1 Fantasmas en el cerebro



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1 Fantasmas en el cerebro En los últimos trescientos años, la historia de la humanidad se ha visto salpicada por grandes cataclismos del pensamiento que conocemos como revoluciones científicas; cataclismos que han influido de un modo profundo en la forma en que nos vemos a nosotros mismos, así como en la manera en que consideramos nuestro lugar en el cosmos. Primero fue la revolución copernicana: la idea de que, lejos de ser el centro del universo, nuestro planeta es una simple mota de polvo que orbita alrededor del sol. Luego le siguió la revolución darwiniana, que culminó con el punto de vista de que no éramos ángeles, sino simples monos sin pelo, como señaló en una ocasión Thomas Henry Huxley en esta misma habitación. Y, en tercer lugar, podemos citar el descubrimiento, por parte de Freud, del inconsciente: la idea de que, incluso aunque proclamemos estar al mando de nuestros destinos, la mayor parte de nuestro comportamiento está gobernado por un caldero de motivos y emociones de los que prácticamente no somos conscientes. En resumen, nuestra vida consciente no es más que una elaborada racionalización post-hoc de las cosas que hacemos por otras razones. Pero ahora estamos listos para la mayor revolución de todas: la comprensión del cerebro humano. Sin duda será un punto de inflexión en la historia de la especie humana, puesto que, a diferencia de esas primeras revoluciones científicas, ésta no atañe al mundo exterior ni a la cosmología, la biología o a la física, sino a nosotros mismos, al órgano que ha hecho posible estas anteriores revoluciones. Y me gustaría subrayar que estas intuiciones sobre el cerebro humano tendrán un hondo impacto no sólo entre los científicos, sino también entre los humanistas, y quizás puedan realmente ayudarnos a construir un puente entre lo que C. P. Snow llamaba «las dos culturas»; por un lado la ciencia y, por el otro, las artes, la filosofía y las humanidades. Dada la enorme cantidad de investigaciones sobre el cerebro, todo lo que puedo hacer es proporcionar una visión impresionista en lugar de intentar ser exhaustivo. Las charlas cubren una amplia gama de temas, pero dos de ellos son recurrentes en todas. El primer gran tema es que estudiando síndromes neurológicos que han sido ampliamente ignorados al ser tomados por curiosidades o simples anomalías, a veces podemos alcanzar nuevas intuiciones sobre las funciones del cerebro normal: o sea, cómo funciona. El otro es que la mayoría de las funciones cerebrales se comprenden mejor si se adopta el punto de vista estratégico de la teoría de la evolución. 19

Dendritas Soma Axón Figura 1.1 Dibujo de una neurona mostrando las dendritas que reciben información de otras neuronas y un único largo axón que envía información a otras neuronas. Se ha dicho que el cerebro humano es la estructura organizada más compleja del universo y para apreciarlo sólo hay que considerar algunas cifras. El cerebro está conformado por cien mil millones de células nerviosas, o «neuronas», que forman la estructura básica y son las unidades funcionales del sistema nervioso (figura 1.1). Cada neurona conecta aproximadamente con de mil a diez mil neuronas, y estos puntos de contacto se llaman sinapsis. Es ahí donde se produce el intercambio de información. En base a este dato, se ha calculado que el número de permutaciones y combinaciones posibles de actividad cerebral, o, dicho de otro modo, el número de estados cerebrales, es superior al número de partículas elementales del universo conocido. Aunque es algo de conocimiento común, nunca deja de sorprenderme que toda la riqueza de nuestra vida mental, a saber, toda nuestras sensaciones, emociones, pensamientos, ambiciones, vidas amorosas, sentimientos religiosos e, incluso, lo que cada uno de nosotros considera su propio sí mismo privado e íntimo, sea simplemente la actividad de esas pequeñas motas de gelatina ubicadas en nuestras cabezas, en nuestros cerebros. No hay nada más. Dada esta asombrosa complejidad, por dónde empezar? Tal vez sea mejor que empecemos con algo de anatomía básica. En el siglo XXI, la mayoría de las personas tiene una idea general del aspecto del cerebro. Posee dos mitades especulares, conocidas como hemisferios cerebrales, y se parece a una nuez sobre 20 LOS LABERINTOS DEL CEREBRO

