EL SIGLO XVI: LA ESPAÑA DE CARLOS I Y FELIPE II

Transcripción

1 EL SIGLO XVI: LA ESPAÑA DE CARLOS I Y FELIPE II Con la llegada al trono de Carlos I, la Corona pasaba a manos de la casa de Austria o de Habsburgo, que reinará durante dos siglos. Carlos, hijo de Felipe de Borgoña y de Juana de Castilla, recibió una herencia espectacular: de sus abuelos paternos heredaba los Países Bajos y los territorios de la casa de Austria; de los maternos, Castilla y Aragón, América y buena parte de Italia. Tanto Carlos como sus sucesores dedicarán todo su esfuerzo a conservar y, en su caso, ampliar los reinos recibidos. Los reinados de Carlos y de Felipe presentan algunos rasgos comunes: la subordinación a la política europea de los Austrias, el esfuerzo por mantener la hegemonía y el papel de defensa del catolicismo. Pero también hay contrastes: mientras Carlos fue un rey cosmopolita y de talante abierto, Felipe fue un rey nacido y educado en Castilla, burócrata y con tendencias autoritarias. Al morir su abuelo Fernando el Católico, Carlos, de dieciséis años, se hizo coronar rey inmediatamente. Había sido educado en Borgoña y no conocía el castellano. Llegó rodeado de consejeros flamencos que ocuparon los cargos más importantes; las Cortes de Castilla y de la Corona de Aragón protestaron enérgicamente. En 1519 los príncipes alemanes lo eligieron emperador; desde entonces será conocido como Carlos V. Enseguida emprendió viaje para recibir la Corona imperial. En su ausencia estallaron las Comunidades de Castilla, una rebelión contra la autoridad real que se extendió por la mayor parte de las ciudades de la zona central de Castilla, las más pobladas y prósperas del reino. Entre las causas, Carlos había entregado la administración de Castilla a nobles flamencos que aprovecharon sus cargos para enriquecerse; el emperador no hizo caso a las exigencias de permanecer en Castilla, de aprender el idioma y de respetar las leyes del reino; había dedicado ingentes cantidades de dinero pedido en Cortes para conseguir la elección imperial; por último, la alarma ante la actitud de los grandes señores, que comenzaban a recuperar su posición de fuerza. La rebelión comenzó en Toledo y pronto se extendió a otras ciudades. Las autoridades fueron sustituidas por nuevos regidores comuneros. Organizaron la Santa Junta, un gobierno revolucionario que exigía la retirada de impuestos, el respeto a las leyes del reino y la marcha de los consejeros flamencos. Pero los levantamientos contra los señores que se producían en algunos señoríos decidieron a los nobles a alinearse contra los comuneros, cuyas tropas fueron derrotadas en Villalar. En Valencia estalló otra sublevación: Las Germanías. El hambre y las epidemias contribuyeron a agravar una situación explosiva que oponía a artesanos y pequeños comerciantes contra la oligarquía 1

