Del texto e imágenes: Manel Kaizen Maquetación y diseño: Equipo de Editorial Círculo Rojo

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2 Primera edición: octubre 2021 Depósito legal: AL ISBN: Impresión y encuadernación: Editorial Círculo Rojo Del texto e imágenes: Manel Kaizen Maquetación y diseño: Equipo de Editorial Círculo Rojo Editorial Círculo Rojo info@editorialcirculorojo.com Impreso en España - Printed in Spain Editorial Círculo Rojo apoya la creación artística y la protección del copyright. Queda totalmente prohibida la reproducción, escaneo o distribución de esta obra por cualquier medio o canal sin permiso expreso tanto de autor como de editor, bajo la sanción establecida por la legislación. Círculo Rojo no se hace responsable del contenido de la obra y/o de las opiniones que el autor manifieste en ella. El papel utilizado para imprimir este libro es 100% libre de cloro y, por tanto, ecológico.

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5 Índice Prólogo: Viajes con poso Hola, gracias El inesperado expreso de medianoche Reinosa, primavera de Panes y jabones: dos historias de Granollers San Andrés de Teixido (por Mónica Bernardos) Ferrocarril Torralba-Soria-Castejón Mirambel, tierra y libertad Desaparecido Brough superior SS Tierras Altas de Soria Teleférico Olesa-Esparreguera Valle del Llobregós Cotefablo, desgraciada caída de un ciclista Monfragüe-astorga, el «ruta de la Plata» Monumento de los «biberones» La dedicatoria Reserva Natural de Néouvielle «La peor carretera de Aragón» La «Burreta» Selgua-Barbastro Cerdeña, la Italia rara Tupolev versus Concorde Sierra de Guara El pico Javalambre El carrilet minero de Súria La masacre de Oradour-sur-Glane Queen en Mountain Studios Easy Rider

6 C-462, la carretera del Cadí Neuengamme y la tragedia de Lübeck Mariano y Diego Paso del Pont de Rei Puente grande y puente chico de Gor La Vajol, capital de la República Puente de Castilla-La Mancha Melchor Rodríguez, el «ángel rojo» Tres muertes en la foz de Lumbier Barrio de la Estación de Sallent El primer muerto Red Nacional de Silos y Graneros El rey de Andorra El crimen de Ca l Esteve La Farga de Bebié (I): el accidente de Virot y Wagner La Farga de Bebié (y II): cuatro terroristas acribillados El peor día de la Pobla de Ferran Un coche en el campo (II) Túnel del Equinoccio Desaparecidos en el hospital Auge y caída del «megamix» Tú, turista! El ascensor efímero de Santa María de Queralt El obelisco de L Espluga Calba Los estima-ocells de Vallbona de les Monges Antonio, «el de los cactus» Farándula y reivindicación en Cala Castell Coll dels Belitres, Portbou, Cerbère Circuito urbano de Valencia El accidente ferroviario de Palancares Hija de nadie Epílogo: el día que me olvidéis

7 PRÓLOGO: Viajes con poso Por McBauman Hace ya algunos años, en un duro invierno, llegó hasta mis manos un ejemplar de Historias mínimas. De un primer vistazo se podía adivinar que aquel libro era un oasis en el desierto, tan triste, de literatura motociclista que se había apoderado de las estanterías de mi biblioteca. Se trataba de aire fresco, otra manera de contar los viajes, otra forma de mirar, otro punto de vista al viajar. El autor conocía, con minucioso detalle, anécdotas algunas inverosímiles, otras sencillas, todas interesantes de cada lugar que visitaba y las compartía, para sorpresa del lector pero cómo demonios puede uno enterarse de todo eso! Cosas de Manel. Para alegría y alborozo de los amantes de las buenas y rebuscadas historias, repitió fórmula bueno, eso no es una fórmula, eso es una manera de ser en Tierras de nadie y siguió embelesando al personal. Pero no paró allí de conducir ni de escribir, sino que continuó dando pasos cortos. 11

