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Emilia Espejo Sosa
hace 7 años
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2 historiador y oráculo de General Viamonte, especialista en frases raras y agudo conocedor de sus vecinos, detrás de los dos centímetros de espesor de sus lentes y pese a ser el hombre con peor vista en todo el pueblo, Rafael veía más cosas que los demás. Nuestra última historia nos había enfrentado con los malvados del lugar: el funebrero Zaldívar, quien rehusaba pagarle al Ciego un dinero que mi tío le ganó jugando al monte, y a su protector, el subcomisario Santi. La aventura terminó bien para mi tío, quien cobró su deuda, y catastróficamente para mí, ya que perdí el amor de Mariana Zaldívar, la escultural ninfa de las pompas fúnebres. Por fortuna, Norma Glisanti la reemplazó en mi corazón, aunque desgraciadamente, nuestra relación

3 naufragó en incompatibles proyectos de futuro. Norma Glisanti quería verme recibido de médico y opinaba que debíamos empezar a preparar nuestra boda. Yo, en cambio, pensaba en ser poeta maldito y mosquetero y detective privado y azote de los mares y algunas otras profesiones de las practicadas por los héroes de mi fantasía, y aunque dispuesto a casarme con Norma Glisanti, consideraba que a los trece años no debía sentir apuro por convertirme en jefe de familia. Eso sin mencionar que gracias a la sabiduría del pueblo estaba enterado de que para cada varón hay siete bellezas en el mundo, y que mi amor por Norma competía con la devoción a Claudia Cardinale y otras estrellas de la pantalla, asunto que me obligaba a ser muy cuidadoso antes de comprometerme con una de ellas.

4 Los uniformados declararon la guerra contra la subversión, hecho lo cual se dedicaron a matar y desaparecer a toda persona que no estuviera de acuerdo con ellos. Para cumplir sus designios recurrieron a lo peor del género humano nazis pampeanos, mercenarios, pistoleros sacados de las cárceles y psicópatas extraídos del manicomio, y sometieron a sistemáticos lavados de cerebro a su propia tropa, para inducirles el pensamiento de que el oponente bueno era el encarcelado, y más bueno aún era el chupado, torturado, muerto y desaparecido. En General Viamonte les fue bien, porque el comisario Espíndola, un hombre tranquilo que nunca metía preso a nadie, renunció y se fue a vivir al campo, y los nazis contaron con la entusiasta colaboración del nuevo comisario el

5 detestable Colorado Santi para perseguir a los subversivos. Ni buscándolo con lupa hubiera sido posible encontrar un guerrillero en el pueblo, sin embargo, Santi quería hacer méritos. Pensó y pensó y terminó por pensar que mi tío era el personaje más subversivo conocido en General Viamonte. Para Santi, tal calidad demostraba las actividades clandestinas del Ciego Rafael. Al servicio del comunismo apátrida y su inmundo trapo rojo, frase que en General Viamonte no significaba nada, pero coincidía con los discursos militares. Apenas hubo establecido a quien debía perseguir, Santi mandó imprimir carteles donde aparecía el Ciego, caracterizado como Enemigo público número 1 de la Provincia de Buenos Aires, con la captura recomendada y una leyenda de Se

6 recompensará a quien lo entregue, vivo o muerto. Rafael llevaba tres meses de vagabundear por Brasil, y no debe haber conocido su indeseada fama. El pueblo tuvo una carcajada general para la estupidez del nuevo comisario. Al principio. Más tarde Santi se dedicó a perseguir a otros subversivos, y decidió que la familia de su enemigo principal también debía ser considerada enemiga. Si no podía encarcelar al Ciego, al menos disponía de nosotros. Cuando mi padre fue citado por tercera vez a declarar, y después de que Santi me paró varias veces en la calle para amenazarme con largos años de prisión si no confesaba el paradero de Rafael, además de las instrucciones que seguramente me había dejado para

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