ASYLUM. Esto no es una historia de amor. Tampoco es una historia de niños en un hospital. Es una

Transcripción

1 ASYLUM Esto no es una historia de amor. Tampoco es una historia de niños en un hospital. Es una historia sobre dos personas que, sin saberlo, se necesitan mutuamente para seguir adelante. Cuando era una niña, a Alicia le decían que terminaría en un manicomio, pero jamás pensó que ocurriría de verdad. Llevaba en uno desde hacía ocho años, pero no como paciente, sino como doctora. De pequeña le habían dicho tantas veces loca y pirada que quizás fue eso precisamente lo que la llevó a estudiar la carrera de psiquiatría. Aparcó el coche en el parking del hospital y subió corriendo las escaleras a la planta infantil. Con un café en una mano y el bolso en la otra, llegó a su despacho, se dejó caer en su cómoda silla y comenzó a revisar la lista de los pacientes que le tocaban hoy. Lo primero que vio Isaac al despertar fue una enfermera inyectándole parte de la medicación del día. Sabía que no había nada de malo en eso, pero una parte muy pequeña de su cerebro (la culpable de que estuviese aquí) le decía que estaban metiéndole veneno. Intentó convencerse de que tan solo era un suero pero sabía que era imposible. Él no había deseado tener un cerebro que pasase de ser cerebro y le gustase jugar a imaginar paranoias. Mientras el sol empezaba a entrar por la ventana, la doctora Alicia abrió la puerta y se sentó a su lado. -Bueno días, Isaac. Qué tal has dormido? -Bastante bien, si obviamos el hecho de que una aguja ha entrado y salido de mi cuerpo varias veces durante la noche.-la doctora puso mala cara. -Isaac ya sabes que en cuento tu enfermedad esté controlada podrás salir y vivir tu vida como cualquier adolescente normal.

2 - Por qué no llamamos las cosas por su nombre? Hasta que mi puñetero cerebro esquizofrénico deje de pensar que las paredes quieren comerme y que las palomas que se posan en la ventana son dragones, no podre salir de aquí. Y eso no va a pasar. -Isaac por favor, ya sé que es duro, pero por eso estoy aquí y vengo a verte cada día. Porque estoy convencida de que puedes superar esto. Pero antes debes cambiar de actitud. -Mi actitud no es el problema. Mi cerebro es el problema. Alicia salió de la habitación, se apoyó en la puerta y suspiró. La energía que empleaba ese chico en ser pesimista era abrumadora, y su trabajo consistía en hacer que la emplease para curarse. Pero era un trabajo de larga duración. Avanzó dos puertas y entró en la habitación de Paula, una niña de 16 años preciosa, salvo por su extrema delgadez. Estaba tumbada en la cama con los ojos totalmente abiertos. A su lado se encontraba una bandeja con el desayuno intacto. -Buenos días Paula. -Buenos días. - No tienes ganas de desayunar aún? -No, es un poco temprano. Pero prometo comer en cuanto me entre hambre. Alicia deseó con todas sus fuerzas que lo dijese en serio y no fuese una de sus tácticas para no comer. Llevaba ya tres semanas recuperando peso, sin ninguna recaída. Por si acaso, volvería después para comprobar que se lo había tomado todo. La pesó y la midió y, una vez satisfecha con su trabajo, siguió con sus visitas. Una vez a solas, Paula se levantó de la cama y antes de salir de la habitación, se miró los muslos en el espejo y dijo:

3 -Estoy decidida a acabar con vosotros, cueste lo que cueste. Cuando entró en la habitación de Isaac, lo encontró sentado en un sillón al lado de la ventana con un libro cuya portada era un bosque. Otras veces era un barco, una gran ciudad o simples dibujos. - Qué tal estás Don Quijote? A Paula le gustaba pensar que la enfermedad de Isaac era de tanto leer, igual que le había pasado al célebre personaje ficticio. A veces reírse era lo único que podían hacer ante sus problemas. La cara del chico se iluminó cuando la vio aparecer por la puerta. Ella había empezado a darse cuenta de esos pequeños detalles, pero lejos de incomodarle, le gustaban. Empezaba a ver a Isaac como algo más que un amigo. -Genial, estaba esperándote. Damos una vuelta? Salieron al pasillo y llegaron a una sala con sillones y grandes ventanas que daban al puerto de la ciudad. Casi todos los días solían venir aquí, pues se quedaban durante horas mirando la lejanía del mar. Las vistas desde ahí arriba bastaban para subirles el ánimo, cualquier cosa era mejor que las paredes blancas de la habitación. -Paula, te gustaría salir de aquí? -Más que nada en el mundo espera lo dices en serio? -Anoche descubrí una puerta que nadie vigila y da a unas escaleras de servicio. Empecé a bajarlas pero oí ruido y volví a mi habitación. Si preparamos las cosas, esta misma noche podríamos hacer una pequeña excursión por el hospital y quién sabe, acabar fuera. Paula no podía creer lo que estaba a punto de hacer. Se había pasado el día temblando y no podía evitar dar un salto cada vez que se imaginaba en donde acabaría su pequeña excursión. A la hora acordada, salió de su habitación y se sentó en el sofá de la sala de espera. Al poco

4 tiempo llegó Isaac y cuando se aseguraron de que no venia nadie, empezaron a bajar las escaleras. Cuando tan solo llevaban dos pisos, Paula ya estaba fatigada, pero se obligo a seguir bajando para escapar. Isaac estaba tan emocionado que bajaba los escalones de dos en dos. De pronto, se abrió la puerta que daba al pasillo y salieron dos enfermeros. Se quedaron los cuatro parados por un momento sin saber que hacer hasta que Isaac gritó: Corre! Paula empezó a bajar corriendo mientras notaba como se le nublaba la vista e Isaac se alejaba más y más. Intentó seguir bajando pero las rodillas no respondían a sus deseos. Se golpeó con la barandilla y se apoyó en la pared. Entonces un enfermero la agarró del brazo y supo que su viaje había terminado. **** Cuando volvió a abrir los ojos se encontraba otra vez en una cama. Maldita sea! Había sido todo por su culpa. Si hubiese comido algo mas, habría aguantado hasta el final sin que la pillasen. Seguro que Isaac la odiaba muchísimo. Lo había estropeado todo. me librare de vosotras, cueste lo que cueste. No imaginaba que costase tanto. Intentó levantarse de la cama pero no pudo. Empezó a notar todas las magulladuras que tenia por el cuerpo. Se subió la camiseta y vio un moratón enorme a la altura de las costillas. Al desmayarse, debió de haber bajado un piso rodando. Un rato después, entró una enfermera. Cogió la cama en la que estaba tumbada y la empezó a mover hacia el pasillo. -Muy bien, rebelde, vamos a rayos a que te miren si te has roto algo, intenta no saltar de la cama, por favor.

5 De pronto se acordó. Isaac habría conseguido escapar o seguía aquí? Y si estaba aquí, se lo habrían llevado a otra planta y no podría verlo más? Estiro todo lo que pudo el cuello para intentar ver si estaba en su habitación cuando pasaran por delante. No.la cama estaba vacía y la habitación parecía más ordenada de lo normal. Iba a tumbarse otra vez cuando vio el sillón pegado a la ventana, y sobre él, un chico rubio. Se giró, la miró y le sonrió. Sí! No estaba enfadado con ella! El chico se puso en pie, se acercó a ella y la cogió de la mano. -Menos mal que estas bien, no me han dejado verte mientras dormías. No sabes lo preocupado que he estado por ti. -Entonces, no me odias? -Sería un estúpido si lo hiciese. Me he dado cuenta de que quiero estar aquí. Contigo. Paula comenzó a tranquilizarse. Todo seguía igual. Isaac estaba aquí, con ella. Nada podía salir mal.