un tallo, llamado tallo cerebral. Cada hemisferio está dividido en cuatro lóbulos: el lóbulo frontal, el lóbulo parietal, el lóbulo occipital y el lóbulo temporal (figura 1.2) El lóbulo occipital, situado en la parte de atrás, está relacionado con la visión. Su lesión puede resultar en ceguera. El lóbulo temporal está relacionado con la audición, las emociones y algunos aspectos de la percepción visual. Los lóbulos parietales del cerebro a los lados de la cabeza están relacionados con la representación en forma tridimensional de la estructura espacial del mundo exterior y también de la estructura de nuestro propio cuerpo en el seno de esta representación tridimensional. Y por último encontramos los lóbulos frontales, tal vez los más misteriosos. Están relacionados con algunos aspectos muy enigmáticos de la mente y del comportamiento humano, como el sentido moral, la sabiduría, las ambiciones y otras actividades de la mente de las que conocemos muy poco. Lóbulo frontal Corteza motor Cisura central Corteza sensorial Lóbulo parietal Lóbulo occipital Cuerpo calloso (b) Cisura lateral Lóbulo temporal Puente Médula oblongata Cerebelo Médula espinal (a) (c) Figura 1.2 Anatomía general del cerebro humano. (a) Muestra el lado izquierdo del hemisferio izquierdo. Observemos los cuatro lóbulos: frontal, parietal, temporal y occipital. El frontal está separado del parietal por la cisura central o cisura de Rolando (surco o cisura), y el temporal del parietal por la cisura de Silvio. (b) Muestra la superficie interna del hemisferio izquierdo. Observemos el llamativo cuerpo calloso (negro) y el tálamo (blanco) en medio. El cuerpo calloso hace de puente entre los dos hemisferios. (c) Muestra los dos hemisferios del cerebro vistos desde arriba. (a) Ramachandran; (b) y (c) basado en Zeki, 1993. FANTASMAS EN EL CEREBRO 21

Existen diversas formas de estudiar el cerebro, pero mi abordaje es observar a personas que han tenido algún daño o cambio en una área circunscrita del cerebro. Es interesante comprobar que la gente que ha sufrido una pequeña lesión en una zona específica del cerebro no acusa una reducción general de sus capacidades cognitivas; su mente no se embota. Por el contrario, se produce a menudo una pérdida altamente selectiva de una función específica mientras que las otras se conservan intactas, lo que constituye un buen indicio de que la parte afectada del cerebro está en cierto modo implicada en mediar la función disminuida. Podría citar muchos ejemplos, mencionaré algunos de mis favoritos. En primer lugar, hablaré de la prosopognosia, o ceguera para los rostros. Cuando una estructura denominada giro fusiforme, situada en los lóbulos temporales, se ve dañada en ambos lados del cerebro, el paciente deja de reconocer el rostro de las personas (figura 1.3). Todavía puede leer un libro, por lo tanto no es ciego, y no es un psicótico ni está, en modo alguno, mentalmente trastornado, sino que sencillamente ya no puede reconocer a las personas cuando sólo les mira la cara. La prosopognosia es bien conocida, pero existe otro síndrome muy raro: el síndrome de Capgras. Un paciente al que visité no hace mucho, había tenido un accidente de automóvil en el que se produjo una lesión en la cabeza, y estaba en coma. Tras un par de semanas salió del coma y, cuando lo examiné, lo encontré neurológicamente casi intacto. Pero se veía aquejado de una profunda ilusión. Miraba a su madre y decía: «Doctor, está mujer es igual que mi madre, pero no lo es, se trata de una impostora». Qué había ocurrido? Recordemos que este paciente, que llamaré David, en otros respectos está totalmente intacto. Es inteligente, está alerta, conversa con fluidez (por lo menos respecto a la media norteamericana) y no está emocionalmente trastornado en ningún otro aspecto. Para comprender este trastorno, de entrada debemos entender que la visión no es un proceso simple. Cuando abrimos los ojos por la mañana, todo está ahí frente a nosotros, por lo que es fácil suponer que la visión no precisa de esfuerzo alguno y se produce de un modo instantáneo. Pero, de hecho, todo lo que tenemos en cada globo ocular es una pequeña imagen distorsionada, y al revés, del mundo. Ésta excita los fotoreceptores de la retina y los mensajes viajan entonces a través del nervio óptico hasta la parte posterior de nuestro cerebro, donde son analizados en treinta áreas visuales distintas. Sólo después de esto empezamos a identificar finalmente lo que estamos mirando. Es nuestra madre? Es una serpiente? Es un cerdo? Este proceso de identificación tiene lugar en parte en una pequeña área del cerebro conocida como giro fusiforme, la región que está dañada 22 LOS LABERINTOS DEL CEREBRO