8 Hay quien pueda pensar que como su moto no aparece en cada párrafo (hay capítulos en los que ni se menciona) este nuevo libro de anécdotas y crónicas de lo inesperado no es un libro de viajes. Mas no seré yo quien comparta esa opinión. Después de leerlo, de saborearlo, de degustar cada fragmento, siento unas ganas irrefrenables de arrancar mi moto y descubrir esos rincones en los que hay túneles con fantasmas o túneles iluminados o túneles en los que se caen ciclistas; lugares a los que hay que ir vivos o una vez muertos, pero hay que ir; lugares en los que hay un teleférico desmantelado o una estación de ferrocarril en medio de ninguna parte. Porque si en Valencia quedan pianos, yo quiero verlo; si en algún rincón hay obeliscos con flores, yo quiero olerlas; si hay cintas de cassette que se pueden oler, yo quiero escucharlas. El escritor (escritorzuelo dice él, ja, ja) destripa cualquier ruta separando los kilómetros excitantes de los retales secundarios, nos explica todos los pormenores de un valle, sigue cada metro de una línea ferroviaria abandonada o nos descubre qué hay que elegir para tener clase, aunque no te entiendan en el club de campo. También nos cuenta increíbles historias humanas, algunas maravillosas y otras deleznables quién no quiere saber qué hacía Dalí en una «playa de París», qué tiene que ver la Navidad con los cactus, cuál es la historia del cazador que ama a los pájaros o qué pintan los coleccionistas de selfies. Pero también la de los niños que desaparecen, la de una curandera que dicen que pudo tener la culpa, la de los coches y las multas sin pagar Ascensores que solo hacen un viaje, un camping con casquillos de bala o un barrio al que se lo traga la sal también tienen cabida si viajas dando pasos cortos y tienes la sensibilidad necesaria. 12

9 Igual que los paseos por decreto, los puentes sin variantes, «la lista» de Melchor o los buitres de Lumbier. Ya no te querrás bañar en aquella bahía, ya no querrás volar en un avión tan rápido, ya no te equivocarás fotografiando torres. Si uno busca jueces que hablan con muertos, aquí los hay; los presuntos por prescripción, oro en una mina de talco y la paz de un lago, también, también y también. Por todo esto y mucho más, ahora, cada vez que arranco mi moto, miro de reojo por si encuentro aquel cadáver desaparecido, por si veo un dinosaurio, por si aparecen los biberones junto al Ebro o un perro muerto, un cargadero de potasa, un puente, un casino, farolas y norias que alguien hizo por satisfacción personal. Y estoy seguro de que, dentro de muchos años, cuando estas historias hayan madurado y envejecido, como el buen vino, una tarde de invierno releeré cualquier crónica del amigo Kaizen y seguirá teniendo el poso del buen gusto, del buen hacer, del estilo exquisito de los pasos cortos. Sin regustillo de lima. 13

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11 Hola, gracias Este es el tercer libro que publico. Me gusta viajar a lugares cuyas historias no suelen estar en boca de la gente; muchas de ellas se publican en la revista Motoviajeros, y de hecho esta es una recopilación de crónicas ya publicadas, junto a alguna que otra historia inédita. Espero que sean de tu agrado, y si te has quedado con ganas de más, puedes conseguir ejemplares de Historias mínimas y Tierras de nadie en las plataformas habituales, o bien pedírmelos directamente: todavía no soy tan superventas como para negarme el placentero ritual de firmar un libro, ensobrarlo y ponerlo de camino a tu casa. Hay una francotiradora escondida en las páginas de este libro: Mónica Bernardos, mi partenaire en la vida y la literatura. Nos llevó pocos días escalar juntos hasta el acantilado más alto de nuestras vidas, uno de los dos dijo «salta», nos arrojamos al vacío Y, efectivamente, seguimos volando. Muchas gracias a Quim Dalmau por la saga de «La Farga de Bebié», Victor Rider por «El inesperado expreso de medianoche», Froilán Lahoz por la excursión subterránea en «El día que me olvidéis», Bego y Manel son los de «la dedicatoria», Javi «Chiqui» por acompañarme en la Ruta de la Plata, Enric Pérez Periáñez por Belitres, David Devant y Albert Comelles por «El ascensor efímero de santa María de Queralt», Carmen Cañego y Joan Gómez 15

12 por las fotos de Salsadella, Toni Trotacaminos por «Neuengamme y la tragedia de Lübeck». Gracias a José Bonfill (descubridor del túnel del Equinoccio), a Antonio «el de los cactus» y a Diego Alonso Melero y Mariano Ciprián por mostrarme su universo divergente. Gracias, Quique de Motoviajeros y Ernest de Mototaller. Ah! Y escribas lo que escribas, gracias, McBauman, por tu prólogo: si te quedaste corto, menudo Judas estás hecho, y si te pasaste, mi ego dice que Dios te bendiga. 16

