TEMA 0: CARÁCTERÍSTICAS POLÍTICAS, ECONÓMICAS Y SOCIALES DEL ANTIGUO RÉGIMEN. LA POLÍTICA CENTRALIZADORA DE LOS BORBONES.



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Transcripción:

TEMA 0: CARÁCTERÍSTICAS POLÍTICAS, ECONÓMICAS Y SOCIALES DEL ANTIGUO RÉGIMEN. LA POLÍTICA CENTRALIZADORA DE LOS BORBONES. 1. INTRODUCCIÓN.- Es el siglo de las luces, es decir, de la Ilustración, en el que la Razón se valora por encima de todas las cosas. Políticamente es el siglo de las monarquías absolutas, o de las monarquías ilustradas, de los déspotas que pretendían mantener su poder absoluto aunque haciendo reformas que mejorasen la vida de sus súbditos. En economía es el momento de la fisiocracia, cuando se ve la necesidad de mejorar los rendimientos de la tierra para evitar las hambrunas y las crisis de subsistencia. Se cree que la riqueza está en la tierra, en la agricultura, cuyos productos deben circular libremente para producir el enriquecimiento del país. Antes, en el siglo XVII y la primera mitad del XVIII, el mercantilismo pensaba que era la acumulación de metal precioso, la que hacía rico a un país. La mejora de los rendimientos agrícolas que se obtiene, y la consiguiente acumulación de riqueza que origina, abre el camino para la llegada de la industrialización, es decir, de la intervención de la máquina en el proceso de producción: aparecen las primeras manufacturas. El capital necesario para invertir en ellas suele provenir de la agricultura; de igual forma, una agricultura próspera aumenta el nivel de vida de la población, que podrá así comprar la producción industrial. Desde el punto de vista social no se experimentan grandes cambios. La sociedad sigue siendo estamental. 2. EL SIGLO XVIII EN ESPAÑA Las ideas: La Ilustración El movimiento ilustrado, que defendía la importancia de la Razón, cualidad que diferenciaba al hombre del resto delos seres de la creación, por encima de todas las cosas, dio origen a un pensamiento que defendía el pensamiento crítico (ponían en cuestión todo, incluso las creencias religiosas), la libertad del hombre (siempre que no cuestionara el orden establecido, es decir, la organización estamental de la sociedad), la igualdad, aunque sólo ante la ley (en caso contrario cuestionaría la existencia de estamentos), el derecho del hombre a la felicidad, la importancia de la educación y de los avances científicos, y la autonomía del poder político, es decir, de la monarquía, que debía controlar a la iglesia (regalismo). En España este movimiento tuvo su origen en el de los novatores, grupo de científicos, médicos y pensadores de finales del XVII que manifestó su preocupación por nuestro atraso científico. Ya en el XVIII, nuestros principales ilustrados fueron también políticos: Campomanes, Jovellanos, o el conde de Floridablanca dan muestra de ello. El pensamiento ilustrado no pudo difundirse en nuestro país en las universidades, ancladas aún en el escolasticismo (cuyo objetivo era introducir la razón en el cristianismo). Se crearon entonces nuevos centros de educación superior, las Academias; se fomentaron las expediciones científicas, y se crearon igualmente Sociedades Económicas de Amigos del País, en las que se reunían grupos de ilustrados con la pretensión de fomentar el desarrollo económico de sus provincias, y de favorecer la educación técnica de campesinos y artesanos. Nuestros ilustrados dejaron también

escritos en los que ponían de manifiesto los que, a su juicio, eran los factores causantes de nuestro atraso económico e intelectual: El control que la iglesia ejercía sobre la educación y el pensamiento. La escasa valoración de la ciencia, la técnica y las actividades productivas (recordemos que los estamentos privilegiados tenían prohibido el trabajo, que se consideraba una deshonra). La mala situación de nuestra agricultura, provocada por la existencia de los privilegios que disfrutaban nobles, eclesiásticos, o la misma Mesta. LA ECONOMÍA En estos momentos en España tenemos una economía de base agraria, es