Corteza cerebral Tálamo Corteza motora Corteza sensorial Cuerpo calloso Tracto óptico Ojo Amígdala Hipotálamo Glándula pituitaria Hipocampo Puente Cerebelo Médula Médula espinal Formación reticular Figura 1.3 Plasmación artística de un cerebro con la circonvolución de la corteza exterior parcialmente transparente para permitir la visión de las estructuras internas. El tálamo (oscuro) puede apreciarse en el centro, e interpuestos entre éste y el cortex, o corteza cerebral, existen núcleos de células denominados ganglios basales (no aparecen). También podemos apreciar el hipocampo (relacionado con la memoria) hundido en la parte frontal del lóbulo temporal. Además de la amígdala, pueden verse otras partes del sistema límbico, como el hipotálamo. Las estructuras límbicas median la excitación emocional. Los hemisferios están unidos a la médula espinal mediante el tallo cerebral (formado por la médula, el puente y el tronco encefálico), y por debajo de los lóbulos occipitales se encuentra el cerebelo, que preside básicamente la coordinación de los movimientos y la sincronización. El giro fusiforme responsable del reconocimiento de los rostros se encuentra en la cara interna del lóbulo temporal, en la base. La amígdala que recibe señales del fusiforme puede apreciarse con claridad en el diagrama. De Brain,M ind and Behaviourde Bloom y Laserson (1988) de la Educational Broadcasting Corporation. Utilizado con autorización de W. H. Freeman and Company. FANTASMAS EN EL CEREBRO 23

en los pacientes con ceguera a los rostros o prosopognosia. Por último, una vez hemos reconocido la imagen, el mensaje es transmitido a una estructura conocida como la amígdala, a veces llamada «el umbral al sistema límbico», el núcleo emocional de nuestro cerebro, que nos permite valorar el significado emocional de aquello que estamos mirando. Es un depredador? Es una presa que yo puedo cazar? Es una posible pareja? Es el jefe de mi departamento por el que tengo que preocuparme, un extraño sin importancia o algo totalmente banal como un trozo de madera? Qué es? En el caso de David, tal vez el giro fusiforme y el conjunto de las áreas visuales son totalmente normales, por lo que su cerebro le dice que la mujer que mira es su madre. Pero, hablando en plata, el «cable» que va de los centros visuales a la amígdala y a los centros emocionales, ha sido segado por el accidente. Así que mira a su madre y piensa: «Es igual que mi madre, pero si es mi madre por qué no siento nada por ella? No, no puede ser mi madre, se trata de alguna extraña que pretende ser mi madre». Es la única interpretación que tiene cierto sentido para David, dada esta peculiar desconexión. Cómo puede demostrarse una idea tan extravagante como ésta? Junto a mi discípulo Bill Hirstein en La Jolla, así como Haydn Ellis y Andrew Young en Inglaterra, llevamos a cabo unos experimentos muy sencillos midiendo la respuesta galvánica de la piel (véase capítulo 5). 1 Descubrimos, efectivamente, que en el cerebro de David existía una desconexión entre la visión y la emoción, tal como predecía nuestra teoría. Pero todavía resulta más sorprendente que cuando la madre de David lo llama por teléfono, la reconoce al instante por la voz. Deja de producirse el delirio o ilusión. Pero, si una hora más tarde su madre entrara en la habitación, él diría que es igual que su madre, pero que se trata de una impostora. La razón de esta anomalía es que existe una vía distinta que va desde la corteza auditiva, en el giro temporal superior, a la amígdala, y esta vía tal vez no fue interrumpida por el accidente. Por consiguiente, el reconocimiento auditivo permanece intacto mientras que el reconocimiento visual ha desaparecido. Se trata de un bonito ejemplo del tipo de cosas que hacemos, de la neurociencia cognitiva en acción; de cómo podemos tomar un síndrome neurológico extraño, que parece incomprensible, como un paciente que proclama que su madre es una impostora, y conseguir una sencilla explicación basada en la estructura de las vías neuronales del cerebro que nos son perfectamente conocidas. Es evidente que nuestra respuesta emocional a las imágenes visuales es vital para nuestra supervivencia, pero la existencia de conexiones entre los centros visuales del cerebro y el sistema límbico, o núcleo emocional del cerebro, también 24 LOS LABERINTOS DEL CEREBRO

