Dimensión: redamatio. Retorno de Amor

Transcripción

1 Dimensión: redamatio. Retorno de Amor REF. CLAVE: dimensión eucarística- identificación con Cristo-asociación a su obra redentora- opción preferencial por los pobres compromiso con las víctimas La consagración religiosa se sitúa en nuestras Constituciones, dentro de la llamada universal a reproducir la imagen de Cristo y anunciar su reino que recibimos en el Bautismo, pero como una gracia nueva y personal por la que el Espíritu nos impulsa a seguir a Cristo en forma absoluta e irrevocable, con la radicalidad del evangelio (C. 17). Es la fidelidad al Espíritu que actúa en nosotras la que nos exige una respuesta continua a su amor (redamatio) y una afirmación diaria de esta consagración". De este modo, se hace explícita la comprensión de la Consagración y de los votos como un don del Espíritu que pide una respuesta, y una respuesta de amor. Entramos aquí de lleno en la redamatio (retorno de amor) como una de las dimensiones que especifican para nosotras el contenido de la reparación. Así aparece en el nº 2 de nuestras Constituciones: La reparación es nuestra respuesta de amor a Cristo En realidad, la Consagración religiosa es siempre una respuesta al amor. La cuestión es En qué se diferencia nuestra respuesta en tanto que redamatio de otras respuestas? O más específicamente: Cómo está presente la reparación en tanto que redamatio [= respuesta de amor] en la vivencia de los votos? De una manera global deberíamos de decir que lo específicamente carismático de esta respuesta, queda perfectamente delimitado en el nº2 de las Constituciones al afirmar que la reparación es nuestra respuesta de amor a Cristo, mediante la comunión con Él en su misterio redentor, que se actualiza en la Eucaristía, y en el nº6 se especifica más concretamente en qué consiste esta comunión con Cristo en su vida y misión. De ahí que todo lo que se refiere a esta

2 comunión con Cristo, sea la identificación con él (dimensión identificación), con sus sentimientos, la asociación a su obra redentora (dimensión colaboración), su modo de contemplar el mundo o de copadecer con la humanidad sufriente (dimensiones reconciliación, compromiso con las víctimas), es también un modo de expresar cómo vivimos la reparación en nuestros votos; sin olvidar que todo esto se actualiza en la Eucaristía (dimensión eucarística). CASTIDAD La castidad consagrada don del Espíritu, libera nuestro corazón para amar con plenitud a Dios y a los hermanos. Nos capacita para responder con un amor exclusivo y total a Cristo, que nos llama para estar con Él y seguirle de cerca : C 20. El nº 20, partiendo del reconocimiento de la castidad como don, nos habla de dos efectos de este don: 1) Libera para amar: a Dios y a los hermanos. 2) Capacita para responder (se supone que a su Amor o a su don) con un amor exclusivo y total a Cristo. Con lo que estaríamos afirmando en primer lugar que la castidad consagrada nos capacita para vivir la reparación como respuesta de amor. Se trata de una respuesta al don del Espíritu, pero también una respuesta a la llamada de Cristo a estar con él (Mc 3,14) ( el que quiera venir conmigo : Jn 12, EE [95]), y a seguirle de cerca : como él (EE [104]: más amarle y seguirle ). Ahora bien, esta redamatio, este retorno de amor, o respuesta de amor como prefiramos denominarla no es una respuesta cualquiera. La castidad consagrada parece ser la condición de posibilidad para que vivamos la reparación como una respuesta de amor, que posee dos notas distintivas: 2