13 El inesperado expreso de medianoche Manel, tú eres de mente abierta, o solo crees en lo que puedes tocar? Soy terrenal y escéptico, amigo Bueno, pues Mejor lo dejamos aquí, vale? Y el muy jodido lo dejó allí. Plantó la semilla de la curiosidad, se batió en retirada sin dejar una miserable pista y finalizó el primer round de la conversación por mensajería instantánea más breve y misteriosa de mi vida. Perplejo, insistí un rato después, pero mi interlocutor un tipo muy respetado en las redes sociales, seguía negándose a 17

14 resucitar el gato muerto de curiosidad. No fue hasta un rato después que aceptó seguir conversando por teléfono: Ante todo, quiero que sepas que me considero o creía considerarme tan cerebral como tú puedas ser, y espero que no me taches de chalado cuando acabemos esta conversación Arriésgate le respondí. Y lo hizo. Torre del Compte es un pueblo típico de la comarca turolense del Matarraña, con un perfil de casas de piedra sobre las cuales destaca el campanario mudéjar de la iglesia Ah, y tuvo estación de un tren efímero que acabó protagonizando esta historia. Los orígenes del «ferrocarril de la Val de Zafán» fueron más bélicos que de servicio público: en el siglo XIX, todavía escocían las refriegas con los ejércitos de Napoleón y se consideró muy conveniente la construcción de un ferrocarril que discurriera paralelo al río Ebro, fenomenal barrera natural ante una eventual invasión gala. De manera paralela, y casi como un aspecto secundario, el ferrocarril proporcionaría al Bajo Aragón una salida al mar en Sant Carles de la Ràpita. Manel, la otra noche vimos pasar un tren en Torre del Compte. Perplejo, carraspeé audiblemente y respondí: Amigo, sabes que eso es imposible porque allí ya no quedan ni los raíles Aquella conversación sentó los cimientos para quedar unas semanas después en el mismo lugar y a la misma hora para esperar juntos la (imposible) llegada del tren. Antes, dediqué varios días a documentarme sobre el ferrocarril de la Val de Zafán La estrategia bélica antes mencionada no fue precisamente un reclamo para que las sociedades se animaran a invertir en su construcción: la actividad del Bajo Aragón en el siglo XIX se limitaba al cultivo agrícola, y su escasa densidad de población tampoco presagiaba colas para comprar un billete. Las obras del primer 18

15 tramo (La Puebla de Híjar-Alcañiz) empezaron a regañadientes en 1891, inaugurándose en A todo ello la obra restante estaba empantanada en trabas administrativas que indudablemente habrían sido mucho menores o inexistentes si aquel ferrocarril hubiera sido realmente deseado. Huérfana de salida al mar, la explotación de la línea Puebla de Híjar-Alcañiz era un sinsentido y se abandonó cuatro años después de su inauguración, asfixiada por un déficit apabullante. Veinte años más tarde, durante la dictadura de Primo de Rivera, se reactivó la construcción restante y en 1930 ya se había completado el 60 % de la obra. Paradójicamente, la Guerra Civil aceleró frenéticamente los trabajos, ya que aquel ferrocarril se preveía estratégico para mover armamento, y finalmente acabó demostrándose su utilidad militar, aunque nadie hubiera dicho que el enemigo a combatir éramos nosotros mismos. Cuando los sublevados conquistaron el Matarraña, la obra continuó utilizando mano de obra penitenciaria en régimen de esclavitud. Aquel ferrocarril fue imprescindible para abastecer el frente del Ebro, y los trenes circulaban tan pronto se iban tendiendo los raíles. Algunos túneles se utilizaron como hospitales de campaña, polvorines o escondites techados. Finalizada la contienda, la línea de ferrocarril se nacionalizó y pasó a ser gestionada por RENFE. Tras unos trabajos de adecuación, la línea entró en servicio en 1942, aunque solo hasta Tortosa: la explanación de Sant Carles de la Ràpita estaba hecha, pero por algún motivo inverosímil nadie consideró necesario acabarla. Aquella línea, de vía única y nunca electrificada, languideció con todos los elementos en contra: sin otra función que atender las necesidades locales, la mayoría de estaciones carecían de practicidad al estar a varios kilómetros de las poblaciones. En 1971, el hundimiento de un túnel entre Pinell de Brai y Prat de Compte fue la «excusa» para interrumpir el servicio y clausurarlo definitivamente dos años después. 19