plantea otras interesantes preguntas: Qué es el arte? Cómo reacciona el cerebro a la belleza? Dado que estas conexiones se producen entre la visión y la emoción y que el arte supone una respuesta emocional estética a las imágenes visuales, con seguridad dichas conexiones deben estar implicadas, lo que será el tema de una charla posterior. Están estas intrincadas conexiones del cerebro establecidas por el genoma en el feto, o se adquieren en la primera infancia a medida que empezamos a interactuar con el mundo? Se trata del conocido debate naturaleza/crianza y es básico para mi próximo ejemplo: los miembros fantasma. La mayoría de las personas sabe lo que son los miembros fantasmas. A un paciente se le amputa un brazo, pues tiene un tumor maligno o ha recibido daños irreparables en un accidente, pero sigue sintiendo la presencia del brazo amputado. Un ejemplo famoso es el de Lord Nelson, que experimentaba con viveza un brazo fantasma mucho después de haber perdido el real en una batalla. (En realidad utilizó dicha experiencia para plantear un falaz argumento sobre la existencia de un alma no corporal. Pues si un brazo puede sobrevivir a la aniquilación física, se preguntaba, por qué no todo el cuerpo?) En una ocasión tuve un paciente cuyo brazo había sido amputado por encima del codo izquierdo. Se sentaba en mi oficina con los ojos vendados mientras yo tocaba suavemente diversas zonas de su cuerpo y le pedía que me dijera dónde le estaba tocando. Todo fue como se esperaba hasta que toqué su mejilla izquierda, momento en que exclamó: «Dios mío, está tocando mi pulgar izquierdo», en otras palabras, el pulgar fantasma del que carecía. Pareció tan sorprendido como yo. Cuando toqué su labio superior, notó la sensación en su dedo índice fantasma, y cuando toqué la parte baja de la mandíbula, notó la sensación en su dedo pequeño fantasma. Tenía un mapa completo y sistemático de la mano fantasma inexistente desplegado en su rostro (figura 1.4). Por qué sucede? Como en el caso del síndrome de Capgras, los miembros fantasma son un misterio que hubiera intrigado a Sherlock Holmes. Que demonios está pasando? La respuesta vuelve a estar en la anatomía cerebral. Las señales del tacto de toda la superficie de la piel del lado izquierdo del cuerpo están representadas en el hemisferio cerebral derecho en una cinta vertical de tejido cortical llamada giro postcentral. En realidad, existen varios mapas, pero, para una mayor sencillez podemos suponer que sólo existe un mapa, denominado SI, en el giro postcentral. Se trata de una fiel representación de toda la superficie del cuerpo; casi como si hubiera una pequeña persona colocada sobre la superficie del cerebro (figura 1.5). La llamamos el homúnculo de Penfield y es básicamente FANTASMAS EN EL CEREBRO 25

Figura 1.4 Puntos de la superficie del cuerpo que producen las sensaciones a las que nos hemos referido en la mano fantasma (el brazo izquierdo de este paciente había sido amputado diez años antes de hacerle las pruebas). Observemos que existe un mapa completo de todos los dedos (numerados de 1 a 5) en el rostro y un segundo mapa en la parte superior del brazo. El estímulo sensorial de estas dos regiones cutáneas activan, por lo visto, el territorio de la mano del cerebro (ya sea en el tálamo o en la corteza). Por consiguiente, cuando tocamos estos puntos, las sensaciones se experimentan como si surgieran también de la mano que falta. continuo, como, después de todo, esperamos que sea un mapa. Pero presenta una peculiaridad: en este mapa, la representación de la cara sobre la superficie del cerebro está al lado de la representación de la mano, no cerca del cuello, como podría esperarse. La cabeza está desplazada (la causa no está clara, tal vez tenga algo que ver con la filogenia o el modo en que el cerebro se desarrolla en la vida fetal temprana o en la primera infancia, pero está desplazada). Esto me dio la pista de lo que ocurrió. Cuando se amputa un brazo, ya no se reciben señales por parte de la corteza cerebral que corresponde a la mano; entonces cada vez se vuelve más ávida de estímulo sensorial y el estímulo sensorial de la piel facial empieza a invadir el territorio adyacente que ha quedado vacío, que corresponde a la mano ausente. Las señales del rostro son entonces malin- 26 LOS LABERINTOS DEL CEREBRO

