Antes de contaros como fue la enfermedad de mi madre y cómo la vivimos yo y mi familia, quiero recordar un par de cosas que mi madre me enseñó.

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Miguel Ángel Aguirre Muñoz
hace 6 años
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1 A mis queridos amigos, Antes de contaros como fue la enfermedad de mi madre y cómo la vivimos yo y mi familia, quiero recordar un par de cosas que mi madre me enseñó. Mi madre era una persona alegre, con una vitalidad que no he visto nunca, una persona donde siempre predominaba el nosotros antes que el yo, siempre dispuesta a ayudar y sacrificarse por el bien de los demás. Siempre dejó claro que su familia y sus amigos eran lo primero. Recuerdo que cualquier persona que pasaba mas de 5 minutos con mi madre, me venia diciendo que era un encanto y que la adoraban. Incluso en Estados Unidos, pese a que mi madre no hablaba casi nada de ingles. Siempre me impresionó ese algo especial que la hacia diferente al resto. Mi madre me enseñó a no rendirme jamás, a que siempre tuviera una sonrisa en la cara a pesar de las adversidades y me transmitió unas ganas de vivir que me cambio la vida por completo. Recuerdo que a pesar de estar sufriendo mucho, quería vivir para poder ver crecer a sus hijos, a su nieto y estar junto a nosotros para ayudarnos. Una de sus últimas frases que me dijo fue: yo nunca perderé esta batalla, porque no me voy a rendir. Y así fue, a pesar de que el cáncer se la llevo, ella mantuvo una sonrisa en todo momento y jamás se dio por vencida. Si

2 me hicieran definir a mi madre en dos palabras usaría familia y sacrificio. Nuestra historia empezó en Agosto de 2012, cuando yo estaba en España disfrutando de mi familia y amigos mientras me recuperaba de una lesión de rodilla que había sufrido y que me mantendría apartado de las canchas por más de 9 meses. Los médicos me dejaron seguir mi rehabilitación en España, con la condición de que a las 6 semanas volviera a Vail (Colorado), dónde me operé, para hacer la revisión con el doctor sobre como evolucionaba mi rodilla. Un total de 30 horas y 4 escalas en un periodo de 4 días. Mi madre, sin dudarlo, se apuntó al viaje. No se apartó de mi lado en toda la la recuperación. Al llegar a casa, y después de recibir buenas noticias en Vail, mi madre decidió, pese a estar exhaustos, ir a celebrar con el resto de la familia que todo había ido bien. Durante la comida, mi madre notó que tenia la pierna muy hinchada, y decidimos ir a ver al médico. En principio tenia un coagulo de sangre en la pierna y por eso la tenia hinchada. Le hicieron más pruebas por si tenia alguno más. Estábamos mi padre, mi madre y yo esperando en el hospital para las pruebas cuando entro el Dr. Charte (buen amigo de la familia) con una expresión seria como yo no le había visto jamás. En ese momento nos comunicó que mi madre tenia un tumor en el pulmón. La cara de mi padre cambio por completo. Yo pensé que no podía ser, que a mi madre le quedaba mucho por enseñarnos y que de esa salíamos seguro. La operaron al cabo de 2 semanas para extirparle el tumor. La operación

3 salió bien, pero el tumor era maligno y estaba abierto. Ahí fue la primera decisión que tubo que tomar mi madre: la fácil era jugársela a que no hubiera ninguna célula cancerígena por su cuerpo y esperar; la dura era hacer quimioterapia, con sus consecuencias, para asegurarse bien que quedaba limpia. Por supuesto, mi madre escogió la dura. Los meses siguientes fueron duros pero ella nunca se quejaba. Todo iba bien, y iba superando las revisiones cada 3 meses. Tenia claro que quería vivir por mucho tiempo y no se podía derrumbar. Tenía que luchar, estar alegre y sobretodo estar siempre positiva para mantenernos a todos en la lucha con ella. Y Así lo hizo. Me enseñó algo único, algo especial, ése algo se llama FAMILIA. En Agosto de 2015 quise darle a mi madre la mejor oportunidad para superar esta jodida enfermedad, así que cogimos el avión mi padre, mi madre y yo y nos dirigimos a la Mayo Clinic de Rochester, a 150 millas de Minneapolis, para una segunda opinión. El doctor Molina, conocido mundialmente como uno de los mejores especialistas en cáncer de pulmón, nos recibió para la evaluación. Recuerdo que su gran espíritu y positivismo ayudaron muchísimo a mi madre. Sin embargo, en esa visita es cuando detectaron algo en la columna vertebral. Fue como un jarro de agua fría. Acabado el día volvimos a Minneapolis a esperar para la siguiente visita, que no era hasta al cabo de 4 días. Ese momento fue uno de los más duros