decir, la inmensa mayoría de la población vive de la agricultura y la ganadería. Se trata de una agricultura anticuada, en la que se cultiva generalmente cereal, vid y olivo, los productos básicos de la tríada mediterránea, con un sistema de rotación bienal o de año y vez. Los rendimientos eran muy bajos; si aumentaban, era a costa de un aumento de la superficie cultivada, no a causa de mejoras técnicas. La tierra se organizaba en forma de grandes explotaciones, señoríos, sobre las que el señor tenía el dominio territorial. Es decir, ese señor no era exactamente dueño de las tierras, sino tenente. Además el señor tenía el señorío jurisdiccional, o capacidad de gobernar y administrar justicia en esas tierras, cobrar impuestos... El siervo que trabajaba las tierras del señorío pagaba impuestos al señor y además al rey; debía obediencia al señor y además al rey, y estaba sometido a ambos. Su situación era por tanto delicada y a veces extrema. A cambio, trabajaba su pequeña parcela, de la que se alimentaban él y su familia. Su relación con el señor era de encomendación: completo agradecimiento y entrega puesto que su supervivencia dependía de él, aunque entre ambos no mediaba ninguna clase de contrato. No olvidemos que muchas de estas tierras estaban amortizadas, en manos de nobles o eclesiásticos que no las podían vender. Aunque la burguesía de comerciantes y artesanos enriquecidos lo deseara fervientemente: estas propiedades aristocráticas no se modernizan, ni los señores (laicos o eclesiásticos) invierten en ellas; pero para el burgués serían un magnífico negocio: tienen dinero para invertir, modernizar, en un bien cuyo producto era demandado como bien de primera necesidad. Los monarcas de este siglo se preocuparon por mejorar los rendimientos agrícolas realizando obras de regadío como el Canal Imperial en Aragón; o promoviendo repoblaciones como la que hizo Olavide en Sierra Morena por ejemplo, e incluso desamortizaciones de tierras comunales. Por lo que respecta a la industria, la forma más extendida de fabricación de productos era el taller artesanal, en el que se trabajaba sin maquinaria, y que estaba sometido a la regulación de los gremios. Como así no se podía satisfacer toda la demanda, muy alta si contamos con la que procedía de nuestras colonias americanas, se burlaba el control gremial mediante el llamado sistema a domicilio, que consistía en que un comerciante encargaba a un agricultor la fabricación

de determinado producto, facilitándole el utillaje necesario. Sin embargo, la política mercantilista de los Borbones pretendió fomentar el autoconsumo industrial protegiendo las manufacturas privadas (se prohíbe la salida de capitales al exterior, se prohíbe la importación de tejidos de algodón...). Las únicas manufacturas que progresan en el país son las catalanas, de textil de algodón, las llamadas indianas, y las de aguardientes. Asimismo, el Estado crea manufacturas públicas, las Reales Fábricas, dedicadas a la fabricación de productos de lujo o de suministros militares: porcelanas en la Real Fábrica del Buen Retiro, cristal en la Real Fábrica de San Ildefonso, Real Fábrica de Artillería en La Cavada (Cantabria), maestranza de Sevilla. Desde mitad de siglo, Carlos III introduce algunos rasgos de liberalismo, favoreciendo la iniciativa privada y comenzando a restar poder a los gremios. En cuanto a la población, fue este un siglo de crecimiento demográfico continuo, mayor en la periferia que en el interior. Descendió la mortalidad, sobre todo la catastrófica, al mejorar con el tiempo los rendimientos del campo, y aumentó la natalidad. No obstante tanto la natalidad como la mortalidad eran muy altas, con lo que el crecimiento demográfico era bajo. La esperanza de vida rondaba los 35 años. Si pensamos en el comercio, el interior seguía careciendo de una buena red de caminos, y en ellos abundaban las aduanas y los peajes. Sobre ambos problemas procura actuar la política nacional mejorando los caminos, así como los puertos y canales; y suprimiendo