Primeras invitaciones

Transcripción

1 II Trimestre de 2011 Vestidos de gracia Vestiduras figuradas en la Biblia Lección 11 (4 al 11 de Junio de 2011) El vestido de bodas Zinaldo Santos Introducción En un día martes, tres días antes de ser crucificado, Jesucristo visitó una vez más el Templo. Allí hallo a los sacerdotes y ancianos, todavía enfurecidos con los acontecimientos recientes, tales como la entrada triunfal en Jerusalén y la férrea acción de purificar el Templo, interrumpiendo las actividades comerciales allí. Mientras paseaba por el atrio, enseñando y conversando con la gente, el Maestro fue abordado por estos principales sacerdotes y ancianos, quienes le hicieron la siguiente pregunta: Con qué autoridad haces estas cosas? Y Quién te dio esa autoridad? (Mateo 21:23). La respuesta fue dada indirectamente, en forma de otra pregunta: El bautismo de Juan, de dónde era? Del cielo o de los hombres?. Si respondían de los hombres, estarían posicionándose como contrarios a la creencia en Juan como profeta de Dios. Y si respondían del cielo, obligatoriamente estarían reconociendo como divina la autoridad de Jesús. Por lo que capitularon respondiendo No lo sabemos (Mateo 21:24-27). Quedaba entonces abierta la posibilidad para que Jesús continuara enseñando en el Templo, y Él la aprovechó, presentando tres parábolas: la de los dos hijos, la de los labradores malvados y la parábola de la fiesta de bodas. Como toda parábola, los detalles de esas historias eran compatibles simbólicamente con situaciones comunes al pueblo presente en el lugar. La parábola de los dos hijos exponía la incredulidad del liderazgo judío al llamado de Dios al arrepentimiento, cuando Juan, el Bautista, había anunciado la aparición del Mesías. En la parábola de los labradores malvados, vieron sus manos levantadas para asesinar al Mesías. Finalmente, en la parábola de las bodas, percibieron su rechazo de la gracia salvífica de Dios que había sido dispuesta a través de ese mismo Mesías. La parábola de la fiesta de bodas El Reino de los cielos dijo Jesús es semejante a un rey, que preparó el banquete de boda para su hijo (Mateo 22:2). Las fiestas de bodas eran comunes en Israel. Ocasiones de mucha alegría y felicidad. La gente común las disfrutaba por una semana entera. Ocurrían normalmente al finalizar la última cosecha de otoño o poco después. Pero el programa de vida de un rey no estaba atado al calendario

2 agrícola. Sus hijos podían casarse en cualquier tiempo. Cuando lo dispusiera el rey. El rey de la parábola preparó un gran banquete para las bodas de su hijo, y especulaba que todos los participantes sintieran la plena felicidad de la ocasión. Pero no sería así. Algunos sufrirían a causa de sus propios deseos y de sus decisiones propias. 1 Mientras se preparaba la fiesta, mensajeros enviados por el rey notificaron a los invitados. Aquí, el rey representa a Dios. El Hijo representa al Mesías. Las bodas representan la encarnación de Dios en Cristo Jesús. La unión de las naturalezas divina y humana en una Persona, Jesucristo, hace posible la fiesta de bodas. Esa encarnación es la piedra angular del edificio de la salvación. Pero, siendo que la encarnación es un misterio que está más allá de la comprensión humana, el énfasis de Jesús es puesto en el banquete o la fiesta de boda, o sea, los beneficios del Evangelio que ella hace posible. La invitación es la proclamación del Evangelio. Las bodas de la parábola son las bodas mesiánicas y representan el encuentro del Mesías con su pueblo. Primeras invitaciones Juan, el Bautista, los Doce, y los Setenta, así como Jesús, fueron los mensajeros que transmitieron la primera invitación a Israel. Multitudes oyeron el llamado hecho por estos mensajeros, pero tal como lo afirma el propio Jesús no quisieron venir (Mateo 22:3). Pero el Rey, en amorosa insistencia, envía una segunda invitación; esta vez, a través de los Doce llenos del Espíritu Santo y sus hermanos de la fe cristiana, luego de la resurrección de Cristo. El anuncio enfatiza que el banquete se encuentra en fase de preparación: los toros y los animales engordados ya han sido muertos, y todo está dispuesto (Mateo 22:4), en una posible referencia al Calvario. La muerte de Cristo confirmó todas las promesas del pacto de la gracia, cambiando una simple promesa de la salvación en una realidad. Todavía los enviados de Jesús proclamaban el evangelio sólo a la nación israelita que, según las profecías de Daniel, continuaría siendo la nación peculiar de Dios hasta el fin de la semana de años, que concluiría en el año 34 d. C., en la mitad de la cual, en el año 31 d. C., el Mesías sería crucificado y cesaría el valor simbólico de los sacrificios. 2 Pero ellos no le hicieron caso, y muchos judíos rechazaron la gran oportunidad de salvación, afanándose con los asuntos de esta vida (Mateo 22:5). Mientras los siervos del Rey anunciaban la resurrección de Jesús y las buenas nuevas del reino para arrepentimiento y remisión de pecados (Hechos 22:22-24, 32, 36, 38), los líderes de Israel desataron una gran persecución (Hechos 8:1), que llevó algunos a la cárcel (Hechos 3:1-3), otros a la muerte (Hechos 7:58) y muchos al exilio (Hechos 11:19). Aunque un numeroso grupo del pueblo y de los dirigentes aceptó a Jesús, en este tiempo, la mayoría lo rechazó de manera despectiva y arrogante. 3 1 Mario Veloso; Mateo: Contando la historia de Jesús Rey, ACES, 2008; p Ibíd., p Ibíd.