3 exclusividad y totalidad, es decir, como un retorno de amor que implica la entera persona (totalidad) y además de un modo exclusivo 1. Esta exclusividad es la condición de posibilidad de la universalidad de este amor. Sólo la persona de un único amor es capaz de amar a todos. Sólo adentrándonos en la exclusividad del amor de Cristo podremos participar del carácter inclusivo de su amor. La totalidad exigida en la respuesta, está confirmada en otros números de las Constituciones. Así en el nº3 se confirma la necesidad de entrega de toda la existencia : Esta vocación reparadora implica la ofrenda a Dios de toda la existencia. Mientras que en el nº5 se nos recuerda que esta totalidad incumbe también a la temporalidad, se trata por tanto de responder en todo momento a su amor, y esto se concreta en nuestra vida en la adoración, y en nuestro deseo de mantenerla el mayor número de horas posibles, de modo que refleje nuestra voluntad de adorar siempre y de reconocer a Cristo como Señor de nuestro tiempo (sentido de perennidad). El modelo es santa Rafaela que respondió al amor de Cristo con generosidad total (C. 42). Esta dimensión de totalidad se complementa con la de exclusividad. Es toda la persona la que se entrega a esta respuesta de amor, con todas su dimensiones, con todo su tiempo, es decir, su historia, su pasado, su presente y futuro, y además de un modo único, irrepetible e irrevocable, y en ese sentido exclusivo; con una totalidad y exclusividad que sólo Dios puede pedir y otorgar. «Llamadas a estar con él, cerca de él... lo somos también a responder a su elección y consagración de un modo exclusivo. Ahora bien esta exclusividad no supone que nuestra redamatio tenga una dirección únicamente vertical. Llamadas a estar más radicalmente unidas a 1 Posibilitado por el don de la castidad consagrada y al mismo tiempo exigido por ella. 3

4 Él, el modo de estarlo es compartir su entrega al Padre y a los hermanos» (C.1) 2. Es decir, el don de la castidad posibilita nuestra redamatio, y esta respuesta de amor en totalidad y exclusividad, es el rasgo que define nuestro modo peculiar de entender la castidad, una respuesta a Cristo que me amó y se entregó por mí (Gal 2,20) que se concretiza en el amor al Padre y en la entrega de la propia vida los unos por los otros. Aún más, la castidad vivida en esta perspectiva de la redamatio, es decir, como respuesta libre al don de Dios será un signo escatológico y testimonio de la experiencia del amor de un Dios que salva, si es vivida como amor desinteresado y universal (C. 22). POBREZA Esta respuesta de amor (redamatio) estamos llamadas a darla desde nuestra pobreza y debilidad, sabiendo que es el mismo Cristo el que nos solicita a través de los hermanos. El voto de pobreza, supone el reconocimiento y la aceptación gozosa de nuestras pobrezas, así como el hacer de ellas un espacio privilegiado de respuesta al amor de Cristo, lo que nos permitirá acercarnos e involucrarnos con las pobrezas de otros, como hermanos, sabiéndonos parte de la humanidad pecadora. Al mismo tiempo, la pobreza como participación en el anonadamiento de Cristo (C. 23), exige una entrega total a los hermanos, que implica una disponibilidad al despojo de lo propio en aras a la inculturación y reconocimiento positivo de los valores de cualquier otra cultura a la que seamos enviadas (C. 13). Sin querer 2 Como una tradición secular en la Iglesia, repite desde Ignacio de Antioquía, hablando del amor de Cristo: «Y cuando iba a ser derramado en libación, ofreciéndose a sí mismo como rescate, nos dejó un nuevo testamento: Yo os doy mi amor Qué género de amor es éste? Cuáles son sus dimensiones? Por cada uno de nosotros entregó él una vida que valía lo que todo el universo, y en retorno nos pide que entreguemos nuestras vidas el uno por el otro»: IGNACIO DE ANTIOQUIA, Smyrn 1,1; 12,2; 13,2; Pol. 1,2; 2,2. 4

5 imponer lo nuestro, la pobreza la vivimos como la disposición de la esclava y del Siervo, acercándonos a los otros como el que sirve y, como Cristo, desde abajo o abajándonos, condescendiendo... aproximándonos a otras culturas no como quien sabe, sino como quien ha de despojarse de todo lo que saber y abrir un espacio para responder. La respuesta de amor que dignifica y enriquece es siempre la que se da desde abajo ( siendo rico se hizo pobre : 2 Cor 8,9). La pobreza desde esta dimensión también lleva en sí misma también una un dato espacial importante. No sólo porque hayamos de vivirla en cualquier lugar donde seamos enviadas (totalidad, C. 13), sino también porque allí será preciso encarnarnos eligiendo los espacios. Aquellos donde la pobreza sea una mayor interpelación y provocación para nuestra redamatio. Pero por tratarse siempre de redamatio=re-amar estás opciones y prioridades en nuestra vida han de ser motivadas siempre por el amor y dirigidas a trabajar por la justicia en el amor. Es decir emplear nuestro amor en el trabajo por la justicia como orden querido por Dios para la vida plena de todos/as ; conscientes de que nuestro trabajo lleva una marca carismática de la que no debería desprenderse: no puede ser sin amor, porque ha de ser siempre respuesta de amor. Nuestros desvelos, nuestras denuncias, la entrega de la vida por los más pequeños se traiciona si no es respuesta de amor. OBEDIENCIA La obediencia puede ser puesta rápidamente en relación con esta dimensión de la reparación: la redamatio, a partir de la comprensión joánica del concepto obediencia. Para Juan el término agape (amor) habla fundamentalmente del amor entre el Padre (origen fontal de la vida trinitaria) y el Hijo. Ahora bien el amor filial de respuesta del Hijo al Amor del Padre, no se dice con el término ágape, sino se expresa con el término obediencia. En otros términos, la obediencia es la respuesta filial de amor del Hijo al Padre. Antes que nada es en esta redamatio donde somos invitadas a introducirnos cuando hablamos de la obediencia. 5