aduanas, por ejemplo entre las Corona de Castilla, menos Navarra y País Vasco (privilegios forales), y la de Aragón. Los intentos de eliminar peajes fueron casi ineficaces al chocar con los intereses de los nobles propietarios (al menos tenentes, de tierras) En el exterior comerciábamos sobre todo con América y Europa, exportando materias primas e importando manufacturas, de manera que era un comercio deficitario. Teníamos el monopolio del comercio americano: es decir, nuestras colonias solo podían comerciar con Sevilla primero y con Cádiz más tarde mediante un anticuado sistema de flotas. Para agilizar estos intercambios, se suprimió el sistema de flotas (los barcos podían salir de Cádiz cuando quisieran, sin necesidad de que se formara una flota), y se crean Compañías Comerciales, a las que se da el monopolio del comercio con algún lugar o producto, al estilo mercantilista. No tienen mucho éxito por los continuos ataques de piratas y contrabandistas. El fracaso de estas Compañías condujo a la liberalización del comercio americano, autorizándose a muchos puertos españoles a comerciar con América (1778) (ellos sin embargo, solo podían comerciar con nosotros). La sociedad seguía siendo estamental, dividida en estamentos de privilegiados y no, de los que era muy difícil salir o entrar. Recordemos que la burguesía, parte del tercer Estado, es el grupo social ascendente puesto que mejora sin cesar desde el punto de vista económico, y que no logra participación en la política, precisamente debido a la permanencia de la sociedad estamental. Mientras que la nobleza será el grupo o estamento que más empeore, puesto que su riqueza, y con ella su preeminencia, proviene de la renta de las tierras, riqueza con la que ahora compite el comercio, el artesanado y, en breve, la industria, cuyos frutos recogerá la burguesía. Los cambios que se producen en la economía (van apareciendo tierras de propiedad privada, se va liberalizando el comercio, aparición del sistema a domicilio en la industria...) y en la sociedad (la burguesía adquiere cada vez más importancia en detrimento de la nobleza), van a exigir que el Antiguo Régimen sea sustituido por uno nuevo: el Liberalismo, político y económico.

ORGANIZACIÓN Y EVOLUCIÓN POLÍTICA En cuanto a la organización política, el XVIII comenzará en España con un sistema de Monarquía Absoluta para cambiar a Despotismo Ilustrado con Carlos III. Carlos IV volverá al absolutismo. Por lo que respecta a la evolución política, el siglo comienza con la muerte sin sucesión del último rey de la dinastía de los Austrias, Carlos II, hecho que da lugar a un La Guerra de Sucesión a la Corona española. El pretendiente a nuestra corona nombrado por Carlos II era Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, Borbón y perteneciente a la Casa Real que ocupaba en esos momentos el trono francés. Siendo Francia la potencia europea del momento, el resto de países europeos se opuso a este aspirante, que reforzaría la hegemonía francesa aún más. Se forma así una alianza europea encabezada por Austria, que presenta otro pretendiente: el archiduque Carlos de Habsburgo. Esta alianza es apoyada por Gran Bretaña y las Provincias Unidas (Holanda). Dentro de nuestras fronteras, Castilla apoyará al francés, mientras que todos los territorios de la Corona de Aragón apoyarán al austríaco, lo que tendrá importantes consecuencias para ambos. En 1711 el archiduque Carlos hereda el trono de Austria, de manera que si gana esta guerra la potencia que saldría enormemente engrandecida sería Austria. A la vez, Felipe renuncia a sus derechos al trono francés. Se rompe entonces la alianza que apoyaba a Austria y gana la guerra Felipe de Anjou, que pasa a ser Felipe V de España,(1700-1746), nuestro primer Borbón. La paz se firma en los Tratados de Utrech-Rastadtt (1713-1714), por los que cedemos a Gran Bretaña Gibraltar, Menorca, y un navío al año para comerciar con América, que ellos aprovechan para monopolizar el tráfico de esclavos negros, y para intervenir en el