Nombre, estriba la gran diferencia entre los que son del Espíritu Santo y los que son del anticristo. 2. El que es de Dios vence (1 Juan 4:4-5). Leamos con cuidado el versículo cuatro: Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. El que es de Dios vence al mundo, pero también a los que son del mundo; pero sobre todo, vence al que está en el mundo. Al que es de Dios, el mundo ya no le es atractivo. Ahora a quien le pertenece al Señor, el mundo ha perdido toda su influencia, toda su autoridad, todo su poder. Como bien lo dice el apóstol Pablo, hemos crucificado al mundo: Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo (Gálatas 6:14). Por esto, los que somos de Dios no podemos amar al mundo, no podemos levantarle altares a la moda, a la música mundana, ni a los antros, ni a los bailes, ni a todas las cosas que el mundo ofrece y que están claramente opuestas a lo que a nuestro Señor agrada. El mismo apóstol Juan dice bien: No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1 Juan 2:15-17). Amados, nosotros somos de Dios, por lo tanto, decidamos no amar al mundo, ni las cosas que están en el mundo, para poder hacer así la voluntad de Dios, al fin de cuentas, quien hace la voluntad de Dios ese es el que permanece para siempre. En esa victoria diaria, en nuestra feroz lucha contra el mundo, y contra el que está en el mundo, estriba la gran diferencia entre ser de Dios o ser del mundo DOM NOSOTROS SOMOS DE DIOS. 1 JUAN 4:1-21 2/5

3 3. El que es de Dios escucha (1 Juan 4:6). Este texto dice: Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error. El que es Dios oye. Oye la Palabra de Dios a través de sus siervos, a través de sus hijos. El que es de Dios tiene el oído entrenado para discernir si lo que se dice es de Dios o es del maligno. Además, poseemos la mejor arma para notar la diferencia entre un falso profeta y un siervo de Dios: Las Sagradas Escrituras. La Biblia nos cuenta de los hermanos de Berea, quienes aun cuando era el mismo apóstol Pablo quien les predicaba, ellos, día con día, consultaban Las Escrituras para constatar lo escuchado: Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así (Hechos 17:11). Dice Juan que el que es de Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. Es en este saber escuchar la voz de Dios a través de sus siervos, donde estriba la gran diferencia entre oír el espíritu de verdad o escuchar al espíritu de error. 4. El que es de Dios ama (1 Juan 4:7-13). Ahora leamos particularmente el versículo siete: Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios En otras palabras, el que ama, no sólo es de Dios, sino ha nacido de Dios y conoce a Dios. Es en este amar, así como Dios ama, donde estriba la gran diferencia entre conocer a Dios y no conocerlo. El que ama, así como nos lo ordena nuestro Señor, no sólo está obedeciendo un mandato de Dios, sino está siguiendo la misma naturaleza de Dios, porque Dios es amor (4:8). El que ama como Dios manda, sigue el modelo del mismo Señor: (1) Por amor Dios lo entregó todo, aún a su Hijo unigénito (v. 9). (2) Su amor es el que pasa por encima de todo. ÉL nos ama a pesar de conocernos, de saber cómo somos (v. 10). (3) Su amor es nuestro supremo ejemplo (v. 11). (4) Queridos, si nos amamos Dios permanece en nosotros (v. 12). Es en nuestro amar a la manera de Dios donde estriba la gran diferencia entre si Dios permanece entre nosotros o no (v. 13). 5. El que es de Dios testifica (1 Juan 4:14-16). Leamos detenidamente el versículo catorce: Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. Nosotros somos de Dios y por eso testificamos que Dios nos ha dado de su Espíritu. Testificamos que el Padre envió a su Hijo y lo entregó en propiciación por nuestros pecados y testificamos que Jesucristo el Hijo de Dios, es el Salvador del mundo. Pero algo más que no nos cansaremos de testificar es acerca del gran amor que Dios tiene para con nosotros. Tenemos que publicar, tenemos que decir lo que hemos visto y oído; tenemos que proclamar a los cuatro vientos que Dios es amor y que su amor nos ha alcanzado y otorgado la salvación de nuestra alma. Es en el testificar acerca de este incomparable amor de Dios donde estriba la gran diferencia entre si permanecemos en Dios y Dios en nosotros, o no (v. 16) DOM NOSOTROS SOMOS DE DIOS. 1 JUAN 4:1-21 3/5

4 6. El que es de Dios confía (1 Juan 4:17-18). Estos dos preciosos versículos dicen: En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. El que es de Dios confía y no teme absolutamente nada. Ni aún el juicio, que es una de las cosas que más temor provoca en las personas, causa leve inquietud en el cristiano. Dice el apóstol Juan aquí, que tenemos confianza en el día del juicio, porque cómo ÉL es, así somos nosotros en este mundo. Y es que nosotros ahora somos hijos de Dios, hemos recibido ese derecho cuando le aceptamos en nuestros corazón, hemos sido adoptados por el Padre Celestial. Somos hijos, así como Cristo. Juan también dice que no tenemos temor porque confiamos en el amor de Dios. Ese amor, echa fuera todo temor. Amados, si el amor de Dios llena nuestro corazón, nuestra alma, nuestra mente, entonces, no hay lugar para el temor. En el amor, queridos, no hay temor. Es en este temer o en el confiar en el amor que Dios tiene por cada uno de nosotros, donde estriba la gran diferencia entre haber sido perfeccionados en el amor o no. 7. El que es de Dios obedece (1 Juan 4:19-21). Escojamos el versículo veintiuno: Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano. Juan desea concluir este precioso capítulo con un mandamiento de Dios. Observemos que ÉL nos pide dos cosas: (1) Amar a Dios; y (2) Amar a nuestros hermanos. Esto nos recuerda los dos principales mandamientos dados por nuestro Señor Jesucristo: Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos (Marcos 12:29-31). El que es de Dios obedece incondicionalmente estas dos órdenes del Señor Dios Todopoderoso, quien ÉL mismo nos puso el ejemplo porque dice: Nosotros le amamos a ÉL, porque ÉL nos amó primero (4:19). Sí. ÉL nos puso la muestra, el modelo a seguir, el ejemplo a imitar, el patrón a reproducir, el original a copiar. Es en el obedecer, principal y especialmente este mandato, donde estriba la gran diferencia entre si somos mentirosos o no. Espero que este estudio haya sido de bendición para su vida. Con sincero aprecio Pastor Emilio Bandt Favela DOM NOSOTROS SOMOS DE DIOS. 1 JUAN 4:1-21 4/5

5 RINCÓN PASTORAL: VIVAMOS COMO ES DIGNO DE DIOS Recuerdo que el hermano Misael Loera López ilustraba en uno de sus sermones que se encontró en la calle a un hermano que daba senda chupada a su cigarro. Tal fue su sorpresa al ver al pastor frente a él que el hermano sólo atinó a con la lengua introducir el cigarro en su boca. Ya se imaginarán que toda la conversación de ese hermano se limitó a movimientos con la cabeza y como los muditos sólo Mmm... Mmm! Quizá podamos escondernos y engañar a los hermanos, a nuestra familia, a todos los que nos rodean, pero olvidamos que a Dios no lo podemos engañar jamás. No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará (Gálatas 6:7) 426. DOM NOSOTROS SOMOS DE DIOS. 1 JUAN 4:1-21 5/5