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Transcripción

1 Imagen del huracán Rita (cat. 5) sobre el Golfo de México, captada el 21 de septiembre de 2005 por el satélite Terra de la NASA. CRÉDITO: Jacques Descloitres, MODIS Rapid Response Team, NASA/GSFC. 28» AVION & PILOTO NÚMERO 33

2 METEO El 1 de junio comienza oficialmente la temporada de huracanes en el Atlántico, circunstancia que vamos a aprovechar en Avión&Piloto para dedicar unas cuantas páginas de la revista a esos colosos de la atmósfera. Los gigantescos cumulonimbos que forman la pared del ojo de un huracán, constituyen una zona muy peligrosa para el vuelo. Tan solo las patrullas de aviones cazahuracanes de la NOAA osan atravesarlos, en su afán por obtener datos meteorológicos en esa zona crítica. Texto: José Miguel Viñas NOTA PRELIMINAR: El presente artículo es una versión adaptada y reducida del capítulo 8 ( En el ojo del huracán ) del libro del autor Introducción a la Meteorología. La ciencia del tiempo, publicado en 2010 por la editorial Almuzara. Existe bastante confusión a la hora de distinguir entre lo que es un huracán, un tifón y un ciclón. En realidad, los tres dan nombre al mismo fenómeno meteorológico, que de forma genérica llamaríamos ciclón tropical. Dependiendo de la zona de la Tierra donde se forme, se emplea una u otra denominación, aunque el uso más extendido es el de huracán. Los huracanes son los ciclones tropicales que afectan al Atlántico Norte y a la franja tropical del Pacífico que baña las costas de Norteamérica (Baja California, Pacífico Mejicano), teniendo Presencia simultánea de tres huracanes en aguas del Atlántico, el 16 de septiembre de De izquierda a derecha, Karl, Igor y Julia. CRÉDITO: NOAA Zonas de la Tierra que periódicamente se ven afectadas por ciclones tropicales. especial incidencia en el área del Caribe y en la Costa Este de los EEUU. En el océano Indico se habla de ciclones y en el mar de China (la zona de Japón, Corea del Sur ) de tifones. Existen, además, otros muchos nombres locales, algunos de ellos muy curiosos, como los willywillies de Australia o los baguíos de Filipinas. Hay en el mundo dos grandes regiones que destacan por encima de las demás en lo que a la actividad ciclónica se refiere. Una de ellas es la región antillana y la otra la del oeste del Pacífico. Esta última es la que se lleva la palma, pues en la franja que va desde Filipinas a Japón tienen lugar cerca del 40% del total de ciclones tropicales que se forman cada año en todo el mundo. Este dato contrasta con la percepción equivocada que tenemos del asunto, que pasa por creer que son mucho más numerosos y devastadores los huracanes del Caribe que los tifones asiáticos. El tratamiento informativo (infinitamente mayor cuando un huracán afecta a los EEUU) es el responsable de esa visión corrompida que tenemos de la realidad climática. Aunque morfológicamente presenten rasgos comunes, los huracanes (ciclones tropicales) y las borrascas (ciclones extratropicales) son perturbaciones atmosféricas de distinta naturaleza, cuya formación tiene lugar en cada caso en unos entornos muy diferentes. Mientras NÚMERO 33 AVION & PILOTO «29

