un libro. Se llamaba Décimas y era de la Violeta donde aparece la cara de la Violeta mirando hacia su guitarra. Era un libro fundamental para mí.

Transcripción

1 YO SOY LA FELIZ VIOLETA. 1 En 1980 partí con una beca a Houston, Estados Unidos. Llevaba poca ropa, 3 hijos, un marido y mucho miedo porque iba a enseñar español y a hacer un post grado en Literatura Contemporánea. Lo principal de mi equipaje era un libro. Se llamaba Décimas y era de la Violeta Parra. Lo había comprado recién, era la edición donde aparece la cara de la Violeta mirando hacia su guitarra. Era un libro fundamental para mí. Lo había descubierto unos días antes y me había

2 2 fascinado su lectura. Por qué? Porque me sentía totalmente identificada con la voz cantante que domina todo ese libro. Después oí la voz llena y ancha de la Violeta cantando algunas Décimas y me gustó mucho más. Era una voz que cantaba y contaba muchas de las cosas que yo estaba viviendo en ese tiempo difícil para nosotros. Mi beca era muy chica, solo para una persona, e ibamos 5. Debíamos hacer alcanzar los 600 dólares para que vivieran 5 personas. Además, mi matrimonio pasaba por problemas, muy parecidos a los que cantaba la Violeta. Mi ex

3 3 marido no era ferroviario, pero igual pasábamos por momentos difíciles. Las canciones de la Violeta me servían de consuelo y de brújula, porque a pesar de que vive cosas difíciles, ella siempre tiene esa cosa fresca y vital para contar lo que está viviendo, que es una libertad que admiro, la de de encogerse de hombros antes las dificultades y echarle no más, pa delante. Memoricé muchas de sus décimas, y me encantaba decirlas cuando caminaba por los jardines increíbles de esa universidad de Rice en Houston. Éramos un curso de puros compañeros

4 4 latinoamericanos y a todos les encantaban esas décimas. Les gustaban más que las canciones de la Mercedes Sosa, que también se oían en ese tiempo, y que cantaba una argentina, compañera mía. Les gustaban tanto, que me puse patuda, y, aprovechando de que estaba en un país extranjero y de que me había conseguido una guitarra, le puse, insolentemente, música a unas décimas y las canté una vez en una especie de festival del curso que hubo una vez. Fueron un éxito, a pesar de que la música debe haber sido un desastre. Después oí la verdadera música cantada

5 5 por la Violeta de algunas de sus Décimas y por supuesto que me puse roja de vergüenza, pero esas letras, de esas Décimas, estuvieron presentes durante toda nuestra larga ausencia de Chile, y me sirvieron de puntal de vida. Esas letras eran el Chile al que yo pertenecía y pertenecería siempre. Esas letras eran un país. Esas letras eran una vida de verdad, cantada y contada por una persona de verdad, una mujer de verdad, una artista de verdad. Y eran dichas por una persona que elegía, que le daba forma a su vida, que era infinitamente libre, que hacía lo que creía y lo que

6 6 quería realmente. Había tanta cosa falsa en esos años, que las letras de las Décimas fueron para mí un refugio, algo tangible, de vida verdadera en medio de toda la inseguridad política del momento. Lo que me sostuvo en esos momentos dolorosos de inseguridad política, fueron las Décimas de la Violeta. Finalmente, cuando estalló la Guerra del Golfo, se acabaron las becas. Entonces, también como la Violeta, y también para no "perder el sentí'o" volví a tomar maletas, libros, guitarra y partí, con hijos, escritura y música para otra parte.

7 7 Entonces, muchos años después, cuando Anita Berthelón me ofreció escribir el libro para niños acerca de la vida de Violeta, basada en lo que ella cuenta en sus Décimas, me quedé muda de asombro. Era como si toda mi vida yo hubiera esperado para escribir eso. Me puse a trabajar con todas las ganas y pude mandar al poco tiempo la primera versión del libro, que fue cambiando, amononándose más y más, y también acortándose un poco, porque al comienzo yo hice una versión demasiado larga, en mi entusiasmo, que incluía, incluso un juego con sus Centésimas

8 8 Numerativas, que es un poema sensacional. Igual, no se pudo poner el juego, pero lo traje para regalárselo a la Isabel. Y esto era todo lo que quería decir: escribir el libro, estar cerca de la Violeta de nuevo, me trajo no solo recuerdos maravillosos, sino que me acercó mucho más a la vida y a la persona de esta gran mujer artista chilena valiente, comprometida y libre, extraordinariamente libre, que es la cualidad que más admiro en ella, y en cualquier ser humano. Muchas gracias. Enero, 20, 2018.