QUE REINE LA PAZ Alejandro y Paolo tienen 12 años, eran vecinos y buenos amigos desde que estaban en preescolar y nunca habían tenido una pelea, supuestamente. Cierto día, ellos estaban jugando canicas en el parque, y cuando iba a terminar el juego, Paolo tiró la canica y le dio a la última que tenía Alejandro. - Gané!- gritó Paolo y se puso a celebrar alrededor de Alejandro. - Mentiroso, hiciste trampa!- le dijo Alejandro, que disimulaba el enojo que le causaba haber perdido. -No es cierto, eres un desconsiderado, estás resentido de que te haya ganado- dijo Paolo. - No!- gritó Alejandro entre lágrimas- Eres un farsante y no te quiero ver jamás. - Bien! Si es así, Me voy de aquí! En ese momento, Paolo se levantó enojado y se fue corriendo a su casa sin mirar atrás. Alejandro, después de esto, se secó las lágrimas y se fue caminando despacito hacia su casa. Aunque parezca increíble, esto motivó a que ambos no se hablaran por mucho tiempo y a la vez hizo que ambas familias se pelearan, tanto física como verbalmente, cada quien protegiendo al que era de la familia.
Una noche, cuando Alejandro dormía, pudo ver a Dios en sus sueños, por lo que decidió explicarle el problema: -Como quisiera arreglar todo esto- dijo Alejandro arrepentido- todo esto es mi culpa, si no hubiera peleado con Paolo, esto jamás hubiera pasado. -No es tu culpa Alejandro- dijo Dios- solo fue un malentendido. Te recomiendo algo, anda a misa este domingo y habla con el sacerdote, estoy seguro que el problema se acabará pronto. -Gracias Diosito- dijo Alejandro y lo abrazó- siempre confiaré en ti. -Estaré contigo en todo momento- le dijo Dios- Y recuerda, anda a misa todos los domingos y reza antes de dormir. -Lo tendré en cuenta- le dijo Alejandro. Fue en ese momento que despertó y se quedó mirando el techo durante unos segundos.
Aquel domingo, por la mañana, Alejandro se levantó y se fue a misa como le dijo Dios. Estoy seguro de que todo esto terminará, pensó. Escuchó atentamente toda la misa y cuando terminó, fue a hablar con el sacerdote. - Sacerdote?- preguntó Alejandro. -Hola niño- dijo el sacerdote- Cómo te llamas? -Me llamo Alejandro- dijo. -Bueno, me llamo Martín, Por qué viniste hacia mi?- preguntó el sacerdote. -Es que hay un problema- empezó a explicar Alejandro- Me he peleado con un amigo porque había hecho trampa en un juego, pero no fue cierto, en realidad él jugaba justamente y yo lo eché a perder todo. -Entiendo- dijo Martín- Algo más?
-Sí, esto provocó que nuestras familias se pelearan y todo es un desastre- dijo Alejandro apenado. -Lo que puedes hacer es hacer las paces con tu amigo- dijo Martín. -No sé como hacerlo- dijo Alejandro. -Reúnete con el y pídele perdón por tu mala actitud. -Sí, eso haré- dijo animado Alejandro- Gracias por tu ayuda. En eso, Alejandro se fue y corrió hacia su casa para enviarle una carta a su amigo Paolo: Paolo, reunámonos en el parque a las 5:00 p.m. Quiero hablar contigo y es urgente, por favor. Atentamente: Alejandro. Paolo se reunió con Alejandro a la hora indicada. - Paolo, te pido perdón, no solo por echarte la culpa en el juego, sino porque fui un desconsiderado que no era un buen perdedor- dijo Alejandro- Hagamos las paces, así podremos terminar con este gran problema.
-Tienes razón- dijo Paolo- Te perdono amigo. Entonces se abrazaron y pensaron una forma para que sus familias dejaran de pelear. - Lo tengo!- dijo Paolo- Qué tal si le decimos a nuestras familias que ya hicimos las paces? Así podrán disculparse y ya nunca pelearán. -Es una buena idea- dijo Alejandro- Vamos antes de que peleen otra vez! Corrieron rápido hacia sus casas, pero se dieron cuenta que las dos familias estaban empezando a pelear, por lo que se preocuparon. -Tu niño es un insensato- decía la mamá de Paolo- No debería ser amigo de mi hermoso hijo. - Miren quién habla!, la metomentodo que siempre busca bronca- decía la mamá de Alejandro. Alejandro y Paolo decidieron parar con todo esto. - Ya basta!- gritaron- ya hicimos las paces. - Qué?- dijeron todos a coro. -Sí, hice las paces con Paolo- dijo Alejandro- Y lo admito, fui yo quien empezó todo esto, acusé a Paolo de tramposo y estuve mal, solo fui un desconsiderado y mal amigo, pero ya no peleen, por favor. Las familias pensaron y la mamá de Alejandro dijo: -Tal vez tengas razón, hijo, a todos les debo una disculpa.
-Yo también pido disculpas- dijo la mamá de Paolo y todos se abrazaron. Por lo tanto, yo pienso que: Donde hay fe, hay amor Donde hay amor, hay paz Donde hay paz está Dios Donde está Dios, no falta nada.