3 El rechazo e estas invitaciones dio como resultado la destrucción de la nación. Tal destrucción es simbolizada por la orden de Rey de incendiar la ciudad y exterminar a los asesinos (Mateo 22:6, 7). El judaísmo perdió su condición de agencia escogida de Dios. La oportunidad fue ampliada o transferida a otro grupo, la iglesia cristiana, el Israel espiritual, compuesto de judíos individuales y gentiles creyentes en Jesús. Así, los invitados iniciales fueron declarados indignos de la fiesta de bodas (Mateo 22:8). En primer lugar, porque habían rechazado la invitación. Y en segundo lugar, porque con ello habían ofendido al Rey que los había invitando, menoscabando su autoridad. También por ser egoístas, autosuficientes, obstinados, violentos y asesinos. La última invitación Siendo que el banque continuaba en fase de preparación, el Rey publica una nueva serie de órdenes. Sus siervos debían salir en busca de personas que vivían fuera de los límites de la ciudad, en las salidas de los caminos y por los caminos para invitarlas al banquete (Mateo 22:9, 10). Estos invitados son los gentiles, que también son súbditos del Reino, pero que aún desconocen al Mesías prometido y la provisión del Evangelio. La invitación del evangelio que, al principio era exclusivamente para los judíos, se hizo geográficamente universal y étnicamente general. 4 Y en esta oportunidad, los mensajeros obtienen éxito, pues muchos invitados aceptan la invitación del Rey. Esta última invitación es la comisión evangélica, que originalmente implica salir muchas veces, hasta que la sala del banquete la iglesia o la comunidad de los creyentes quede llena. Hasta el fin del tiempo de gracia, la orden del Rey a sus siervos es: Id, predicad, haced discípulos. La vestimenta adecuada La respuesta a la última invitación del Rey no provino de un grupo especial. En verdad, tanto malos como buenos la escucharon. En este punto, Jesús realza el hecho de que la iglesia está compuesta de individuos, buenos y malos, genuinos y faltos de sinceridad. Y eso demanda un proceso de separación. La parábola indica la necesidad de una preparación indispensable para entrar en la fiesta de bodas, y el Rey había determinado que todo se cumpliera de manera inmediata. Todos los huéspedes se encontraban sentados, esperando que el Rey tomara su lugar para el inicio del banquete. Una puerta se abrió y, como un general que hace revista de sus tropas, entró a ver (inspeccionar, verificar, pasar revista, investigar) a los convidados, uno de los invitados fue encontrado incorrectamente vestido y, debido a ello, fue expulsado del banquete (Mateo 22:10-13). Estos elementos describen el escenario de un juicio celestial previo al advenimiento, a través del cual se verifica que todos los que han aceptado la invitación han hecho la debida preparación para la fiesta de bodas. El examen que de los convidados a la fiesta hace el rey, representa una obra de juicio. Los convidados a la fiesta del Evangelio son aquellos que profesan servir a Dios, aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida. Pero no todos los que profesan ser cristia- 4 Ibíd., p. 210.