4 en todo el proceso. Sabíamos que se había complicado mucho y escuché a mi madre llorar toda la noche. Por primera vez vi que estaba muy asustada. Pero no queríamos rendirnos y en la siguiente visita nos pusimos en marcha, y decidimos empezar con nuevos tratamientos y pastillas que ayudaron a mi madre a sentirse mejor. Una vez planeada la siguiente fase, mis padres se fueron a España a seguir con el tratamiento. 3 meses después, en Diciembre del 2015, y como todas la navidades desde que llegue a la NBA, mis padres junto a mi hermana cogieron un avión para pasarlas conmigo. La única condición que el doctor le puso a mi madre, fue que tenia que ir a Rochester de nuevo para continuar con el tratamiento de quimioterapia. Y así lo hicimos, el 23 de Diciembre nos dirigimos a Rochester para una sesión más, antes del día de Navidad. El 26 yo tenia partido en el Target Center, y mi sorpresa vino cuando al saltar a calentar vi a madre en la grada, solo dos días después de recibir su sesión de quimioterapia. Sabia que no estaba bien hecho, pero quería demostrarnos a todos que esa enfermedad no le iba a prohibir disfrutar de sus hijos. A la media parte le dije que se fuera a casa, que si no me enfadaba con ella. Otra muestra más de lo fuerte que fue durante todo el proceso y como siempre, de sacrificarse por el bien de su familia. Después de las navidades y fin de año se fueron a casa y allí seguiría con todas las sesiones que le quedaban. En cuanto termino la liga, fui directo a

5 casa y mi madre estaba en el hospital porque había tenido un bajón de defensas debido a la quimio. Decidieron parar el tratamiento y dejarla ingresada unos días para recuperar fuerzas. Me pasé las 2 primeras noches con ella en el hospital y puedo decir que es uno de los mejores recuerdos que tengo desde que la diagnosticaron. Yo con jet lag y ella que no podía dormir por la medicación, me decía que quería ir a caminar un rato para no perder fuerzas, pero que la tenia que ayudar. Estaba conectada a la vía, al suero y a una infinidad de maquinas que no sabíamos para que servían, pero nos convencíamos la ayudaban a recuperarse y a seguir con fuerzas. Después de eso consiguió ir a casa durante 6 semanas mas, hasta que su cuerpo dijo basta. Y digo cuerpo porque su mente y ganas de vivir nunca se rindieron. El 26 de Mayo de 2016 mi madre murió tranquila y feliz sabiendo que lo había dado todo. Por eso, puedo decir que he tenido la mejor madre del mundo. Gracias Mamá. También, durante todo el proceso de 4 largos años, mi padre nunca dejó de estar a su lado. La cuidó, la acompañó a cada cita con doctores y nunca puso una mala cara. Mi padre conoció a mi madre cuando tenían 17 años y desde entonces fueron una pareja ejemplar. Nunca olvidaré como mi padre miraba cada día a mi madre, y como la cuido hasta al final. Por eso y mucho más, gracias Papá.

6 No olvidar a mis hermanos Marc y Laia, por haber sido unos guerreros en todo este proceso y hacer que nuestra madre se sintiera orgullosa. La razón por la que he decidido escribir este testimonio es porque una vez vivida la experiencia, quiero compartirla y espero poder ayudar a todas esas personas que están pasando por un momento como el que yo he vivido. Quiero que sepan que no están solas, ni sus familias tampoco. Y a esas personas que no hayan pasado por una experiencia así, y espero que nunca la pasen, también les haya motivado a ser conscientes de esta enfermedad y muchas otras que se llevan a nuestros seres queridos, para que entre todos ayudemos de cualquier manera posible. Mamá, gracias por tu amor incondicional. T estimo. Ricard Rubio Vives

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