Tronco Mano Pie Pulgar Genitales Rostro Labios Faringe (a) (b) Figura 1.5 (a) La representaciones de la superficie corporal en la superficie del cerebro humano detrás de la cisura central. El homúnculo («hombrecillo») está en su mayor parte boca abajo y sus pies cuelgan sobre la superficie medial (superficie interna) del lóbulo parietal muy cerca del vértice, mientras que el rostro está abajo, cerca de la extremidad inferior de la superficie lateral externa. Observemos, además, que el área del rostro está debajo del área de la mano en lugar de estar donde debería cerca del cuello y que los genitales están representados debajo de los pies. (b) Un estrambótico modelo tridimiensional del homúnculo de Penfield: el hombrecillo del cerebro. terpretadas por los centros superiores del cerebro como si fueran producto de la mano ausente. 2 La especificidad de dichas señales es tan convincente que un cubito de hielo o agua caliente aplicada al rostro producirá frío o calor en el dedo fantasma. Un paciente, Víctor, cuando el agua empezó a correr por su rostro, también la sintió correr por su brazo fantasma. Cuando levantó el brazo, se sorprendió al sentir que subía por su fantasma, de forma contraria a las leyes físicas. Para poner a prueba directamente nuestra hipótesis de «remapeado» o «reconversión cortical» utilizamos la técnica de imagen cerebral conocida como MEG o magnetoencefalografía, que muestra qué partes del cerebro son estimuladas cuando se tocan distintas partes del cuerpo. Efectivamente, descubrimos que en el caso de Víctor (y otros amputados de un brazo como él), el hecho de tocar su rostro activaba no sólo la zona de la cara en el cerebro, sino también la región de la mano del mapa de Penfield (figura 1.6) Ello es muy distinto de lo que se aprecia en un cerebro normal, donde al tocar la cara se activa sólo la región facial de la corteza. Evidentemente se ha producido una reconversión cortical en el cerebro de Víctor, y esto es importante porque nos permite correla- FANTASMAS EN EL CEREBRO 27

cionar los cambios en la anatomía cerebral, o sea los cambios en los mapa sensoriales del cerebro, con la fenomenología. Este vínculo entre fisiología y psicología es una de las principales metas de la neurociencia cognitiva. 3 Figura 1.6 Imagen de una magnetoencefalografía (MEG) superpuesta a una imagen del cerebro de una resonancia magnética (RM) en un paciente cuyo brazo derecho fue amputado bajo el codo. El cerebro está visto desde arriba. El hemisferio derecho muestra una activación normal de las zonas de la corteza de la mano derecha (sombreado), del rostro (negro) y del antebrazo (blanco) correspondientes al mapa de Penfield. En el hemisferio izquierdo no hay activación correspondiente a la ausente mano derecha, pero la actividad del rostro y del antebrazo se han ampliado ahora a esta zona. El descubrimiento posee también significados más amplios. Una de las cosas que todo estudiante de medicina aprende es que las conexiones cerebrales se establecen en el feto o en la infancia más temprana, y que, una vez establecidas, no se puede hacer mucho por cambiarlas en la edad adulta. Ésta es la causa de que cuando se produce un daño en el sistema nervioso, tal como el causado por un accidente cerebrovascular, haya tan poca recuperación funcional. Ésta es también la causa de que los daños neurológicos, como se sabe, sean de difícil tratamiento... o, por lo menos, es lo que se nos ha enseñado. Lo que yo he comprobado contradice rotundamente este punto de vista y sugiere que hay muchísima plasticidad, o maleabilidad, in- 28 LOS LABERINTOS DEL CEREBRO

cluso en el cerebro adulto; algo que puede ser demostrado mediante un experimento de cinco minutos en un paciente con un miembro fantasma. Todavía no está claro cómo esta «plasticidad» de los mapas corporales puede ser utilizada clínicamente, pero mencionaré otro ejemplo para demostrar cómo alguna de estas ideas pueden ser clínicamente útiles. Algunos pacientes pueden «mover» sus miembros fantasmas y decir: «Está diciendo adiós», o «le está dando la mano». 4 Pero en la mayoría de los pacientes el brazo fantasma se siente «paralizado», «congelado», «escayolado» o «completamente inmóvil». A menudo la mano fantasma sufre dolorosos espasmos involuntarios cerrando el puño o se queda fija en una posición incómoda y dolorosa que el paciente es incapaz de cambiar. Hemos descubierto que alguno de estos pacientes habían sufrido un daño en los nervios antes de la amputación, por ejemplo el brazo había estado paralizado y en cabestrillo. Tras la amputación, el paciente carga con un miembro fantasma paralizado... como si la parálisis hubiese sido «transmitida» al fantasma. Tal vez, cuando el brazo estaba intacto pero paralizado, cada vez que la parte frontal del cerebro enviaba una orden al brazo diciéndole «muévete», recibía retro-alimentación visual que decía «no, no se mueve». De algún modo, esta retroalimentación quedó impresa en el circuito del lóbulo parietal o en algún otro lugar del cerebro. (Lo llamamos «parálisis aprendida»). Cómo podíamos poner a prueba esta idea tan altamente especulativa? Si la respuesta visual indicara al paciente que el fantasma está obedeciendo las ordenes del cerebro, la parálisis aprendida podría «desaprenderse». Apoyamos un espejo en sentido vertical sobre una mesa frente a un paciente boca abajo, de modo que estuviera en ángulo recto respecto a su pecho, y le pedimos que pusiera el brazo fantasma izquierdo paralizado a la izquierda del espejo e imitara su postura con la mano derecha que estaba situada en el lado derecho del espejo. Entonces le pedimos que mirara al lado derecho del espejo, de modo que viera el reflejo de su mano intacta superpuesto ópticamente al lugar en que experimentaba el fantasma. (figura 1.7) Luego le pedimos que tratara de hacer movimientos simétricos con ambas manos, como aplaudir o dirigir una orquesta, mientras miraba al espejo. Imaginémonos su sorpresa, y la nuestra, cuando de repente no sólo vio moverse al fantasma, sino que también sintió su movimiento. He repetido dicho experimento con distintos pacientes y parece ser que la retroalimentación visual anima al fantasma de modo que empieza a moverse como nunca lo había hecho, a menudo por primera vez en años. La mayoría de los pacientes descubre que esta repentina sensación de poder controlar y mover voluntariamente el fantasma alivia los espasmos o la incómoda postura que era la causa de gran parte del angustioso dolor en el fantasma. 5 FANTASMAS EN EL CEREBRO 29