6 El rasgo de totalidad propio de esta respuesta de amor (redamatio), también se hace perceptible en el voto e obediencia. Somos llamadas a dar una respuesta en el amor, en cualquier lugar del mundo donde seamos enviadas. Es decir, si la totalidad decíamos antes que afectaba a la temporalidad ahora habremos de decir que también lo hace con el espacio. La redamatio nos habla de una respuesta al amor recibido que estamos llamadas a dar sin límites de fronteras o lugares. La disponibilidad real para trabajar en cualquier país, lugar o actividad a que el Instituto nos envíe (C. 13) verifica la verdad de nuestra respuesta, y de nuestro deseo a estar con él y como él... en cualquier parte del mundo. Pero más profundamente, la respuesta de Amor que somos llamadas a dar, toma para nosotras la forma de fiat. Fiat mariano, en el que resuena el deseo de la santa de entregarse a la voluntad de Dios sin ponerle el más pequeño estorbo (Ae 1893), así como el paradigma de toda respuesta: «he aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu Palabra» (Lc 1,38; cf. C. 16). Retorno de Amor que es respuesta personal y fundante pero que tiene la capacidad de trascender la respuesta y vida de cada una respuesta de amor capaz de constituir un Cuerpo, de mantener la unidad del Cuerpo en los momentos de dificultad, de hacernos responsables de la totalidad de nuestra entrega como Cuerpo Apostólico también mirando hacia adelante, a partir de la herencia recibida. EN CONCLUSIÓN Este retorno de amor en totalidad y exclusividad, que busca asociarse a la misión redentora de Cristo en comunión con Él, es el modo específico que tenemos de expresar desde la reparación, lo que desde la espiritualidad ignaciana podríamos denominar la redamatio ignaciana y que encontramos de forma paradigmática en el Suscipe (Tomad Señor...) de la Contemplación para alcanzar amor EE [234], 6

7 que una Esclava del Sagrado Corazón pronunciará como respuesta de amor humilde (C. 15): Tomad Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y mi voluntad... todo es vuestro, a vos Señor lo torno. Todo es don del amor Señor, todo ha de tornar a él como redamatio (dimensión recapitulación). Como recogía la CG XVIII, el sello de la autenticidad de nuestro amor exclusivo a Jesucristo está en la disponibilidad, en la ofrenda vivida día a día de lo que somos y tenemos (CG XVIII, 35). Ahora bien lo característico de esta disponibilidad y de esta entrega, como decíamos al comienzo, está en su orientación: para en comunión con Cristo, ser asociadas a su misterio redentor. Esta actitud de retorno impregna toda nuestra vida consagrada, y en ese sentido abarca y abraza la vivencia de los votos, haciendo de nuestras existencias canales de ese amor humilde, totalizante y exclusivo. Canales de ese Amor con el que somos llamadas, amadas, perdonadas... reparadas! Deseamos que nuestro ser y nuestro actuar sean cauce para que la reparación que Cristo realiza llegue a la humanidad (CG XVIII, 33), asociándonos de esta manera a su misterio redentor. Siendo, por otra parte la meta de nuestro quehacer apostólico (C. 7) que otros participen también de esta respuesta a Cristo, en esta redamatio a él. Estamos llamadas cada día a buscar cómo hacer de nuestra existencia cauce disponible para que el Amor recibido retorne a su origen través de la entrega a nuestros hermanos. Por último, este retorno de Amor expresado en la vivencia concreta de los votos, en tanto que respuesta a un amor, una llamada, un perdón y un envío previamente recibidos... es siempre y necesariamente acción de gracias y por ello eucaristía (dimensión eucarística). 7

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