Carlos Aganzo. Caídos ángeles. Finalista V Premio de Poesía. Ateneo de Sevilla

Transcripción

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3 Carlos Aganzo Caídos ángeles Finalista V Premio de Poesía Ateneo de Sevilla

4 El poemario Caídos Ángeles, de Carlos Aganzo, resultó finalista del V Premio de Poesía Ateneo de Sevilla, que fue patrocinado por Ámbito Cultural. Fotografía del autor: Ricardo Muñoz Carlos Aganzo, 2008 Algaida Editores, 2008 Avda. San Francisco Javier Sevilla Teléfono Telefax Composición: Grupo Anaya ISBN: Depósito legal: M Impresión: Lavel Industria Gráfica, S. A. (Madrid)) Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

5 Poema Inicial

6 Supongo que tendréis otros problemas como para hablar de luz Dejé las babuchas en la puerta o hablar de la costumbre de los hombres de ir derribando estatuas de héroes a su paso. Pero dejadme que os pida tan sólo por esta tarde que escuchéis el sonido de la lluvia batiendo en los corazones, que prestéis un asiento a la memoria, y recordéis conmigo que un día fuimos ángeles y aún somos criaturas del aire, pendientes de su canto. 11

7 Caídos ángeles

8 Versos para la muerte En el nombre de Dios, todo él magisterio, he escrito este poema con sangre de inocentes. En su divino nombre he volado como el ángel airado de la venganza, viajando con la muerte escondida en los bolsillos, En el nombre de Dios, todo él sabiduría, escribí este poema sagrado, apocalíptico, estos versos que tomé por pasaporte para entrar en el reino de los justos. En su nombre loado, inagotable fuente de misericordia, no dejé en mi corazón misericordia alguna: salí limpio, humillado, a encontrar mi destino, y me llevé conmigo al sacrificio todos estos corderos de extraña forma humana. En el nombre de Dios, el que redime las culpas de este mundo, escribí con mi sangre, con todas estas sangres, esta página impía, dolorosa y terrible... Por eso no comprendo su silencio; no sé por qué me hurta su perdón y su alivio, y en vez de coronarme me mantiene todavía en la tiniebla donde oculta a sus ángeles caídos, 15

9 los ángeles tocados de su misma soberbia, de su inspiración divina, de su espada de fuego, aunque no de ese don, el más alto y gracioso, que es su misericordia. En el nombre de Dios, el compasivo. («Recuerda siempre los versos que desearías para tu muerte, antes de que te encuentres con ella, y así sabrás la recompensa que te espera» Cuaderno personal de Mohammed Ata, antes de estrellarse en un avión contra las Torres Gemelas de Nueva York) 16

10 Espejismo Lejos de los borceguíes, lejos del aroma fragante de la arena, has cerrado los ojos un instante y un olor de dátiles maduros te ha dibujado dunas en la boca... Pero es sólo ilusión, pues pronto pasa el siguiente convoy y en los cristales tu rostro se refleja, multiplicado en ventanas sin destino, contra la oscura mueca de Occidente. Pasa a tu lado un hombre y en sus ojos lees sombras de desprecio, y aún así le miras y sonríes tratando inútilmente de retener en la mirada el espejismo, mientras el dulce aroma de los dátiles se pierde por los túneles. Le dirías que un día fuiste un ángel del Señor, orgulloso y altanero, un ángel de aceituna forjado por mil soles... Pero no dices nada. Y hasta la boca se te sube el agrio sinsabor de la leche del desierto. 17

11 También por un instante, miras a tu alrededor como si ellos, tres mil kilómetros al sur, tres mil anhelos de lunas escarchadas, estuvieran asistiendo a tu derrota. Y masticas tu orgullo, como la hiel amargo. «Yo antes era un ángel», gritarías con tu fardo a la espalda; pero tu voz, timbre oscuro, criatura atrapada en los gemidos de hierro de Occidente, sólo suena a silencio y a miseria. Y un paso más se aleja el paraíso. 18

12 La espera Suenan los primeros truenos rompiendo la madrugada. En la casa ya tiembla la vajilla, y en la biblioteca a oscuras el poeta se despide, uno a uno, de sus libros. Manantiales de luz, quién de vosotros podrá sobrevivirme? Acaso serás tú papel finísimo, con perfil de oro y seda, donde cantan las palabras del profeta? Quizás vosotros, versos, de Abd al-wahhab al-bayati, de Said al-saqlawi, escritos en el barro o sobre el mar? Quizás tú, viejísima epopeya de nuestro pueblo asolado tantas veces...? Quién de todas vosotras, criaturas de mi pobre conciencia se acordará de mí cuando despierte al tacto de otras manos? Quién recordará los versos que escribí para ella envuelto en el aroma de vuestras dulces páginas? Quién reservará su voz para gritar a aquellos, los hijos de la ira 19

13 que pisen con sus botas los escombros de mi casa ya en ruina, que hasta ayer yo era un ángel, un alado servidor de la palabra, un heraldo de luz que ignoraba el color de la tiniebla? Con vosotros me quedo. Con vosotros espero despertarme mil y una noches después de la hecatombe. 20