2 urbana y la nobleza. Al estallar la rebelión, aunque en un principio el rey aceptó las peticiones de los gremios, más tarde dio órdenes de acabar con el movimiento. Hubo otra Germanía en Baleares, rápidamente reprimida por las tropas reales. A diferencia de las Comunidades, las Germanías fueron movimientos de contenido social, sin poner en tela de juicio el poder real. Carlos V regresó a Castilla en Ordenó la ejecución de los principales presos comuneros y después dictó un Perdón General. La nobleza recuperó su dominio señorial y las ciudades quedaron sometidas a la autoridad real. También hubo un Perdón General en Valencia. Las rebeliones tuvieron efectos: Carlos V permaneció en Castilla los siete años siguientes, incorporó consejeros nativos y aprendió a hablar castellano, y cuando convocó Cortes atendió sus peticiones. Su imagen pública mejoró. Desde su matrimonio con Isabel de Portugal sus estancias en la Península volvieron a ser escasas, enfrascado en la política europea, dejando el gobierno de los reinos en manos de su esposa y del secretario Francisco de los Cobos. En cuanto a la política exterior, Carlos tenía la convicción de que su obligación era mantener la unidad de la Cristiandad y luchar contra el Islam, además de conservar toda la herencia recibida. Ambas ideas las transmitió a su hijo Felipe. Pero su poder era tan inmenso que suscitó la oposición de Francia, de los príncipes alemanes, del Imperio turco e incluso del Papado. Los territorios de Carlos V rodeaban la frontera de Francia, impidiendo su expansión y constituyendo una amenaza; como causa también contaba la disputa por Italia e incluso la rivalidad personal de Carlos y Francisco I. Francisco siempre buscó alianzas contra Carlos, incluso con los turcos. Tras años de guerras, en los que Francisco llegó a estar prisionero en Madrid, al final del reinado se llegó a una situación de equilibrio. El Imperio turco había conseguido reunificar el Islam y amenazaba en Europa y el Mediterráneo a los estados de los Austrias. Eran una potencia naval y contaban con el apoyo de los piratas berberiscos, que atacaban las costas españolas desde los puertos norteafricanos. En el continente, los turcos sitiaron Viena, cuna de los Habsburgo, aunque finalmente no pudieron tomar la ciudad. En 1517 Martín Lutero publicó sus tesis contra la Iglesia de Roma, iniciando así la Reforma protestante. Su postura encontró rápidamente simpatías en Alemania por la crítica al Papa. Además, los príncipes alemanes vieron la Reforma como un arma contra el emperador. Sucesivas Dietas fueron convocadas para resolver el conflicto, con escasos resultados, al tiempo que el protestantismo se extendía. Después de diferentes enfrentamientos, Carlos tuvo que aceptar en 1555 la Paz de Augsburgo, que establecía el derecho de cada príncipe a decidir la religión de su territorio. 2

3 En cuanto a Roma, los papas recelaron de la autoridad imperial. Cuando el Papa se unió a una alianza contra Carlos V, este respondió en 1527 con el saco de Roma, saqueo de la ciudad durante días por parte de los soldados imperiales, todo un escándalo en la época. En 1555, desilusionado por los fracasos, Carlos abandonó el poder, entregando la Coronas de Países Bajos, Castilla y Aragón a su hijo Felipe, dejando la herencia alemana a Fernando, hermano de Carlos V. La relación familiar se mantendría con políticas de defensa mutua. Carlos se retiró al monasterio de Yuste hasta su muerte en A diferencia de su padre, Felipe II ( ) permanecería toda su vida en la Península, pero la política ibérica y política europea estuvieron siempre estrechamente ligadas. En los primeros años de reinado de Felipe II firma con Francia la paz de Cateau-Cambresis. Surge un grave problema financiero: se declara la bancarrota de la Hacienda en 1557 y Felipe tiene que negociar con los prestamistas genoveses. El príncipe Carlos, heredero al trono y de personalidad trastornada, fue detenido por conspirar contra su padre, quien ordenó su encarcelamiento. Siempre se acusó a Felipe como responsable de su muerte en prisión (1568). Ese mismo año estalló la rebelión de las Alpujarras. Un nuevo decreto obligaba a abandonar lengua, vestimenta y tradiciones moriscas en el plazo de tres años. Los rebeldes tomaron el control de las Alpujarras. Tras un año de dura guerra, don Juan de Austria consiguió terminar con la rebelión. Como resultado, los moriscos fueron deportados y dispersados por toda Castilla. Otros optaron por abandonar el país. Al morir sin descendencia el rey de Portugal, Felipe era uno de los candidatos, bien visto por grupos dirigentes pero rechazado por las clases populares. En 1580 se decidió invadir Portugal. La anexión se realizó respetando las leyes e instituciones portuguesas, y significaba la suma de dos inmensos imperios coloniales. Otra grave crisis interna fue el caso Antonio Pérez. Este era secretario del rey, cuya ambición le llevó a intrigar y engañar al monarca, que en 1579 ordenó su detención. Tras años en prisión huyó a Aragón, donde el Justicia Mayor lo puso bajo su protección y la de los fueros aragoneses; estalló una rebelión en Zaragoza contra el virrey, al que asesinaron; Felipe envió un ejército que restableció el control real. El Justicia Mayor fue ejecutado, pero Pérez huyó al extranjero. 3