Figura 1.7 Ilustra el dispositivo de la «caja espejo» utilizado para la resurrección del fantasma. Conseguir aliviar el dolor de un miembro fantasma utilizando un espejo es bastante sorprendente, pero puede el mismo truco aplicarse al dolor real en un brazo o pierna que están intactos? Aunque solemos pensar en el dolor como una sola cosa, existen por lo menos dos tipos de dolor diferentes que tal vez hayan evolucionado para funciones distintas. El dolor agudo evolucionó para permitirnos una retirada automática de, por ejemplo, el fuego, y probablemente también para enseñarnos a evitar objetos punzantes que pueden producir daños, tales como las espinas. El dolor crónico como en una fractura o en la gangrena es algo muy distinto: evolucionó para inmovilizar el brazo de forma reflexiva, de modo que pudiera descansar y estuviera lejos de posibles daños hasta estar totalmente curado. Por regla genera, el dolor es un útil mecanismo adaptativo: un don, no una maldición. Pero a veces el mecanismo fracasa. A menudo vemos a pacientes aquejados de una condición denominada «dolor crónico de tipo I», que incluye el extraño síndrome clínico de «distrofia simpática refleja» o DSR. En los pacientes con DSR, lo que empieza con una lesión menor un cardenal, una picada de un insecto o la ruptura de un dedo desemboca en un brazo que sufre un dolor insoportable, completamente inmovilizado, inflamado e hinchado; algo totalmente desproporcionado en relación al acontecimiento inicial. Y dura para siempre. Este contexto evolutivo nos ayuda a comprender cómo puede haber sucedido esto. Recordemos que el propósito original del dolor crónico es una inmoviliza- 30 LOS LABERINTOS DEL CEREBRO

ción temporal para permitir la recuperación; por lo tanto, cuando el cerebro envía una orden motora al brazo, se produce un gran dolor para impedir más movimientos. Por regla general, se trata de un mecanismo adaptativo, pero sugiero que en ocasiones funciona mal y conduce a lo que he llamado «dolor aprendido»: el simple hecho de intentar mover el brazo la señal misma de la orden motora se asocia patológicamente con un dolor terrible. El resultado es que, incluso después de que el acontecimiento instigador haya desaparecido desde hace tiempo, el paciente sigue padeciendo una pseudoparálisis producida por el dolor aprendido. En el año 1995, sugerí que este tipo de dolor crónico I podía también beneficiarse de la retroalimentación visual mediante el espejo. Imaginemos que el paciente ve el reflejo de una mano normal superpuesta ópticamente a la mano anormal dolorosamente inmovilizada. Si mueve la mano normal (mientras intenta mover parcialmente la dolorida) el paciente verá cómo, de repente, el brazo malo cobra vida y empieza a moverse libremente! Tal vez esto podría ayudar a los pacientes aquejados de DSR a «desaprender» la conexión falaz que se da en sus cerebros entre el movimiento del brazo y el dolor; se eliminaría, por lo tanto, el dolor y recuperarían la movilidad. En el año 1995 no era más que una idea un tanto rocambolesca, pero recientemente McCabe et al. (2003) han probado el procedimiento del espejo con nueve pacientes en unos ensayos clínicos controlados con placebo. El dolor desapareció por completo y se recuperó el movimiento en la mayoría de los pacientes que utilizaron espejos, mientras que el grupo de control, que utilizó Plexiglás, no obtuvo beneficio alguno. Este resultado es tan sorprendente que me hubiera sentido escéptico si Patrick Wall, sin duda el mayor experto mundial tanto en dolor como en placebos, no hubiese sido uno de los autores. En caso de confirmarse, este resultado prometería un novedoso y eficaz tratamiento para, por lo menos, algunos pacientes aquejados de dolor crónico. 6 La reconversión cortical que se produce en ocasiones en el cerebro a resultas de una amputación puede también deberse a una mutación genética... Los módulos cerebrales, en lugar de permanecer separados, producen de forma accidental conexiones cruzadas, creando una curiosa condición llamada sinestesia, descrita claramente por primera vez por Francis Galton en el siglo XIX. La sinestesia, que parece transmitirse genéticamente, produce una confusión de los sentidos. Por ejemplo, oír una nota musical concreta puede sugerir un color particular: el do sostenido es rojo, el fa sostenido es azul, etc. Los números percibidos visualmente pueden producir un efecto semejante: el 5 puede verse siempre como rojo, el 6 siempre como verde, el 7 siempre como azul, el 8 siempre como amarillo... La si- FANTASMAS EN EL CEREBRO 31