3 que los primeros se ven reforzados al atravesar aguas cálidas, las segundas tienen en el aire frío su principal fuente de alimentación. Los huracanes, salvo raras excepciones, sólo discurren por la zona tropical del Atlántico. La mayoría de ellos siguen una trayectoria parabólica, dirigiéndose en sus primeros estadios de crecimiento cuando únicamente son depresiones tropicales desde la zona embrionaria del archipiélago de Cabo Verde hacia las Antillas y el mar Caribe, para sufrir posteriormente un cambio de rumbo hacia el Norte y Nordeste, afectando no pocas veces a las Bermudas, Florida y a otros estados de la Costa Este de EEUU. En ocasiones, las trayectorias son un tanto erráticas e incluso llegan a ser retrógradas, desplazándose los sistemas tropicales hacia el Este en vez de hacia el Oeste, en su recorrido sobre las aguas del Atlántico. Durante la histórica temporada de huracanes del año 2005, dicha circunstancia ocurrió por partida doble, alcanzando las costas españolas dos tormentas tropicales (Vince y Delta). Lo que sí que ocurre más a menudo es que la trayectoria final que toma un huracán le dirige desde la Costa Este de los EEUU hacia Europa, convertido en una potente borrasca. Esto pasó, por ejemplo, en el año 1984, con los restos del huracán Hortensia, lo que Cumulonimbos iluminados por la luz del atardecer fotografiados sobre México por una patrulla cazahuracanes. FUENTE: hurricanehunters. com. Abajo Sección vertical de un huracán. FUENTE: vsc.edu/ dio lugar a un fortísimo temporal que afectó a todo nuestro litoral cantábrico. Un huracán es una gigantesca máquina térmica que despliega toda su furia gracias al aporte constante de energía calorífica que le suministra el aire húmedo que descansa sobre las cálidas aguas de los mares tropicales (con temperaturas superiores a 27 ºC en su superficie). El diámetro de un huracán típico suele oscilar entre los 300 y los kilómetros, si bien la zona de vientos huracanados (mayores de 120 km/h) se restringe al anillo de fortísimas tormentas que rodea el característico ojo del huracán. Esa curiosa estructura es consecuencia directa de los descensos de aire que se producen justo en la parte central del huracán, lo que despeja bastante los cielos en un pequeño círculo de entre 30 y 65 kilómetros de diámetro. En esa zona el tiempo es de relativa calma, con vientos bastante flojos y cielos prácticamente despejados. Algunas aves marinas se mantienen varios días volando en círculos dentro del ojo del huracán, desplazándose con él y evitando así atravesar la peligrosa zona exterior. Aunque el diámetro típico del ojo es de unos 40 kilómetros, existe un amplio rango de tamaños; desde ojos que han llegado a superar los 300 kilómetros de diámetro, hasta los llamados ojos de alfiler, de escasos kilómetros, que se forman en ocasiones cuando la intensificación del sistema tropical es muy rápida. En los diferentes estadios evolutivos, la forma del ojo varía, al variar la morfología de las paredes que lo rodean. No es raro ver cómo un ojo inicialmente circular se transforma en una elipse, y posteriormente degenera en una estructura amorfa, sin forma definida. Tal y como apuntábamos, en las paredes del ojo es donde se dan las condiciones meteorológicas más extremas y por tanto donde tienen lugar los fenómenos más violentos y más peligrosos es el vuelo, especialmente en la parte delantera de la derecha. Allí es donde se alcanzan las rachas máximas de viento y donde llueve con mayor intensidad. La pared está constituida por un rosario de gigantescas tormentas que forman un anillo central conectado, a través de una serie de corredores de viento con forma espiral, con otros cinturones de tormentas más exteriores. Los cumulonimbos del anillo interior alcanzan alturas superiores a los 16 kilómetros de altura y se autoalimentan constantemente. Las zonas terrestres atravesadas por las paredes del ojo son las que sufren los mayores daños en su mayoría catastróficos, de ahí la importancia que tiene prever bien la trayectoria que vaya tomando el ciclón tropical, y en concreto saber predecir con la mayor exactitud y antelación posibles las zonas por donde el ojo tocará tierra, tras su recorrido marítimo. En el caso concreto de los huracanes que afectan a la cuenca del Atlántico, el Centro Nacional de (NHC), con sede en Miami (Florida), tiene a su disposición un escuadrón de 10 aviones de transporte de carga, equipados con un completo instrumental meteorológico. Se trata del Escuadrón 53 de la Reserva de la Fuerza Aérea de los EEUU. 30» AVION & PILOTO NÚMERO 33