4 En política exterior, Felipe II mantuvo los dos objetivos fundamentales de su padre: el mantenimiento de la herencia recibida y la defensa del catolicismo frente a la herejía, pero nunca confundió la defensa de la religión con sus intereses patrimoniales, que siempre estuvieron por delante. El mayor problema de su reinado fue la rebelión de los Países Bajos. Allí se le veía como un rey extranjero; además decretó el cumplimiento estricto de las decisiones tomadas en el Concilio de Trento, en un territorio donde se había difundido ampliamente el calvinismo, sobre todo en las ciudades del norte. Estallaron motines en varias ciudades. La respuesta de Felipe fue brutal. Envió a los tercios al mando del duque de Alba, quien organizó un tribunal que comenzó a dictar sentencias y a ejecutar a rebeldes. El príncipe de Orange huyó, convertido ya en el líder de la rebelión. Alba agudizó el problema con un nuevo sistema de impuestos que provocó la protesta incluso de los católicos. Los rebeldes holandeses establecieron un gobierno independiente en las provincias del Norte. Mientras, el peligro turco se reactivó en el Mediterráneo (toma de Chipre y Túnez). Venecia, el Papa y Felipe formaron la Santa Liga, con una flota al mando de don Juan de Austria que venció en Lepanto, pero esta batalla no fue tan decisiva; la escuadra turca pronto se reconstruyó, aunque desde entonces el sultán se preocupó más de sus fronteras asiáticas. Hacia 1570 la guerra en los Países Bajos dio un giro: el nuevo gobernador Alejandro Farnesio, gran militar y buen negociador, consiguió que los Estados católicos del Sur firmaran la Unión de Arras, leal a la Corona. Los Estados del Norte respondieron con la Unión de Utrecht, sobre la base del protestantismo y de la independencia de las Provincias Unidas. Farnesio tomó algunas ciudades del sur que se habían negado a integrarse en la Unión de Arras (toma de Amberes). En Inglaterra murió María Tudor, tercera esposa de Felipe, y subió al trono Isabel I, protestante. Desde entonces las relaciones entre Inglaterra y la monarquía española se fueron tensando. En América los ingleses rechazaban el monopolio de explotación español y los corsarios ingleses se dedicaban a asaltar los barcos de regreso a España. Las tensas relaciones se agravaron con la rebelión de los Países Bajos. Los ingleses apoyaron a los protestantes rebeldes. Felipe II tomó la decisión de invadir Inglaterra. En 1588 la Armada Invencible, mandada por el duque de Medina Sidonia, zarpó con la misión de escoltar a los tercios al mando de Alejandro Farnesio para su posterior desembarco en Inglaterra. Pero la flota inglesa se dedicó a hostigar a la armada a su paso por el Canal. Fue imposible embarcar a los tercios y la armada se vio obligada a retirarse rodeando las Islas Británicas. Los temporales del Mar del Norte hicieron el resto. El desastre fue un golpe duro para el prestigio español. 4