nestesia es sorprendentemente común y afecta a una de cada doscientas personas. Que produce esta mezcolanza de señales? Junto a uno de mis discípulos, Ed Hubbard, estábamos mirando los atlas del cerebro, en particular una estructura denominada giro fusiforme, donde se analiza la información referente al color, cuando vimos que el área cerebral de los números, que representa grafemas visuales de números, se encuentra también en el giro fusiforme, casi tocando al área de los colores. Parece probable que, del mismo modo que una amputación puede producir una conexión cruzada entre el rostro y la mano, la sinestesia está producida por una conexión cruzada entre las áreas de número y de color en el giro fusiforme debido a una anomalía heredada genéticamente. Aunque la sinestesia fue descrita por Galton hace unos cien años, el fenómeno nunca encontró un lugar en la neurociencia convencional. A menudo se daba por hecho que las personas que las padecían o estaban locas o simplemente querían llamar la atención. O tal vez tenía algo que ver con los recuerdos de la infancia: imanes en las neveras o un libro de aprendizaje en el que el 5 era rojo, el 6 azul, el 7 verde... pero, si así fuera, cómo se explicaría su recurrencia en las familias? Mis colegas y yo queríamos demostrar que la sinestesia es un fenómeno sensorial real, no mera imaginación o recuerdos. Concebimos una sencilla visualización por ordenador: una serie de 5 negros dispuestos sobre un fondo blanco. Insertados entre estos 5 había un número de 2 conformando una forma oculta (figura 1.8). Al estar generados por ordenador, los 2 son simplemente imágenes especulares de los 5. La mayoría de las personas que observa este patrón sólo ve una mezcla de números al azar, pero un sinesteta ve los 5 como verdes y los 2 configurando una forma roja claramente visible sobre el fondo del bosque verde (lo que se muestra esquemáticamente en la figura 4.1). El hecho de que los sinestetas puedan identificar dichas formas más fácilmente que la gente normal sugiere que no están locos, sino que experimentan un fenómeno sensorial auténtico. Ello también descarta la asociación de recuerdos o algún fenómeno cognitivo superior. Nuestro grupo en La Jolla, así como Jeffrey Gray y Mike Morgan y otros en Londres, ha llevado a cabo experimentos para verificar la hipótesis de que se producen conexiones cruzadas en el cerebro. Hemos demostrado que se produce una actividad del giro fusiforme en el área del color cuando a estas personas se les muestran números en blanco y negro. (En las personas normales, el área del color sólo se activa si se les muestran números coloreados.) Los miembros fantasmas, la sinestesia y el síndrome de Capgras pueden explicarse, por lo menos en parte, en términos de cableado neuronal. Pero en una ocasión conocí a una persona afectada por un síndrome todavía más extraño, co- 32 LOS LABERINTOS DEL CEREBRO

nocido como asimbolia dolorosa. Para mi sorpresa, este paciente respondía a los estímulos dolorosos no con un ay!, sino con una risa. Se trata de la ironía definitiva: un ser humano que reía ante el dolor. Por qué alguien haría algo así? De entrada, hemos de responder a otra pregunta básica: por que reímos? Está claro que la risa está impresa en los circuitos, se trata de un rasgo «universal» compartido por todos los humanos. Toda sociedad, toda civilización, toda cultura, posee cierta forma de risa y sentido del humor. Pero por qué evolucionó la risa mediante la selección natural? A que propósito biológico sirve? Figura 1.8 Una «prueba clínica» de la sinestesia. La visualización consiste en 2 insertados en una matriz de 5 situados al azar. A los no-sinestetas les cuesta discernir la forma insertada (en este caso un triangulo). Los sinestetas que ven los números coloreados pueden detectar el triangulo con mucha más facilidad. (Descrito esquemáticamente en la figura 4.1). El denominador común de todos los chistes es un recorrido de expectativa desviado por un giro inesperado que precisa de una re-interpretación completa de los hechos anteriores: el remate del chiste. Es evidente que un giro repentino no es suficiente para reír; si fuera así, todo gran descubrimiento científico que genera un «cambio de paradigma» sería acogido con explosiones de hilaridad, incluso por aquellos cuya teoría acaba de ser refutada. (A ningún científico le divierte que refutes sus teorías; creedme lo he intentado!) La reinterpretación, por sí misma, no es suficiente. El nuevo modelo debe ser intrascendente, de re- FANTASMAS EN EL CEREBRO 33

