El idioma de Castilla llegó hasta nuestras tierras con los. conquistadores, a sangre y fuego, pero también con la prosa de los

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María Pilar Ramos Plaza
hace 7 años
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1 Discurso Feria del Libro Turín, El idioma de Castilla llegó hasta nuestras tierras con los conquistadores, a sangre y fuego, pero también con la prosa de los cronistas y la poesía de los poetas soldados. Alonso de Ercilla, en octavas reales impecables, cantó la guerra de Arauco, la valentía legendaria de los héroes indígenas, la belleza de la selva fría y de los volcanes nevados del sur del mundo. Su paso del canal de Chacao, su descubrimiento de la isla grande de Chiloé, la inscripción de sus versos en una corteza de árbol ( Aquí llegó donde otro no ha llegado ), fueron hazañas fundacionales de la literatura del Nuevo Mundo. Es paradójico que el hombre que respondió a La Araucana con el Arauco domado, Pedro de Oña, no haya nacido en el norte de España, como lo da a entender su nombre burgalés, sino en Angol de los Confines, la ciudad más austral del mundo conocido en esa época, una parte extrema del último Occidente, para citar a su coetáneo peninsular don Luis de Góngora. Las contradicciones, las complejidades de nuestra literatura, que la visión de los europeos no siempre entiende, se anunciaban ya en esos días. El primer poeta español que llega a Chile queda deslumbrado por la fuerza espartana 1

2 de Arauco y describe a los caciques, a Lautaro y Caupolicán, como semidioses griegos; el primero nacido en suelo chileno, el de Angol de los Confines, celebra en cambio la sumisión indígena. Fue nuestro primer traidor, la Malinche de la historia nuestra? La verdad es que no lo creo: la interpretación me parece simplista, sectaria. Su poesía de los bosques, de los pájaros, de los cuerpos humanos desnudos, cobrizos y blancos, que retozan en los lagos y los ríos, ríos arteriales, como escribiría Neruda cuatro siglos más tarde, no es una poesía de sumisión al Imperio sino de celebración, de iluminación, de descubrimiento extasiado. El jesuita chileno Manuel de Lacunza, desterrado junto con sus compañeros a mediados del siglo XVIII, escribió en la soledad y la paz de la campiña italiana, cerca de Imola, un gran texto milenarista, La Venida del Mesías en Gloria y Majestad. El Anticristo, la bestia del Apocalipsis, camina en el texto con enormes extremidades de hierro por nuestros horizontes cordilleranos. El lenguaje del jesuita silencioso, de vida discreta, es extremo, desorbitado. No conozco un libro que tenga más puntos de exclamación en la literatura de nuestra lengua. Distraído por su sueño milenarista, Lacunza murió en Italia al caer de un sendero por donde caminaba a una laguna. 2

3 En su poema Ecuatorial, Vicente Huidobro elaboró en los años finales de la primera guerra mundial una visión apocalíptica parecida. La línea ecuatorial es divisoria: es la matéfora de un final de época, de un final de mundo. La literatura chilena tiene vasos comunicantes interiores y exteriores. Pablo Neruda, hombre de frontera, canta la misma Araucanía de Alonso de Ercilla y tiene plena conciencia de esa filiación literaria. Creo que los poetas chilenos, desde los comienzos hasta hoy mismo, tienden a la celebración épica y a la construcción de visiones cósmicas: grandes espacios y grandes sueños. Algunos de los continuadores de la tendencia originaria Raúl Zurita, Óscar Hahn -, se encuentran ahora entre nosotros. Los prosistas, los narradores, los ensayistas, desde Juan Emar, desde el Vicente Huidobro de Cagliostro y de las Tres inmensas novelas, desde la rica y mal conocida novela surrealista chilena hasta José Donoso, hasta nosotros mismos, hemos buscado lo secreto, lo oscuro, las antesalas del abismo y hasta del infierno.un persona de Tonio Kröger, de Thomas Mann, dice que la literatura no es una profesión, que es una maldición. De hecho, los narradores chilenos, antes de comenzar a escribir, nos hemos encontrado con las huellas del pecado 3

4 original en las familias, en las historias escondidas, en los secretos guardados en los armarios, en las vergüenzas calladas. Somos un país de poetas épicos, cosmogónicos, y de prosistas excavadores y socavadores. En el proceso de nuestra escritura, nos hemos apoderado sin mayores escrúpulos de la literatura universal, con algunos grandes italianos Dante, Boccaccio -, en primer término. Como dijo en un momento Jorge Luis Borges, los europeos de ahora somos nosotros. Borges, claro está, hablaba siempre en broma, pero tenemos que entender que su arte de la broma podía ser profundamente serios. Sobre todo, la literatura chilena ha sido una literatura de la libertad y de la lucha por la libertad. Tuvimos un período político oscuro, como todos saben, pero los escritores y los periodistas no nos resignamos nunca a la represión intelectual. Nos organizamos, luchamos contra la censura, aprovechando todos los apoyos internacionales posible, y obtuvimos en plena dictadura resultados importantes. Conseguimos, por ejemplo, que la exigencia de una autorización previa del Ministerio del Interior para que los libros pudieran publicarse y distribuirse fuera oficialmente abolida. Por eso podemos asegurar que el triunfo del No en el plebiscito de 1988, que inició la plena recuperación de nuestras 4

5 libertades políticas, no fue un accidente o un simple golpe mediático: fue un proceso cuidadosamente pensado, encauzado con inteligencia, comprendido por la mayoría del país, asumido por una sociedad civil que adquirió niveles sorprendentes de consenso ciudadano. Es por eso que Chile, ahora, a pesar de las apariencias, con sus calles bulliciosas, con su espíritu crítico siempre activo, con sus libertades reconquistadas hace ya un cuarto de siglo, aspira a tener una relación cultural más profunda con Italia, con la literatura, el arte, el pensamiento de Italia, los del pasado y el presente, y, desde luego, con las grandes naciones europeas, con el vasto y diverso mundo contemporáneo. 5

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