16 En 1985 se levantaron varios kilómetros de raíles para «transplantarlos» a otra línea deficitaria, la Huesca-Canfranc, y diez años más tarde se desmanteló el resto. Actualmente, buena parte del recorrido ha sido reacondicionado como vía verde y las estaciones están en estado ruinoso excepto Cretas (es un albergue), Benifallet y Torre del Compte (ambas son hoteles). En esta última pasó un tren fantasma a horas intempestivas, y así me lo explicó mi amigo una noche estrellada, con una botella de vino sobre la mesa: Era la una y media de la madrugada, mi mujer y yo estábamos hablando de nuestras cosas mientras agitábamos sendos combinados que serían los últimos de la noche porque ya no quedaba nadie atendiendo la barra del hotel De repente, mi mujer perdió el hilo de la conversación, movió la cabeza hacia la oscuridad de sus espaldas y susurró: «Estás oyendo eso?». Y yo no oía nada. En este punto, mi amigo hizo una pausa para encenderse un puro; no sé si se tenía estudiado el movimiento, pero el muy gañán eligió el instante perfecto. Sacó otro puro para mí, y tras explicarme el ritual para su uso y disfrute («Esto no es un pitillo, no me jodas!»), finalmente fue dinero arrojado a la basura porque yo no he fumado en mi vida y lo único que hice fueron muecas de asco entre volutas de humo. Impaciente, le urgí a retomar el hilo: Mi mujer empezó a decirme «camiones, son como camiones», pero perdí el hilo de sus palabras porque a mi vez escuché otro sonido: el de una locomotora de vapor bufando a toda velocidad mientras hacía sonar una especie de bocina grave. Venía de izquierda a derecha, de mar a montaña o de Tarragona a Alcañiz, no daba crédito a ese escándalo que amenazaba con devorarnos y de hecho me aferré a la tablet, donde habíamos estado mirando fotos, muerto de miedo. Aquel ruido se volvió ensordecedor, pasó por donde se suponía que estaban los raíles (muy cerca de nosotros), y se fue apagando mientras se perdía en dirección Alcañiz. 20

17 «Lo has visto?, dijo mi mujer. «Ver qué?», le repliqué con un hilo de voz, «Los camiones que escuchabas?». «No, unos bloques como translúcidos, pasando muy rápido de izquierda a derecha». «No he levantado la vista ni he oído los camiones», le dije, «y creo que tú no has escuchado la locomotora de vapor». «Qué locomotora?». Mi amigo interrumpió el relato y escrutó mi mirada, buscando en ella indicios de escepticismo, desaprobación o sencillamente un gesto de levantarme balbuceando que tenía prisa por ir a visitar a mi tía de Zamora. Nada de eso ocurrió, así que concluyó: Oímos (y ella vio) cosas diferentes, pero en la misma fracción de tiempo y lugar. A la mañana siguiente hablé con el gerente del hotel y le insinué si algún otro huésped o ellos mismos habían oído ruidos extraños aquella madrugada, algo así como (ja, ja) trenes o camiones No tenía constancia de ello, y por la manera en que me miró, buscando indicios de demencia o cachondeo, no insistí más en el tema. Nuestra conversación derivó hacia otros derroteros mientras la noche nos envolvía y el nivel de la botella de vino bajaba. Nunca dimos crédito a la posibilidad de que aquella noche volviera el tren o aquellos camiones que maniobraban en un muelle de mercancías que ya no existía, pero por si acaso tuve el oído avizor hasta que el sueño me devolvió a la habitación, quedándose mi amigo con la única compañía de su puro y sus cavilaciones. Desde entonces, he vuelto varias veces a la línea ferroviaria de la Val de Zafán, de día y de noche, incrédulo y a la vez incansable en la búsqueda de aquel tren imaginario. Me interné en uno de los túneles y apagué todas las luces, completamente a oscuras y en silencio. Nada. Volví a la estación de Torre del Compte y nadie perturbó la tranquilidad de la noche. Persigo un fantasma, y mientras crea que puedo hallarlo, nunca desaparecerá. 21