sultado banal. Por ejemplo, un caballero corpulento que va hacia su coche resbala sobre una piel de plátano y se cae. Si se rompe la cabeza y empieza a sangrar, evidentemente no nos pondremos a reír. Correremos en busca de un teléfono y llamaremos a una ambulancia. Pero, si simplemente se sacude la porquería, mira a su alrededor y se levanta, empezamos a reír. La razón es, según mi punto de vista, que ahora sabemos que es algo sin consecuencias, que no se ha producido ningún daño. Según mi opinión, la risa es la forma que tiene la naturaleza para indicarnos de que se trata de «una falsa alarma». Por qué es esto útil desde un punto de vista evolutivo? Mi sugerencia es que el staccato sonido rítmico de la risa evolucionó para informar a nuestros congéneres que comparten nuestros genes: no desperdiciéis vuestros valiosos recursos en esta situación, pues se trata de una falsa alarma. La risa es la señal de OK de la naturaleza. Pero qué tiene que ver esto con mi paciente aquejado de asimbolia dolorosa? Me explicaré. Cuando examinamos su cerebro utilizando un escáner CT, descubrimos que había daños cerca de la zona conocida como corteza insular, a los lados del cerebro. La corteza insular recibe señales de dolor de las vísceras y de la piel. Es ahí donde se experimentan las sensaciones toscas del dolor, pero el dolor tiene muchas capas; no es algo unitario. Desde la corteza insular el mensaje va a la amígdala, que ya hemos conocido en el contexto del síndrome de Capgras, y luego al resto del sistema límbico, y en particular el cingulado anterior, donde respondemos emocionalmente al dolor. Experimentamos la agonía del dolor y emprendemos la acción apropiada. Por lo que tal vez en este paciente la corteza insular era normal, de modo que podía sentir el dolor, pero el circuito que iba de la ínsula al resto del sistema límbico y al cingulado anterior estaba cortado: una desconexión semejante a la que vimos en el paciente aquejado de Capgras. Una situación de esta naturaleza produciría los dos ingredientes clave que se requieren para la risa y el sentido del humor: una parte del cerebro señala un peligro potencial, pero, al instante siguiente, otra parte, el cingulado anterior, no recibiendo una señal confirmatoria, llega a la conclusión de que se trata de «una falsa alarma». De ahí que el paciente empiece a reír y a carcajearse de forma incontrolada. Lo mismo sucede con las cosquillas, que podrían considerarse una especie de «ensayo general», burdo, del humorismo adulto. Un adulto se acerca a un niño con las manos extendidas de forma amenazante hacia partes vulnerables de su cuerpo, pero luego desactiva, en una especie de anticlímax, la amenaza potencial y estimula ligeramente al pequeño con un «cuchi, cuchi!» El modelo es el mismo que el del humorismo adulto maduro: una amenaza potencial seguida de una desactivación. 34 LOS LABERINTOS DEL CEREBRO

Los anteriores síndromes sugieren que podemos aprender mucho sobre las funciones del cerebro normal observando rarezas neurológicas. 7 Como dije en Phantom sin thebrain: Hay algo sumamente extraño en un primate sin pelo y neoténico que ha evolucionado hasta convertirse en una especie que puede mirar hacia su propio pasado y reflexionar sobre su origen. Más extraño aún es que el cerebro no sólo pueda descubrir cómo funcionan otros cerebros, sino hacerse preguntas sobre sí mismo: Quién soy? Cuál es el sentido de mi existencia? Por qué río? Por qué sueño? Por qué disfruto del arte, la música y la poesía? Es mi mente únicamente la actividad de las neuronas de mi cerebro? Si es así, qué espacio hay para el libre albedrío? Es la peculiar cualidad recurrente de estas preguntas, cuando el cerebro se esfuerza por comprenderse a sí mismo, lo que hace tan fascinante la neurología. La posibilidad de responder a dichas preguntas en el próximo milenio es a la vez excitante e inquietante, pero es sin duda la mayor aventura en la que se ha embarcado nuestra especie. FANTASMAS EN EL CEREBRO 35