comercio americano; es el llamado navío de permiso. Estas concesiones convierten a Gran Bretaña en la gran potencia marítima del momento. El resto de nuestras posesiones europeas se las reparten entre Saboya y Austria. El reinado de Felipe V. Como buen Borbón, es absolutista y pretende uniformizar los territorios sobre los que va a gobernar. Para ello, dicta los Decretos de Nueva Planta, que anularán las instituciones de la Corona de Aragón, que en adelante será gobernada por las instituciones castellanas. Sólo se mantendrán en Navarra y País Vasco, por haber apoyado al pretendiente Felipe. En el gobierno central, crea los antecedentes de los actuales ministerios, que serán las Secretarías de Despacho (Guerra, Marina, Indias, Justicia, Estado y, más tarde, la de Hacienda). En cuanto a la administración territorial, divide España en intendencias (similares a las actuales provincias). Al frente de cada una de ellas habrá un intendente con responsabilidades en lo referente a administración, hacienda y justicia. Su actuación permitirá que el rey controle todo lo que pasa en el país sólo con reunirse con sus intendentes. También crea las Capitanías Generales, divisiones de carácter militar que coexisten con las anteriores. Pretende Felipe V controlar a la iglesia, rasgo

también común del absolutismo; se dice que los monarcas absolutos practican una política regalista. Así, va a firmar un Concordato (1737), que permitirá al monarca nombrar determinados cargos eclesiásticos y recaudar las rentas de las sedes obispales vacantes. Esta política regalista se mantuvo en todo el siglo XVIII, siendo una de sus manifestaciones más importantes la expulsión de los jesuitas que ordena Carlos III en 1767, que supone la confiscación de todos sus bienes. Los jesuitas eran acusados por los monarcas europeos de desobediencia y de practicar conspiraciones contra ellos. La causa era la existencia del Cuarto voto, que los hacía depender directamente del papa y obedecerlo a él por encima de cualquier otra autoridad. Por último, Felipe V reorganizó y fortaleció el ejército, poniendo especial atención a la creación de una marina, de la que carecíamos, por muy increíble que ello parezca, en un país con tan importantes posesiones coloniales como España en aquél momento. Carlos III (1759-1788) será otro de los monarcas importantes de nuestro siglo XVIII. Carlos III es el prototipo de monarca ilustrado en España. Hijo de Felipe V y su segunda mujer, Isabel de Farnesio, era rey de las Dos Sicilias a la muerte sin descendencia de Fernando VI. Dejó Italia y vino a España con ideas ilustradas y, por tanto, de hacer reformas. A su llegada se encontró con el Motín de Esquilache, un levantamiento popular que catalizó el descontento por la carestía, la falta de alimentos... y la oposición a las reformas. No obstante, fue un monarca ilustrado que procuró adaptar el país a los tiempos modernos, con ayuda de ministros como Campomanes, Floridablanca, Jovellanos, o el mismo Olavide, superintendente de Andalucía. Procuró controlar el poder de la iglesia (regalismo, expulsión de los jesuitas...) Estableció el servicio militar obligatorio con el sistema de quintas y reformó el ejército. Dignificó el trabajo (antes los estamentos privilegiados no podían trabajar), controló los grupos marginados, como mendigos o gitanos, y apoyó la educación y la ciencia, creando las Sociedades Económicas de Amigos del País. Creó cargos electivos en los gobiernos municipales para controlar a las oligarquías locales. En economía, para aumentar la recaudación fiscal creó la Lotería Nacional, permitió la libre circulación de cereales y vinos, liberalizó el comercio con América, y creó el Banco Nacional de san Carlos. Algunas de estas medidas eran de tendencia liberal. Carlos IV sube al trono en 1788, siendo contemporáneo por lo tanto, de la Revolución Francesa. En consecuencia, su reinado vivirá los sucesos que procuran imponer en España un régimen político nuevo, de carácter liberal. Con él da comienzo el s. XIX español.