4 METEO Cuando un huracán se acerca al área caribeña, varios aviones cazahuracanes (Hurricane Hunters) salen a su encuentro, con la arriesgada misión de tomar medidas in situ en las paredes del ojo y en su interior. Los aviones vuelan a unos metros de altitud y atraviesan en varias pasadas (formando una especie de aspa) el interior del huracán, tomando datos muy valiosos que se transmiten en tiempo real al NHC, lo que permite a Imagen del ojo del huracán Isabel tomada el 17 de septiembre de 2003 por un miembro de la Expedición nº 7 a la Estación Espacial Internacional. Crédito: NASA. los predictores analizarlo con detalle y a los modelos numéricos predecir su evolución para las próximas horas. Para medir la presión en el centro de un huracán (su presión mínima) el avión suelta una pequeña sonda que es la encargada de ir midiendo valores de la presión atmosférica y de otras variables meteorológicas como la temperatura o la humedad. El avión atraviesa, además, el huracán en varios cortes diagonales, pudiendo así medir la intensidad y dirección de los vientos en los cuatro cuadrantes. En lo que respecta a la intensidad que pueden alcanzar los ciclones tropicales, desde la década de 1970 se viene utilizando una clasificación estandarizada, que recibe el nombre de Escala de Saffir-Simpson, en honor de las dos personas que la desarrollaron: el ingeniero civil Herbert Saffir y el meteorólogo Bob Simpson, quien en tiempos dirigiera el NHC. NÚMERO 33 AVION & PILOTO «31

5 Dicha escala establece 5 categorías de huracán, en función de 3 parámetros, como son los vientos sostenidos que es capaz de generar, la presión mínima que pueda alcanzarse en su centro y la marea de tormenta (sobreelevación del nivel marino) a la que da lugar. La categoría de un huracán no está relacionada necesariamente con los daños que ocasiona. Los huracanes de categorías Pareja de aviones P3 Orion de la NOAA sobrevolando varios cúmulos de gran desarrollo. CRÉDITO: NOAA. 1 ó 2 pueden causar efectos devastadores o no en función de los fenómenos atmosféricos que intervengan, el tipo de región afectada y la velocidad de desplazamiento del huracán. Los huracanes de categorías 3, 4 ó 5 son considerados severos y sus consecuencias siempre son catastróficas, si bien depende de muchos factores la magnitud final que pueda tener el paso del huracán. Mientras que en un huracán de categoría 1 los vientos sostenidos oscilan entre los 119 y los 151 km/h, en el caso de un huracán de categoría 5 (como lo llegó a ser Katrina, antes de bajar a categoría 4 y atravesar Nueva Orleans), los vientos sostenidos son mayores de 250 km/h, con rachas que llegan a superar los 300 km/h, lo que da idea del peligro que llevan asociado. Aparte de esto, en los huracanes de categoría 5 la marea de tormenta supera los 6 metros, lo que sumado, en ocasiones, a la pleamar, puede hacer elevar el nivel marino del orden de 10 metros, dando lugar a una gran inundación. La posible conexión entre la actividad ciclónica en el ámbito tropical y el calentamiento global divide a los especialistas en clima, ya que no está del todo claro si en los años venideros habrá más o menos huracanes (tifones, ciclones ) y si éstos serán más o menos violentos en un planeta previsiblemente más cálido. Es un debate abierto en la actualidad que, previsiblemente, no se resolverá a corto-medio plazo. Lo que sí que parece detectarse es un incremento en la intensificación de los ciclones tropicales, no observada en los registros de anteriores decenios, si bien hay ciclos naturales que explican el que haya períodos de mayor y menor actividad. n Pared del ojo del huracán Katrina, con forma de anfiteatro, fotografiada desde uno de los aviones cazahuracanes el 28 de agosto de 2005, antes de que dicho ojo tocara tierra en las costas del sur de los EEUU. FUENTE: 32» AVION & PILOTO NÚMERO 33