5 En Francia estalló en 1584 una guerra civil entre católicos y hugonotes (calvinistas). Felipe suministró armas y dinero a los católicos. Pero en 1589 el líder de los hugonotes se pasó al catolicismo y se convirtió en el rey Enrique IV. El bando católico fue finalmente derrotado. Felipe mantenía sus ejércitos en diversos frentes; las arcas de sus reinos estaban exhaustas. Felipe II cedió a su hija Isabel Clara Eugenia y al archiduque Alberto el gobierno de los Países Bajos, en un régimen de autogobierno separado de Castilla, aunque se negó a reconocer la independencia de los estados holandeses, por lo que la guerra continuó. Dos años después Felipe murió en El Escorial (1598). Los Habsburgo mantuvieron la organización política de los Reyes Católicos. Procuraron rodearse de letrados, apartando a la aristocracia; estos siguieron teniendo un papel decisivo en el ejército y la diplomacia. Los Austrias nunca pretendieron unificar sus Estados, por lo que estos conservaron sus leyes e instituciones propias. Solo el Consejo de Estado, encargado de cuestiones exteriores, reunía a miembros de diferentes reinos. Toda la autoridad se concentraba en el monarca. Para asesorarle estaban los Consejos, que podían ser sectoriales (Consejo de Hacienda, Consejo de Estado) o territoriales (Consejo de Castilla, de Indias, de Italia, etc.) para administrar cada uno de los reinos. Eran órganos meramente consultivos. Tanto Carlos como Felipe se acostumbraron a despachar diariamente con secretarios, que al principio actuaban como enlace con los Consejos pero que fueron ganando atribuciones e influencia. Castilla era la sede principal de su gobierno. En los demás reinos se hacían representar por virreyes (Aragón, América, Italia) o gobernadores (Países Bajos). El resto de la administración territorial seguía como antaño: para impartir justicia estaban las chancillerías y las audiencias, los corregidores en las ciudades, etc. En 1561 Felipe decidió instalar la Corte en Madrid. Castilla seguía siendo el territorio más rico y sobre él pesaba la carga de los cuantiosos impuestos destinados a pagar las guerras europeas. Además, aportaba los metales preciosos de América, claves para mantener los ejércitos imperiales, los famosos tercios españoles, las unidades tácticas más eficientes de la época. El predominio castellano se acentuó durante el reinado de Felipe II. Sin embargo, en Europa se generalizó el concepto de monarquía española. Fueron los europeos de la segunda mitad del siglo XVI los que generalizaron el adjetivo, y los españoles se convirtieron el enemigo a batir. En cuanto a la economía, tanto Castilla como Aragón experimentaron un auge en todos los sectores. Entre las razones estaba el aumento de población y por tanto de la demanda, y la 5

6 colonización de América (monopolio comercial). El crecimiento de la ciudad de Sevilla es un buen ejemplo de esta bonanza económica. Otro factor importante fue la revolución de los precios. Desde principios de siglo se produjo en toda Europa, y más acentuadamente en España, un alza de precios continua y sostenida como nunca se había visto; como los salarios no subían tan deprisa, quienes tenían negocios conseguían grandes beneficios. Esta inflación se debía a la llegada de metales preciosos procedentes de América. Estos servían para dinamizar la economía europea; pronto la Corona empezó a pagar los préstamos que le hacían los banqueros europeos con la plata americana, y se fue formando un circuito que hacía salir la plata de Castilla hacia Europa según entraba al puerto de Sevilla. A partir del mediados de siglo comenzó la crisis. La principal causa fue el enorme desgaste económico de las guerras europeas para Castilla (presión fiscal, préstamos de banqueros, etc.); con Felipe II hubo que declarar la bancarrota hasta en tres ocasiones; la rebelión de Flandes hundió las exportaciones de lana y arruinó a los comerciantes burgaleses y la piratería en el Atlántico hacía estragos. Lentamente, toda la riqueza de Castilla se fue diluyendo. En cuanto a la cultura, con los Reyes Católicos y sobre todo con Carlos, entran en España las ideas humanistas y las tendencias literarias y artísticas del Renacimiento italiano. El instrumento de difusión cultural de la época era el castellano (Gramática de la Lengua Castellana, de Nebrija). Destacaron poetas como Garcilaso, el teatro de Fernando de Rojas (La Celestina) o la novela picaresca (Lazarillo de Tormes). En la segunda mitad de siglo el clima de intolerancia hizo retroceder la cultura humanista, pero destaca la literatura mística de San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús o fray Luis de León. Con Carlos, el erasmismo gozó de amplia difusión en España. Erasmo de Rotterdam defendía una reforma de la Iglesia, pero sin ruptura. Sin embargo, a partir de la Reforma luterana los erasmistas fueron perdiendo influencia e incluso fueron perseguidos. A lo largo del siglo XVI la Inquisición se consolidó convirtiéndose en un instrumento de represión del Estado, que se aplicaba a cualquiera que intentara disentir en materia de religión o política. Sin embargo, la Inquisición fue muy popular; muchos se convirtieron en familiares del Santo Oficio, colaboradores y delatores al servicio de los tribunales, a cambio de algunos privilegios. Tras los primeros años de persecución a conversos, la obsesión de los inquisidores pasó a ser los protestantes. En 1558 surgieron en Sevilla y Valladolid sendos brotes de protestantismo en torno a grupos de intelectuales. La reacción fue fulminante: fueron ejecutados en un gran auto de fe celebrado en Valladolid (1559) al que asistió el propio Felipe II. 6