4 nos son verdaderos discípulos. Antes que se dé la recompensa final, debe decidirse quiénes son idóneos para compartir la herencia de los justos. Esta decisión debe hacerse antes de la segunda venida de Cristo en las nubes del cielo; porque cuando él venga, traerá su galardón consigo, para recompensar a cada uno según fuere su obra (Apocalipsis 22:12). Antes de su venida, pues, habrá sido determinado el carácter de la obra de todo hombre, y a cada uno de los seguidores de Cristo le habrá sido fijada su recompensa de acuerdo con sus obras. Mientras los hombres moran todavía en la tierra se verifica la obra del juicio investigador en los atrios del cielo. Delante de Dios pasa el registro de la vida de todos sus profesos seguidores. Todos son examinados según lo registrado en los libros del cielo, y según sus hechos queda para siempre fijado el destino de cada uno. 5 El vestido de boda de la parábola representa el carácter puro y sin mancha que poseerán los verdaderos seguidores de Cristo. A la iglesia "le fue dado que se vista de lino fino, limpio y brillante", "que no tuviese mancha, ni arruga, ni cosa semejante". El lino fino, dice la Escritura, "son las justificaciones de los santos".* Es la justicia de Cristo, su propio carácter sin mancha, que por la fe se imparte a todos los que lo reciben como Salvador personal. Y en qué consiste esa preparación? Simplemente en utilizar las vestiduras de bodas provistas por el Rey a cada invitado. El vestido de boda de la parábola representa el carácter puro y sin mancha que poseerán los verdaderos seguidores de Cristo. A la iglesia le fue dado que se vista de lino fino, limpio y brillante, que no tuviese mancha, ni arruga, ni cosa semejante. El lino fino, dice la Escritura, son las justificaciones de los santos (Apocalipsis 9:8; Efesios 5:27). Es la justicia de Cristo, su propio carácter sin mancha, que por la fe se imparte a todos los que lo reciben como Salvador personal. La ropa blanca de la inocencia era llevada por nuestros primeros padres cuando fueron colocados por Dios en el santo Edén. Ellos vivían en perfecta conformidad con la voluntad de Dios. Toda la fuerza de sus afectos era dada a su Padre celestial. Una hermosa y suave luz, la luz de Dios, envolvía a la santa pareja. Este manto de luz era un símbolo de sus vestiduras espirituales de celestial inocencia. Si hubieran permanecido fieles a Dios, habría continuado envolviéndolos. Pero cuando entró el pecado, rompieron su relación con Dios, y la luz que los había circuido se apartó. Desnudos y avergonzados, procuraron suplir la falta de los mantos celestiales cosiendo hojas de higuera para cubrirse. Esto es lo que los transgresores de la ley de Dios han hecho desde el día en que Adán y Eva desobedecieron. Han cosido hojas de higuera para cubrir la desnudez causada por la transgresión. Han usado los mantos de su propia invención; mediante sus propias obras han tratado de cubrir sus pecados y hacerse aceptables a Dios. Pero esto no pueden lograrlo jamás. El hombre no puede idear nada que pueda ocupar el lugar de su perdido manto de inocencia. Ningún manto hecho de hojas de 5 Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro, pp. 251, 252.

5 higuera, ningún vestido común a la usanza mundana, podrán emplear aquellos que se sienten con Cristo y los ángeles en la cena de las bodas del Cordero. Únicamente el manto que Cristo mismo ha provisto puede hacernos dignos de aparecer ante la presencia de Dios. Cristo colocará este manto, esta ropa de su propia justicia sobre cada alma arrepentida y creyente. Yo te amonesto dice él que de mí compres... vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez (Apocalipsis 3:18). Este manto, tejido en el telar del cielo, no tiene un solo hilo de invención humana. 6 Las bodas del Cordero Al final del tiempo, las bodas del Cordero serán la venida del Mesías como Rey de reyes y Señor de señores. Para ese banquete, hay también un doble proceso de preparación, el que se requiere de cada invitado: despojarse del viejo hombre y revestirse del nuevo. Este cambio es posible sólo por la acción de la justicia de Cristo, otorgada como un don, o comunicada por su gracia transformadora. Cuando el pecador se acerca a Dios, arrepintiéndose y confesando sus pecados, y acepta por la fe a Cristo como Salvador y Señor, es perdonado y vestido en Cristo con su justicia. En estas vestiduras, continúa el proceso transformador de la gracia. Quedarán fuera de la fiesta de bodas del Cordero todos los que rechazaren la invitación y los que intenten participar en ellas con las vestiduras de justicia propia, sus buenas obras, sus presuntos méritos, su supuesta santidad, evaluada por uno mismo. Los tales se encuentran entre los muchos que son llamados, pero quedarán fuera del grupo de los pocos escogidos (Mateo 22:14). No se rinden totalmente a Cristo. Necesitan aprender a vivir en total dependencia de Él. Deben entregarle la vida sin reservas. Y Él es quien comienza en nosotros la obra de transformación, siendo el único capaz de completarla. Nuestra mejor vestimenta de justicia propia no pasa de ser un trapo inmundo (Isaías 64:6). Pero todos podemos cambiarla por la vestidura que Jesús provee gratuitamente, y ocupar nuestro lugar en el banquete celestial. Zinaldo Santos Editor de Ministerio Casa Publicadora Brasileira Traducción: Rolando D. Chuquimia RECURSOS ESCUELA SABÁTICA RECURSOS ESCUELA SABATICA Suscríbase para recibir gratuitamente recursos para la Escuela Sabática 6 Ibíd., pp