18 Reinosa, primavera de 1987 Reinosa es capital de la comarca cántabra de Campoo-Los Valles (la que ocupa el «cuerno» sur de la comunidad), y uno de los cuatro municipios que Cantabria considera «ciudad», pese a contar con poco más de 9000 habitantes. Llegué a Reinosa un frío domingo por la mañana; a aquellas horas transmitía una quietud bucólica que no existía en la primavera de 1987 En el siglo XVIII, Reinosa ya era un referente económico en la comarca, ya que el Camino Real pasaba por el término, salvando el concurrido puente sobre el río Ebro. Diariamente, multitud de carruajes trajinaban mercancías hacia el puerto de Santander. Aquel camino era vida para la población, que a sus márgenes organizaba mercados ganaderos y de grano. En 1857, la llegada del ferrocarril propició la implantación de diversas industrias ali22

19 mentarias y una importante fábrica de vidrio. En el siglo XX, se añadieron las factorías de forja y metal pesado; La Naval fue la más grande de ellas, empleando a más de mil personas. Aquella comarca del interior cántabro se convirtió, por inercia histórica, en un referente industrial de todo el país O así fue hasta que llegó la reconversión industrial. En 1973, los países árabes cortaron el suministro de petróleo a los Estados Unidos y buena parte de Europa, en represalia por el apoyo a Israel durante la guerra del Yom Kipur. Ello supuso un colapso en la economía mundial, que España sorteó de puntillas al permanecer neutral en aquella refriega árabe-israelí. En marzo de 1974 se levantó el embargo, pero la crisis todavía se prolongó varios años, evidenciando la dependencia del primer mundo hacia el petróleo. Fruto de ello se reformularon las políticas de desarrollo en sectores como la agricultura y la industria para optimizarlos y hacerlos tan rentables como fuera posible Aquellos ajustes económicos eran de complicada aplicación en nuestro país, ya que al amparo de la autarquía franquista se habían levantado auténticos «monstruos» navales, textiles, mineros y siderúrgicos. La muerte de Franco pospuso cualquier medida de ajuste en unos momentos tan delicados como aquellos. Tras un quinquenio conteniendo lo incontenible, en 1981 comenzaron los cierres y regulaciones masivas de empleo, que se aceleraron dramáticamente en 1986 con el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea. Las siderúrgicas de Reinosa estaban plenamente afectadas por esta Reconversión. Forjas y Aceros, la antigua Naval, inició en 1987 un expediente de regulación de empleo que debía enviar al paro a 463 trabajadores. El 11 de marzo, Enrique Antolín, presidente de Forjas y Aceros, se dirigió por última vez a su despacho para vaciarlo antes de tomar posesión como nuevo consejero de Obras Públicas del Gobierno vasco. Todo se torció cuando 23

20 miembros del comité de empresa se lo llevaron a la fuerza hasta el edificio de control de calidad (llamado «búnker») con el propósito de presionar para que retiraran el mencionado expediente. A la mañana siguiente, la Guardia Civil asaltó la fábrica y lo liberó. Por todo Reinosa se generaron disturbios que superaron holgadamente la respuesta de las fuerzas del orden. Ocho guardias civiles fueron acorralados, apalizados y desposeídos de sus armas; uno de los agentes manifestó que «no nos mataron porque no quisieron. Cayó sobre nosotros una lluvia de piedras hasta que alguien dijo que ya estaba bien ( )». A partir de aquel suceso, las actuaciones de orden público degeneraron en un enfrentamiento abierto entre el pueblo y unas fuerzas del orden poco acostumbradas a que les plantaran cara. El PSOE, entonces en el gobierno, respaldó la actuación de la Guardia Civil: el ministro del Interior era José Barrionuevo, y el director general de la Guardia Civil, un tal Luis Roldán. La única medida disciplinaria que se tomó fue el relevo del teniente coronel de la comandancia de Cantabria, hecho que no atemperó los ánimos de nadie. Los siguientes días continuaron las protestas, observadas a distancia por un grupo cada vez más numeroso de antidisturbios de la Guardia Civil. Finalmente, el 16 de abril la benemérita «peinó» la ciudad provocando destrozos en aparadores y cachiporrazos a todos los que encontraban en su camino. El lanzamiento indiscriminado de pelotas y botes de humo provocó la muerte de un trabajador que se había refugiado en un cobertizo donde se dispararon hasta 30 botes fumígenos. Al entierro acudieron personas. Dos huelgas generales y numerosas manifestaciones frente al Ministerio de Industria no sirvieron para frenar los 463 despidos. Algunos sociólogos dicen que aquel fue el canto del cisne de la llamada «clase obrera». Hoy, La Naval se llama Sidenor, y sigue haciendo dramáticos equilibrios para mantener una producción que ni mucho menos es la que fue. 24 Powered by TCPDF (